adaptación

Nuevo orden digital

“El coraje de los ucranianos combinado con la tecnología son la clave para la futura victoria de Ucrania”. Con estas palabras el viceprimer ministro de Ucrania, Mykhailo Fedorov, articuló su visión para superar la crisis desencadenada por la invasión rusa. En la OTAN dijo:

“Esta es la guerra más grande desde la Segunda Guerra Mundial y, al mismo tiempo, la guerra más tecnológica de la historia de la humanidad. Las innovaciones desempeñan un papel especial a la hora de enfrentarse al enemigo, que es muchas veces superior en términos de armas y personal.”

El conflicto en Ucrania ha demostrado ser un campo de prueba para la guerra tecnológica. Desde drones y ciberguerra hasta inteligencia artificial y tecnología espacial, Ucrania ha empleado un arsenal de innovaciones digitales para contrarrestar las fuerzas convencionalmente superiores de Rusia. Este esfuerzo ha sido apoyado significativamente por gigantes tecnológicos como Amazon, Google y Microsoft, redefiniendo el papel que las empresas privadas juegan en la esfera de un conflicto bélico. Curiosamente, no solo la tecnología de vanguardia ha sido crucial. Ucrania ha revitalizado defensas aéreas soviéticas y tácticas tradicionales, haciendo converger lo nuevo y lo antiguo. Sin embargo, el papel transformador de la tecnología moderna en el campo de batalla es innegable.Ulrike Franke y Jenny Söderström en su artículo Star tech enterprise: Emerging technologies in Russia’s war on Ukraine destacan:

  • Muchos de los avances tecnológicos de la última década han sido adaptados y utilizados en el conflicto.
  • Las empresas privadas han sido esenciales para la defensa de Ucrania.
  • Las nuevas tecnologías han motivado y facilitado la participación de civiles en un grado totalmente nuevo. Desde programadores e investigadores de código abierto a colaboradores en financiamiento colectivo.

Walter Isaacson en su reciente biografía sobre Elon Musk, cuenta que después que Rusia destruyó las redes de telefonía celular e Internet de Ucrania, Musk acordó proporcionar terminales satelitales Starlink fabricados por SpaceX, para que Ucrania recuperara las comunicaciones. Pero una vez que Ucrania comenzó a utilizar terminales Starlink para coordinar ataques ofensivos contra Rusia, Musk comenzó a cuestionar esa decisión. Recientemente se ha revelado que operaciones navales ucranianas fueron bloqueadas por la falta de apoyo del sistema Starlink. Keir Giles, en su artículo en The Guardian Tech giants hold huge sway in matters of war, life and death. That should concern us all, señala:

“El caso de Starlink pone de relieve las vulnerabilidades que conlleva la dependencia de este tipo de buena voluntad. Twitter y Starlink bajo la dirección de Musk son el principal caso de estudio de las principales plataformas tecnológicas que ostentan el poder sin rendir cuentas. Su distintiva estructura de propiedad significa que las decisiones personales de Musk pueden fácilmente hacer que se salven o se pierdan vidas.”

Wes Bryant en su artículo When a CEO Plays President: Musk, Starlink, and the War in Ukraine, destaca que las empresas de tecnología privada son fundamentales en la infraestructura militar, sin embargo, los roles deben estar claros. Escribe:

“De ninguna manera un actor no estatal o el director ejecutivo de cualquier empresa, sin importar cuán rico, famoso o influyente sea, debería ejercer el nivel de poder que Musk ha tenido para afectar por sí solo el resultado de las operaciones de combate aliadas e influir en la política exterior y el flujo del conflicto. […] Su tecnología, por novedosa o crítica que sea, no le convierte en representante diplomático o militar de Estados Unidos.”

Ramesh Srinivasan, en la Universidad de California estudia la relación entre tecnología, política y sociedad. Explica que los algoritmos de las redes sociales recompensan el contenido controvertido. Por ejemplo, en Facebook en la época de la elección de Donald Trump, las 20 principales noticias falsas eran más virales en Facebook que las 20 principales historias reales. Respecto de Musk señaló:

“Él es el dueño de Twitter y, en mi opinión, está usando la plataforma de manera abusiva. Y la plataforma en sí ya ha sido profundamente problemática al difundir desinformación e información errónea.”

Esto daña las democracias y transforma nuestra vida política y cultural en las direcciones más extremistas. El 10 de octubre de 2023, Thierry Breton, comisario responsable de la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea, escribió a Elon Musk para que tomara medidas de mitigación frente a la ‘desinformación’ que se difunde en la plataforma X (ex Twitter), sobre el ataque de Hamás. La carta señala:

“Tras los ataques terroristas llevados a cabo por Hamás contra Israel, tenemos indicios de que su plataforma está siendo utilizada para difundir contenidos ilegales y desinformación. […] Permítame recordarle que la Ley de Servicios Digitales establece obligaciones muy precisas con respecto a la moderación de contenidos.”

Jack Dongarra, profesor de la Universidad de Tennessee, en 2021, recibió el premio Turing que es conocido como el Nobel de Computación, que viene con un cheque por un millón de dólares, financiado por Google. Su trabajo ha estado vinculado a los supercomputadores. En una reciente entrevista con el diario El País, señaló:

“Hay una guerra entre EE. UU. y China para lograr los computadores más rápidos. Los supercomputadores juegan un papel determinante en el poder científico y otorgan poder geoestratégico.”

La guerra es uno de los principales usos de estas máquinas. Dongarra ha desarrollado toda su carrera en el ámbito académico y en centros de investigación públicos, por lo que advierte con preocupación la actual asimetría en recursos para la innovación. En sus palabras:

“Tengo una gran preocupación respecto a las grandes compañías como Google, Facebook, Microsoft o Amazon que tienen una inmensa cantidad de recursos para desarrollar sus productos. Su financiación es prácticamente infinita.”

Douglas Rushkoff en libros como Survival of the Richest y Team Human, argumenta que la revolución tecnológica, por muy pura que fuera en sus inicios, produjo que surgiera una nueva élite de tecnólogos que creen que están especialmente capacitados para crear reglas para toda la humanidad. Pero esas reglas siguen las mismas prácticas de desigualdad y abuso históricas. Entregamos la tecnología digital al mercado. Esto pudo haber generado una economía más circular y equitativa, pero, en cambio, terminó sirviendo a la misma lógica de siempre. El capitalismo descubrió que nuestros datos se podían vender y que eran un gran negocio. Estados Unidos se convirtió en el principal exportador de herramientas que destruyen la democracia. Rushkoff comenta:

“Eso ha sido bueno para crear un crecimiento exponencial a corto plazo y para crear algunos multimillonarios. Los capitalistas de riesgo aparecen y ven las nuevas empresas de la misma manera que los mafiosos ven un restaurante: este es un buen lugar para lavar dinero.

Rushkoff propone un cambio de perspectiva. Aboga por reformular el enfoque de toda esta creatividad y conocimientos en beneficio de la sociedad en su conjunto. Starlink es un ejemplo extremo, tanto por su prominencia única en el esfuerzo bélico públicamente visible de Ucrania como por su estructura distintiva de propiedad y toma de decisiones. Pero las cuestiones que este conflicto bélico han puesto en evidencia deben abordarse en todos los ámbitos. El rol de las empresas tecnológicas en esta guerra plantea nuevas preguntas sobre el estatus de la industria privada y de los civiles en tiempos de guerra. El experto en riesgo político global Ian Bremmer en una conferencia que realizó en CogX 2023 dijo:

“Estaba hace unos meses en la Casa Blanca preguntando qué países estaban haciendo más para proporcionar apoyo militar a Ucrania. Y la respuesta que obtuve fue: Estados Unidos, Reino Unido, Microsoft y Polonia…”

Según Bremmer estamos viviendo en un mundo con tres órdenes superpuestos, primero un orden militar dominado por Estados Unidos y sus aliados, que es el único actualmente capaz de enviar fuerzas a cualquier lugar del mundo. En coexistencia con este orden militar, está el orden económico. En este dominio, el poder está compartido. Estados Unidos y China son independientes económicamente, y su intercambio comercial están al máximo nivel histórico. La Unión Europea tiene el mercado común más grande lo que le permite fijar normas. India y Japón también juegan un papel económicamente relevante a nivel mundial. Para Bremmer el orden económico mundial en los próximos años seguirá siendo multipolar y dinámico. Sin embargo, Bremmer advierte que está surgiendo un nuevo orden al que denomina orden digital. El orden digital no lo manejan los gobiernos, sino las compañías tecnológicas. En la charla TED The Next Global Superpower Isn’t Who You Think, Bremmer dijo:

“Las compañías tecnológicas determinan si Donald Trump es capaz, en tiempo real y sin filtro, de hablar con millones de personas mientras lanza su presidencia. Son las redes sociales y su habilidad de fomentar desinformación y teorías conspirativas. Sin ellas, no habría pasado el asalto al Capitolio el 6 de enero. Ni tampoco los disturbios de los camioneros en Ottawa. Ni la insurrección en Brasil el 8 de enero. Las compañías tecnológicas marcan, cada vez más, nuestra identidad.”

El orden digital se ha vuelto y será decisivo en cómo vivimos, en qué creemos, en lo que queremos y en lo que estamos dispuestos a hacer para conseguirlo. Las empresas tecnológicas tienen ahora tal poder económico, político y de influencia que se han convertido en un factor geopolítico en sí mismas. Disponen de más recursos e influencia que los gobiernos que deberían regularlas. Bremmer advierte que en occidente son las empresas tecnológicas privadas las que establecen las reglas y ejercen el poder, y no los gobiernos. Escribe:

“Actores tecnológicos con fines de lucro han asumido el papel de control en los segmentos social, económico y de seguridad nacional que antes eran competencia exclusiva de los gobiernos. Las decisiones privadas de los líderes corporativos afectan la forma de vida y el pensamiento de miles de millones de personas. De esta manera, están configurando cada vez más el escenario global, desplazando a los gobiernos.”

Bremmer, observa tres escenarios posibles en el nuevo orden digital:

  • En el primero, las empresas tecnológicas estadounidenses y chinas se alinean junto a sus respectivos gobiernos y, como resultado del conflicto económico entre ambos países, comienza una guerra fría tecnológica. A medida que el mundo digital se divida en dos partes, el resto de los países se verán obligados a elegir un bando basándose en la antigua receta, lo que conducirá a la fragmentación de la globalización.
  • El segundo escenario posible, es que las empresas tecnológicas persistan con sus modelos de negocio de crecimiento global, y mantendremos la competencia tanto en el mundo digital como físico, por lo que intentarán seguir siendo soberanas y competirán entre sí por las ganancias. Esto presupone un orden digital globalizado en el que las empresas libran sus propias batallas en el espacio digital.
  • El tercer escenario surge si el orden digital se vuelve cada vez más dominante y los gobiernos deterioran su capacidad de gobernar. En este caso las empresas tecnológicas van a empezar a dominar a diferentes actores del escenario mundial en todo sentido y vamos a tener un orden tecno-polar, dominado por las empresas privadas como principales actores geopolíticos.

Si alguno de estos escenarios futuros se concreta, depende en gran medida de cómo el desarrollo explosivo de la inteligencia artificial sigue provocando cambios en las estructuras de poder actuales y si los gobiernos están dispuestos a restringir el poder de las empresas tecnológicas. En última instancia, la integración de las tecnologías modernas en nuestra sociedad debe ir acompañada de una reflexión ética y una regulación sólida para asegurar que se utilicen de manera responsable y para el beneficio colectivo. Las democracias, en particular, tienen la tarea de equilibrar la innovación y el progreso con las medidas de seguridad, la protección de los derechos individuales y la preservación de las normas sociales y políticas. En este nuevo orden digital, los gobiernos, las organizaciones internacionales y las empresas deben colaborar para enfrentar estos desafíos y garantizar un futuro en el que la tecnología respalde y no socave nuestros valores y estructuras democráticas. En palabras de Bremmer:

“Estos titanes tecnológicos están dirigidos por las personas más poderosas del planeta con influencia sobre nuestro futuro. ¿Se van a hacer responsables al lanzar inteligencias artificiales cada vez más poderosas?¿Qué van a hacer con la cantidad sin precedente de información que recopilan sobre nosotros y nuestro entorno? Y lo que considero más preocupante para todos: ¿Van a seguir con este modelo de publicidad que genera tantos ingresos que nos convierte en productos y que genera tanto odio y desinformación que está destruyendo nuestra sociedad?”