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Escudo de silicio

Morris Chang nació en 1931 en una China convulsionada por guerras externas e internas. Antes de cumplir 18 años, había vivido en seis ciudades y estudiado en diez escuelas distintas. En 1949, cuando finalizó la guerra civil china, y el Partido Comunista desplazó al Partido Nacionalista al archipiélago de Taiwán, Morris Chang, decidió mudarse a Estados Unidos para estudiar en Harvard. Luego se trasladó al MIT, donde se licenció y obtuvo su maestría en Ingeniería Mecánica. Reprobó dos veces el examen para ingresar al programa de doctorado, por lo que decidió probar suerte en el mundo laboral. En su autobiografía escribió:

“Muchos años después, consideré que no ser admitido en el programa de doctorado del MIT, fue el mayor golpe de suerte de mi vida!”.

Cómo ingeniero mecánico, recibió dos ofertas de trabajo, una de Ford y otra de Sylvania, una pequeña empresa de electrónica. Ford le ofreció un pago mensual de 479 dólares, pero Sylvania le ofreció 480 dólares. Todo suma, así que Chang decidió dar un giro radical a su especialidad, aceptó el trabajo de ingeniería en Sylvania y aprendió sobre transistores. Escribió:

“Ese fue el comienzo de mi carrera en semiconductores. En retrospectiva, fue algo muy bueno”.

Sylvania tuvo problemas, por lo que, en 1958, Chang decidió incorporarse a Texas Instruments, una empresa del sector que estaba creciendo rápidamente. Al ver su potencial, la empresa le dio la oportunidad de realizar un doctorado en ingeniería eléctrica en Stanford. Chang llegó a ser el responsable mundial del negocio de semiconductores en Texas Instruments. A principios de la década de 1980, Texas Instruments abrió una fábrica de chips en Japón. Tres meses después de que la línea de producción comenzara a operar, el desempeño de la planta en Japón era el doble de las fábricas en Texas. Chang fue a investigar las razones. Descubrió que la clave eran las personas. Los japoneses tenían una disciplina, compromiso y rotación sorprendentemente baja. No solo los puestos altos, sino también técnicos y operadores. Por más que intentaron reproducir esta práctica en Estados Unidos, no pudieron encontrar el mismo nivel de profesionales y compromiso. Al parecer el negocio de la fabricación especializada de semiconductores estaba en Asia. A pesar de sus logros, Chang nunca fue ascendido a director general de Texas Instruments, lo que generó especulaciones sobre si su origen chino influyó en esta decisión. Fue transferido a una división que estaba con dificultades y luego a un rol de staff. En sus palabras:

“Me pusieron a pastar”.

En 1983, tras dedicar 25 años a Texas Instruments, Chang tomó la decisión de dejar la compañía y unirse a General Instrument. Allí, Chang conoció un modelo de negocios inusual para la época: un emprendedor se dedicaba solo a diseñar chips, sin fabricarlos. Dos años más tarde, en 1985 y a la edad de 54 años, Chang recibió una invitación del gobierno de Taiwán para contribuir al desarrollo tecnológico del país. Antes de aceptar este desafío, Chang realizó un exhaustivo análisis de la industria de semiconductores en Taiwán. En una entrevista, compartió sus observaciones:

“Me tomé un tiempo para evaluar lo que Taiwán tenía para ofrecer en este sector. Llegué a la conclusión de que era bastante limitado. Carecíamos de capacidades significativas en investigación y desarrollo, y nuestras fortalezas en diseño de circuitos y productos eran mínimas. Además, teníamos debilidades en áreas como ventas, marketing y propiedad intelectual. La única fortaleza posible que tenía Taiwán, e incluso ésta era potencial, no obvia, era la fabricación de semiconductores”.

A pesar de que la situación en Taiwán no era particularmente prometedora, coincidía con las tendencias que había observado en el mercado global. En aquella época, predominaba la creencia de que el diseño y la fabricación de chips debían residir en una misma empresa, pero, el elevado costo de construir una planta de fabricación restringía la competencia y limitaba la innovación. Con estas consideraciones en mente, Chang tomó la decisión de dejar Estados Unidos para trabajar en Taiwán. Escribe:

“Llegué a la conclusión de que Taiwán se parecía mucho más a Japón que a Estados Unidos”.

