adaptación

Por una buena causa

Elizabeth Holmes nació el 3 de febrero de 1984 en Washington D.C. Cuando tenía 7 años, quería inventar su propia máquina del tiempo, por lo que llenó un cuaderno completo con dibujos detallados de cómo sería su invento. Cuando tenía nueve o diez años, un familiar le hizo la pregunta que tarde o temprano hacemos a los niños:

¿Qué quieres hacer cuando seas grande?

La respuesta de Elizabeth fue precisa:
Quiero ser multimillonaria.

El familiar, le volvió a preguntar:
¿No preferirías ser presidente?

A lo que Elizabeth replicó:
No, el presidente se casará conmigo porque tendré mil millones de dólares.

La determinación, ambición y competitividad de Holmes, fueron estimuladas por sus padres desde pequeña. Durante la escuela secundaria rápidamente se convirtió en una estudiante sobresaliente. Logró que la aceptaran en el programa de verano de la Universidad de Stanford, que culminó con un viaje a Beijing y comenzó su propio negocio vendiendo compiladores C++ a escuelas chinas. Elizabeth, logró ser aceptada en la Universidad de Stanford para estudiar ingeniería química. Cuando cursaba el segundo año fundó la empresa Real-Time Cures, que luego renombró como Theranos, una integración de las palabras terapia y diagnósticoPresentó una solicitud de patente para un dispositivo médico de control de analitos en la sangre y la administración de fármacos. El dispositivo sería portátil y controlaría la sangre de los pacientes y ajustaría la dosis de medicamentos según fuera necesario. Con 19 años, abandonó la escuela de Ingeniería de Stanford y usó el dinero de su matrícula como capital inicial para desarrollar su emprendimiento. El director del departamento de ciencias de Stanford Channing Robertson comentó:

De alguna manera había podido tomar y sintetizar estas piezas de ciencia, ingeniería y tecnología en formas en las que nunca había pensado. Nunca me había encontrado con un estudiante como este antes de los miles de estudiantes con los que había hablado. La animé a salir y perseguir su sueño.

Holmes había encontrado una buena causa. Un propósito trascendente. Cambiar el paradigma del análisis de sangre y el tratamiento médico. El modelo de negocio de Holmes estaba basado en la idea de que podía desarrollar una tecnología capaz de realizar rápidamente todo tipo de análisis de sangre basados en una diminuta muestra extraída del pinchazo en un dedo. Meter un laboratorio en una caja. Holmes decía que las pruebas podrían detectar oportunamente todo tipo de condiciones médicas como el cáncer y el colesterol. En el programa Tech Nation y una charla TED, Holmes comentó su visión:

Nos enfocamos en crear un dispositivo de medicina personalizada que cada paciente pueda usar en su hogar, de modo que todos los días, pueda obtener un análisis en tiempo real de sus muestras de sangre. Vemos un mundo en el que nadie tiene que decir nunca: Si tan solo lo hubiera sabido antesUn mundo en el que nadie tenga que despedirse antes de tiempo.

Theranos convertiría un proceso médico complicado, lento y costoso en algo rápido, barato, sin esfuerzo ni dolor. Reinventar las pruebas de laboratorio por un dispositivo portátil capaz de hacer más de 200 exámenes en minutos con solo una gota de sangre revolucionaba la medicina preventiva. La visión, la oportunidad y la emprendedora eran irresistibles. Holmes, comenzó a recaudar dinero de reconocidos inversionistas como el fundador de Oracle, Larry Ellison, y Tim Draper, fundador de una firma de capital de riesgo. En 2004 Holmes había recaudado más de 6 millones de dólares de inversionistas con la condición de no revelar cómo funcionaba su tecnología y mantener el control total de la empresa. Esta obsesión por el secreto se extendió a todos los aspectos de la empresa. Durante la primera década Theranos operó con un bajo perfil. A finales de 2010, Theranos había conseguido más de 92 millones de dólares en capital de riesgo. La atención de los medios aumentó en 2014, cuando Holmes apareció en las portadas de Fortune, Forbes, The New York Times e IncForbes reconoció a Holmes como:

La mujer multimillonaria hecha a sí misma más joven del mundo con un patrimonio neto de alrededor de 4.5 mil millones de dólares.

