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Experiencia estética

El 25 de agosto de 1939, el anatomista Robert Wetzel y el geólogo Otto Völzing realizaban una excavación arqueológica en la cueva de Stadel, cerca de la ciudad de Ulm, en Alemania. Era su último día de excavación, porque ante la inminencia de la guerra, ambos debían incorporarse al ejército alemán. A punto de retirarse, encontraron numerosos trozos de lo que parecían tallas de marfil de mamut. No tenían tiempo para examinarlos en detalle, así que los guardaron y partieron a la guerra. Wetzel en 1941, publicó una breve nota en una revista científica local, en la que declaraba que junto a Völzing habían hecho un descubrimiento sensacional.

Neil MacGregor, historiador de arte británico, en su libro Living with the Gods, relata que estos hallazgos se guardaron en cajas en un refugio antiaéreo y luego en el museo de Ulm. Recién en 1969, Joachim Hahn, el curador del museo, estudió y clasificó el material extraído de la cueva casi treinta años antes. Los investigadores se percataron que los cerca de doscientos trozos de marfil de mamut formaban una figura de unos treinta centímetros de alto. La figura era humana, aunque no del todo. Era, un cuerpo humano, pero con cabeza de león, el Hombre león. Jill Cook curadora de la colección de prehistoria europea del Museo Británico, especialista en arte de la edad del hielo y en arqueología de la evolución humana señala:

Es la cabeza de un león de las cavernas, común en Europa durante la última glaciación y de mayor tamaño que el león africano moderno […] No es un ser humano con una máscara: se trata de una criatura, aunque una que no existe en nuestra realidad. Y está alerta, está escuchando, está observando.

La datación indica que el Hombre león tiene alrededor de cuarenta mil años. Aunque los primeros indicios de fabricación de herramientas y utensilios por homínidos datan de hace unos 2,5 millones de años, durante el período comprendido entre hace unos 70.000 y unos 30.000 años se inventaron barcas, lámparas de aceite, arcos y flechas y agujas para coser. En esa época surgieron los primeros objetos que pueden calificarse como arte y joyería, pruebas de religión, comercio y estratificación social. Pero el Hombre león, ocupa un lugar único en la historia humana. Representa la primera prueba tangible del salto cognitivo que dio nuestra especie hacia un mundo más allá de experiencias concretas. En palabras de MacGregor:

Constituye, con cierta distancia, la prueba más antigua encontrada hasta ahora de la capacidad de la mente humana para dar forma física a algo que no ha visto nunca […] la primera vez en que una combinación que solo podía existir en la imaginación —una abstracción— se hacía palpable. Se reinventaba y se remodelaba la naturaleza.

El inestable y peligroso mundo de quienes realizaron el Hombre león era muy frio, unos doce grados menos que en la actualidad. Si los humanos superaban la infancia, su esperanza de vida no era mayor a los treinta años. Yuval Noah Harari, en su libro Sapiens, escribe:

A pesar de su gran cerebro y de sus utensilios líticos aguzados, vivían con un temor constante a los depredadores, raramente cazaban caza mayor, y subsistían principalmente mediante la recolección de plantas, la captura de insectos, la caza al acecho de pequeños animales y comiendo la carroña que dejaban otros carnívoros más poderosos.

Los humanos estaban en desventaja frente a los osos o los mamuts, no podían correr como los lobos y no tenían nada que hacer frente al mayor de todos sus depredadores, el león. No es casualidad que esta estatuilla combine el colmillo del animal más grande que conocieron con la cabeza del más feroz y el cuerpo del único capaz de imaginar. Experimentos recientes demuestran que para fabricar esta estatuilla se necesitaron al menos cuatrocientas horas de trabajo de un escultor experto. El grupo humano que lo fabricó era una comunidad pequeña. Sus principales preocupaciones debieron de ser recolectar alimento, confeccionar ropa, mantener el fuego encendido, proteger a los niños de los depredadores, en resumen, sobrevivir. Sin embargo, permitieron que alguien con una gran habilidad se apartara durante mucho tiempo para tallar el Hombre león. Jill Cook comenta:

Creo que tal vez tiene que ver más con la supervivencia psicológica de la comunidad, algo que fortalece su propio sentimiento como grupo. […] Se trata de un objeto que solo cobra sentido si forma parte de una historia, lo que hoy podríamos denominar un “mito” […] algo que, de alguna manera, podía ayudar a afianzar una comunidad y permitirle superar peligros y dificultades.

Las personas que vivían en esa zona también creaban y escuchaban música. Se han encontrado distintos tipos de flautas, algunas de ellas fabricadas con huesos de ave, y también de marfil, lo que requería una gran inversión de habilidad y tiempo. Los anteriores homínidos llevaban más de un millón de años fabricando herramientas y objetos; pero los humanos que crearon el Hombre león eran distintos en un aspecto crucial, ya que fueron capaces de confeccionar un objeto puramente imaginativo. Clive Gamble, profesor de arqueología en la Universidad de Southampton, señala:

La imaginación tiene aquí un papel esencial. Lo que realmente nos diferencia es cómo funciona nuestro cerebro, nuestra capacidad de ir más allá del aquí y ahora. Se nos da muy bien pensar con antelación, en el futuro, más allá de nuestra vida individual, así como en el pasado. Eso nos permite embarcarnos en largos viajes. Podemos elaborar mitos y leyendas. Podemos habitar otros mundos y dar grandes saltos creativos, aunando cosas que no se dan en la naturaleza, como en el caso del Hombre león. Esto representa un cambio auténticamente nuevo y dinámico.

Nunca conoceremos con certeza lo que significó el Hombre león para aquellas personas que estaban al límite de la supervivencia y que sacrificaron tantas horas para fabricarlo. Sin embargo, hicieron una gran obra de arte. John Dewey en su libro El arte como experiencia señala que para entender lo estético se debe empezar con su materia prima. No está separado de la vida cotidiana. En sus palabras:

Cuando los objetos artísticos se separan tanto de las condiciones que los originan, como de su operación en la experiencia, se levanta un muro a su alrededor que vuelve opaca su significación.

Kurt Wehrberger, del Museo de Ulm, actual responsable del Hombre león, destaca que las irregularidades que se podría esperar en la superficie de la estatuilla quedaron suavizadas como resultado de una prolongada manipulación. Wehrberger cree que seguramente el Hombre león pasó por las manos de muchas personas durante muchos años, quizá incluso durante varias generaciones. Esta figura, realizada tal vez por un solo individuo, fue compartida por todo el grupo durante un largo período de tiempo. Estas creaciones artísticas tenían que adquirir forma en la imaginación de alguien antes de hacerse realidad en el mundo material. Buscar patrones y luego crear historias y rituales en torno al grupo. Este salto adelante en la capacidad cognitiva fue tan profundo e importante para nuestra especie como cualquiera de los cambios anatómicos que nos hizo humanos. La aparición de estas nuevas maneras de pensar y comunicarnos, constituye la revolución cognitiva. ¿Qué la causó? Harari comenta:

La teoría más ampliamente compartida aduce que mutaciones genéticas accidentales cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo que les permitió pensar de maneras sin precedentes y comunicarse utilizando un tipo de lenguaje totalmente nuevo.

William Hirstein, en su artículo The evolution of aesthetic experience, afirma que la naturaleza nos tienta por medio de recompensas a realizar actividades que fomentan nuestra supervivencia y proliferación genética. En sus palabras:

¿Por qué nos gusta el sexo? Debemos reproducirnos. ¿Por qué nos gusta comer? Debemos nutrirnos. ¿Por qué nos gusta el arte? cric, cric, cric…

Hirstein sostiene que la experiencia estética es gratificante, pero contiene no solo una recompensa, sino varias, cada una de las cuales ocurre en diferentes partes. No existe un lugar único en el cerebro que se active cuando tenemos una experiencia estética. Según esta visión, nuestro amor por el arte no es el resultado directo de ninguna necesidad o función en específico, sino que es una consecuencia accidental de otros eventos evolutivos del cerebro, se destacan cuatro:

  1. Advenimiento de la consciencia: La conciencia es capaz de unificar el enorme flujo de datos provenientes de variadas redes cerebrales, diferentes modalidades sensoriales, emociones y nuestro sentido de recompensa. La conciencia permite estructurar representaciones que luego se pueden usar en la preparación y ejecución de comportamientos adecuados en situaciones específicas. El subproducto estético de la conciencia es permitir que las experiencias estéticas involucren grandes representaciones holísticas. En palabras de Hirstein:

La conciencia creó un tipo de estado detallado, multimodal, lleno de emociones y recompensas, que proporciona una buena base para la experiencia estética.

