adaptación

Insatisfacción perpetua

En una reciente entrevista Sam Altman habló sobre su despido y recontratación en OpenAI con el periodista Alex Heath de The Verge. Señaló que cuando la junta directiva de la empresa le pidió que regresara, se sintió desafiante, herido y enojado. Dijo:

“Me tomó unos minutos recuperarme y superar el ego y las emociones para luego decir: ‘Sí, por supuesto que quiero volver’. Amaba la empresa y había volcado mi fuerza vital en ella durante los últimos cuatro años y medio. Y estamos logrando grandes avances en la misión que tanto me importa: la misión de una Inteligencia Artificial General segura y beneficiosa”.

George Bernard Shaw en su obra Hombre y superhombre escribió:

“Hay dos tragedias en la vida: la primera consiste en no obtener lo que se desea; la segunda consiste en obtenerlo”.

Desde la infancia, experimentamos el ciclo de deseo e insatisfacción: anhelamos con intensidad los juguetes que no poseemos, y una vez obtenidos, rápidamente perdemos el interés, volviendo nuestra atención hacia los juguetes de otros niños. Esta tendencia refleja una característica inherente al ser humano: insatisfacción perpetua. Arthur Schopenhauer, en su obra El mundo como voluntad y representación, explora este fenómeno:

“La base de todo querer es la necesidad, la carencia, o sea, el dolor, al cual pertenece en origen y por su propia esencia. En cambio, cuando una satisfacción es demasiado fácil, le invade un terrible vacío y aburrimiento. Así pues, su vida, igual que un péndulo, oscila entre el dolor y el aburrimiento, que son de hecho sus componentes últimos”.

Frédéric Lenoir en su reciente libro Filosofía del deseo, explica que los animales una vez que satisfacen sus necesidades fundamentales ya no buscan más. Incluso los grandes primates, cuando logran dominar su territorio o su clan, no aspiran a conquistar toda la sabana. Sin embargo, en el ser humano el deseo es infinito. En la charla TED Le désir, moteur de nos vies, Lenoir señala, que en el caso de los humanos:

“Una vez que tiene dominado a su pueblo, quiere controlar al del lado. Y después todo el país. Y luego el continente. Y luego, toda la Tierra y el Universo, si pudiera”.

Esta tendencia se extiende a todas las esferas de nuestra existencia, incluido nuestro anhelo de conocimiento. No nos conformamos con saber solo lo imprescindible para sobrevivir; nuestra curiosidad nos impulsa hacia una búsqueda incansable de comprensión total, casi rozando la obsesión. Platón, en su diálogo El Banquete, argumenta que deseamos aquello que nos falta, lo que no poseemos ni somos. Sostiene que hay en el ser humano una carencia intrínseca, causada por la separación original con lo divino, generando un anhelo constante por reconectar con esa esencia perdida. Esta búsqueda incesante se manifiesta en nuestro deseo continuo de diversos objetos, experiencias y relaciones. Dice un refrán popular:

“Todo lo que me gusta es ilegal, inmoral, engorda, es adictivo, caro o imposible”.

La neurociencia ha identificado que nos mueven cuatro deseos básicos: el deseo de reproducción, el deseo de alimentación, el deseo de información y el deseo de estatus social. Estos cuatro deseos son el motor de nuestras vidas. Estamos inconscientemente impulsados a buscar sexo, comida, información y reconocimiento social, por el chute de dopamina placentero que nos genera. Henri Bergson en Materia y Memoria escribió:

“El placer no es más que un artificio imaginado por la naturaleza para obtener del ser viviente la conservación de la vida”.

Somos rehenes de este sistema, en el que queremos siempre más y nunca estamos satisfechos. Somos seres de deseo, esa es la esencia humana. El problema es que muchas veces no somos conscientes de que los deseos que experimentamos no son propios. Imitamos los deseos de los demás. Es lo que el antropólogo René Girard llama deseo mimético. Deseamos lo que desean los demás porque necesitamos modelos que imitar. En The Girard Reader, escribió:

“Los hombres se influencian unos a otros, y, cuando están juntos, tienen tendencia a desear las mismas cosas, no sobre todo debido a su escasez, sino porque, la imitación comporta también los deseos. El hombre busca hacerse un ser que está esencialmente fundado sobre el deseo de su semejante”.

Esta dinámica es la razón por la cual diversas filosofías y religiones sugieren moderar o limitar nuestros deseos, ya que pueden conducir a la insatisfacción crónica o incluso a la violencia social. Sin embargo, el deseo es un componente esencial de nuestro ser; lo que importa es cómo lo gestionamos. En palabras de Lenoir:

“No hay que eliminar la fuerza del deseo. Hay que aprender a orientarlos correctamente”.

El monje budista zen Thich Nhat Hanh, en su libro El corazón de las enseñanzas de Buda, profundizó en las cuatro nobles verdades del budismo, que por más de 2.600 años han enseñado que el sufrimiento es inherente a la existencia humana y que la vida siempre involucra sufrimiento en formas obvias y sutiles. Incluso cuando las cosas parecen marchar bien, sentimos un trasfondo de ansiedad e incertidumbre. Según el budismo, la causa del sufrimiento es el deseo y la ignorancia. Sufrimos por nuestra avidez y creencias erróneas de estar desconectados y carentes. Sin embargo, la buena noticia es que es posible salir de este ciclo eterno de sufrimiento al tomar conciencia y vivir sabiamente. Para orientarnos el budismo recomienda seguir el camino óctuple. Nhat Hanh escribe:

“La práctica consiste en afrontar nuestro sufrimiento y transformarlo para que surja el bienestar”.

En la simbología budista, este sendero es usualmente representado como una rueda, en que cada rayo representa un elemento del camino. Nhat Hanh escribe:

Sólo podemos mantener la rueda en movimiento a través de una firme decisión de no seguir comportándonos del mismo modo”.

Este camino nos enseña a reorientar nuestros deseos hacia lo que genuinamente nos trae alegría y satisfacción, más allá de los impulsos superficiales promovidos por la sociedad o la biología. Nhat Hanh, cuenta que el Buda enseñó el camino óctuple en su primera charla y lo siguió enseñando durante cuarenta y cinco años, hasta su última charla que dio a los 80 años cuando estaba a punto de morir.

Visión correcta: Este aspecto se refiere a nuestra percepción de la realidad. Implica un profundo entendimiento de la naturaleza y el efecto de nuestros deseos en la vida cotidiana. Tal como apuntan Shaw y Schopenhauer, esta comprensión consiste en reconocer que una búsqueda constante de deseo puede atraparnos en un ciclo sin fin de sufrimiento y placer. Entender esto constituye el paso inicial hacia el reajuste de nuestras percepciones y transformación. En palabras de Nhat Hanh:

“La Visión Correcta no es una ideología, ni un sistema, ni siquiera un camino. Es la visión que tenemos de la realidad de la vida, una viva visión que nos llena de comprensión, paz y amor”.

Pensamiento correcto: Este aspecto se ocupa de nuestras aspiraciones, voluntad y determinación, integrando las emociones y pensamientos que subyacen a nuestros actos. Dirigir adecuadamente nuestro pensamiento permite analizar, interpretar y entender plenamente las circunstancias en las que nos encontramos. Implica también una reflexión introspectiva sobre la naturaleza de nuestros deseos, cuestionando si son auténticos o están influenciados por factores externos como las presiones sociales. En palabras de Nhat Hanh:

“Nuestra manera de actuar depende de nuestra manera de pensar, y ésta, a su vez, depende de la energía de nuestros hábitos”.

Habla correcta: Este aspecto enfatiza el poder transformador de las palabras. Las palabras no solo expresan nuestros pensamientos y deseos, sino que también tienen el poder de estructurar y dar forma a nuestra realidad. Implica usar el lenguaje de manera honesta y constructiva. Se busca una comunicación que refleje genuinamente nuestros valores y comprensión más profunda. En palabras de Nhat Hanh:

“Si no sabemos escuchar con atención, no podemos practicar el Habla Correcta. Escuchar de manera compasiva es curativo”.

Acción correcta: Este aspecto subraya la relevancia de tomar decisiones y ejecutar acciones que promuevan genuinamente nuestro bienestar y el de quienes nos rodean. Se trata de un llamado a evitar actitudes impulsivas o perjudiciales que no han sido reflexionadas adecuadamente. Implica emprender acciones deliberadas y conscientes, tales como salvaguardar la vida, ejercer la generosidad, comportarse con responsabilidad y adoptar un consumo reflexivo y consciente. En palabras de Nhat Hanh:

“Es la práctica de sentir amor y evitar causar ningún daño, de practicar la no violencia con nosotros mismos y los demás. La base de la Acción Correcta es realizarlo todo conscientemente”.