Theranos estaba valorado en 9 mil millones de dólares y empleaba a más de 800 personas. A finales de 2014, el nombre de Holmes apareció en 18 patentes estadounidenses y 66 patentes extranjeras. En 2015, Holmes fue nombrada una de las 100 personas más influyentes de Time y ocupó el puesto 73 en la lista Forbes de 2015 de las mujeres más poderosas del mundo. Los inversores de Theranos incluían a Rupert Murdoch, la familia Walton, la familia DeVos, la familia Cox y Carlos Slim entre otros. La junta directiva de Theranos incluía a Henry Kissinger, empresarios, políticos y reconocidos militares en retiro. William Perry, miembro de la junta directiva de Theranos, que fue secretario de defensa de Bill Clinton, matemático, ingeniero y profesor de Stanford, en una entrevista a The New Yorker, dijo con relación a Holmes:

A veces ha sido llamada otro Steve Jobs, pero creo que es una comparación inadecuada. Ella tiene una conciencia social que Steve nunca la tuvo. Él fue un genio; ella además tiene un gran corazón.

Theranos realizaba análisis de sangre en pacientes con un dispositivo que llamaba “Edison”, en honor al inventor que como Steve Jobs encajaba perfectamente con el cliché de Silicon Valley:

Nuestra mayor debilidad radica en renunciar. La forma más segura de tener éxito es siempre intentarlo una vez más.

Thomas Alva Edison

Sin embargo, en medio de toda esta popularidad, cada vez surgían más preguntas sobre el funcionamiento real de la tecnología y los procedimientos con que operaba la empresa. Ian Gibbons, director científico de Theranos advirtió a Holmes que había imprecisiones y las pruebas técnicas no estaban listas para hacer exámenes con pacientes. Interna y externamente había serias dudas sobre los análisis de sangre que Theranos estaba realizando. Había resultados erróneos. En agosto de 2015, la FDA comenzó a investigar a Theranos, ya que encontraron inexactitudes importantes en las pruebas que realizaban. En octubre de 2015, John Carreyrou del Wall Street Journal, publicó una investigación de meses sobre los problemas de Theranos con su tecnología. Carreyrou descubrió que las máquinas de análisis de sangre de Theranos, no daban resultados precisos y que la empresa procesaba las muestras en máquinas tradicionales de análisis de sangre. Holmes replicó:

Esto es lo que sucede cuando trabajas para cambiar las cosas, primero piensan que estás loco, luego pelean contigo y luego, de repente, cambias el mundo.

El marketing simple, humano y optimista ya no era suficiente. No era un software, eran exámenes médicos en pacientes reales y sus resultados no concordaban con los resultados de otros laboratorios. En julio de 2016, Holmes fue expulsada de la industria de exámenes médicos. Para octubre, Theranos había cerrado sus operaciones. Aquel relato de éxito y tecnología disruptiva era solo eso, un relato. David Streitfeld escribió en The New York Times:

Cada vez que alguien (un regulador, un inversionista, un periodista) quería saber un poco más sobre cómo funcionaban exactamente las máquinas de Theranos, la compañía gritaba “son secretos comerciales”. El verdadero secreto, por supuesto, era que Theranos no tenía ningún secreto comercial porque sus máquinas no funcionaban. Pero su respuesta funcionó durante mucho tiempo.

Carreyrou siguió denunciando en diferentes artículos los problemas de la empresa y la conducta de Holmes. En 2018, publicó su libro Bad Blood: Secrets and Lies in a Silicon Valley Startup, en el que concluye:

Estoy bastante seguro de que inicialmente no se propuso defraudar a los inversores y poner en peligro a los pacientes cuando abandonó Stanford hace quince años. Según todos los informes, tuvo una visión en la que realmente creía y se dedicó a realizar. Pero en su ardua búsqueda de ser la segunda venida de Steve Jobs en medio de la fiebre del oro del boom de los “unicornios”, llegó un momento en que dejó de escuchar los buenos consejos y empezó a tomar atajos. Su ambición era voraz y no toleraba interferencias. Si hubo daños colaterales en su camino hacia la riqueza y la fama, que así sea.

En marzo de 2018, la SEC acusó a Holmes de fraude masivo y no se le permitirá ser directora o funcionaria de una empresa que cotiza en bolsa durante 10 años. En septiembre de 2018, Theranos se disolvió. El unicornio valía menos que cero. En noviembre de 2022, Holmes fue sentenciada a más de 11 años de cárcel. El juez federal de distrito calificó el caso de preocupante en muchos niveles y señaló:

Este es un caso de fraude en el que se llevó a cabo una empresa emocionante con grandes expectativas que solo se vio frustrada por falsedades, tergiversaciones, simple arrogancia y mentiras.

