adaptación

Atención

El 15 de enero de 2009, el vuelo 1549 de US Airways despegó del aeropuerto La Guardia en Nueva York, con 150 pasajeros y cinco tripulantes. Menos de dos minutos tras el despegue y en plena maniobra de ascenso, el Airbus A320 sufrió el impacto frontal de una densa bandada de gansos, que dañaron ambos motores y lo dejaron sin propulsión. El piloto Chesley Sullenberger y su copiloto Jeffrey Skiles evaluaron rápidamente la situación, revisaron los protocolos existentes y declararon la emergencia a la torre de control para intentar regresar al aeropuerto de La Guardia o uno alternativo. Sin embargo, el avión perdía altura rápidamente, por lo que Sullenberger, tomó la decisión de amerizar sobre el río Hudson. Descendió planeando y en el último instante pudo levantar el morro del avión, con lo cual el acuatizaje fue más suave. Las 155 personas a bordo del vuelo sobrevivieron. El incidente único en la historia de la aviación fue denominado más tarde El milagro del Hudson. Jeff Kolodjay, un pasajero señaló:

Parecía como si el avión tuviera problemas para ganar altitud. A medida que se acercaba al agua, pude ver al piloto haciendo un último esfuerzo por levantar la nave. Lo logró por unos segundos y luego el avión impactó contra el agua. Si no hubiera sido por esa maniobra se podría haber dañado todo el fuselaje.

La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) realizó una detallada investigación para validar la decisión y maniobras del piloto. Usó simuladores de vuelo para probar la posibilidad de que pudiera haber regresado al aeropuerto La Guardia o desviado al aeropuerto local Teterboro cercano de Nueva Jersey. Sin embargo, sólo siete de los trece aterrizajes simulados a La Guardia tuvieron éxito, y sólo uno de los dos a Teterboro. El informe de la NTSB señaló:

El viraje inmediato realizado por los pilotos durante las simulaciones no reflejó ni tuvo en cuenta las consideraciones del mundo real, como el retraso de tiempo necesario para reconocer el impacto de un pájaro y decidir un curso de acción.

Una simulación adicional, en la que se tuvo en cuenta un retraso de 35 segundos para permitir estas validaciones se estrelló. En el testimonio ante la NTSB, Sullenberger sostuvo que no había habido tiempo para llevar el avión a ningún aeropuerto y que intentarlo probablemente habría matado a los que estaban a bordo y más en tierra. El autor y piloto William Langewiesche afirmó que, en esta emergencia, no se le dio el valor suficiente al diseño del A320, en que las computadoras realizan ajustes y límites preestablecidos para mantener el avión estable que el piloto no puede anular ni siquiera en una emergencia. Sin embargo, Sullenberger explicó que estas restricciones impuestas por computadora le impidieron lograr el ángulo de ataque óptimo para el amarizaje lo que, según él, habría suavizado aún más el impacto.

Sullenberger tenía 58 años, cuando experimentó este accidente. Desde su niñez se había interesado en la aviación y a los 16 años aprendió a volar en un Aeronca Champion 7DC. Ingresó a la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en 1969, y fue seleccionado en un programa de cadetes para vuelo en planeador. Para final de ese año, fue designado como piloto instructor. Entre 1975 a 1980 fue piloto de combate y miembro de la junta de investigación de accidentes aéreos. En 1980 se incorporó a US Airways. Este era el piloto que ignoró la información de las computadoras y de la torre de control que le aconsejaban regresar a La Guardia de donde acababa de despegar, o al aeropuerto de Teterboro. Como humano a cargo, Sullenberger basado en sus muchos años de experiencia consideró que la alternativa más segura era amerizar en el Hudson. Las computadoras procesan información basada en datos conocidos, pero, esta era una condición que nunca había ocurrido, ni se pensaba que podía suceder.

En 2017, Sullenberger, fue convocado a un panel de expertos para estudiar la viabilidad de los automóviles autónomos. En el artículo Can Sully Transform the World of Self-Driving Cars?, dijo:

Pasé toda mi vida profesional convirtiéndome en un experto y pensando profundamente en cómo se usa la tecnología. Necesitamos asignar el mejor papel posible al componente humano y al componente tecnológico, teniendo en cuenta las debilidades y fortalezas de cada uno. Hacer que los diseños que implementamos y usamos sean complementarios es una de las decisiones más importantes que debemos tomar.

