adaptación

Hacer visible lo invisible

La idea de que todo en el universo está interconectado ha fascinado tanto a filósofos como a científicos a lo largo de la historia. En la ciencia contemporánea, varias teorías y conceptos abordan esta idea de interconexión desde diferentes perspectivas, abarcando desde la física hasta la biología y la teoría de sistemas. Suzanne Simard ha sido pionera en el estudio de cómo los árboles en los bosques están interconectados y son capaces de comunicarse entre sí. En su libro Finding the Mother Tree: Discovering the Wisdom of the Forest, Simard explica como cierto tipo de hongos colonizan las raíces de los árboles y extienden filamentos a través del suelo, conectando diferentes especies en un bosque. Estas redes permiten a los árboles y plantas intercambiar nutrientes, agua y señales químicas. Árboles grandes y más fotosintéticamente activos transfieren carbono a árboles más jóvenes y menos expuestos a la luz, ayudándolos a crecer. Simard descubrió que los abetos usan esta red de comunicación para intercambiar nutrientes con los abedules, durante el transcurso de las diferentes estaciones del año. Los árboles de diferentes especies pueden ceder azúcares unos a otros, pues los déficits ocurren de acuerdo con los cambios de estaciones. Las investigaciones han demostrado que estas redes subterráneas no solo transfieren nutrientes, sino que también pueden ayudar a las plantas a comunicarse entre sí. Si un árbol es atacado por plagas, puede enviar señales químicas a través de la red, alertando a otros árboles para que activen sus defensas contra los atacantes. Esta interconectividad en los bosques juega un papel importante en la promoción de la biodiversidad y la resiliencia del ecosistema, ya que, al facilitar un reparto más equitativo de recursos, ayudan a mantener la salud y la vitalidad del bosque, especialmente bajo condiciones de estrés o cambio ambiental. Francisco Varela apuntaba:

“Cuando un sistema vivo sufre de mala salud, el remedio se encuentra al conectarse más consigo mismo.”

Investigadores en diferentes partes del mundo han explorado la presencia y el impacto de estas redes subterráneas en diversos tipos de ecosistemas, desde bosques tropicales hasta boreales. El entendimiento de estas redes ha revelado un sistema complejo y altamente colaborativo, esencial para el funcionamiento y la salud de los ecosistemas forestales. Los beneficios de la cooperación a través de las raíces de las plantas les permiten una salud más fuerte, mayor fotosíntesis y resiliencia en situaciones de dificultad. Henry Dicks, profesor de filosofía ambiental en la Universidad Jean Moulin-Lyon III, en su reciente libro The Biomimicry Revolution: Foundations of a New Philosophy aboga por un cambio radical en la forma en que entendemos y abordamos los problemas del mundo, proponiendo un enfoque que considera la naturaleza no simplemente como un objeto de estudio a menudo con el único propósito de explotarla y controlarla, sino como una fuente de conocimiento, algo de lo que aprender. En sus palabras:

“Ya no se ve la naturaleza como un conjunto de objetos materiales sin sentido, donde la mente y el conocimiento son atributos exclusivos de los humanos (y tal vez de unas pocas especies superiores selectas); Se llega a reconocer que el conocimiento impregna el mundo viviente”.

A lo largo de miles de millones de años, los seres vivos han creado no sólo un sistema global de soporte vital, sino que dentro de ese sistema han creado innumerables nichos para todo tipo de organismos diversos. Janine Benyus, en su libro Biomimicry: Innovation Inspired by Nature, afirma que el principio básico de la naturaleza es:

“La vida crea condiciones propicias, para crear más vida”.

Donella Meadows en su libro Pensar en sistemas explica que al igual que un bosque, una empresa, la cultura y la economía de un país son sistemas. Los sistemas pueden insertarse dentro de otros sistemas, que a su vez se insertan en otros mayores. Escribe:

“Un sistema no es solo una colección de cosas. Un sistema es un conjunto de elementos interrelacionados, organizados de manera coherente para alcanzar un fin”.

Esta definición, propone que un sistema está formado por elementos, interrelaciones y una función o propósito. Meadows explica que, en el ámbito de la teoría de sistemas, preguntarse si lo más importante son los elementos, las interrelaciones o los propósitos no tiene sentido. Todos son esenciales. Todos interactúan. Todos tienen su rol. El teórico de sistemas británico Stafford Beer, reconocido mundialmente por su trabajo pionero en el desarrollo del Modelo de Sistemas Viables, afirma que el propósito de un sistema es lo que hace. Beer explicaba:

“Un sistema viable es un sistema que sobrevive. Es coherente; es integral. Está homeostáticamente equilibrado tanto interna como externamente, pero no obstante tiene mecanismos y oportunidades para crecer y aprender, evolucionar y adaptarse, para volverse cada vez más armónico con su entorno”.

Nada existe en el vacío, los sistemas vivos y las empresas no son la excepción. Dentro de una economía globalizada la capacidad de cooperar en grupos más grandes aumenta las probabilidades de supervivencia. Cada sistema tiene cualidades que son de naturaleza ‘fractal’, así, el sistema se refleja no solo en su conjunto, sino en cada ‘parte’ y ‘nivel’ dentro del todo. Cada interacción dentro del sistema puede reflejar los valores que lo definen. Por lo tanto, si queremos comprender sistemas, primero necesitamos observar los diferentes patrones que los sustentan. Crecientemente se discute la necesidad de cambiar sistemas, sin embargo, la mayoría de estas discusiones se centran en los grandes temas, desde cambios de políticas hasta el diseño de nuevos planes y programas. Sin embargo, investigaciones realizadas por el Centro de Innovación de Sistemas de la Universidad Griffith en Australia han demostrado que es igualmente importante centrarse en cambiar algunos patrones fundamentales, comportamientos, relaciones e interacciones que subyacen en todas las partes de los sistemas. Patrones cotidianos que pueden parecer pequeños en el esquema global, pero que pueden cambiar radicalmente la experiencia vivida por las personas. Jennie Winhall y Charles Leadbeater en su artículo The Patterns of Possibility escriben:

“El cambio de sistema se propaga cuando los comportamientos interconectados cambian de forma concertada y el cambio colectivo adquiere un ritmo propio”.

Una empresa es un sistema complejo que procesa información. La investigación The role and power of re-patterning in systems change, utiliza una metáfora de raíces de árboles para ayudarnos a ver cuán importante es la conexión y la comunicación entre las capas invisibles de un sistema. Aunque las metáforas ‘biológicas’ son poderosas para explicar la cooperación y la interconexión, tienen limitaciones. Los sistemas humanos incluyen factores complejos como la cultura y la tecnología que no tienen análogos directos en la biología. Por lo tanto, mientras adoptamos principios de la naturaleza, también debemos adaptarlos a las complejidades específicas de los sistemas humanos. Los investigadores precisan:

“Las metáforas están destinadas simplemente a ayudarnos a interactuar con la complejidad, no a ser representaciones perfectas”.

En términos simples los patrones son recurrencias y tendencias en el comportamiento e interacciones dentro de un sistema. Al observar un sistema exteriormente obtenemos información explícita sobre su funcionamiento. Experiencias compartidas y narrativas sobre el contexto, actores, acciones, resultados y expectativas. Eventos, síntomas y artefactos. Pero, bajo la superficie de lo visible, existen otras capas, niveles y patrones fundamentales. Por ejemplo:

·      Estructuras: Se refiere a las configuraciones establecidas para sostener y gestionar las respuestas dentro del sistema. Incluyen políticas, procedimientos, roles, relaciones y recursos que forman la infraestructura necesaria para mantener la coherencia y orden en las respuestas del sistema.

