adaptación

Cabezas rectas

Daniel Everett creció en el sur de California cerca de la frontera con México. A los 17 años se convirtió al cristianismo. Conoció a Keren, hija de una familia de misioneros que habían trabajado en Brasil. Se casaron, y la joven pareja decidió que también serían misioneros. Ambos se capacitaron en el SIL International, una organización cristiana protestante cuyo objetivo es estudiar y documentar idiomas poco conocidos, traducir la Biblia y evangelizar.

Everett, fue invitado a Brasil a trabajar con un pueblo conocido como los pirahã, una remota y aislada tribu de unas 400 personas que viven en la ribera del Maici, afluente del rio amazonas. Existen registros de buscadores de oro portugueses que habían avistado esta tribu hace más de 300 años, pero se negaban a toda influencia del exterior y se mantenían aislados. Los pirahã se llaman a sí mismos hiaitiihicabezas rectas, y a los extranjeros los llaman cabezas torcidas. Su idioma no está relacionado con ningún otro idioma conocido y nadie lo había podido descifrar. En 1977, Everett, su esposa, y sus tres hijos viajaron a Brasil, estudiaron portugués por un año, y luego se mudaron a vivir con el pueblo pirahã. Everett en su libro Don’t Sleep, There are Snakes, relata su experiencia transformadora de más de 30 años con este pueblo tan especial. Fue a convertirlos, y el convertido fue él. En una entrevista comentó:

Fui a hablarles de Dios, y de la necesidad de ser salvos para que pudieran ir al cielo y no al infierno, pero lo que encontré fue un pueblo para el cual la mayoría de las cosas que eran importantes para mí parecían irrelevantes. No podían entender por qué pensaba que tenía derecho a decirles cómo vivir, aunque se esforzaron mucho por entenderme porque me trataban con respeto. Y no entendían por qué yo podía pensar que alguien a quien nunca había visto, nunca había conocido, a quien nadie que yo conociera había visto ni conocido jamás, podría ser la base para enseñarles cómo debían vivir.

Everett descubrió que la calidad de vida de los pirahã era mejor en la mayoría de los aspectos que las de las personas que conocía en el mundo civilizado. En sus palabras:

No pude, después de un tiempo, justificarme a mí mismo la idea de que yo sabía más sobre cómo vivir que ellos.

Los pirahã no creen en fenómenos fantásticos y milagrosos. El concepto de pecado no existe para ellos; no necesitan “enmendarse”, ni ellos ni la humanidad. En general, aceptan las cosas tal como son. No temen a la muerte. Su fe está en sí mismos, ya que conocen profundamente su entorno. Los pirahã son unos empiristas radicales, amantes del carpe diem. En este contexto a Everett se le hizo muy difícil justificar sus creencias religiosas. El joven misionero cristiano que había llegado de 25 años a evangelizar a los pirahã, se hizo ateo. Este cambio provocó otro terremoto personal para Everett, significó el final de su matrimonio de más de treinta años. Relata que lo más doloroso, fue que sus hijas no le hablaran durante años. En sus palabras:

Todavía es difícil para mis hijas. Van y vienen entre hablarme y no hablarme. Pero realmente creía y sigo creyendo que tenía que decir la verdad tal como la entendía y asumir las consecuencias.

En 1984 Everett trabajaba como investigador en el MIT, muy cerca de Noam Chomsky, uno de los lingüistas más importantes de la historia. Según Chomsky, lo que distingue la comunicación humana es la capacidad de emplear la gramática. Por décadas había argumentado que el lenguaje humano era inducido por una estructura congénita o gramática universal. Para Chomsky este sistema era biológico, producto de la evolución genética y habría aparecido probablemente hace unos 50.000 a 65.000 años. En 2002 Chomsky, junto con Hauser y Fitch, publicaron su teoría de la recursividad, que es una capacidad que supuestamente caracteriza a la gramática universal humana.

Avanzando en sus investigaciones y descubrimientos con los pirahã, en 2005, Everett publicó el artículo Cultural Constraints on Grammar and Cognition in Pirahã en que concluyó que el lenguaje de los pirahã, contradice la teoría de Chomsky sobre la gramática universal y en particular la recursividad. Que el paradigma aceptado desde hacía 50 años por la lingüística fuese puesto en duda por un desconocido misionero-antropólogo, gracias a un trabajo en terreno en condiciones durísimas con un pueblo indígena de 400 personas remeció la ortodoxia académica prevaleciente. En palabras de Everett:

Mi concepto del lenguaje es más amplio que el de muchos teóricos. Para mí el lenguaje es mucho más que la gramática. La gramática es simplemente la forma en que tomamos, por ejemplo, palabras y las juntamos en oraciones. Ese es un componente simple. Pero el lenguaje para mí incluye todas las cosas de las que hablamos y las formas en que hablamos de ellas […] la gramática misma está moldeada por la cultura.