Howard Pattee es un físico formado en Stanford que se metió de lleno en la biología teórica. Llegó a una sorprendente conclusión. En su libro Laws, Language and Life, escribió:

La dualidad es una propiedad intrínseca y necesaria de cualquier entidad capaz de evolucionar.

Pattee considera que los modelos de experiencia subjetivo y objetivo son complementarios y necesarios para cualquier explicación. Ambos modelos son inherentes a la propia vida, han estado presentes desde el principio y han sido preservados por la evolución. Escribe:

Se trata de una complementariedad universal e irreductible. Ninguno de los modelos puede derivarse del otro ni reducirse al otro.

Roger Sperry ganó el Premio Nobel en 1981 por su trabajo con pacientes con cerebro dividido, individuos en los que el cuerpo calloso que conecta los dos hemisferios había sido dañado, cortado quirúrgicamente o no se había desarrollado. Durante los últimos cuarenta años, muchos investigadores, han profundizado en la investigación de Sperry identificando funciones específicas para cada hemisferio cerebral: lenguaje, lógica y pensamiento lineal para el hemisferio izquierdo, y reacciones holísticas, intuitivas e impulsivas para el hemisferio derecho. Michael Gazzaniga en The Consciousness Instinct, escribe:

La desconexión de los dos medios cerebros crea instantáneamente un segundo sistema consciente también independiente. El cerebro derecho ronronea sin preocupar al izquierdo, que tiene sus propias capacidades, deseos, metas, ideas y sentimientos. Una red, dividida en dos, se convierte en dos sistemas conscientes.

Sin embargo, Iain McGilchrist quien enseñó literatura en Oxford antes de convertirse en psiquiatra y dedicarse a la investigación de imágenes cerebrales, en su libro The Master and His Emissary, sostiene que todo lo que suponíamos sobre el cerebro dividido está equivocado. Observó que la lateralización del cerebro se extiende en todo el reino animal. McGilchrist se planteó las siguientes preguntas:

  • ¿Por qué la naturaleza, en todas las especies creó un cerebro con una estructura bilateral, con dos masas similares paralelas unidas por una conexión?
  • Si el cráneo no es asimétrico, ¿Por qué los hemisferios cerebrales son asimétricos?
  • ¿Por qué, la principal función del cuerpo calloso no es conectar, sino inhibir la comunicación entre los dos hemisferios? De hecho, los primates tienen más neuronas inhibidoras que cualquier otro mamífero, y los humanos tenemos más neuronas inhibidoras que cualquier primate.

Los animales enfrentan dos desafíos fundamentales: necesitan alimentarse a sí mismos y evitar convertirse en alimento de otros. Estas tareas requieren tipos de atención muy diferentes. Centrarse en la alimentación requiere un enfoque especializado, generalmente de unos pocos grados del campo visual, para asegurarnos que estamos agarrando algo comestible y llevarlo adecuadamente a la boca. Por el contrario, identificar el peligro requiere escanear todo el entorno y estar en sintonía con lo que es nuevo, diferente y potencialmente amenazante. Necesitamos entender el contexto y las relaciones entre los objetos del entorno. Estos dos tipos de atención operan de manera mutuamente excluyente. En su libro The Matter with Things, McGilchrist explica que nuestros dos hemisferios cerebrales han evolucionado de forma diferente para interpretar el mundo:

  • El hemisferio izquierdo presta atención específica a los detalles que necesitamos manipular.
  • El hemisferio derecho presta atención amplia, abierta, sostenida, vigilante al entorno mientras nos enfocamos en lo que deseamos.

Tenemos dos procesadores complementarios. Cada hemisferio crea un mundo con diferentes cualidades. En el caso del hemisferio izquierdo, percibimos un mundo de cosas que son conocidas, ciertas, fijas, aisladas, explícitas, abstraídas del contexto, incorpóreas, de naturaleza general, cuantificables, identificables por sus partes e inanimadas. En el caso del hemisferio derecho, percibimos un mundo de formas y procesos que nunca son reducibles a lo ya conocido o cierto, nunca explicados por disolución en partes, sino siempre entendidos como totalidades que incorporan y son incorporadas a otras totalidades, únicas, siempre cambiantes y fluidas, interconectadas, implícitas, entendidas sólo en contexto, encarnado y animado. En palabras de McGilchrist:

El hemisferio izquierdo es un mundo de elementos atomísticos; el hemisferio derecho uno de relaciones […] El mundo del hemisferio derecho es el mundo que se nos presenta, el del hemisferio izquierdo es una representación: el hemisferio izquierdo es un mapa, el hemisferio derecho es el mundo de la experiencia.

