adaptación

Intuición

El veery, es un pequeño tipo de zorzal que habita los bosques del sur de Canadá y el norte de Estados Unidos. Cada año realiza una proeza monumental. Esta ave, de apenas 30 gramos, emprende un viaje de 8.000 kilómetros cruzando el Golfo de México y el Mar Caribe hasta llegar a los bosques del sur de Brasil para invernar. Este trayecto es especialmente peligroso debido a la temporada de huracanes. Christopher Heckscher, ecólogo de la Universidad Estatal de Delaware, ha dedicado más de 25 años al estudio de los veery. Utilizando diminutos GPS ha rastreado sus patrones migratorios y descubierto que algunas aves incluso regresan a los mismos árboles año tras año. En el reciente artículo para National Geographic, This bird can predict the intensity of a hurricane season. Here’s how, Heckscher revela que por accidente se percató que estas aves migran en distintas épocas dependiendo del año, un comportamiento aparentemente ilógico que podría impactar la supervivencia de sus crías. En sus palabras:

“Pensé, bueno, los huracanes ocurren al mismo tiempo que están migrando, tal vez si terminan la temporada de cría temprano pueden llegar allí antes”.

Con esta intuición en mente, Heckscher analizó sus datos y estudios de más de dos décadas y en 2018 publicó su artículo A Nearctic-Neotropical Migratory Songbird’s Nesting Phenology and Clutch Size are Predictors of Accumulated Cyclone Energy. En él, demuestra que los patrones migratorios del veery predicen con precisión la intensidad de la temporada de huracanes en el Atlántico. En años de huracanes más intensos o frecuentes, las aves acortan su temporada reproductiva para migrar antes a América del Sur. Por el contrario, en años con huracanes menos intensos, permanecen más tiempo en América del Norte. Sorprendentemente, en las últimas cuatro temporadas, los veery han sido tan o más precisos en sus predicciones que los modelos meteorológicos avanzados. Andrew Farnsworth, del Laboratorio de Ornitología de Cornell, comenta:

“Es un estudio fascinante. El hecho de que exista un patrón interesante como este tiene todo el sentido. Hay una gran cantidad de eventos conectados, una especie de efecto mariposa”.

En su libro Biomimicry: Innovation Inspired by Nature, Janine Benyus sostiene que el principio fundamental de la vida en la Tierra puede resumirse así:

“La vida crea condiciones favorables para generar más vida”.

A lo largo de millones de años, los seres vivos han formado un sistema global de soporte vital y, dentro de este sistema, han creado innumerables nichos para una diversidad de organismos. Los animales, aunque aprenden, dependen en gran medida de sus instintos para interactuar con su entorno, manejar sus circunstancias y anticipar peligros, actuando así con rapidez y eficacia. Por otro lado, los seres humanos nos basamos en el pensamiento y la razón para comprender nuestras circunstancias y entorno. Robert Greene, en su libro Maestría, argumenta que muchos de nuestros procesos mentales tienden a ser obsesivamente racionales y nos desconectan del mundo que nos rodea. Según él,

“Las facultades intuitivas son una combinación de lo instintivo y lo racional, lo consciente y lo inconsciente, lo humano y lo animal”.

La intuición humana, evolucionó como una facultad complementaria al desarrollo de las habilidades racionales, para procesar información compleja y reaccionar rápidamente a nuestro entorno. Esta inteligencia, basada en la memoria y la experiencia, facilita la toma de decisiones complejas, más que en razonamientos detallados. Con el tiempo, la intuición se afina y se adapta, resultando útil en diversos campos y situaciones. Su desarrollo y efectividad dependen de la acumulación de experiencias y de la formación de redes de memoria en el cerebro.

Un ejemplo destacado del desarrollo de capacidades intuitivas son los pueblos indígenas de Oceanía, incluyendo Micronesia, Melanesia y Polinesia, conocidos por su habilidad para navegar largas distancias sin mapas ni brújulas. En las islas Carolinas, se mantiene este conocimiento ancestral sobre la construcción de embarcaciones y navegación. Los isleños viajan con tres o cuatro hombres a bordo, uno de los cuales es el jefe de navegación. Zarpan indistintamente de día o de noche. El jefe de navegación mira ocasionalmente el cielo nocturno o la posición del sol. Greene comenta:

“A veces uno de los hombres se tendía bocabajo en medio de la canoa y transmitía la información obtenida. En general, daban la impresión de ser pasajeros de un tren, contemplando serenamente el paisaje. De noche parecían aún más tranquilos. Cuando presumiblemente se acercaban a su destino, se ponían un poco más alertas. Seguían la trayectoria de las aves en el cielo; examinaban atentamente el agua, que a veces tomaban en sus manos y olían”.

Durante siglos, los isleños han elaborado un mapa basado en el movimiento de catorce constelaciones, el sol y la luna, que juntos indican treinta y dos direcciones. Este mapa celestial les permite identificar la ubicación de todas las islas de su región. Sin un sistema de escritura, los aprendices deben memorizar este complejo mapa. Además, los navegantes aprenden a interpretar una docena de señales naturales adicionales. En su entrenamiento, los jóvenes navegantes son llevados al océano, donde se les hace flotar por horas. Aprenden a distinguir las diversas corrientes y vientos según los sienten en su piel, así como a interpretar el comportamiento de las aves, los cambios en el agua, las nubes y la luz. Los navegantes experimentados, sin embargo, apenas necesitan observar estos signos, pues les basta con ver una estrella en el cielo para saber dónde están. El lingüista Daniel Everett, famoso por su trabajo con el pueblo pirahã en el Amazonas, en su artículo Dark Matter of the Mind señala:

“El cerebro está en un cuerpo en una cultura. La cognición surge de un individuo completo formado a partir de la acción física, la vida cultural y la percepción individual”.

Para los habitantes de las islas polinesias, su método de navegación era coherente y adecuado a sus circunstancias. En contraste, en nuestra sociedad tecnológica, enfrentamos además otro tipo de desafíos. Un ejemplo es el vuelo 1549 de US Airways, que despegó del aeropuerto La Guardia en Nueva York el 15 de enero de 2009. Llevando 150 pasajeros y cinco tripulantes, el Airbus A320 chocó con una bandada de gansos poco después del despegue, quedando sin propulsión. El piloto Chesley Sullenberger y su copiloto Jeffrey Skiles, tras evaluar rápidamente la situación y los protocolos, decidieron amerizar en el río Hudson debido a la rápida pérdida de altura. Esta maniobra, que salvó a las 155 personas a bordo, fue posteriormente denominada el Milagro del Hudson.

La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) investigó el incidente, utilizando simuladores de vuelo para evaluar otras posibilidades, como regresar a La Guardia o desviarse al aeropuerto de Teterboro. Sin embargo, las simulaciones demostraron que esas alternativas eran poco viables. Sullenberger argumentó en su testimonio ante la NTSB que no había habido tiempo para llevar el avión a ningún aeropuerto y que intentarlo probablemente habría matado a los que estaban a bordo y más en tierra. El piloto William Langewiesche afirmó que por diseño las computadoras del A320, realizan ajustes y definen límites para mantener el avión estable que el piloto no puede anular ni siquiera en una emergencia. Sullenberger explicó que estas restricciones impuestas por computadora le impidieron lograr el ángulo de ataque óptimo para el amarizaje lo que, según él, habría suavizado aún más el impacto.

Sullenberger tenía 58 años cuando experimentó este accidente. Como humano a cargo, basado en sus muchos años de experiencia consideró que la alternativa más segura era amerizar en el Hudson. Las computadoras procesan información basada en datos conocidos, pero, esta era una condición que nunca había ocurrido, ni se pensaba que podía suceder. En 2017, en el artículo Can Sully Transform the World of Self-Driving Cars?, Sullenberger comentó:

“Pasé toda mi vida profesional convirtiéndome en un experto y pensando profundamente en cómo se usa la tecnología. Necesitamos asignar el mejor papel posible al componente humano y al componente tecnológico, teniendo en cuenta las debilidades y fortalezas de cada uno. Hacer que los diseños que implementamos y usamos sean complementarios es una de las decisiones más importantes que debemos tomar”.

