adaptación

Sindrome de hubris

En diciembre de 2019, Boris Johnson, político y periodista británico, logró la mayor victoria electoral del partido conservador en el Reino Unido desde los tiempos de Margaret Thatcher. Esta semana renunció como líder del partido y abrió la opción a la elección de un nuevo primer ministro.

Durante su liderazgo, el Reino Unido ha vivido algunos de los episodios más conflictivos de su historia reciente; la salida de la Unión Europea, la pandemia del coronavirus, la guerra en Ucrania y el aumento de la inflación. Desafíos globales, que, en el caso de Johnson, fueron acompañados por una serie de escándalos y polémicas que deterioraron su credibilidad y liderazgo hasta consolidar su caída.

Johnson, nunca fue partidario de la tradición o las reglas. Steve Taylor, profesor de psicología en la Universidad Leeds Beckett, en su artículo The darkness of Boris Johnson, explica que es difícil entender por qué el primer ministro se comporta como lo hace. ¿Por qué nunca se disculpa o admite errores? Taylor escribe:

Johnson a menudo es acusado de deshonestidad. Sin embargo, puede que no sea tanto que mienta intencionalmente, sino que no tiene una noción fija de la verdad […] Desafortunadamente, es común que este tipo de personalidades se conviertan en líderes.

Según Taylor, las personas con un profundo sentido inconsciente de carencia, tienen un fuerte deseo de poder y dominación. Y sus capacidades y habilidades para manipular les permiten alcanzar posiciones de poder con bastante facilidad.

El político y médico británico David Owen ha escrito extensamente sobre la relación entre la enfermedad y la política, con un énfasis particular en la arrogancia. De hecho, fue quien acuñó el término síndrome de hubris. En su libro En el poder y en la enfermedad, analiza a jefes de estado y de gobierno de los últimos cien años. Owens explica que la experiencia del poder para la gran mayoría de las personas provoca cambios psicológicos que conducen a la grandiosidad, al narcisismo y al comportamiento irresponsable.

Owen afirma que los políticos y otras personas en posiciones de poder desarrollan un conjunto de comportamientos que tienen un tufillo a inestabilidad mental. Cita a Bertrand Russell, quien aseguraba que cuando la humildad no está presente en una persona poderosa, esta se encamina hacia un cierto tipo de locura: la embriaguez del poder. El historiador inglés Ian Kershaw tituló los dos volúmenes de la vida de Hitler como: Hitler 1889-1936: Hubris y Hitler 1936-1945: Némesis.

La palabra hubris deriva del griego hybris, en su significado moderno describe a una persona que, por su excesiva soberbia, arrogancia y autoconfianza, desprecia los límites divinamente fijados para la acción humana. Es el orgullo que ciega, y hace que el arrogante actúe de manera estúpida y contra el sentido común. En la mitología griega, está el ejemplo de Ícaro, que se atrevió a desafiar al sol volando directamente hacia él, y el rey persa Jerjes, que ordenó azotar al mar porque una tormenta destruyó sus buques. Sin embargo, existía la diosa Némesis que era la encargada de poner las cosas en su lugar.

Según los griegos, la trayectoria de la hubris tenía más o menos las siguientes etapas. El héroe se gana la gloria y la aclamación al obtener un éxito inesperado. La experiencia se le sube a la cabeza: empieza a tratar a los demás, como simples mortales, con desprecio y desdén. Adquiere tanta confianza en sus capacidades y superioridad que se cree capaz de lograr cualquier cosa. Este exceso de confianza lo hace interpretar equivocadamente las situaciones y comienza a cometer errores. Al final, se lleva su merecido y se encuentra con su Némesis, que lo destruye. A menudo los dioses ordenan la intervención de Némesis cuando consideraban que los actos de un arrogante mortal transgredían los límites de la condición humana. Los dioses no toleran semejante cosa, y lo destruyen. La moraleja es que debemos cuidar que el poder y los éxitos se nos suban a la cabeza y meter la pata. La hubris precede a la caída.