Los pirahã, no solo se expresan hablando, sino que, también silbando, tarareando, cantando y gritando. No usan números, ni tiempos verbales, ni pronombres. En su lenguaje no existen conjunciones, consta únicamente de tres vocales y ocho consonantes en el caso de los hombres, y tres vocales y siete consonantes en el caso de las mujeres. Estas diferencias con el resto de los idiomas conocidos tienen profundas implicaciones en la forma de entender la vida, sus relaciones interpersonales y el mundo.

  • Viven exclusivamente en el presente. No utilizan conceptos o ideas como “pasado” o “futuro”. Solo les interesa lo que está ocurriendo en el ahora. Hablan en forma literal, en voz activa y en presente.
  • Se basan en la evidencia. El principio de inmediatez de la experiencia significa que las historias que uno cuenta son irrelevantes si no las ha vivido directamente. Los pirahã son relativamente impermeables a los mitos ya que no encajan en su exigencia de pruebas directas.
  • No tienen memoria histórica individual y colectiva. A excepción de lo que ocurrió hace días, semanas o puede que meses, no se interesan por lo que ocurrió “hace mucho” y por tanto su lenguaje no tiene necesidad de expresarlo. Ningún pirahã recuerda los nombres de sus cuatro abuelos.
  • No tienen el concepto de Dios. No entienden la necesidad de algo superior que vele por ellos porque lo que les está ocurriendo es lo que saben que está ocurriendo. No tienen la necesidad de trascendencia sino solo expresar lo que ocurre en el presente.
  • No aceptan la existencia de un cielo o un infierno. Los pirahã no creen que exista un cielo o un infierno, ni que valga la pena morir por ninguna causa abstracta. Han establecido un firme compromiso con el concepto de utilidad práctica.
  • No tienen números ni colores. Investigaciones del MIT proponen que puede ser la única tribu que no posee aritmética. Esta insólita falta de numerales y cuantificadores podría tener su origen en el principio de inmediatez de la experiencia. Los colores al igual que los números implican generalizaciones. Perciben los colores de su entorno como cualquier persona, pero no codifican sus experiencias cromáticas con generalizaciones rígidas. Utilizan expresiones compuestas. La carencia de estas palabras es porque no los necesitan. Una madre no sabe si tiene 2 o 3 hijos, el número no es importante para ella, pero sabe perfectamente cómo se llaman, cómo son y los ama.

Abderramán III fue un califa cordobés con una profunda curiosidad intelectual, lo que le llevó a explorar múltiples campos del saber, desde el derecho a la poesía, y le impulsó a construir la bella ciudad de Medina Azahara y a convertirla en un foco cultural desde el que se irradió el conocimiento a toda Europa. Cuando estaba a punto de morir, escribió en su diario las cuentas de su felicidad personal:

He reinado durante más de cincuenta años en victoria o en paz, he sido amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. He tenido acceso a riquezas y honores, a poder y placer, y no parece que ninguna bendición terrenal haya quedado fuera de mi alcance. Al final, he contado diligentemente los días de felicidad pura y genuina que he disfrutado, y en total suman catorce.

Si quien fuera considerado el hombre más feliz del mundo, tanto por los demás como por sí mismo, solo pudo disfrutar de catorce días de felicidad plena (y no seguidos), parece claro que para los humanos la empresa de ser feliz no es tan sencilla. Sin embargo, los pirahã son considerados el pueblo más feliz del mundo. Se ríen por cualquier cosa. Se ríen de su mala suerte, por ejemplo, cuando una tormenta destruye sus chozas, o incluso si saben que van a morir. Cuando pescan muchos peces se ríen. Cuando no pescan ninguno se ríen. Se ríen cuando se hartan de comer y cuando tienen hambre.