Es preferible que los humanos tengamos un compromiso más directo con la acción y la tecnología proporcione asistencia para evitar que cometamos errores atroces y para monitorear nuestro desempeño. En palabras de Sullenberger:

“Es posible que hayamos ido demasiado lejos en el uso de tecnología que elimina a los operadores humanos del compromiso inmediato con el proceso. Esto degrada sus habilidades y los deja con menos confianza para poder intervenir rápida y efectivamente”.

Si decidimos delegar progresivamente más actividades a las máquinas, corremos el riesgo de menoscabar una de las cualidades más destacadas de la naturaleza humana: la intuición. Esta forma de conocimiento se desarrolla a través de la experiencia, atención y práctica constante, y es una habilidad fundamental para impulsar la creatividad y tomar decisiones en situaciones inesperadas. La forma de acceder a esta inteligencia requiere conectar con las tripas y la emoción. William Duggan, en su libro Strategic Intuition: The Creative Spark in Human Achievement identifica tres tipos de intuiciones: ordinaria, experta y estratégica.

  • La intuición ordinaria es una reacción instintiva o emocional inmediata a situaciones o personas, como un presentimiento o corazonada. Es la forma más básica de intuición, que permite una rápida evaluación y respuesta, como sentir miedo en situaciones potencialmente peligrosas. Esta intuición actúa sin un proceso de pensamiento consciente, guiada principalmente por emociones reactivas y percepciones automáticas.
  • La intuición experta es un juicio instantáneo formado por la experiencia y el reconocimiento de patrones. A menudo se manifiesta en profesionales que, tras años de práctica, pueden tomar decisiones rápidas y precisas en situaciones complejas con información limitada. Esta intuición se basa en una especie de memoria muscular que permite actuar adecuadamente casi de forma automática.
  • La intuición estratégica es una súbita claridad mental que emerge en situaciones nuevas, permitiendo ver la solución obvia a un problema que previamente era confuso. La intuición estratégica requiere desactivar el pensamiento basado en experiencias pasadas para permitir la formación de nuevas conexiones y percepciones. Se caracteriza por su capacidad de adaptarse a situaciones inéditas, generando soluciones innovadoras.

Andy Clark y David Chalmers en su artículo The Extended Mind afirman que los objetos y tecnologías del entorno operan como parte de nuestra mente. Sostienen que la separación entre la mente, el cuerpo y el entorno es una distinción sin fundamento. Debido a que los objetos externos desempeñan un papel importante en la ayuda a los procesos cognitivos, la mente y el entorno actúan como un sistema cognitivo integrado. Es fácil prendarse de las facultades que la tecnología nos aporta y verlas como el fin y no como un medio. Cuando esto sucede, pensamos que el mapa es el territorio. Nos conectamos con un entorno virtual, que es una limitada representación de la realidad y atrofiamos lentamente nuestras capacidades humanas innatas. Greene escribe:

“Si hay una herramienta de la que debas enamorarte y adorar es el cerebro humano, el instrumento procesador de información más milagroso e imponente jamás ideado en el universo conocido, con una complejidad que ni siquiera podemos empezar a desentrañar y con facultades dimensionales que aventajan con mucho, en refinamiento y utilidad, a cualquier pieza de tecnología”.

Para ser observadores sensibles a nuestro mundo complejo, no debemos sucumbir a las distracciones que la tecnología permite; tenemos que ser un poco primitivos. Los instrumentos esenciales de los que dependemos deben ser nuestros sentidos para percibir y nuestro cerebro para interpretar. Necesitamos recuperar y volver a conectar profundamente con la inteligencia de nuestro cuerpo, vísceras y corazón. La banda de rock El Cuarteto de Nos en su canción Roberto aconseja:

“A veces lo que dice el alma puede estar en lo cierto.

No te quejes de las voces que solo quieren darte un consejo.

El día que no escuches estas voces es que vas a estar muerto”.

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