adaptación

Estatua de sal

En el relato del Génesis, Dios le revela a Abraham que las ciudades de Sodoma y Gomorra serán destruidas por sus graves pecados. Abraham suplica por la vida de cualquier persona justa que viva allí, especialmente por su sobrino Lot y su familia. Dos ángeles, son enviados a Sodoma y ordenan a Lot que salgan rápidamente de la ciudad y no miren atrás. Mientras huyen de la destrucción, la mujer de Lot añorando tal vez aquellos momentos de fiesta, se volvió, ¡por última vez! y se convirtió para siempre en una estatua de sal. Boris Cyrulnik neurólogo y psiquiatra francés, en su libro Sálvate, la vida te espera, cuenta que cuando era un niño observaba esta escena en una Biblia ilustrada. En sus palabras:

Contemplaba a menudo ese grabado, que adquirió para mí un valor moral: eso es lo que ocurre cuando se piensa en el pasado. La sal de nuestras lágrimas nos transforma en estatuas y la vida se detiene. No vuelvas la vista atrás si quieres vivir.

Evitar recordar su pasado le permitía no angustiarse, no deprimirse y seguir viviendo. Pero al impedir la construcción de una representación de su vida, perturbaba la relación con los demás. Callándose, hacía creer que había salido indemne de la guerra. Seguir adelante, era una forma de adaptación, pero no era sano. En su libro Me acuerdo…: El exilio de la infancia, Cyrulnik esboza su autobiografía. En sus palabras:

Mis padres eran judíos ucranianos y polacos. Mi padre se alistó en el ejército francés para luchar contra los nazis. Resultó herido y fue arrestado en la cama del hospital, por la policía del país por el que luchaba, y desapareció en Auschwitz. Mi madre y gran parte de mi familia también desaparecieron en Auschwitz. Yo fui detenido por la Gestapo, la policía francesa asociada al ejército alemán, cuando tenía seis años y medio.

En una redada en la gran sinagoga de Burdeos, logró escaparse trepando al techo de un baño y luego se ocultó debajo de una mujer moribunda. Los oficiales alemanes examinaron a la mujer y se fueron. Se escondió por años en diferentes lugares. Logró salir con vida en condiciones surrealistas. Al terminar la guerra, cuando les contaba a las personas lo que había vivido, se reían de él, creían que lo había inventado todo. Apenas había ido al colegio, pero recuperó el retraso. Logró estudiar medicina en la Universidad de París. Relata:

Necesitaba comprender lo que me había pasado. Estoy siguiendo mi propio camino, simplemente haciendo lo que tengo que hacer para ser considerado normal.

A Cyrulnik, la historia de la mujer de Lot, le sirvió de estrategia durante más de cuarenta años. Seguir adelante, no mirar a su pasado, no pensar más en sus sufrimientos de infancia. La madurez precoz no es un signo de buen desarrollo en un niño. Es una equivocación, pensar que un niño que ha pasado por traumas serios ha madurado más rápido. No es la experiencia, es una pérdida de vitalidad. Bajo el efecto del trauma, los niños se apagan, se ponen serios y los adultos los admiran por su madurez. En palabras de Cyrulnik:

Observé ese mismo fenómeno en la República Democrática del Congo con los niños soldados. […] Algunos niños viejos, entre diez y doce años, de mejillas hundidas y mirada febril, se preguntaban por qué solo se sentían bien en la iglesia. Querían ser sacerdotes o choferes de los vehículos de las ONG. Únicamente un niño tenía las mejillas redondas, una mirada sonriente y quería ser futbolista. Los otros estaban abrumados por una seriedad precoz que confundimos con la madurez.

