adaptación

Tétradas

Martin Puchner, en su libro The Written World, realiza un recorrido de cómo la literatura y las tecnologías de escritura han evolucionado para crear el mundo que tenemos hoy. Señala:

Los textos escritos han marcado la evolución de la historia: son los códigos que definen la identidad de los pueblos y la forma en que los seres humanos organizan sus vidas.

Puchner, relata que cuando Gutenberg comenzó el proyecto de imprimir la Biblia, tenía que demostrar que sus máquinas podían crear algo tan pulcro, preciso, riguroso y elegante como las producidas por los mejores escribas que dedicaban sus vidas a esa tarea. Gutenberg no había pedido ningún permiso a la Iglesia, sin embargo, sus preocupaciones eran innecesarias. Puchner escribe:

Cuando Gutenberg presentó su Biblia fabricada mecánicamente, la Iglesia quedó prendada: era más hermosa que cualquiera que pudiera haber creado el monje más piadoso. Pese a su belleza deshumanizada, las Biblias de Gutenberg eran lo suficientemente baratas como para que las parroquias y los monasterios pudieran comprarlas.

Todas las páginas de la Biblia de Gutenberg tenían dos columnas geométricas con un nivel de precisión y simetría que ningún calígrafo podía aspirar a conseguir. Gutenberg terminó superando sus propias expectativas y creando un nuevo patrón con el que se medirían los libros. Una máquina había superado la mano del hombre. Había un motivo adicional que impulsó a la Iglesia a aceptar inmediatamente esta nueva tecnología: reducía los innumerables errores de los copistas. La imprenta se reveló el instrumento perfecto para que la Iglesia ejerciera control sobre las escrituras. La Iglesia y la imprenta estaban hechas la una para la otra. Irene Vallejo, en su libro El infinito en un junco, describe que, hasta la invención de la imprenta, los libros fueron objetos artesanales, es decir, de laboriosa fabricación, únicos e incontrolables. Tenían que ser copiados uno a uno y muchas veces era el propio lector que los copiaba en su hogar. Sin embargo, actualmente con las nuevas tecnologías, eso ha cambiado radicalmente. En sus palabras:

Los libros electrónicos de hoy son la antítesis de aquellos antiguos manuscritos: objetos baratos, etéreos, sin peso, fáciles de multiplicar hasta el infinito, plácidamente albergados en servidores y unidades de almacenamiento en centros de datos por todo el mundo; pero estrictamente controlados.

En 2009, Amazon borró de los Kindles de sus clientes la novela 1984, de George Orwell, alegando un supuesto conflicto de derechos de autor. Miles de lectores denunciaron que el libro que habían comprado electrónicamente desapareció repentinamente de sus dispositivos. Un estudiante que estaba preparando un trabajo académico reclamó porque, junto con el archivo, también se desvanecieron todas las anotaciones que había realizado. En palabras de Vallejo:

No sabemos si Amazon era consciente del simbolismo literario implícito. En 1984, los censores gubernamentales borran toda huella de la literatura molesta para el Gran Hermano arrojándola a una incineradora a la que denominan «el agujero de la memoria».

En foros de internet, abundan denuncias de desaparición de ediciones digitales de diversos títulos. Al parecer, casi no tenemos ningún derecho sobre esos textos que flotan en las nubes del ciberespacio. Andy Clark y David Chalmers en su artículo The Extended Mind plantean que los objetos del entorno operan como parte de nuestra mente. Sostienen que la separación entre la mente, el cuerpo y el medio ambiente es una distinción sin fundamento. Debido a que los objetos externos desempeñan un papel importante en la ayuda a los procesos cognitivos, la mente y el entorno actúan como un sistema cognitivo integrado.

Friedrich Kittler en Gramophone, Film, Typewriter, cuenta que Nietzsche cuando tenía 34 años, estaba desesperado porque sus problemas de salud empeoraban, su vista fallaba, y se había visto obligado a reducir su producción literaria. Se le ocurrió comprar una máquina de escribir. Aprendió a usarla, y fue capaz de escribir incluso con los ojos cerrados. Sus ideas volvieron a pasar desde su mente al papel. Un periódico de Berlín informó que Nietzsche se “encuentra mejor que nunca” y, gracias a su máquina de escribir, “ha reanudado su actividad escritora”. Pero el uso de su nuevo artefacto tecnológico afectó su obra. El escritor y compositor Heinrich Köselitz, notó un cambio en el estilo de la escritura de Nietzsche. Notó que su prosa se había vuelto más estricta, más telegráfica. Pero que también poseía más contundencia, como si la potencia de la máquina se transmitiera a las palabras. Nietzsche, le respondió:

Nuestros útiles de escritura participan en la formación de nuestros pensamientos.

Nicholas Carr en The Glass Cage, afirma que el uso de cualquier tipo de herramienta puede influir en nuestros pensamientos y perspectivas, pero nuestras tecnologías intelectuales ejercen el poder más grande y duradero sobre qué y cómo pensamos. Son nuestras herramientas más íntimas, las que utilizamos para la autoexpresión, para dar forma a la identidad personal y pública, para cultivar nuestras relaciones con los demás. Nietzsche reconoció que su máquina de escribir estaba cocreando sus pensamientos. En mayo de 1978, Jorge Luis Borges ofreció una conferencia en que señaló:

De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.

A principios de los sesenta la gente pensaba que la televisión sería una excelente forma de tener entretenimiento en casa. Hasta que el profesor de literatura canadiense Marshall McLuhan, revolucionó todo lo que se conocía sobre el impacto de los medios de comunicación, la tecnología y la manipulación que ejercen sobre las masas. Explicó que el objetivo no era el contenido, lo que importaba era que estuvieras conectado. Con su aforismo “el medio es el masaje” McLuhan destacó que la forma en que adquirimos la información nos afecta más que la información en sí misma. Decía:

El impacto de la televisión en los niños no se debe tanto a su contenido como a la forma en que lo transmite, a los puntos de luz proyectada hacia el televidente, carencia de detalle, a su movimiento y sonido, que crean una atmósfera envolvente y una experiencia táctil además de visual.

Para McLuhan, la civilización (aldea global) es equiparable a la cultura de la escritura y, por tanto, dividió la historia humana en cuatro fases: agrícola, mecánica, eléctrica y tecnológica. Afirmaba que la única forma de poder controlar a los medios de comunicación es mediante la comprensión de sus efectos. En 1962, advirtió:

El nuevo medio, el que sea que venga, podría ser la extensión de la conciencia, incluirá a la televisión como contenido, y no como medio. Una computadora como instrumento de investigación y comunicación será capaz de aumentar la recuperación de información, hacer obsoleta la organización masiva de las bibliotecas, recuperar la función enciclopédica del individuo y transformarla en una línea privada de comercializables rápidamente personalizados.

En su libro Understanding Media: The Extensions of Man, publicado en 1964 McLuhan habló de cómo los «medios electrónicos» cambiarían e influirían para siempre en la sociedad, «liberándonos del mundo impreso». Los medios electrónicos, con su demanda de interacción, se extenderían a través del planeta, haciendo que formemos parte de una «aldea global». Advirtió:

Una vez que hayamos supeditado nuestros sentidos y sistemas nerviosos a la manipulación privada de quienes intentarán beneficiarse a través de nuestros ojos, oídos e impulsos, no nos quedará ningún derecho.

En el artículo Laws of Media y el libro The Global Village, publicados póstumamente en 1989 McLuhan advirtió sobre lo que está sucediendo con las tecnologías. Escribió:

Todos los artefactos humanos, —ya sea el lenguaje, o las leyes, o las ideas, o las hipótesis, o los instrumentos, o el vestido, o los computadores— son extensiones del cuerpo físico o de la mente. El hombre, el animal que fabrica herramientas, lleva muchísimo tiempo intentando extender uno u otro de sus órganos sensoriales, de modos que afectan al resto de sus sentidos o facultades. Pero si bien hemos hecho experimentos para este fin de todo tipo, el ser humano ha omitido constantemente acompañarlos con observaciones y comentarios.

Comprender el uso humano de un artefacto puede predecir el impacto social del nuevo invento. Así, se podría aceptar o rechazar desde un comienzo los efectos futuros de cualquier artefacto. Para realizar este análisis McLuhan propuso tres conceptos: espacio visual, espacio acústico y leyes de los medios:

  • El espacio visual es el conjunto de ideas que han caracterizado la civilización occidental, durante los últimos 4.000 años. Una imagen monolítica y lineal, una imagen que enfatiza el funcionamiento del hemisferio izquierdo del cerebro, que deja poco lugar para las alternativas o la participación y glorifica el razonamiento cuantitativo y el poder.
  • El espacio acústico es una proyección del hemisferio derecho del cerebro humano, una postura mental que aborrece el dar prioridades y rótulos y enfatiza el pensamiento cualitativo y el holismo. Rechaza la jerarquía; sin embargo, en caso de que existiera, sabe que es transitoria.

McLuhan propone cuatro leyes para identificar las propiedades y las acciones que producen en nosotros las tecnologías, medios y artefactos. Se aplican a todo tipo de creaciones humanas, hardware o software, bulldozers o botones, estilos poéticos o sistemas filosóficos. Las cuatro leyes o tétradas se formulan como cuatro preguntas:

  • ¿Qué es lo que la herramienta, tecnología o medio extiende, intensifica, acelera o hace posible?
  • ¿Qué reduce o deja obsoleto?
  • ¿Qué acciones, servicios o formas anteriores recupera?
  • Cuando se lleva al extremo de sus potencialidades ¿Cuál es la reversión o retorno a una situación previa?

Con este enfoque se puede indagar el impacto dinámico y social de cualquier artefacto humano sobre la sociedad. Toda nueva tecnología tiene su lado bueno y malo. Hace varias décadas, transferimos nuestra capacidad de hacer cálculos matemáticos a ese artefacto que llamamos calculadora. Hoy la preocupación es si vamos a delegar también nuestra capacidad de escribir textos a una aplicación como ChatGPT. Dan Pontefract en su artículo Reviewing ChatGPT Through The Lens Of Marshall McLuhan’s Tetrad, propone la siguiente tétrada:

Dan Pontefract
Adaptado de Dan Pontefract

No hay una única respuesta a estas preguntas. McLuhan dijo una vez:

La verdad no es copia. No es un rótulo ni una reflexión mental. Es algo que hacemos en el encuentro con el mundo que nos está haciendo. No tenemos sentido en el conocimiento y en la repetición. Ésa es mi definición de la intelección, sino también de la sabiduría. Representación, no réplica.

El cuadro del pintor ruso Leonid Pasternak The Passion of creation, muestra a un escritor aparentemente atrapado. Melvin Hall, en su artículo Plato, Rhetorical Art, ChatGPT, and The Sophist in the Machine, comenta que solo sabemos que tomó la decisión de sentarse en su escritorio a comenzar o reanudar su proceso de escritura. Podemos imaginar qué decisiones está tomando y en qué etapa podría estar en su proceso. Aunque la tecnología que lo rodea es anticuada: libros, plumas, tintero, papel, sellos de madera y una lámpara con la que pasar la noche, la lucha creativa representada en la postura y la expresión facial del escritor, es intemporal. Hall se pregunta:

¿ChatGPT experimenta la “agonía de la creatividad” como lo hace el escritor de Pasternak? ¿ChatGPT moldean su alma con lo que escribe?

Philip Dick preguntaría ¿ChatGPT sueña con ovejas eléctricas? Los artefactos y tecnologías que hacemos y usamos no son pasivas ni neutras, sino que configuran activamente lo que somos. El desafío es comprender de qué manera y en qué medida estamos siendo formados y constituidos por lo que usamos y fabricamos. El actual desarrollo tecnológico hace urgente actualizar nuestra comprensión de lo que significa ser humano y delinear responsablemente nuestra propia coevolución. Borges terminó su charla con estas palabras:

El libro puede estar lleno de errataspodemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero todavía conserva algo sagrado, algo divino, no con respeto supersticioso, pero sí con el deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría. Eso es lo que quería decirles hoy.

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