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Eterno retorno

En algún momento antes del año 2025, Estados Unidos pasará por una gran crisis histórica, similar a la Revolución, la Guerra Civil… la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. El riesgo de catástrofe será muy alto. La nación podría estallar en insurrección o violencia civil, resquebrajarse geográficamente o sucumbir a un régimen autoritario. Si hay una guerra, es probable que sea una de máximo riesgo…

Este vaticinio fue realizado hace más de 25 años por el historiador, economista y demógrafo Neil Howe junto al fallecido William Strauss. Está basado en su controvertida Teoría generacional, que presentaron en el libro Generations de 1991, y luego expandieron en el libro The Fourth Turning de 1997. Howe y Strauss, también son los responsables de haber acuñado el término millennial para referirse a los nacidos a partir de 1982.

Esta propuesta surgió en una época en la que predominaban enfoques más optimistas, como las del politólogo Francis Fukuyama en su libro El fin de la historia. Algunos académicos aplaudieron la teoría de Strauss–Howe, y la calificaron de audaz e imaginativa, mientras que otros la consideraron pseudocientífica, excéntrica, y como un elaborado horóscopo histórico que nunca resistiría el escrutinio académico.

Sin embargo, han pasado muchas cosas desde 1997; el atentado a las torres gemelas, la guerra contra el terrorismo, el colapso financiero de 2008, una pandemia global, la invasión de Rusia a Ucrania, la inflación, y cada vez más cerca del 2025. En una reciente entrevista Howe señaló:

La guerra, como de costumbre, está activando el “cerebro reptiliano” de la generación actual, con sus antipatías tribales. Nuestro momento actual es como el período previo a la Segunda Guerra Mundial en la década de 1930.

Strauss y Howe identificaron una serie de patrones históricos que se repiten. Concluyeron que las sociedades pasan por una secuencia de giros una y otra vez, repitiendo en cada época el mismo ciclo de estados de ánimo sociales y etapas culturales que ya han experimentado muchas veces en el pasado. Analizaron tres teorías sobre el tiempo:

  • El tiempo caótico, que disuelve las relaciones causa-efecto. No hay patrones reconocibles.
  • El tiempo cíclico, en que todo, como la naturaleza vuelve a repetirse.
  • El tiempo lineal, que considera el tiempo como una secuencia única y progresiva, con un comienzo y un final.

Strauss y Howe plantean que, así como las personas pasamos en nuestra vida por etapas de infancia, edad adulta, mediana edad y vejez, las generaciones están moldeadas por eventos históricos y entornos psicosociales similares. La historia, entonces es una rueda que gira en respuesta a generaciones arquetípicas. Su teoría está basada en una visión cíclica del tiempo, una versión actualizada de la metáfora del eterno retorno. En palabras de Howe:

Si le preguntas a historiadores académicos, dirán que la historia es una tendencia lineal continua de declive o caída, lo que creo que es poco creíble, o completamente aleatorio o caótico, en cuyo caso es irrelevante […] Sugerimos que la historia, está impulsada por ciclos de generaciones que se repiten. Es casi como las estaciones del año.

El concepto del eterno retorno, se encuentra en las culturas tradicionales, la filosofía india, en el antiguo Egipto y los griegos. Aunque con la expansión del cristianismo, cayó en desuso. Nietzsche lo retomó y propuso como un experimento mental en La gaya ciencia, parágrafo 341, que tituló: La carga más pesada:

¿Qué dirías si un día o una noche se apareciera furtivamente un demonio en tu más honda soledad y te dijera: “Esta vida, tal como la vives ahora y como la has vivido, deberás volverla a vivir una e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que habrán de volver a ti cada dolor y cada placer […] Te pregunto: ¿Cómo reaccionarías? ¿No te tirarías al suelo rechinando los dientes y maldiciendo al demonio por tu destino? ¿O al revés, no vivirías un formidable instante en el que serías capaz de responderle: “Gracias, tú eres un dios; nunca había escuchado cosas más divinas”? Si te dominara este pensamiento, seguro te transformaría, convirtiéndote en otro diferente al que eres, tal vez hasta torturándote. ¡Esta pregunta hecha en relación con todo y con cada cosa: “¿quieres que esto se repita una e innumerables veces más eternamente?” esta pregunta pesaría sobre ti como tu carga más pesada!

Nietzsche, nos invita a imaginar una recurrencia eterna en la que nada cambia. Reconoce que la idea es aterradora, pero también la ve como un ejercicio para afirmar nuestra existencia, incluso los aspectos más horribles de ella. Tales consideraciones nos ayudan a confrontar una pregunta existencial fundamental: ¿Qué haríamos si supiéramos que los eventos, situaciones y experiencias de nuestra vida se van a repetir eternamente?

Como observa Nietzsche, el pasado puede ser particularmente difícil de aceptar. Está fuera de nuestro alcance, es imposible cambiarlo. En Así habló Zaratustra, señala:

De esta manera, la voluntad libertadora se ha hecho maligna y toma venganza sobre todo lo que es capaz de sufrimiento, de su impotencia para retroceder en el tiempo. Esto, y nada más que esto, es el fundamento de la venganza: la repulsión de la voluntad contra el tiempo y su «fue».

La vida misma puede hacerse insoportable con la idea de que hay algunas cosas que son imposibles de rectificar. No es de extrañar que la fantasía de una segunda oportunidad sea tan atractiva. En la recurrencia de Nietzsche, no hay segundas oportunidades, ni nuevos comienzos, ni segundos actos. La lección del eterno retorno de Nietzsche es el poder de la aceptación. Amar la existencia hasta el punto en que uno desea que se repita, requiere una fuerza sobrehumana de carácter o ceguera ante un sufrimiento grande y generalizado. Matt Bennett, en su artículo Eternal recurrence and the meaning of life, señala:

Nietzsche predica no solo hacia nuestros momentos más felices, sino hacia toda la vida y hacia toda la existencia misma. Su idea de recurrencia nos pregunta si podemos amar al mundo tan profundamente que no solo toleraríamos un eterno retorno, sino que anhelamos activamente que todo se repita, que lo hagamos todo de nuevo, exactamente como fue.

Este nivel de aceptación y amor por la vida que propone Nietzsche, para los simples mortales requiere suerte y privilegio. Pero, para muchos podría ser una tortura, condena o incluso un insulto. Darío Sztajnszrajber, señala que cuando las propuestas de la ciencia, la filosofía, o la religión no alcanzan, el arte puede ayudar.

El día de la marmota, en el nivel más trivial, puede ser considerada una comedia romántica de Hollywood de 1993. Dirigida por Harold Ramis, fue protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell. Con el tiempo, la película ha crecido en estima ya que proporciona un tratamiento deslumbrante del concepto de eterno retorno.

Bill Murray interpreta a Phil Connors, un presentador del clima en un canal de televisión de Pittsburgh. Junto a su nueva productora y un camarógrafo son enviados, a un pequeño pueblo, a realizar un reportaje, ya que, según la tradición, cada 2 de febrero, el comportamiento de una marmota determina el final del invierno. Phil es un tipo odioso, egocéntrico y arrogante, convencido que es poco valorado y está profundamente aburrido de su trabajo.

Hecho el reportaje de la famosa marmota, el grupo intenta regresar a Pittsburgh, pero una tormenta de nieve cierra las carreteras y los obliga a pasar la noche en el pueblo. Para su consternación, a la mañana siguiente, Phil se despierta y descubre que inexplicablemente, de nuevo es 2 de febrero, el día de la marmota, tal cual como el día anterior. Después de varias repeticiones, confirma que al parecer está destinado a despertarse cada mañana en el día de la marmota, una y otra vez, sin poder salir del bucle.

Al principio, la incredulidad, la confusión, la ira y la consternación lo embargan. Luego viene la liberación, y se da cuenta de que, como no hay mañana, puede darse gustos sin preocuparse por las consecuencias. Decide aprovechar la información que obtiene, para beneficiarse al siguiente día. Trata de enamorar a su compañera de trabajo, pero es rechazado. Se suicida, pero vuelve a despertar. Así que prueba todas las formas de suicidio posibles, pero cada vez se despierta de nuevo el día 2 de febrero, en el mismo día de la marmota.

