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Paradojas del liderazgo

El liderazgo de Winston Churchill como primer ministro del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial fue clave para garantizar la supervivencia de Gran Bretaña como nación. Churchill había sido un crítico abierto de las políticas de apaciguamiento hacia Alemania y abogaba por una postura más enérgica. Churchill asumió el cargo de primer ministro en mayo de 1940, tras la renuncia de Chamberlain. En ese momento, Gran Bretaña estaba en guerra con Alemania y enfrentaba una amenaza inminente de invasión. Una de sus primeras acciones fue unir al pueblo británico:

“Seguiremos hasta el final. Lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con una confianza cada vez mayor y con una fuerza cada vez mayor en el aire, defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste. Lucharemos en las playas, lucharemos en los desembarcos, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en los cerros; nunca nos rendiremos”.

Churchill, nunca tranzó su compromiso con la supervivencia de Gran Bretaña y la victoria sobre la Alemania nazi. Tuvo que tomar decisiones extremadamente complejas y gestionar la difícil tarea de asignar recursos limitados equilibrando las necesidades de las fuerzas armadas con las de la población civil. Steven Hayward en su libro Churchill on Leadership señala que tenía tres reglas para tomar decisiones:

  • Mantener siempre a la vista el meollo principal del problema.
  • Saber equilibrar ambos lados de una decisión.
  • Tener la capacidad de cambiar el curso de acción si se presentaba nueva información.

Churchill fue una figura compleja. Para muchos era un egoísta despiadado, un oportunista y un charlatán, y nunca podría ser elegido hoy, pero fue capaz de conducir con éxito a Gran Bretaña a través de uno de sus capítulos más duros. Su liderazgo fue clave para que las fuerzas aliadas alcanzaran la victoria sobre la Alemania nazi. En sus palabras:

“Aquellos que pueden ganar bien una guerra rara vez pueden lograr una buena paz, y aquellos que podrían hacer una buena paz nunca habrían ganado la guerra”.

Liderar nunca ha sido fácil, y su complejidad solo aumenta con el tiempo. Hoy, lideramos en medio de una comunidad más instruida, con ambiciones elevadas, ideologías, tecnologías y expectativas de satisfacción y reconocimiento que superan ampliamente a las de generaciones pasadas. David Rock en su libro Quiet Leadership afirma que las nuevas generaciones presentan demandas distintas: esperan mucho más de las organizaciones para las que trabajan, ansían el desarrollo personal, y ponen en alta estima valores como la libertad, la independencia, la diversidad y el cambio. En sus palabras:

“Necesitan líderes que les ayuden a brillar y a desarrollar su potencial en el trabajo. Líderes que enriquezcan su pensamiento”.

Tim Elmore en su libro Las ocho paradojas, sostiene que, si los actuales líderes quieren estar a la altura de estos nuevos desafíos, deben acostumbrarse a vivir en constantes contradicciones, ser capaces de abordar permanentes tensiones, navegar en situaciones complejas y entre toda esa confusión, encontrar maneras de alcanzar sus objetivos. En sus palabras:

“Te sentirás como un consejero empático y un entrenador motivacional. Te sentirás como un porrista y un capellán. Te sentirás como un modelo, que debe dar el ejemplo y un mago, que debe desaparecer”.

Una paradoja es una contradicción aparente. Debido a que sus componentes parecen incompatibles, a menudo no vemos la profunda sabiduría que ocultan. En el complejo entramado de nuestro mundo actual, solo los líderes capaces de navegar estas paradojas mediante un enfoque multifacético están en posición de prosperar. F. Scott Fitzgerald en su ensayo The Crack-Up, escribió:

“La prueba de una inteligencia de primer nivel es la capacidad de mantener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo, y aún conservar la capacidad de funcionar”.

Tim Elmore propone que, en el actual contexto, los líderes deben ser capaces de desarrollar y articular ocho paradojas del liderazgo:

Equilibrar confianza y humildad: Esta paradoja se manifiesta en la seguridad del líder de sus capacidades y de la dirección a seguir, a la vez que está consciente de sus limitaciones y del carácter transitorio del contexto. Tal equilibrio se refleja en la percepción clara del propósito y en el reconocimiento de la naturaleza efímera y cambiante de las cosas. Churchill es un ejemplo emblemático de esta dinámica, ya que tenía plena confianza en la capacidad de resistencia de Gran Bretaña ante la amenaza nazi y estaba convencido de la victoria. No obstante, su humildad era evidente al reconocer sus limitaciones y formar alianzas, buscar el consejo de sus colaboradores, aceptar diversas perspectivas y aprender de la historia para tomar decisiones estratégicas. Elmore escribe:

“La humildad no significa debilidad. Los líderes de la próxima generación son fuertes y confiados, pero lo suficientemente seguros para ver más allá de ellos mismos. Su misión es más grande que ellos”.

Aprovechar visión y puntos ciegos: Esta paradoja se expresa cuando un líder es capaz de guiar con una visión clara, pero al mismo tiempo reconoce y acepta sus limitaciones y puntos ciegos, usándolos como motivadores para innovar y adaptarse. Churchill, tenía y transmitía una visión de triunfo, pero también era consciente de sus limitaciones de información y se adaptaba dinámicamente. En mayo de 1940, las fuerzas británicas y aliadas se enfrentaron a una situación desesperada en Dunkerque, Francia, con la amenaza de ser aniquiladas por las fuerzas alemanas. Churchill reconoció la importancia estratégica de evacuar a las tropas urgentemente. La visión estaba clara, sin embargo, Churchill, reconocía los puntos ciegos, entendía que la retirada era una derrota. Aunque la evacuación fue un éxito, también comprendió la gravedad de la situación y la necesidad de prepararse para la resistencia a largo plazo. Elmore escribe:

“No debemos enamorarnos de una idea, sino enamorarnos de un problema”.

Adoptar visibilidad e invisibilidad: Esta paradoja se manifiesta cuando un líder es visible para establecer la dirección y los valores, pero también retrocede para fomentar el desarrollo y autonomía del equipo. Churchill era reconocido por su presencia carismática y su habilidad para inspirar al pueblo británico a través de sus discursos y apariciones públicas. Su presencia fue clave para mantener la moral y la unidad en momentos de crisis. Sin embargo, impulsó que líderes militares como Bernard Montgomery y Dwight Eisenhower asumieran el liderazgo y visibilidad en operaciones militares que requerían un conocimiento profundo de las estrategias y tácticas necesarias para el éxito. Churchill alentó y promovió a líderes emergentes en su gobierno y gabinete, como Clement Attlee, para construir un equipo diverso de líderes políticos que pudieran contribuir al esfuerzo de la guerra. En palabras de Elmore:

“Cuando nuestros hijos son pequeños, necesitan mucha dirección e intervención. A medida que maduran, nuestro estilo de liderazgo cambia”.

Ser terco y de mente abierta: Esta paradoja se observa en líderes que mantienen una fuerte determinación para alcanzar los objetivos, pero están abiertos a nuevas ideas y enfoques. Churchill era terco en su propósito, pero flexible en la táctica. Mantuvo una fuerte presión sobre sus aliados para que se llevara a cabo el desembarco en Normandía, pero, estuvo dispuesto a considerar los argumentos y las preocupaciones de otros líderes, como Eisenhower. Churchill defendió firmemente los intereses británicos, pero también reconoció la realidad geopolítica y las limitaciones de Gran Bretaña en comparación con Estados Unidos y la Unión Soviética. Aunque defendió sus intereses, también fue pragmático. Esta característica distintiva de su liderazgo contribuyó a la victoria de los Aliados. En palabras de Elmore:

“Una voluntad fuerte puede hacer tanto daño como bien. Debo preguntarme en cada contexto: ¿valoro el método o el resultado? Mi respuesta me guiará para saber en qué debo ser terco”.

Personal y colectivo: Esta paradoja es visible en líderes que entienden y atienden tanto las necesidades individuales de los miembros de su equipo como las necesidades colectivas del grupo. Churchill se distinguió por su profunda empatía y su capacidad para establecer conexiones personales. Mostró una genuina preocupación por el bienestar y las inquietudes tanto de los soldados en el frente como de la población civil, que sufría los bombardeos y escasez de alimentos. Visitaba frecuentemente a las tropas, se reunía con soldados heridos y brindaba apoyo moral a través de discursos que resonaban profundamente con las vivencias y emociones del pueblo británico. Sin embargo, nunca perdió de vista el objetivo supremo de defender su patria. Entendía que un líder debía preocuparse por las personas a nivel individual para inspirar lealtad y compromiso hacia el objetivo colectivo mayor. En palabras de Elmore:

“Los líderes crean constantemente una historia dentro de su gente, ya sea positiva o negativa, personal o distante, para confiar o evitar”.