Esos niños se convierten en politólogosfilósofos que afirman sus ideas sobre cosas esenciales. Esta madurez precoz de los niños afectados por una enfermedad grave, por violencia familiar o por una crisis social estimula capacidades intelectuales poco habituales en un niño. Tal actuación es una manifestación de su abatimiento. Cuando una desgracia social desgarra su mundo íntimo, el niño, se olvida de jugar, pierde el placer de vivir y se refugia a menudo en un intelectualismo que no corresponde a su edad. Como ya no juegan a explorar la vida, se ven obligados a descifrar el mundo para no morir del todo. Sin embargo, basta con una palabra, un ruido un gesto para que todo se trastoque. Una memoria traumática no permite construir una representación de uno mismo que proporcione seguridad, porque al evocarla se rememora de nuevo la imagen del trauma. En la memoria sana, la representación de uno mismo cuenta la manera de vivir que nos permite equilibrio. En la memoria traumática, un desgarro increíble fija la imagen pasada y enturbia el pensamiento. En palabras de Cyrulnik:

Cuando se ha vivido una experiencia así, queda marcado en nuestro cerebro un circuito de memoria. Nos volvemos extremadamente sensibles a un tipo de información que a partir de entonces percibimos con más agudeza que los demás. Se construye así el mundo oculto de la memoria implícita. […] Cuando las experiencias pasadas influyen inconscientemente en nuestras percepciones, nuestros pensamientos y nuestros actos.

La negación protege del sufrimiento traumático, pero altera el recuerdo al silenciar la emoción asociada a la representación de lo que ha sucedido. En sus palabras:

Creía ingenuamente que el fragor de la guerra bastaba para definir el trauma. Hoy me pregunto si el hecho de haberme visto obligado a callar cuando volvió la paz no fue un desgarro aún más grave.

La memoria traumática es un recuerdo inmovilizado que se repite sin cesar. Es una detención de la historia, una memoria muerta. Pero cuando se puede compartir el recuerdo de una penalidad sufrida, la memoria revive. En sus palabras:

Para no morir durante la guerra, tuve que callar, guardar secreto. Luego, para adaptarme a la negación cultural de los años de posguerra, tuve que deformar el discurso, mediante alusiones y silencios que provocaban en mi entorno una sensación de extrañeza. A partir de los años ochenta, acepté con alivio las invitaciones a hablar. El mismo acontecimiento, el mismo hecho social, primero no se pudo explicar, luego se deformó y más tarde salió a la luz según los relatos del contexto.

Las cosas se ven de otra manera cuando el medio crea espacios de diálogo. En la década de 1980, luego de publicar su primer libro, Cyrulnik fue entrevistado en televisión, y una señora llamó por teléfono al canal. Le dijo a un periodista:

¿Ese no es el pequeño Boris al que ayudé a escapar?

Esa señora, había sido la enfermera de la Cruz Roja, que le hizo señas para que se escondiera bajo el cuerpo de una mujer moribunda. De las 1.700 personas arrestadas esa noche en Burdeos solo hubo dos supervivientes: la mujer moribunda y Boris. En palabras de Cyrulnik:

Ahora podemos hablar de ello sonriendo, podemos intentar comprender. Con los hijos y con los nietos de esta señora bajo la cual me escondí porque estaba moribunda, hablamos de esto sonriendo.

Cyrulnik se dio cuenta que podía aplicar su propia experiencia para ayudar a otras personas. Gracias a sus investigaciones se le considera un referente mundial en el concepto de resiliencia. En sus palabras:

La resiliencia es iniciar un nuevo desarrollo después de un trauma […] Consiste en abandonar la huella del pasado. […] es el hecho de superar el trauma y volverse bello a pesar de todo […] La resiliencia está en marcha toda la vida, pero los primeros años son muy importantes. Es como una partida de ajedrez. Los primeros movimientos son muy importantes, pero, mientras la partida no haya terminado, siguen quedando buenos movimientos.

La resiliencia es el arte de sobrevivir en aguas turbulentas. Un trauma nos arrastra a una dirección a la que nunca nos hubiera gustado ir. La corriente nos lleva dando tumbos y golpes a una cascada de muerte, pero el resiliente es capaz de recurrir a todos sus recursos internos para luchar y no dejarse arrastrar por la corriente de las circunstancias, hasta el momento en que aparece una mano que nos ofrece ayuda, un recurso externo, una relación afectiva, una institución social o cultural que nos permite salir airosos. Cyrulnik, explica que hay personas que atraviesan adversidades tremendas y sufren, pero no desarrollan traumas. Por el contrario, hay personas que durante su infancia fueron vulnerables y experimentaron un daño profundo, lo que hace que frente a ciertas dificultades su cerebro literalmente se apague. En sus palabras:

Podemos ver el trauma mediante imágenes cerebrales, podemos ver cómo funciona el cerebro. Durante un trauma, el cerebro se apaga. No funciona o funciona mal.