Durante la audiencia, Holmes lloró y dijo que estaba devastada por sus fracasos y que habría hecho muchas cosas de manera diferente si hubiera tenido la oportunidad. Señaló:

Siento una profunda vergüenza por lo que pasó la gente porque les fallé. […] Me presento ante ustedes asumiendo la responsabilidad de Theranos. Me encantaba Theranos, era el trabajo de mi vida.

En el documental de HBO The Inventor: Out for Blood in Silicon Valley, el cineasta Alex Gibney entrevista a Dan Ariely que es profesor de psicología y economía conductual en la Universidad de Duke. Ariely describe un experimento que muestra como justificamos nuestros comportamientos deshonestos. Un grupo de participantes lanzan un dado de seis caras, pero antes de tirar el dado, se les pide que elijan en silencio si el número que seleccionarán será el de la parte de arriba o abajo del dado. Luego de lanzar el dado, el participante le dice al experimentador qué lado del dado había elegido previamente y se le paga según el número que sale.

Un participante perfectamente honesto que elige un lado antes de tirar el dado y luego informa fielmente su elección sin importar el resultado debería terminar con una recompensa equilibrada. Un participante completamente deshonesto, siempre informará qué el lado que eligió previamente era el número más alto. La investigación de Ariely demostró que las personas tendían a hacer trampa al menos parte del tiempo. En una segunda versión del experimento, Ariely conectó a los participantes a un detector de mentiras mientras tiraban los dados. Descubrió que, en general, el detector de mentiras podía decir cuándo los participantes estaban siendo deshonestos.

En una tercera versión del experimento Ariely les dijo a los participantes que el dinero que ganaran en el juego se destinaría a una organización benéfica de su elección. En esta versión del experimento, los participantes mentían más a menudo para obtener mayores recompensas económicas, y el detector de mentiras dejaba de funcionar. Ariely explica:

El detector de mentiras detecta tensión. ‘Quiero más dinero, pero creo que está mal’. Pero si es para algo bueno, ¿por qué te preocupas? Si es por una buena causa, aún puedes pensar que eres una buena persona. Así es como empieza la ladera resbalosa.

Pensamos que hacer trampa al servicio de una buena causa no es realmente hacer trampa y, por lo tanto, es moralmente justificable. Gibney en una entrevista señaló:

Creo que ella creía en la misión. También creo que creía en la idea de quién era ella, Pero a veces, esas no son las buenas noticias, en realidad son las malas noticias, es lo que la policía llama corrupción por causas nobles, es una variación de que el fin justifica los medios.

La arrogancia, la soberbia, el ego en políticos, líderes empresariales, deportistas, artistas, científicos, amigos, familiares y conocidos es muy fácil de detectar. Lo difícil es detectarla en nuestro propio comportamiento y nuestros propios pensamientos. Vivimos en una cultura que estimula los relatos de genios obsesivos y visionarios que construyen el mundo a punta de una fuerza casi irracional. Sin embargo, la historia también la hacen personas que luchan diariamente con su ego y que ponen sus principios por encima de su deseo de reconocimiento.

La psiquiatra y psicoanalista francesa Marie-France Hirigoyen en su libro Los narcisos han tomado el poder afirma que nuestro ego supone tanto una gran ventaja como un serio lastre. Cuando tiene el tamaño adecuado, es un vector beneficioso que nos proporciona una dosis sana de autoconfianza y elimina la inseguridad, el miedo y la apatía. Por el contrario, si se le deja crecer desproporcionadamente, es capaz de perjudicar nuestra percepción, nuestras decisiones y nuestras relaciones. Para bien o para mal, el ego estará siempre presente en nuestra vida, no da tregua, nunca es neutral y debemos reconocerlo cuando comienza a desbordarse. Lo especial no es el talento ni la capacidad, y ni siquiera la confianza en uno mismo, sino la humildad, la disciplina y la conciencia. Martin Luther King Jr. señaló:

Hay una especie de guerra civil en curso dentro de la vida de todos nosotros. Un Sur recalcitrante que se rebela contra el Norte de nuestra alma. Y esta lucha se libra de manera permanente dentro de la estructura misma de cada vida.

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