A medida que avanza la historia, Phil se cansa de su hedonismo. Decide salir de su egocentrismo y desarrollarse. Aprende a tocar piano, esculpe estatuas en hielo, aprende a hablar francés, estudia medicina y se ocupa de conocer a todas las personas del pueblo. Su eterno retorno es una oportunidad de redención. Dedica su tiempo a los demás, en última instancia, aprende a amar, y así, se rompe el misterioso bucle de tiempo, y puede despertar un 3 de febrero. Pero siendo otra persona. En palabras de Bennett:

El día de la marmota presenta la idea de recurrencia como un desafío para el cambio. La recurrencia del mismo día es una forma de demostrar que incluso si el mundo que nos rodea sigue siendo el mismo, al alterar nuestra perspectiva sobre él, así como nuestras acciones, podemos infundir una vida sin consecuencias con significado. La repetición de los mismos acontecimientos no tiene por qué llevar a la desesperación y puede ser una oportunidad para el crecimiento y la redención.

En el mundo de Phil no hay un retorno de lo idéntico como propone Nietzsche, ya que es capaz de actuar de manera diferente cada día y hacer que sucedan eventos diferentes, pero tampoco cada repetición es más afirmativa que la anterior. El día de la marmotapresenta una versión mucho más humana del eterno retorno. Phil se abre camino en gran medida impulsado por el amor, y en ese punto escapa de la recurrencia.

En el eterno retorno de Nietzsche, el individuo no tiene memoria de sus experiencias anteriores. En El día de la marmota, el protagonista sí, pero es el único, le guste o no. Después de tantas iteraciones, Phil, está tan alejado del día original, que cuando sale del bucle, no vuelve a la normalidad, sino que es otra persona, sale transformado. Michael Faust, en su libro Nietzsche: The God of Groundhog Day, escribe:

El día de la marmota es una obra maestra del existencialismo. La lección de la película es que podemos escapar de cualquier dilema en el que nos encontremos si adoptamos la actitud correcta. Como descubre el protagonista, es una lección difícil; pero aprenderla es obtener los medios para trascender los problemas de la vida.

Las segundas oportunidades son menos comunes de lo que esperamos. Pero la vida no sería nada sin alguna esperanza de encontrar sentido en un mundo en gran medida impermeable a nuestra voluntad. El día de la marmota nos propone un enfoque a considerar para cambiar nuestra actitud frente a nuestras recurrencias. Para abordar mejor los sucesos que volvemos a experimentar y vivimos reiteradamente. Julia Cameron en su libro The Artist’s Way, hace la siguiente reflexión:

Repasarás algunos de los mismos temas una y otra vez, pero en cada una de esas vueltas te encontrarás en un nivel diferente. Nunca está todo hecho en una vida creativa. Existen frustraciones y recompensas en todos los niveles del camino. Nuestro objetivo es encontrar un sendero, definir el ritmo y comenzar a escalar.

A lo largo de nuestras vidas, constantemente damos vueltas a los mismos problemas, temas y desafíos. El pasado sigue resonando. Aunque busquemos un crecimiento lineal, es preferible considerar el camino como una espiral. Esta forma de considerar el tiempo no es solo teórica, sino un marco para vivir.

Strauss y Howe, explican que en las sociedades en que se conceptualiza el tiempo como cíclico, nadie intenta fingir que no se acerca el invierno. En el mundo cíclico, las personas sobrevivían a los periodos de escasez porque se preparaban cuando había abundancia. Lamentablemente, en una sociedad en que creemos que el tiempo es únicamente lineal, exigimos un crecimiento y progreso constante, y asumimos que prepararnos para lo peor es improductivo y pesimista. Concebir el tiempo como una espiral nos da permiso para crecer sin exigir perfección. Cuando se le preguntó a Gurdjieff sobre el eterno retorno, dijo:

¿De qué sirve que un hombre sepa acerca de la recurrencia si no es consciente de ello y si él mismo no cambia?

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