Cada hemisferio tiene una forma diferente y complementaria de percibir. Si prestamos atención con el hemisferio derecho percibiremos un mundo muy diferente al que percibimos cuando el hemisferio que predomina es el izquierdo. El trabajo del hemisferio derecho es experimentar el mundo, el del hemisferio izquierdo es manipularlo. En palabras de McGilchrist:

Las “funciones” aparentemente separadas en cada hemisferio encajan inteligentemente para formar en cada caso una sola entidad coherente.

McGilchrist, sostiene que las diferentes sociedades a lo largo de la historia han privilegiado uno u otro hemisferio. En su libro The Master and His Emissary, revisa la historia occidental desde los griegos, pasando por los romanos, hasta el renacimiento, la reforma, la ilustración, el romanticismo, la revolución industrial, el modernismo y la posguerra. La civilización griega y romana comenzaron con un repentino estallido de florecimiento en el que los dos hemisferios trabajaron muy bien juntos. Pero con el tiempo, predominó más y más el punto de vista del hemisferio izquierdo antes de colapsar. En palabras de McGilchrist:

Creo que esto se debe a que las civilizaciones tienden a extralimitarse. Tienden a amasar un imperio, y luego todo tiene que ser controlado.

De la misma forma, en el Renacimiento se produjo un florecimiento del arte, las humanidades y las ciencias. Fue otro periodo de equilibrio entre el hemisferio derecho como el izquierdo, en que hubo grandes avances en diferentes aspectos de la vida. Desafortunadamente, con la ilustración, la arrogancia de pensar que la ciencia había resuelto todos los problemas nos hizo sistematizar, racionalizar, y pretender manipular todo. En sus palabras:

La visión del hemisferio izquierdo de una construcción geométrica bidimensional, mecánica, sin vida, se ha expandido a nuestro alrededor hasta tal punto que cuando el hemisferio derecho verifica con su experiencia, se encuentra que el hemisferio izquierdo ya ha colonizado nuestra realidad.

En octubre de 2022, McGilchrist pronunció el discurso de apertura en la Cumbre Mundial de Inteligencia Artificial de Ámsterdam, organizada por Inspired Minds. En la ocasión señaló:

La “información artificial” de IA, que, por cierto, no es inteligencia, es un reproductor y potenciador de las funciones del hemisferio izquierdo a una velocidad aterradora […] Todas las decisiones que afectan a los humanos son morales. La moralidad no es puramente utilitaria. No puede reducirse al cálculo. Cada situación humana es única y la unicidad tiene que ver con la historia personal, conciencia, memoria, intención. Todo lo que no es explícito. A lo que nos referimos con esa palabra engañosamente simple: emoción. Toda la experiencia y comprensión adquirida a través del cuerpo y almacenada en él. Todo lo que nos hace humanos y no máquinas. La bondad proviene de mentes virtuosas que no siguen las reglas de máquinas.

Necesitamos progresar en sabiduría tan rápido como progresamos en conocimientos técnicos. Es preferible que los humanos tengamos un compromiso más directo con la acción y la tecnología proporcione asistencia para evitar que cometamos errores atroces y para monitorear nuestro desempeño. En palabras de Sullenberger:

Es posible que hayamos ido demasiado lejos en el uso de tecnología que elimina a los operadores humanos del compromiso inmediato con el proceso. Esto degrada sus habilidades y los deja con menos confianza para poder intervenir rápida y efectivamente.

Desde una perspectiva tecnológica, no hay nada que pueda evitar que las máquinas hagan todo. Pero esto sería un gran error, porque la acción es precisamente lo que fomenta el florecimiento humano. Si decidiéramos delegar cada vez más la acción en máquinas inteligentes, estaríamos socavando la condición más valorada de nuestra naturaleza humana. Yuval Noah Harari, en su libro 21 lecciones para el siglo XXI escribió:

El peligro es que, si invertimos demasiado en el desarrollo de la inteligencia artificial y muy poco en el desarrollo de la conciencia humana, la inteligencia artificial muy sofisticada de las computadoras solo servirá para potenciar la estupidez natural de los humanos.

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *