adaptación

Incertidumbre

Noam Chomsky, afirma que vivimos en la cultura del miedo, los discursos políticos, las redes sociales y los medios de comunicación no solo activan, estimulan y magnifican nuestros propios miedos, sino también los de las personas que nos rodean. La experiencia humana siempre ha estado amenazada por cambios y preocupaciones por el futuro. Sin embargo, hoy experimentamos un clima de incertidumbre y ansiedad de alcance global.

Joanna Bourke en su libro Fear: A Cultural History, afirma que la sociedad de la información nos ha acercado y conectado a todo tipo de miedos. Los miedos se han globalizado: crisis políticas y económicas, conflictos sociales, terrorismo, crimen, violencia, cambio climático, pandemias son algunos ejemplos que hacen que hoy tengamos motivos de sobra para sentirnos más inseguros que en épocas pasadas. Antes estábamos en contacto con miedos locales, inmediatos y obvios, en cambio ahora estamos influenciados y expuestos a todos los miedos del mundo.

El miedo es una respuesta emocional perturbadora, automática, normalmente de duración reducida y difícilmente evitable. Se considera un mecanismo de supervivencia útil y beneficioso, porque permite anticipar y reaccionar ante los peligros del entorno. Un animal sin miedo a sus depredadores y a las fuerzas de la naturaleza, tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir. Aunque la base del miedo es genética y evolutiva, también se desarrolla en el proceso de aprendizaje de cada persona. Francesc Mestres y José Vives-Rego en su artículo Reflexiones sobre el miedo en el siglo XXI, señalan:

Con mucha frecuencia el miedo tiene su base en lo desconocido […] el miedo en definitiva es el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad y por tanto conlleva valores como la protección, la prudencia, la ayuda mutua, el evitar daños trascendentales, etc.


Lamentablemente, el universo no fue diseñado pensando en nuestra comodidad. No es mucho lo que podemos hacer como individuos para cambiar el modo en que actúan las fuerzas externas que interfieren en nuestro bienestar. En palabras de Carl Sagan:

El Universo no parece ni benigno ni hostil, simplemente es indiferente a las preocupaciones de seres tan insignificantes como nosotros.

Vivir en un estado de constante miedo e incertidumbre puede llevarnos a una espiral emocional descendente de interminables qué pasaría si. Frente al miedo y la incertidumbre, todos tenemos un límite. El filósofo francés Jean-Paul Sartre en su obra más famosa, El ser y la nada, escribía:

La angustia se distingue del miedo en que el miedo es miedo de los seres del mundo, mientras que la angustia es angustia ante mí mismo.

Patrick Hollingworth, en su libro The Light and Fast Organisation, señala que el problema con el actual contexto volátil, incierto, complejo y ambiguo (VUCA), es que incomoda. Algunas personas parecen disfrutar de los cambios, sin embargo, otras encuentran profundamente angustiante la impredecibilidad y la aleatoriedad de la vida. Los seres humanos no estamos especialmente preparados para lidiar con la incertidumbre y la complejidad, y esto hace que la mayoría de nosotros nos sintamos incómodos y angustiados en este nuevo escenario. La solución no es esperar que desaparezca o pase, porque no lo hará, tenemos que aprender a vivir con la incertidumbre. Recomienda:

  • Apertura mental: curiosidad y gusto por aprender constantemente.
  • Apertura emocional: flexibilidad y adaptabilidad al cambio.
  • Voluntad abierta: entusiasmo, motivación y confianza en nuestras capacidades para fluir con lo nuevo.

Cómo nos sintamos con lo que nos ocurre depende en última instancia del filtro que aplicamos para interpretar las experiencias. Nuestro bienestar sicológico depende más de nuestra armonía interna que del limitado control que podemos ejercer sobre las circunstancias y el devenir. El filósofo y escritor británico Alan Watts en su libo The Wisdom of Insecurity: A Message for an Age of Anxiety argumenta que la raíz de nuestra frustración y ansiedad es nuestra tendencia a vivir para un futuro que en esencia es una idea. Escribe:

Si no podemos vivir felizmente sin un futuro asegurado, es que, desde luego, no nos adaptamos a vivir en un mundo finito donde, a pesar de los mejores planes, ocurrirán accidentes, y cuyo único final es la muerte.

Según Watts, para que el miedo se desvanezca, debemos aceptar que no sabemos nada y que de aquello a lo que tememos tampoco sabemos nada, por lo tanto, nuestro desconocimiento es una oportunidad. Nos insta a aceptar nuestra ignorancia y aprender a vivir con la incertidumbre, a fluir con la vida. Lo que nos aleja de la felicidad, es nuestra incapacidad para vivir con plenitud el presente, ya que lo que sabemos del futuro se compone de elementos puramente imaginados y abstractos, son inferencias, conjeturas, deducciones, no hechos ciertos, simplemente posibilidades.

Watts argumenta que todo lo que tenemos es el momento presente, pero renunciamos a experimentarlo plenamente cuando nos retiramos a nuestros pensamientos, predicciones, ansiedades, juicios e incesantes cavilaciones. Watts advierte:

Al vivir siempre para el futuro, quedamos fuera de contacto con esta fuente y centro de la vida, y el resultado es que toda la magia de nombrar y pensar se ha convertido en una especie de fracaso temporal.

David del Rosario y Sergi Torres en su reciente libro La biología del presente, plantean que existen dos maneras de vivir:

  • La biología de la supervivencia, que es cuando rechazamos lo que nos sucede y nos negamos a aceptar y experimentar ciertas posibilidades y experiencias.
  • La biología del presente, cuando damos la bienvenida a todo aquello que la vida trae y nos abrimos a la oportunidad de explorar todas las opciones de nuestra experiencia humana.

Estos investigadores, afirman que los seres humanos como media tenemos unos 60.000 pensamientos al día, de los cuales, la mayoría son negativos. La capacidad de nuestra mente de crear tantos pensamientos unida a nuestra tendencia a identificarnos con esos pensamientos, son el caldo de cultivo perfecto para vivir en modo de supervivencia, de vivir en el miedo. Afirman:

No venimos precableados para percibir el peligro, este argumento no es más que una posibilidad a la que damos la condición de hecho.

Este sesgo negativo del mundo nos hace hipersensibles al peligro. En cada día concatenamos entre ocho y doce amenazas imaginarias y hacemos de la supervivencia y el estrés una forma de vida. La mayoría de las amenazas empiezan y acaban en nuestra mente. Cuando le damos a un pensamiento la condición de hecho o realidad, ese pensamiento empieza a adquirir la capacidad de controlarnos. Pero si lo consideramos simplemente lo que es, es decir, una idea, una propuesta, si le quitamos la condición de un hecho cierto, podemos dejar de pensar la vida y comenzar a vivirla. Afirman:

Confundimos pensamientos con realidades.

Daniel Kahneman premio Nobel y pionero en la investigación de la toma de decisiones en su libro Thinking Fast and Slow, explica que las personas asumimos que lo que vemos es todo lo que hay. Conformamos nuestros juicios e impresiones de acuerdo a la información que tenemos disponible. Cuando tomamos decisiones, nuestra mente solo tiene en cuenta las cosas que conoce, independientemente de su calidad y cantidad, y construye un relato que nos resulte coherente. Este relato no tiene por qué ser exacto, completo, o fiable, sólo tiene que ser coherente, tipo causa-efectoConfundimos correlación con causalidad. Un ejemplo claro de este fenómeno se produce cuando conocemos a alguien. Tardamos menos de un segundo en formarnos una impresión de esa persona. En seguida decidimos si es amable y agradable, o dominante y hostil, y si nos va a gustar o no. Y todo esto lo hacemos basándonos en información incompleta, percepciones e intuiciones, como aspecto, rasgos faciales, voz, gestos o la forma de moverse.

Charles Duhigg en su libro The Power of Habit, explica que el cerebro siempre está buscando la forma de ahorrar esfuerzo. Utiliza sus mecanismos para convertir casi toda rutina en un hábito, porque los hábitos consumen menos energía mental. Este instinto de ahorrar energía es una gran ventaja. Un cerebro eficiente no necesita tanto espacio, y nos permite dejar de pensar constantemente en las conductas básicas, como caminar y decidir qué vamos a comer, así que podemos dedicar nuestra energía mental a otras actividades, sin embargo, esta capacidad tiene un lado negativo. Kate Swoboda en su libro The Courage Habit, afirma que en el actual contexto hemos transformado el miedo en un hábito, con su ciclo automático de señal-rutina-recompensa. Al no ser capaces de resolver adecuadamente situaciones conflictivas del pasado, construimos un recuerdo recurrente y doloroso de dicho suceso, y estos recuerdos regresan una y otra vez al presente y los experimentamos como amenazas futuras posibles. Condicionamos nuestro dolor. Lo predisponemos. Reaccionamos como si hubiera dolor donde no lo hay porque lo esperamos.

David del Rosario, en su libro El libro que tu cerebro no quiere leer, afirma que entender cómo nuestra mente genera los pensamientos e interpreta el contexto, nos permite influir para sustituir el miedo, las imágenes mentales más arraigadas y los mecanismos de respuesta automáticos por confianza. Afirma:

Las redes neuronales que controlan la confianza son exactamente las mismas redes neuronales que controlan el miedo […] el miedo y la confianza son la misma cosa, son dos caras de la misma moneda, significa que no podemos sentir miedo y confianza al mismo tiempo; o sentimos miedo o confiamos. A fin de cuentas, cada pensamiento que tenemos tiene asociado un nivel de confianza/miedo.

Del Rosario explica que confiar es dejar de negociar con la vida. Confiar es reconocer nuestra ignorancia. Confiar es entender que nuestra personalidad es una mezcla de creencias y pensamientos que podemos dejar de usar cualquier momento. El ser humano se ha convertido en el único ser vivo capaz de preocuparse por cosas que no han ocurrido y puede que nunca ocurran. Nuestro sistema nervioso construye pensamientos acerca de aquello que se encuentra en su foco de atención haciendo uso de recuerdos, planes futuros y condiciones presentes. Así como la función del corazón es bombear sangre, y la de los pulmones aire, la función de nuestra mente es proponernos pensamientos. Del Rosario, afirma:

Un sistema de pensamiento es un conjunto de propuestas neuronales que usamos frecuentemente.

Usar o tirar es una premisa que rige la vida y la energía. Los recuerdos que no se usan se olvidan. Un recuerdo, una creencia o una proyección futura son formas de pensamiento. Poco importa si apuntan al pasado, al futuro o les damos la condición de realidades. Son pensamientos, propuestas, posibilidades. Aprender a aplicar la regla de usar o tirar a cada una de las historias que nos propone nuestro cerebro, implica preguntarnos: ¿Este pensamiento es eficaz o ineficaz para abordar esta situación?  La experiencia en sí misma no cambia demasiado. Lo que cambia drásticamente es nuestra relación con la experiencia. Del Rosario afirma:

Ser humano no consiste en cambiar las cosas que pensamos. Ser humano consiste en decidir si las propuestas neuronales que nos propone nuestro cerebro son adecuadas o no.

El término zen japonés shoshin se traduce frecuentemente como mente de principiante y se refiere a una paradoja: cuanto más creemos saber sobre un tema, es más probable que cerremos nuestra mente para seguir aprendiendo. Shunryu Suzuki en su libro Zen Mind, Beginner’s Mind escribió:

En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la del experto hay pocas.

Felicidad y sufrimiento comparten el mismo origen, son las dos caras de la misma moneda. Si realmente queremos mejorar nuestra calidad de vida, debemos cuestionar nuestras creencias y pensamientos. Dejar a un lado la manía de culpar a las situaciones de vida y a los demás de las cosas que sentimos, y tomar conciencia que son nuestras propias ideas las que nos limitan o expanden. Pero, sobre todo, comprender que nuestros pensamientos son solo propuestas neuronales, no hechos ni realidades. Como advertía Immanuel Kant

No vemos el mundo como es, sino como somos.

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