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El mito del conocimiento

El poeta romano Horacio, le escribió una carta a su amigo Lolius, quien, estaba pasando por momentos difíciles. En la carta, Horacio le explica que la hazaña más grande de Ulises no fue conquistar Troya, sino ser capaz de abordar las dificultades de la vida como oportunidades para perfeccionar su carácter. El poeta le exhorta y nos exhorta, a evitar que la envidia o la ira nos torturen, pues son pasiones capaces de someter incluso a los más poderosos; aconseja que impongamos férreos límites a nuestro deseo de más, pues si no el ansia de acumular riquezas o fama será insaciable; sugiere además que nuestras lecturas sean especialmente dignas, pues al alma le sucede como a las ánforas, que conservan por mucho tiempo el aroma de aquello con lo que se llenan. El consejo de Horacio a su afligido amigo fue:

“Sapere aude: ¡incipe!”.

Francisco García-Jurado, de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo ¿Atrévete a saber, o a tener juicio? explica que esta frase en el contexto de la carta de Horacio a Lolius, se puede traducir como “Atrévete a ser sabio: ¡empieza!”. Sin embargo, la frase se ha traducido de muchas formas y se hizo conocida en el ensayo ¿Qué es la Ilustración?, que escribió Immanuel Kant en 1784:

“La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la Ilustración”.

Según Kant “por pereza o cobardía”, mucha gente vive como niños, sin pensar por sí mismos y sin tomar sus propias decisiones. La Ilustración les dice: no se dejen tutelar, ¡Atrévete a razonar y actuar según tus propias decisiones! ¡Sapere aude! Que no te lo den todo hecho, y si te equivocas no le eches la culpa a nadie salvo a ti mismo. García-Jurado escribe:

“En Kant, no apreciamos ese primitivo sentido horaciano de “atreverse a ser juicioso” tanto como “atreverse a ser racional”. El traslado es sutil, pero pertinente. Hay un desplazamiento desde el ámbito moral del “juicio” al sentido intelectual del “raciocinio” que refleja, no en vano, todo un cambio de actitud ante el conocimiento y la ciencia en el mundo moderno”.

Este cambio de la idea del conocimiento, concebido no ya desde el miedo y el respeto infundido por la religión y los poderes de la época, sino desde la razón, generó un punto de inflexión al desarrollo de la ciencia y la tecnología actual. Bertrand Russell definió el conocimiento en términos de creencias justificadas y verdaderas. En su libro El conocimiento humano, realizó un análisis lógico y sistemático de los múltiples campos del saber, desde la biología y la psicología a la astronomía, y en la última frase concluye:

“Todo conocimiento humano es incierto, inexacto y parcial”.

Pese a esto, Peter Drucker en su libro La Era de la Discontinuidad planteó que el conocimiento era un factor económico de primer orden. Drucker dejó claro, que en nuestra sociedad lo relevante desde el punto de vista económico no era la cantidad o calidad del conocimiento producido, sino su capacidad para generar riqueza. Se trataba, sin duda, de un uso restringido de la palabra conocimiento, aunque completamente adecuado al contexto de la teoría económica. Buena parte de lo planteado por Druker hace más de cincuenta años lo estamos experimentando hoy con toda intensidad. Datos, información y conocimiento sobre cualquier tema se acumulan, se empaquetan y comercializan a un ritmo exponencial. Manfred Max-Neef ganador del Right Livelihood Award considerado el Premio Nobel alternativo de economía, en su libro La economía desenmascarada escribió:

“Si debiera definir de alguna manera nuestro tiempo me atrevería a decir que hemos alcanzado un punto en nuestra evolución como seres humanos, en que sabemos mucho, pero comprendemos muy poco. No cabe duda alguna de que la razón, la lógica lineal y el reduccionismo han contribuido a alcanzar niveles insospechados de conocimiento. El saber ha crecido de manera exponencial, pero recién ahora comenzamos a sospechar que ello no es suficiente, no por razones cuantitativas, sino por razones cualitativas. El saber es sólo uno de los caminos, es un lado de la moneda. El otro camino es el de la sabiduría”.

Frecuentemente se asemeja sabiduría con inteligencia; pero ser inteligente y ser sabio son cosas muy diferentes. Para Aristóteles, la sabiduría no era ni una ciencia, ni una técnica, no tenía que ver con la verdad y la eficacia, sino con la ética, el bien para uno mismo y para con los demás. La sabiduría, por lo tanto, es el arte de saber vivir bien. André Comte-Sponville en Présentations de la philosophie, señala:

“¿Cómo he de vivir? Ésta es la cuestión con la que la filosofía se enfrenta desde su mismo inicio. La respuesta sería la sabiduría, pero una sabiduría encarnada, vivida, en acto: corresponde a cada cual inventar la suya. Éste es el punto en el que la ética, que es un arte de vivir, se distingue de la moral, que se refiere únicamente a nuestros deberes”.

Los griegos frecuentemente oponían la sabiduría teórica o contemplativa (sophia) a la sabiduría práctica (phronesis). Sin embargo, ambas son inseparables o, mejor dicho, la sabiduría es el resultado del conocimiento teórico desplegado en la experiencia práctica. Robert Nozick, en su libro The Examined Life, la define así:

La sabiduría es práctica, ayuda. La sabiduría es lo que necesitamos comprender para vivir bien, afrontar los problemas centrales y evitar los peligros en los trances en que se encuentran los seres humanos”.

Las dificultades de la vida son experiencias complejas que contribuyen a que desarrollemos una comprensión más profunda de nosotros mismos y nos dan la oportunidad de elevarnos por sobre nuestros paradigmas. Confiar simplemente en los datos, la información y el conocimiento para nuestras decisiones es insuficiente. Sin embargo, Manfred Kets de Vries profesor del INSEAD, en su reciente libro Leading Wisely: Becoming an Effective Leader in Turbulent Times, escribe:

“Muchos de nosotros vivimos con la ilusión de que, si acumuláramos un poco más de conocimiento, todo estará bien. Desafortunadamente, se presta muy poca atención a la mayor acumulación de sabiduría: cómo tomar decisiones más sabias… en nuestro mundo actual, podemos recopilar información y conocimientos a un ritmo mucho más rápido de lo que podemos reunir sabiduría”.

El filósofo británico Nicholas Maxwell por años ha criticado la concepción tradicional del conocimiento. En su libro The World Crisis — And What to Do About It, sostiene que el principal desastre de nuestro tiempo es que tenemos ciencia sin sabiduría. Nos hemos dedicado a la búsqueda de conocimientos y tecnologías especializadas, en vez de mejorar el mundo y la condición humana. Para resolver problemas complejos necesitamos sabiduría. La sabiduría otorga discernimiento para juzgar el curso de acción más adecuado en situaciones confusas. Por lo tanto, la sabiduría puede verse como la combinación del conocimiento acumulado y la capacidad de sintetizar ese conocimiento utilizando la comprensión ética de las circunstancias y el contexto que experimentamos. La diferencia principal entre sabiduría, conocimiento e inteligencia es que la sabiduría implica una gran dosis de perspectiva y la capacidad de emitir juicios acertados sobre los desafíos que se nos presentan. Mientras que el conocimiento proviene del aprendizaje, la sabiduría proviene de la experiencia y la reflexión. La búsqueda de la sabiduría es un viaje de toda la vida y, como en cualquier viaje largo, al igual que Ulises, habrá hechiceros, cíclopes, sirenas, monstruos marinos, dioses furiosos, pretendientes traicioneros y todo tipo de peligros y trampas que sortear. Por estas razones, Nozik afirmaba que la sabiduría no consiste en tener conocimientos aislados, sino que deben estar conectados para guiar nuestra vida con una perspectiva de significado. Escribió:

“Lo que una persona sabia necesita saber y comprender constituye una lista variada: las metas y valores más importantes de la vida: la meta final, si la hay; qué medios lograrán estos objetivos sin un costo demasiado alto; qué tipo de peligros amenazan el logro de estos objetivos; cómo reconocer y evitar o minimizar los peligros; cómo son los diferentes tipos de seres humanos en sus acciones y motivos (ya que esto presenta peligros u oportunidades); lo que no es posible o factible de lograr (o evitar); cómo saber qué es apropiado y cuándo; saber cuándo se alcanzan suficientemente ciertos objetivos; qué limitaciones son inevitables y cómo aceptarlascómo mejorar uno mismo y las relaciones con los demás o con la sociedad; saber cuál es el valor verdadero y no evidente de las cosas; cuándo tener una visión a largo plazo; conocer la variedad y la obstinación de los hechos, las instituciones y la naturaleza humana; comprender cuáles son los motivos reales de uno; cómo afrontar y manejar las principales tragedias y dilemas de la vida, y también las principales cosas buenas”.

La sabiduría implica ser capaz de ver y apreciar la esencia de lo que ocurre; esto incluye considerar las ramificaciones de cada cosa o acontecimiento bajo una perspectiva amplia. Según Nozick, vivir sabiamente, es un medio de conectarse más estrechamente con la realidad, en definitiva, es nuestro camino. Desafortunadamente, con la ilustración, la arrogancia de pensar que solo con los conocimientos científicos y tecnológicos podíamos resolver los problemas y desafíos complejos de la humanidad nos hizo sistematizar, racionalizar, y pretender manipularlo todo. En octubre de 2022, el psiquiatra Iain McGilchrist pronunció el discurso de apertura en la Cumbre Mundial de Inteligencia Artificial de Ámsterdam. En la ocasión señaló:

“Todas las decisiones que afectan a los humanos son morales. La moralidad no es puramente utilitaria. No puede reducirse al cálculo. Cada situación humana es única y la unicidad tiene que ver con la historia personal, conciencia, memoria, intención. Todo lo que no es explícito. A lo que nos referimos con esa palabra engañosamente simple: emoción. Toda la experiencia y comprensión adquirida a través del cuerpo y almacenada en él. Todo lo que nos hace humanos y no máquinas. La bondad proviene de mentes virtuosas que no siguen las reglas de máquinas”.

Necesitamos progresar en sabiduría tan rápido como progresamos en conocimientos. Lamentablemente como dijo una vez Benjamín Franklin:

“La tragedia de la vida es que envejecemos demasiado pronto y somos sabios demasiado tarde”.

Hace tres siglos comenzó la era de la Ilustración. Gracias a la razón se impulsó el progreso, crecimiento y derechos humanos. Sin embargo, la salida de la inmadurez que deseaba Kant tuvo consecuencias inesperadas, transformó al hombre en amo de la naturaleza y generamos nuevos problemas. ¿Cómo frenamos el calentamiento global?, ¿Cómo podemos convivir pacíficamente en un mundo cada vez más poblado?, ¿Cómo seguimos manteniendo nuestra autonomía de pensamiento en la era digital?, ¿Cómo podemos controlar las tecnologías que nos confieren capacidades casi divinas?, ¿Quién es responsable de nuestro futuro?, ¿Los estados, las multinacionales o cada uno por su cuenta? En el documental de la Deutsche Welle ¿Quién es responsable de la paz, la libertad y un mundo más justo? la filósofa Susan Neiman, señaló:

“Una ilustración para el siglo XXI debe considerar dos aspectos cruciales. Primero, la influencia omnipresente del capitalismo, con su habilidad casi siniestra de transformar todo – incluso lo bueno, incluso nosotros mismos – en una mercancía. Segundo, el poder abrumador de la tecnología, que tiene la capacidad tanto de beneficiarnos como de causar daño, tanto a nosotros como al planeta. Ante la incertidumbre del futuro, donde es imposible predecir qué sucederá, recae sobre nosotros una responsabilidad moral: contemplar y actuar de tal manera que contribuyamos a un mundo mejor”.

Tras leer la carta de Horacio, Lolius comprendió que la fortaleza, el conocimiento o la apariencia no son suficientes para vivir bien. Se necesita esfuerzo, dedicación, confianza en uno mismo y, a veces, distanciarse de quienes se obstinan en ver nuestro fracaso. Lolius concluyó que sus problemas no se solucionarían con lamentos, autocompasión, o esperando tener todas las respuestas. En cambio, la clave para retomar su camino era levantarse, sacudirse el polvo, secar sus lágrimas, pasar a la acción y mantener la humildad en el aprendizaje. Atrévete a ser sabio: ¡empieza! Marco Aurelio escribió en Meditaciones:

“No desperdicies tiempo discutiendo sobre cómo debería ser un hombre sabio; solo sé uno”.

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