Maestros y aprendices: Esta paradoja se observa en líderes que comparten su conocimiento y experiencia, pero también actúan como eternos aprendices. Churchill tenía una vasta experiencia política y militar, que le permitía proporcionar a sus equipos orientación y liderazgo sólido en momentos cruciales. Sin embargo, reconoció la importancia de la innovación tecnológica. Aprendió sobre las últimas tecnologías militares, como la defensa antiaérea y la estrategia de bombardeo. Durante la Batalla de Gran Bretaña, Churchill se interesó por la eficacia de los radares y la comunicación por radio para rastrear los movimientos de la Luftwaffe y coordinar la defensa aérea. Equilibró su papel de maestro compartiendo conocimientos y liderando, con su disposición a aprender y adaptarse en un entorno de guerra en constante cambio. En palabras de Elmore:

“Los líderes que practican tanto la enseñanza como el aprendizaje se han acostumbrado a percibir las interrupciones como oportunidades”.

Altos estándares y perdón: Esta paradoja se observa en líderes que son capaces de impulsar altos estándares de desempeño y calidad a sus equipos, pero también muestran comprensión y perdón cuando ocurren errores. Churchill exigía el máximo esfuerzo y excelencia en la lucha, pero también entendía la naturaleza humana y la complejidad de la guerra. En agosto de 1942, las fuerzas aliadas llevaron a cabo un desembarco en Dieppe, Francia, que resultó en un desastre con grandes bajas y prisioneros. Churchill exigió una revisión exhaustiva de la operación y la búsqueda de lecciones. Al mismo tiempo, expresó comprensión hacia los soldados que habían participado en la misión y reconoció su valentía. Comprendía la importancia de exigir el más alto desempeño de sus equipos sin descuidar la moral de las personas. Esta característica en su liderazgo contribuyó a mantener la cohesión y el compromiso de su gente. En palabras de Elmore:

“Los líderes poco comunes crean un ambiente donde los miembros del equipo no tienen miedo de caer, flaquear o fallar. Es como si ellos colocaran una «red de seguridad» imaginaria debajo del equipo”.

Oportuno y atemporal: Esta paradoja la expresan líderes que son capaces de equilibrar principios y valores atemporales con métodos culturalmente relevantes, avanzados y pragmáticos. Churchill era conocido por su habilidad para comunicar y reforzar principios atemporales como la libertad, la democracia y la resistencia contra las tiranías. Creía que estos principios eran aplicables en cualquier momento de la historia. Sin embargo, comprendió sus circunstancias y la necesidad de adaptarse a la realidad de la época, por lo que formó la Gran Alianza con Estados Unidos y la Unión Soviética. La Unión Soviética, bajo el liderazgo de Stalin, era un sistema comunista y totalitario, mientras que Estados Unidos y el Reino Unido eran democracias capitalistas. Estas diferencias ideológicas y políticas eran profundas y generaban desconfianza mutua. La determinación y habilidades de comunicación de Churchill fueron esenciales para el éxito de la Gran Alianza que permitieron derrotar a la Alemania nazi. En palabras de Elmore:

“Vivimos en la «era de la inteligencia», con dispositivos inteligentes en todas partes, la necesidad de una moral y una ética atemporales, en mi opinión, se ubica en la parte superior de la lista como crítica”.

Las cualidades que valoramos en los líderes tienden a permanecer constantes: integridad, propósito, convicción, voluntad, sabiduría, etcétera, pero el estilo o enfoque cambia. El liderazgo de Churchill fue ampliamente reconocido por su firmeza, elocuencia y capacidad para inspirar tanto a la nación británica como a los aliados en momentos de desesperación y peligro inminente. Sin embargo, su liderazgo también ha sido objeto de críticas, incluyendo cuestionamientos sobre algunas decisiones militares y su estilo autoritario. A pesar de estas críticas, su aporte durante la Segunda Guerra Mundial fue decisivo. El liderazgo se define por la habilidad de construir y expresar una narrativa que proyecta un futuro que no existiría de no ser por acciones intencionadas. Este liderazgo transforma a los seguidores en colaboradores activos que contribuyen y enriquecen el propósito compartido. Así, el liderazgo no surge de adherirse rígidamente a un conjunto de prácticas, enfoques o estilos, sino de la capacidad de manejar dinámicamente las tensiones entre fuerzas aparentemente opuestas. Esto permite a los líderes abordar la incertidumbre y la complejidad, permitiéndoles ser flexibles y resilientes ante desafíos cambiantes, al tiempo que permanecen firmemente arraigados a valores y principios claros. Churchill aconsejaba:

“Todos los días puedes progresar. Cada paso puede ser fructífero. Sin embargo, ante vosotros se extenderá un camino cada vez más largo, siempre ascendente y cada vez mejor. Sabes que nunca llegarás al final del viaje. Pero esto, lejos de desalentar, sólo aumenta la alegría y la gloria de la escalada”.

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