En 1987, a la edad de 56 años, Chang fundó Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC). La empresa se especializaría en la fabricación de chips para otras compañías, sin involucrarse en su diseño. Chang tenía como objetivo convertir a TSMC en el principal fabricante de semiconductores del mundo. Paul Mozur y John Liu, en su artículo para The New York Times titulado The Chip Titan Whose Life’s Work Is at the Center of a Tech Cold War, destacan cómo Chang, desde el principio, orientó a TSMC hacia el mercado global. Implementó sistemas de gestión innovadores para Taiwán y adoptó el inglés como el lenguaje estándar para las comunicaciones internas de la empresa. Según Mozur y Liu:

“La visión de Chang fue profética”.

En un contexto donde la complejidad y el costo de producción de chips aumentaban, solo unas pocas empresas podían afrontar el desafío de fabricarlos. La estrategia de Chang estimuló el surgimiento de un ecosistema completo de empresas dedicadas al diseño de chips, necesitadas de un socio de fabricación competente. Con el crecimiento del mercado, TSMC no solo expandió su cartera de clientes, sino que también incrementó sus ingresos, lo que a su vez facilitó la reinversión en el desarrollo de sus capacidades. Chang persistió en su visión, incluso cuando otros se retiraban, convirtiendo a TSMC en un contendiente formidable para gigantes como Intel y Samsung. En el libro Il dominio del XXI secolo. Cina, Stati Uniti e la guerra invisibile sulla tecnologia, Alessandro Aresu observa que la industria de los semiconductores trasciende los experimentos de laboratorio, enfocándose en diseños que deben replicarse a gran escala. Escribe:

“Los perfeccionistas de los semiconductores viven en el mundo comercial. Persiguen sus sueños diseñando máquinas y viviendo en enormes fábricas, con productos diseñados para servir y captar mercados”.

En 2005, a la edad de 74 años, Morris Chang dejó su cargo como director ejecutivo de TSMC. Pero, tras la crisis financiera de 2008, su sucesor implementó despidos de personal, una medida sin precedentes en la historia de la empresa, lo que provocó protestas y manifestaciones públicas. Frente a esta situación, en 2009 y con 77 años, Chang decidió retomar las riendas de TSMC. Recontrató al personal despedido y duplicó la inversión en investigación y desarrollo.Estas medidas las tomó en un momento muy difícil para la industria, por lo que no fueron bien recibidas por los inversionistas, pero, su apuesta dio frutos. En 2010, Apple estaba trabajando con Samsung para producir sus chips, pero estaba buscando un nuevo socio, ya que Samsung se había convertido en un importante competidor. TSMC, conocida por no competir con sus clientes, emergió como la opción ideal. El contrato requería inversiones gigantescas. Jeff Williams, director de operaciones de Apple, dijo de TSMC:

“TSMC invirtió 9.000 millones de dólares y contó con 6.000 personas trabajando las 24 horas del día para poner en marcha la fábrica de Tainan en un tiempo récord de 11 meses y, al final, la ejecución fue perfecta”.

Apple se convirtió en el cliente más grande de TSMC, representando aproximadamente el 20% de sus ingresos. En 2018, a los 86 años, Chang se jubiló por segunda vez, dejando a TSMC en una posición de liderazgo tecnológico mundial. Los chips, son esenciales en prácticamente todas las esferas de la sociedad moderna, desde la automatización y el procesamiento de datos hasta las comunicaciones, por lo que han superado en importancia incluso al petróleo. Este hecho se destaca en el documental de Deutsche Welle, La lucha global por los microprocesadores. Peter Wennink, presidente y CEO de ASML, una empresa líder en tecnología para la fabricación de chips señala un cambio de percepción que se produjo hacia el año 2020. Hasta entonces, los chips pasaban desapercibidos, pero la escasez repentina llevó a una toma de conciencia general sobre quién y dónde se producen estos componentes críticos. Por más de 40 años potencias como Estados Unidos, Europa y China habían externalizado la fabricación de chips a Taiwán, lo que permitió que empresas como TSMC tomaran tal ventaja que hoy controlan y lideran la producción mundial. Escribe Aresu:

“El controvertido estatus de Taiwán es su vulnerabilidad, pero su escudo es el silicio”.

China, no ha podido desarrollar esta industria localmente, y es el líder mundial en importaciones de chips. Esta situación coloca a TSMC en el centro de la guerra económica y tecnológica entre Estados Unidos y China. En 2019, Huawei, que era el segundo mayor cliente de TSMC después de Apple, superó a Samsung para convertirse en el principal vendedor de smartphones a nivel mundial. Sin embargo, enfrentó acusaciones de Estados Unidos por violar sanciones contra Irán, lo que llevó a la detención en Canadá de la directora financiera de la empresa y la hija del fundador de Huawei. Como respuesta, Estados Unidos impuso un bloqueo a Huawei, y, en consecuencia, en 2020, TSMC cesó sus envíos de chips a Huawei. Esta creciente tensión ha generado restricciones adicionales, como las impuestas en octubre de 2022 a YMTC, otro destacado fabricante chino de memorias que estaba en negociaciones para abastecer a Apple. Chang en una reciente entrevista declaró:

“El objetivo inmediato, claramente, es contener a China, y parece que está siendo efectivo. Esto se aplica específicamente a los chips. Nuestra única esperanza es que no escale a un conflicto aún más grave”.

Las capacidades de fabricación desarrolladas por TSMC en Taiwán no solo son un activo económico, sino que también representan una especie de seguro de vida para la isla contra una posible invasión china. Dan Hutcheson, de Tech Insights, explica:

“Esa siempre fue la estrategia: convertir a Taiwán en una potencia en semiconductores para asegurar el apoyo y la defensa de Estados Unidos. Y la estrategia ha sido tremendamente exitosa”.

Hoy en día, TSMC no solo es el mayor fabricante de chips del mundo, con ingresos anuales aproximados de 76 mil millones de dólares, sino también una empresa de vital importancia estratégica a nivel global. David Bach, en su artículo To understand geopolitics, follow one company, preguntó a un grupo de ejecutivos sobre el impacto de una interrupción en la producción de TSMC debido a un bloqueo naval o un conflicto militar, la respuesta unánime fue:

“Nuestros negocios se paralizarían en cuestión de semanas”.

La mayoría de las computadoras, smartphones y tabletas en el mercado global integran chips fabricados por TSMC. La empresa domina más del 60% del mercado mundial de semiconductores, prestando servicios a gigantes tecnológicos como NVIDIA, Qualcomm, Broadcom y Apple. Esta cifra se eleva a un notable 90% en el segmento de chips de última generación. El éxito de TSMC es un testimonio del poder de la globalización, facilitando que las empresas se enfoquen en sus áreas de especialización. Taiwán es el corazón de esta operación gigantesca, albergando 10 de las 14 fábricas de TSMC y el 90% de sus 70.000 empleados. Sin embargo, la pandemia y los conflictos geopolíticos recientes han motivado a gobiernos y empresas a buscar formas de mitigar posibles riesgos de interrupción en la cadena de suministros y disminuir la dependencia de esta pequeña isla. Como resultado, Samsung está invirtiendo en plantas de fabricación de chips en Estados Unidos, e Intel está expandiendo su presencia en Europa. Por su parte, TSMC está construyendo una nueva planta en Arizona, que se espera esté operativa en 2024, y otra en Japón. Además, la empresa planea establecer nuevas instalaciones en Alemania y Estados Unidos. Estos proyectos, que tardan entre tres y cinco años en completarse, subrayan la magnitud del desafío que enfrenta la industria.

Los clientes de TSMC demandan una diversificación geográfica para fortalecer la resiliencia de su cadena de suministro, pero reducir en exceso la dependencia de Taiwán podría aumentar los riesgos para la seguridad nacional. China ha expresado su disposición a iniciar un conflicto armado en caso de que la “unificación pacífica con Taiwán” no se materialice. El éxito empresarial de TSMC ha alcanzado tal relevancia que ahora debe equilibrar sus intereses comerciales con consideraciones políticas y geopolíticas. El papel de las empresas en nuestra sociedad es más crítico que nunca, ya que influyen directamente en nuestra calidad de vida, salud, educación, entretenimiento, seguridad y bienestar general. Morris Chang ha creado valor no solo para sus clientes y colaboradores, sino también para proveedores, inversores y la sociedad en su conjunto. En 1997, estableció un objetivo claro y ambicioso:

“Nuestro objetivo es ser el número uno, sin excepción”.

Detrás de una empresa orientada al propósito está la figura de un líder consciente y visionario. Hace unos meses, Morris Chang compartió algunas de sus lecciones aprendidas en una presentación en el MIT. A sus 92 años, sigue siendo una figura vital y lúcida. En relación con la preocupación por un potencial conflicto entre Estados Unidos y China por Taiwán, expresó:

“La posibilidad de que China invada Taiwán, realice una guerra anfibia y todo eso, creo que es una probabilidad muy, muy baja. Un bloqueo de algún tipo, creo que todavía lo considero de baja probabilidad, pero sigue siendo una posibilidad y quiero evitarlo”.

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