adaptación

Heroica

Ludwig van Beethoven nació en 1770 en Bonn en la actual Alemania, ciudad que por aquel entonces era la sede del arzobispado de Colonia, un principado eclesiástico del Sacro Imperio Romano Germánico. Desde niño su talento para la música era extraordinario. Su padre, un borracho violento lo obligaba a estudiar piano durante largas horas y lo forzó todo lo posible para que destacara y trajera dinero a casa. Quería hacer de él un nuevo Mozart y lo promocionaba como un niño prodigio.

La ciudad en que creció Beethoven era un centro intelectual liberal, su vecindad con Francia constituían ventajas para que circularan las ideas de Schiller, Goethe, Kant, Rousseau, Voltaire y Montesquieu. Por las calles de Bonn, no era extraño oír hablar francés. Los Beethoven eran plebeyos. La educación que recibió Beethoven estaba centrada en la música, por suerte, su padre conocía sus limitaciones como profesor, y recurrió a otros maestros para formar a su talentoso hijo. Afortunadamente a los diez años, Beethoven fue acogido por Christian Gottlob Neefe, quien sería su maestro más importante en Bonn. Neefe era un músico versátil, que, además de organista, dirigía coros, montaba óperas y daba clases. El progreso que realizó su nuevo alumno fue tan rápido y sorprendente que ya a los doce años comenzó a escribir música. Neefe escribió en la Revista de Música acerca de su pupilo:

Si continúa así, como ha comenzado, se convertirá seguramente en un segundo Wolfgang Amadeus Mozart.

Beethoven reemplazaba a su maestro como tecladista, y con regularidad acompañaba a cantantes y misas al órgano, e interpretaba la viola con la orquesta de la corte. La influencia de Neefe en Beethoven excedió lo estrictamente musical, ya que representó una figura paterna y le transmitió ideas políticas y sociales como la consecución de la fraternidad universal a través de la igualdad, la libertad y la oposición a cualquier tiranía. La juventud de Beethoven estuvo marcada por la precariedad económica. Además de trabajar para la Corte, daba clases particulares, sobre todo a los alumnos que su padre perdía por sus borracheras. Entre todas esas dificultades, su madre enfermó de tuberculosis y murió con solo 40 años. Eso hundió aún más a la familia, anímica y financieramente. Con apenas 18 años, Beethoven se hizo cargo de la familia para cuidar a sus dos hermanos y evitar que su padre se gastara todo en alcohol.

En 1789, se inscribió en un curso de Literatura Alemana en la Universidad de Bonn, donde entró en contacto con los ideales de la Revolución Francesa que estalló en julio y de los que luego se manifestó defensor. Con casi 22 años y gracias a la mediación de sus mecenas se trasladó a Viena, para convertirse en pupilo de Joseph Haydn. La corte, la nobleza y la Iglesia vienesas acogieron la música de Beethoven y se convirtieron en sus protectores. Eran frecuentes las disputas entre estos estamentos y el joven músico, debido a su carácter fuerte e impulsivo, pero este hecho le hizo granjearse un gran respeto en la ciudad. Beethoven era consciente que un músico siempre necesitaba a los mecenas, pero deseaba mantener su independencia creativa. Algo muy difícil para los compositores de la época. Ya que el propósito de la música estaba al servicio de exaltar la pomposidad de las celebraciones de la aristocracia y del clero.

En 1795 Beethoven empezó a dar sus primeros conciertos públicos y su fama como virtuoso del piano se propagó por toda Viena. Participó y ganó en un notorio duelo de piano contra el virtuoso Joseph Wölfl; y al año siguiente triunfó de manera similar contra Daniel Steibelt. Poco después de su debut, publicó la primera de sus composiciones con gran éxito financiero. Siguió componiendo, y en 1796, amplió sus horizontes e hizo una gira por Europa con gran éxito. Un horizonte brillante parecía abrirse para el genio plebeyo, como lo calificó Stravinski. Sin embargo, el destino tenía preparado un gran giro para su vida.

Con cerca de 27 años, comenzaron los síntomas. Empezó a oír zumbidos en sus oídos. Su sordera incipiente no le impidió continuar con sus clases, conciertos y composición. Aunque había intentado disimularlo, con el cambio de siglo, por fin se atrevió a confesar sus problemas de audición a sus amigos más cercanos. Se estaba quedando sordo, era un músico que se estaba quedando sordo. Su frustración era enorme. Pese a seguir numerosos tratamientos, nada funcionaba. Se desesperó, y la depresión lo inundó de tal manera que, con 31 años, escribió una carta a sus dos hermanos, carta que nunca llegó a enviar, y que posteriormente se conocería como el Testamento de Heiligenstadt. En este escrito habla de su enfermedad, desde un estado que refleja su tristeza, depresión y frustración. Escribió:

Oh, hombres que me juzgáis odioso, testarudo o misántropo, ¡qué equivocados estáis! Hace ya seis años que me he visto golpeado por una dolencia incurable, agravada por médicos incapaces… Decepcionado año tras año con la esperanza de una recuperación. Y finalmente obligado a enfrentar una enfermedad crónica, cuya cura, si es posible, llevaría años. No me era posible decir a los hombres: ‘Hablad más fuerte, gritad, porque soy sordo’¡Cómo poder confesar la debilidad de un sentido que en mí debería existir en un estado de mayor perfección que en los demás! Estos incidentes me llevaron al borde de la desesperación, y poco ha faltado para poner fin a mi vida, solo el arte me ha salvado. Ah, me parecía imposible dejar el mundo antes de haber dado todo lo que yo sentía que estaba llamado a dar, y así he soportado esta existencia miserable, verdaderamente miserable, con un cuerpo tan sensible al que todo cambio un poco brusco puede hacer pasar del mejor al peor estado de salud.

Beethoven escribió esta desgarradora carta de despedida, en que expresa su desesperanza y los motivos de su angustia existencial. No quiere que le recuerden como un misántropo. Expuso toda su alma y sus pensamientos más profundos, abordando cómo lo asediaba la sordera y cómo eso explicaba su comportamiento errático. Confiesa su amor por la humanidad y que lo único que lo ha mantenido vivo, es su firme propósito de escribir tanta música como le fuera posible. Sorprendentemente, escribir estas líneas fue su terapia. Pudo abandonar la idea de sí mismo como ese intérprete extraordinario. En paralelo, en su mente, comenzaron a fraguarse nuevas ideas. Surgieron los primeros bosquejos de una nueva obra que cambiaría la música, una sinfonía que cambiaría todo. Beethoven había cambiado, ya no tenía nada que perder. Fue capaz de sobreponerse a su destino y frustración, parecía resurgir de sus cenizas, de otra forma y con más fuerza que nunca. Su nueva música, apasionada, tempestuosa, introspectiva, exultante y grandilocuente mostraría al mundo su propia alma. Hablaría sobre su propia grandeza y sus miserias. En un principio la llamó Sinfonía grande intitolata Bonaparte, ya que consideraba que Napoleón encarnaba los ideales de la Revolución Francesa. Sin embargo, cuando se enteró que Napoleón, se había autoproclamado emperador, Beethoven estalló en cólera. Que quien había sido elegido para liberar al pueblo se hubiera convertido en un vulgar tirano, resultaba totalmente inaceptable para Beethoven. Según su alumno Ferdinand Ries, Beethoven gritó:

¡Así que no es más que un simple mortal! Ahora, también, pisoteará todos los derechos del hombre, complace sólo su ambición; ¡Ahora se considerará superior a todos los hombres, se convertirá en un tirano!

Beethoven comprendió que Napoleón no era un ejemplo para seguir. Y tomó la decisión de hacer algo que ningún otro compositor había hecho. Se colocó en el centro mismo de su propia obra y abrió su alma. El tema central de la sinfonía es el propio artista. Por eso es tan estruendosa, pero es algo nuevo, es el artista como héroe. Beethoven, tomó la hoja del título de la sinfonía, la rompió y la tiró al suelo y le cambió el nombre a Heroica, y como subtítulo anotó:

Sinfonía heroica, compuesta para festejar el recuerdo de un gran hombre.

Cada movimiento de la sinfonía representa uno de los ideales heroicos que Beethoven creía que eran esenciales en un verdadero héroe. Muchos de los valores heroicos de esta sinfonía tienen que ver con superar las adversidades.

  • El primer movimiento de la sinfonía se centra en el triunfo del héroe sobre la adversidad.
  • El segundo movimiento se centra en la muerte del héroe y la posterior superación de la pérdida.
  • El tercer movimiento se centra en las aventuras del héroe.
  • El cuarto movimiento se centra en el trabajo del héroe para mejorar el mundo en beneficio de la humanidad.

En el movimiento final de la sinfonía, Beethoven retoma la historia de Prometeo, el titán de la mitología griega, que robó el fuego a los dioses, para compartirlo y beneficiar a la humanidad. Pero que por su acción fue sentenciado por Zeus al tormento eterno en que, atado a una roca, un águila le come el hígado, y al final de cada día, el hígado crece y el águila regresa, y así continúa por la eternidad.

En 1804, la obra se estrenó en un concierto privado en el castillo de Eisenberg, propiedad del príncipe Lobkowitz. Antes de comenzar, Beethoven es presentado al conde Dietrichstein, primo del príncipe, quien trata de desacreditar al compositor. Ante la pregunta de a qué rango pertenece el compositor, si es terrateniente, Beethoven le responde:

Soy un “cerebroteniente”.

Beethoven se considera de un valor equiparable al de la nobleza por su condición de creador. Por su aporte a los demás y simplemente por ser un ser humano con sus propias singularidades como ser único e inimitable. Esta escena, es representada magistralmente en la película de 2003 Eroica, dirigida por Simon Cellan Jones, que lleva por lema El día que cambió la música para siempre.

Beethoven a partir de esta sinfonía da prioridad a los sentimientos humanos frente a la pureza de la música. Se trata de una revolución liberal. Se incorpora el mérito como un valor superior frente al legado de cuna. El pensamiento de Beethoven es una auténtica revolución. Una verdadera provocación. Era una insolencia, una desfachatez que un músico que hasta ahora simplemente había sido un sirviente de la nobleza o del clero decidiera servir a su espíritu, a su ser, y compartir sus propias ideas. Por primera vez un compositor no componía para agradar a la nobleza. Beethoven le dijo al mundo que se puede ser noble en virtud de su talento. Que el mérito, es una virtud equiparable al título nobiliario. Por eso se autodenomina cerebroteniente”. Una burla frente a los terratenientes. Cuando el príncipe Lichnowsky le ordenó a Beethoven que se sentara al piano a tocar para algunos oficiales franceses, Beethoven se negó, se marchó muy airado del castillo y luego le envió una nota al príncipe en la que le decía:

Príncipe, lo que vos sois, lo sois por el azar del nacimiento. Lo que yo soy, lo soy por mí mismo. Príncipes los hay y habrá todavía a millares, pero Beethoven solo hay uno.

En el momento mismo de su máxima desesperación por la angustia frente a su inminente sordera, su arte lo sanó. En el momento que se le derrumbaron sus héroes, asumió el mismo ese lugar. Lo había perdido todo y supo reinventarse y nos dejó un legado musical incomparable. Su música se esfuerza por llegar y hablar a todas las personas, no solo a la élite. Marcó un antes y un después. Significó en sí mismo una revolución. Para el musicólogo y ensayista Oriol Pérez Treviño el mensaje de la Heroica es:

Convertíos en el nuevo hombre, en héroes. Porque el héroe es aquel que descubre su misión en la vida y deja atrás todo aquello que parecía que le hacía brillar, [..] abandonando aquello que no le permite ir más allá.

El genio plebeyo, creyó y vivió en los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Luego de escuchar el estrenó de la Heroica, Joseph Haydn, expresó:

La música a partir de ahora ha cambiado para siempre.

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