Jim Collins, es un académico especializado en gestión empresarial reconocido mundialmente, por libros como Empresas que sobresalen y Empresas que perduran en los que analiza e identifica prácticas de empresas exitosas. Tras el impacto generado por la caída de gigantes como Lehman Brothers y Enron, Collins se ocupó de estudiar Como caen los poderosos. En ese libro indagó en los factores que arrastran a las grandes empresas a la ruina. Collins escribe:

Nos hacemos un flaco favor si estudiamos únicamente el éxito. Podemos aprender más analizando por qué una compañía excelente cayó en la mediocridad (o peor) y comparándola con otra compañía que se mantuvo en una posición de éxito que si sólo estudiamos una empresa exitosa. Es más, una de las claves para mantener unos resultados excelentes radica en entender cómo puede perderse la excelencia. Mejor aprender cómo han caído otros que caer en sus mismos errores por ignorancia.

Toda empresa es vulnerable y susceptible de entrar en una fase de declive. Cualquiera puede caer de su pedestal. En la caída de los poderosos, Collins identificó cinco fases:

  • Fase 1: arrogancia nacida del éxito: En esta fase la empresa se vuelve arrogante, cree que su éxito es un derecho adquirido y pierde la perspectiva necesaria para identificar y reconocer todos los factores que facilitaron sus logros. Esta visión sesgada da inicio al declive.
  • Fase 2: búsqueda indisciplinada de crecimiento: Esto puede traducirse en más escala, más presencia, más crecimiento, más aclamación, más de todo lo que se considera símbolo de éxito. La avaricia, el exceso de ambición profundiza el declive.
  • Fase 3: negación del riesgo y el peligro: Empiezan a acumularse las señales de peligro, sin embargo, los líderes les restan importancia, destacan solo la información favorable e interpretan de manera positiva los datos ambiguos. Empiezan a asumir riesgos desmedidos y se niegan las consecuencias de las decisiones.
  • Fase 4: búsqueda desesperada de salvación: Los errores se acumulan y llevan a la empresa a una vertiginosa caída visible por todos. Los líderes comienzan a buscar cualquier camino rápido de salvación. Nuevos líderes carismáticos y visionarios, estrategias no probadas, transformaciones radicales, revolución cultural drástica, nuevo producto superventas o cualquier solución mágica. Al principio, estas medidas pueden funcionar, pero no perduran.
  • Fase 5: Capitulación: irrelevancia o muerte: El cúmulo de errores, más los costosos intentos fallidos de salvación pasan la cuenta en las finanzas y el ánimo hasta el punto que los líderes pierden toda esperanza de recuperación, e incluso abandonan el barco. La empresa se reduce hasta llegar a la irrelevancia total; y, en los casos más extremos, desaparece.

El patrón común que encontró Collins en las diferentes fases de la caída de las grandes empresas fue la arrogancia de sus líderes. Arrogancia en los saltos indisciplinados dados a áreas en las que no tienen competencias. Arrogancia en la persecución de un crecimiento desmedido. Arrogancia en las decisiones arriesgadas tomadas visceralmente. Arrogancia en la negación de la posibilidad de que la empresa pueda estar en peligro debido a amenazas externas o problemas internos.

La arrogancia, la soberbia, el ego en políticos, líderes empresariales, deportistas, artistas, científicos, amigos, familiares y conocidos es muy fácil de detectar. El problema es cuando se trata de nuestro propio comportamiento y nuestros propios pensamientos. En esa reflexión, nuestro ego nos susurra suavemente que somos diferentes.

Ryan Holiday, en su libro El ego es el enemigo, relata brevemente en el prólogo parte de su historia. Cuenta cómo llegó a ser el ejecutivo más joven de una agencia de talentos de Beverly Hills, asesorando bandas de rock, escritores super ventas. Ya a los 21 años era un estratega en la marca de ropa exclusiva American Apparel, y a los 25 años publicó su primer libro con su foto en portada. Un estudio de televisión le propuso comprar los derechos para crear un programa sobre su vida. Holiday comenta:

Con el éxito llegó la tentación de “inventarme un cuento” para suavizar los detalles feos y matizar las cosas, para eliminar los golpes de suerte y darle a todo un toque mitológico. Usted sabe, cuentos apasionantes de una lucha hercúlea por alcanzar la grandeza a pesar de todo: pobreza, unos padres que renegaron de mí, el sufrimiento que tuve que soportar debido a mis ambiciones. Todo eso. Es el tipo de historia en la cual, con el tiempo, el talento se convierte en la identidad y los logros representan el propio valor como persona.