Medio de vida correcto: Este aspecto enfatiza la elección de un estilo de vida y actividades profesionales acordes con nuestros valores y principios más profundos. Se centra en la importancia de rechazar ocupaciones deshonestas o perjudiciales, fomentando un equilibrio saludable entre las necesidades materiales y espirituales. El objetivo es evitar que la búsqueda de estatus o riqueza se convierta en el eje central de nuestra vida. En palabras de Nhat Hanh:

“Tu medio de subsistencia puede ser una expresión de tu yo más íntimo o una fuente de sufrimiento para ti y los demás”.

Esfuerzo correcto: Este aspecto se centra en el desarrollo de una mentalidad orientada hacia el crecimiento personal y la verdadera felicidad. Implica realizar un esfuerzo consciente para nutrir nuestra mente de información, pensamientos y emociones positivas, y minimizar aquellos que nos conducen al sufrimiento y la insatisfacción. Involucra desarraigar continuamente pensamientos tóxicos. En palabras de Nhat Hanh:

“Descubre qué es lo que te aporta una alegría y felicidad duraderas. Transforma tu sufrimiento en compasión, paz y comprensión, y hazlo con alegría y calma”.

Atención correcta: Este aspecto se refiere a la práctica de centrar nuestra energía en el aquí y ahora, instándonos a estar plenamente conscientes de nuestros deseos y experiencias en el momento presente. Es imposible estar atentos a todo simultáneamente, por lo que es crucial elegir con sabiduría a lo qué le prestamos atención. Al observar la aparición y evolución de nuestras sensaciones, emociones, pensamientos y deseos, empezamos a comprender su carácter efímero y, a veces, ilusorio. En palabras de Nhat Hanh:

“No te pierdas en el pasado. No te pierdas en el futuro. No te quedes atrapado en la ira, las preocupaciones ni los temores. Regresa al momento presente, siente la vida profundamente. Ser consciente consiste en esto”.

Concentración correcta: Este aspecto se refiere a nuestro propósito, metas y objetivos. Enfocar nuestra mente en deseos y objetivos beneficiosos para nosotros y para los demás, implica un equilibrio en nuestro enfoque, evitando extremos. Al vivir cada momento con plena atención y profundidad, se cultiva una concentración sostenida y natural. Esto nos lleva a una mayor claridad mental y una mejor capacidad para tomar decisiones que reflejen nuestros verdaderos deseos y aspiraciones. En palabras de Nhat Hanh:

“Vive cada momento de tu vida profundamente, y mientras estés andando, comiendo, bebiendo y contemplando el lucero del alba, estarás sintiendo la dimensión última”.

El camino óctuple del budismo ofrece una ruta hacia una existencia más equilibrada y consciente, invitándonos a clarificar, comprender y experimentar el propósito que verdaderamente nos aporta felicidad duradera y significado. Sin embargo, Frédéric Lenoir advierte que en la crisis actual debemos reflexionar sobre qué constituye el verdadero progreso y si es posible la felicidad en una civilización centrada en la acumulación material. La ambición resulta insaciable y puede llevar a la frustración y la violencia. En sus palabras:

“El deseo puede estar orientado hacia el tener cada vez más, pero eso no tiene fin, nos hace desgraciados y destruye el planeta. O bien, nuestros deseos pueden estar orientados hacia el ser: hacia el conocimiento, el amor, el arte, el compartir cosas que nos elevan. Eso nos hace profundamente felices, y no cuesta nada”.

En nuestra era moderna, caracterizada por el avance tecnológico y el consumismo, las enseñanzas de Shaw, Schopenhauer y la sabiduría budista nos desafían a examinar y manejar nuestros deseos de manera más consciente. Thich Nhat Hanh en los párrafos finales de su libro, escribió:

“La conciencia es la energía que lleva los ojos de un Buda a nuestra mano. Con ella podemos cambiar el mundo y aportar la felicidad a mucha gente. No se trata de algo abstracto, cada uno de nosotros puede generar la energía de la plena conciencia en cada momento de la vida cotidiana”.

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