En palabras de Cyrulnik:

El sufrimiento forma parte de la condición humana. Estamos dolidos, tristes y sufrimos. Pero, después, cuando entendemos lo que nos ha pasado, si estamos bien rodeados, si tenemos apoyo y tenemos la posibilidad de reflexionar, de pensar, pronto dejamos de sufrir, resignificamos lo ocurrido.

El tiempo ayuda a suavizar la memoria, y los relatos transforman los sentimientos. A veces, la cultura en que estamos inmersos hace de una herida algo vergonzoso, mientras que, en otras circunstancias, le da un significado heroico. A fuerza de procurar comprender, de intentar encontrar palabras para explicar y convencer, de tratar de disponer de imágenes que evoquen lo ocurrido, el herido consigue vendar la herida y modificar la interpretación de su trauma. La verdad narrativa no es la verdad histórica, es la adaptación que hace soportable la existencia. En sus palabras:

Cuando la realidad es caótica, lo que la convierte en coherente es establecer un acuerdo con la memoria. Algunas de las historias que inventaba para expresar mi mundo íntimo suscitaban en los adultos una impresión curiosa: «¿De dónde saca todo esto?», decían sonriendo. Me gustaba que mi imaginación les causara asombro; en cambio, me sentía aturdido cuando veía aparecer en su rostro un gesto de duda.

El relato adaptado de lo que le había sucedido era más coherente que la verdad de los hechos. No hay ninguna historia inocente. Contar es exponerse al peligro. Callarse es aislarse. Gracias al recurso de los relatos, Cyrulnik conseguía ocupar un lugar entre los demás. La resiliencia es un sistema en que interactúan tres dimensiones principales:

  • El temperamento personal, carácter y recursos internos que explican la forma de reaccionar ante los golpes, agresiones o carencias.
  • El significado cultural, que el contexto familiar y social da posteriormente a la herida recibida.
  • El apoyo social, que posibilita acceder al afecto y recursos necesarios para que el herido prosiga con su vida.

Este sistema explica la asombrosa diversidad de la evolución de los traumas humanos. Lo más importante para tener en cuenta, según Cyrulnik, es que la resiliencia no es un rasgo de carácter, las personas no nacemos más o menos resilientes. En sus palabras:

La resiliencia es una red, no una sustancia. Nos vemos obligados a tejernos a nosotros mismos, usando las personas y las cosas que encontramos en nuestros entornos emocionales y sociales. Cuando todo termine y podamos mirar hacia atrás a nuestras vidas desde el cielo, nos diremos a nosotros mismos: Las cosas por las que he pasado. He recorrido un largo camino. No siempre fue un viaje fácil.

Todos sufrimos. El ejercicio de la resiliencia nos permite contextualizar nuestro dolor y nuestros errores dentro de la experiencia humana, permitiendo que desarrollemos una comprensión no enjuiciadora hacia nosotros mismos y los demás. Una persona nunca debe reducirse a su trauma. Mientras existan los mecanismos de defensa y existan manos dispuestas a ayudar a otros ningún trauma es irreversible.Cyrulnik suele afirmar: el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. El transcurso de la vida nunca carece de problemas y dificultades, entender nuestras heridas, resignificarlas y trabajar la resiliencia nos permiten retomar el camino. Cyrulnik reflexiona:

He sacado la conclusión de que toda memoria, todo relato de uno mismo es una representación de su pasado. Pero no se inventa a partir de nada, no se puede contar nada si no se ha vivido nada. Se necesita algo verdadero para buscar en la memoria y encontrar aquello que permite hacer una representación, en el teatro interior. La desgracia de la guerra me enseñó el arte del silencio. Cuando mi cultura me ha devuelto por fin la palabra, he comprendido el sentido del camino que he recorrido. La mujer de Lot puede hoy darse la vuelta, contemplar su pasado y caminar luego hacia la felicidad sin ser transformada en estatua de sal.

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