·      Prácticas: Manifestaciones operativas de cómo se llevan a cabo las ideas y acciones en el día a día, convirtiéndose a menudo en rutinas o hábitos arraigados dentro del sistema.

·      Espacios e interacciones: El diseño físico y las conexiones de un sistema que facilitan o dificultan actividades, comportamientos y coordinaciones.

·      Comportamientos: Formas en las que individuos o grupos actúan o reaccionan dentro de un sistema, en respuesta a estímulos internos o externos.

·      Mentalidades: Creencias, actitudes y predisposiciones que guían las conductas de los individuos y grupos dentro de un sistema y cómo estas actitudes afectan la interacción y la respuesta a los desafíos.

·      Valores: Principios fundamentales que guían y moldean la percepción y comportamiento de las personas dentro de un sistema. Pueden ser explícitos o implícitos y afectan profundamente cómo se estructura y opera el sistema, influyendo en su cultura y operaciones diarias.

Cuando los miembros de un sistema comparten valores y un propósito común, las organizaciones pueden volverse más resilientes y capaces de desarrollar un autogobierno sostenible. Todo sistema vivo está vivo y sano cuando todos sus elementos, cada uno de los billones y billones de células, están trabajando juntas con y para todo el sistema. Si alguna parte de este todo está fuera de sintonía con el resto, entonces el todo entero sufre. La enfermedad y el fracaso de un sistema vivo se producen cuando un grupo de células actúa de forma independiente al resto del organismo. El cáncer, es una analogía de las consecuencias que ocurren cuando un grupo de células decide actuar únicamente en su propio interés. En palabras de Beer:

“Un sistema autoorganizado debe estar siempre vivo, no finalizado, ya que finalización es un sinónimo de muerte”.

Danah Zohar en su libro Zero Distance, afirma que los sistemas humanos como las empresas funcionan mejor cuando están dirigidos, gestionados y estructurados para funcionar como sistemas biológicos. Todo está conectado con todo, y cada elemento del sistema depende del equilibrio y la salud del sistema global, la naturaleza sabe eso, y los líderes de las empresas deben tomar en cuenta esta idea y actuar en consecuencia. Cada evento, cada acción, cada vínculo impacta en todo el sistema. Cada experiencia colectiva o personal, incluso las más traumáticas son una oportunidad para aprender y en el mejor de los casos, evolucionar. El mayor desafío que enfrentan los líderes de una empresa es impulsar la cooperación entorno a un propósito compartido, con valores, objetivos y metas comunes. De la misma forma como la estructura de los seres vivos requiere coherencia para conservar su existencia, la estructura de las empresas también. Tachi Kiuchi, ex CEO de Mitsubishi Electric y Bill Shireman en su libro What We Learned from the Rainforest comentan:

“No hay ningún problema que haya enfrentado una empresa que no haya sido enfrentado y resuelto por una selva tropical”.

Como lo demuestran los ecosistemas forestales, la cooperación es la forma más eficiente y eficaz de prosperidad para los sistemas vivos. La interconexión entre todos los componentes de un sistema es fundamental para su éxito y sostenibilidad. Al observar y aprender de la naturaleza, y al aplicar estos aprendizajes de manera crítica y adaptativa en nuestras organizaciones, podemos fomentar sistemas que no solo sobrevivan, sino que prosperen. En última instancia, abrazar la interconexión nos permite enfrentar los desafíos del presente y del futuro con mayor eficacia y resiliencia. La bióloga evolutiva Elisabet Sahtouris en EarthDance: Living Systems in Evolution escribe:

“Como biólogo de la evolución, es obvio para mí que los humanos somos parte de la naturaleza y que la naturaleza ha estado haciendo negocios durante miles de millones de años. Para hablar de la biología de las empresas humanas, simplemente podría señalar que todas nuestras empresas son sistemas formados por personas, que son seres vivos y que, por tanto, las empresas son sistemas vivos o entidades biológicas”.

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