Para Everett la felicidad de los pirahã es cultural y se debe a que no se preocupan por el pasado o el futuro. No hay en su idioma una palabra que signifique preocupación. Sienten que son capaces de hacerse cargo de sus necesidades del presente. Desde niños son autovalentes. No quieren cosas que no pueden proporcionarse por sí mismos. No son materialistas. Valoran poder viajar rápido y ligero. Un grupo de psicólogos del departamento de ciencias cognitivas y del cerebro del MIT, señaló que parecían las personas más felices que habían visto jamás. Una forma de verificación que utilizaron era medir el tiempo promedio que los pirahã pasan riendo y sonriendo, y compararlo con otras sociedades. Los pirahã ganan por goleada. En palabras de Everett:

Esa es una evidencia superficial de la felicidad. Pero tampoco encuentras un pirahã sentado deprimido y llorando. No encuentras síndrome de fatiga crónica. No encuentras el suicidio. El concepto de suicidio les es ajeno. Nunca he visto evidencia de ninguno de los trastornos mentales que asociamos con la depresión, la tristeza y la falta de felicidad entre los pirahã. Simplemente trabajan, llegan a casa y hablan. Están contentos. Cantan por la noche. Y se levantan y lo vuelven a hacer. Es simplemente un grado asombroso de satisfacción sin necesidad de drogas o estados que alteren la conciencia.

Everett en su artículo Dark Matter of the Mind, sostiene que la teoría de la evolución por sí sola no es suficiente para explicar cómo los seres humanos llegamos a ser como somos. Superficialmente somos similares en muchos aspectos, pero al mismo tiempo, somos una especie variada, formados de manera profunda por nuestras experiencias de vida, con enormes diferencias individuales incluso dentro de las mismas culturas. La creencia en la rigidez de la naturaleza humana es evidente en una variedad de teorías, desde la gramática universal de Chomsky hasta las estructuras modulares del cerebro propuestas por la psicología evolutiva. La hipótesis de la rigidez es, en última instancia, la idea de que todos los humanos nacemos con un conocimiento universal compartido. En el otro extremo, la flexibilidad cognitiva, es la idea de que los humanos nacemos sin conocimientos innatos. En palabras de Everett:

Mi opinión es que los seres humanos son claramente una mezcla de limitaciones y habilidades neuronales rígidas y cableadas junto con una tremenda flexibilidad cognitiva.

Para Everett nuestra identidad emerge, de la suma total de las experiencias, interpretadas a través de los valores culturales, junto con las interpretaciones individuales de esos valores. Y la naturaleza humana es la unión de recuerdos y valores percibidos. En nuestra especie la evidencia apoya la tesis de que la cultura ejerce una influencia mucho más fuerte en el pensamiento y el comportamiento humanos que la biología. En palabras de Everett:

La evolución nos ha equipado para construir y vivir por la cultura en lugar de simplemente por las neuronas. El cerebro está en un cuerpo en una cultura. La cognición surge de un individuo completo formado a partir de la acción física, la vida cultural y la percepción individual.

Según Everett, nuestros idiomas son asociaciones de sonidos, significados y arreglos secuenciales que se ajustan a las necesidades culturales locales, ya sean esas necesidades relacionadas con la caza y la recolección o la agricultura y la ciencia. Los idiomas empaquetan significados diferentes, según las propias experiencias y necesidades culturales. En palabras de Everett:

El lenguaje es producto de la sinergia entre los valores de una sociedad, la teoría de la comunicación, la biología, la fisiología, la física (de las limitaciones inherentes tanto a nuestro cerebro como a nuestra fonética) y el pensamiento humano.

Carlos López Otín investigador en bioquímica y biología molecular, en su libro La vida en cuatro letras, comenta que hace doscientos mil años, unos aventureros africanos quisieron experimentar la profunda emoción de descubrir, por lo que iniciaron una gran expedición que los llevó a colonizar el planeta tierra. El resultado fueron muchos experimentos sociales unidos por un afán común, la conquista de la felicidad.

La vida para los pirahã, es pescar un pez, remar en una canoa, reír con los hijos, amar a los hermanos y morir de malaria. Muchos antropólogos se empeñan en insinuar que eso los hace más primitivos, pero la evidencia muestra que tal vez seamos nosotros los “cabezas torcidas”, los primitivos. Los pirahã nos dan la oportunidad de conocer un ejemplo concreto de cómo es el lenguaje y vida de personas sin absolutos, culpas, miedos y la obsesiva búsqueda del éxito. En palabras de Everett:

Los pirahã han construido su cultura en torno a lo que es útil para la supervivencia. No les preocupa lo que no conocen, y tampoco creen que puedan hacerlo ni saberlo todo. De la misma forma, no codician los productos o las soluciones de conocimientos ajenos.

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