  1. Fijación de la atención: La atención aumenta enormemente el poder de un cerebro. La atención selectiva puede moverse rápidamente a cualquier parte del campo consciente y traer múltiples recursos cerebrales para concentrarse en ese punto focal. La atención necesita poder abarcar un campo homogéneo, y la conciencia puede hacer esto. La atención está determinada por la recompensa. Todos los eventos significativos, cualquier cosa que produjera una emoción lo suficientemente intensa se volvió gratificante de atender. En palabras de Hirstein:

Hacemos lo que es recompensado, y lo que es recompensado en su mayor parte es consistente con lo que es bueno para nosotros. Pero puede desviarse: el adicto a la heroína encuentra recompensa en algo que es malo para él.

  1. Surgimiento de la red de modo predeterminado (DMN): Puede definirse como la línea base de actividad neuronal, un sistema de áreas cerebrales conectadas que muestran una mayor actividad cuando una persona no está dirigida a una meta. La DMN produce representaciones detalladas de cosas y personas en contextos. Es un espacio cognitivo seguro, donde se pueden considerar todo tipo de pensamientos, incluso aterradores y negativos, pero a la vez estimulantes y significativos.
  • Recuerdo autobiográfico: por ejemplo, al recordar lo que hicimos en el día.
  • Prospección: por ejemplo, planificar una actividad.
  • Pensamiento hipotético: por ejemplo, imaginar cómo se sentiría estar en otro lugar.
  • Lectura de la mente: por ejemplo, suponer los estados mentales de otra persona.

La DMN seleccionó indirectamente un aspecto profundo y personal de la experiencia estética, junto con la capacidad de discernir las intenciones del artista. En palabras de Hirstein:

Las obras de arte representan un mundo que podemos imaginar y habitar.

  1. Surgimiento de la búsqueda de novedad: Recientes investigaciones sugieren que hay un gen de la serotonina, que hace que nos sintamos atraídos por eventos y cosas novedosas. Este gen novedoso aparece en gran parte de la población humana. Lo que podría explicar las grandes diferencias en nuestros temperamentos. Una comunidad entusiasta por ideas y cosas novedosas, produce tanto creadores como una audiencia para los creadores. En palabras de Hirstein:

Los mundos del arte y el diseño están enormemente alimentados por la sed de novedad. Las creaciones y adiciones novedosas también tienen su propio mérito estético. Una vez que el gen de la novedad se difundiera lo suficiente, la búsqueda de la novedad por parte de los artistas y los espectadores/oyentes haría que el arte como práctica cultural explotara.

Los objetos creativos tienen una cualidad suprema: pueden vivir más que las personas, nosotros perecemos, los objetos pueden sobrevivir, nosotros tenemos una vida, los objetos pueden tener muchas, y en cada vida pueden adquirir significados diferentes. Las personas tenemos una biografía, los objetos pueden tener muchas. Judea Pearl, en su libro The Book of Why, señala:

Como manifestación de la novedosa capacidad de imaginar cosas que nunca han existido, el Hombre león es el precursor de todas las teorías filosóficas, los descubrimientos científicos y las innovaciones tecnológicas, desde los microscopios a los aviones o las computadoras.

Los seres humanos hemos transformado el mundo natural con una rapidez pasmosa, usamos la imaginación para sobrevivir y adaptarnos a un entorno hostil, pero a la postre, tomamos las riendas. Tenemos la capacidad de reflexionar sobre las acciones pasadas para mejorar y, lo que quizá sea aún más significativo: asumir la responsabilidad por las acciones actuales y futuras. En 1819, el compositor y pianista alemán Ludwig van Beethoven, en una carta dirigida al archiduque Rodolfo de Austria, escribió:

En el mundo del arte, así como en toda nuestra gran creación, la libertad y el progreso son los principales objetivos. Y aunque nosotros los modernos no podemos exhibir la solidez de nuestros antepasados, el refinamiento de nuestras costumbres ha ampliado también muchas de nuestras percepciones.

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