El problema es que nunca había sido tan fácil ensalzarse y envanecerse. Hoy podemos alardear de nuestros logros ante admiradores y seguidores con un solo clic. Podemos anunciar grandes noticias en las redes sociales y dejar que nos feliciten. Podemos publicar artículos sobre nosotros mismos. Vivimos en una cultura que estimula los relatos de genios obsesivos y visionarios que reconstruyeron el mundo a su imagen a punta de una fuerza casi irracional. Holiday escribe:

La historia también la hacen muchos individuos que luchan contra su ego a cada paso, que evitan aparecer en público y que ponen sus objetivos más altos por encima de su deseo de reconocimiento. Trabajar con esas historias y relatarlas ha sido mi método para aprenderlas y absorberlas.

La psiquiatra y psicoanalista francesa Marie-France Hirigoyen publicó recientemente el libro Los narcisos han tomado el poder. En el afirma que nuestra sociedad individualista, competitiva al extremo e insegura, influye en nuestra forma de pensar y en los rasgos de personalidad: el sistema favorece a los individuos narcisistas. Hirigoyen, explica:

Los avances tecnológicos y la globalización, que modifican nuestros límites y fomentan sueños de grandeza y de omnipotencia, han conllevado una profunda transformación de lo que somos. Es indiscutible que nuestra sociedad moderna y capitalista, fundada sobre el culto de la eficiencia, la valía de uno mismo y el siempre más, promueve un contexto de cultura narcisista.

Hirigoyen, denuncia la confusión entre el narcisismo sano, que permite tener la suficiente seguridad en uno mismo para autoafirmarse, y el narcisismo patológico que consiste en querer apabullar a los demás. Nuestro ego supone tanto una gran ventaja como un serio lastre. Cuando tiene el tamaño adecuado, es un vector beneficioso que nos proporciona una dosis sana de autoconfianza y elimina la inseguridad, el miedo y la apatía. Por el contrario, si se le deja crecer desproporcionadamente, es capaz de perjudicar nuestra percepción, nuestras decisiones y nuestras relaciones. Para bien o para mal, el ego estará siempre presente en nuestra vida, no da tregua, nunca es neutral y debemos reconocerlo cuando comienza a desbordarse.

La necesidad de ser mejor quemás quereconocido por, más allá de cualquier consideración razonable, es el ego al control. Algunas señales de alerta:

  • Compararse: En general, tendemos a utilizar nuestras propias cualidades positivas como estándar para evaluar a los demás, lo cual nos asegura una comparación favorable respecto a ellos. Asimismo, cuando los demás tienen éxito o fracasan, les damos menos crédito por sus éxitos y los culpamos más por sus fracasos de lo que lo hacemos con nosotros mismos.
  • Sentirse separados: La sensación de ser diferentes, especiales, aislados. Sentir que los demás no nos pueden comprender. Que no pueden entender nuestra situación, nuestras exigencias, obligaciones o condiciones de vida.
  • Ponerse a la defensiva: Esa sensación de incomodidad, esa actitud defensiva que brota cuando alguien desafía nuestras convicciones más profundas. El deseo de mantener a toda costa nuestro punto de vista. Querer tener razón es el mecanismo que toma el ego para dominar.
  • Exhibir brillantez: Esa compulsión para mostrar nuestras capacidades y el talento del que estamos dotados. Sentir que nos merecemos la admiración o la obediencia automática de los demás por ser quienes somos, por el cargo que poseemos o por lo que hemos logrado.
  • Buscar aceptación: Hacer campaña y mover los hilos necesarios para obtener la aprobación de los grupos relevantes para nosotros. Igualamos la aceptación o el rechazo de nuestras ideas con la aceptación o rechazo de lo que somos.
  • No aceptar críticas: El ego nos vuelve testarudos y hostiles frente a la crítica, lo que aleja las oportunidades de aprender y mejorar.

Cuando Johnson anunció que no iba a sufrir una transformación psicológica tras la reciente doble derrota, estaba, en efecto, definiendo su propia caída. Lo especial no es el talento ni la capacidad, y ni siquiera la confianza en uno mismo, sino la humildad, la disciplina y la conciencia. Martin Luther King Jr. señaló:

Hay una especie de guerra civil en curso dentro de la vida de todos nosotros. Un Sur recalcitrante que se rebela contra el Norte de nuestra alma, Y esta lucha se libra de manera permanente dentro de la estructura misma de cada vida.

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *