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Política

La Association for Computing Machinery (ACM), es la sociedad educativa y científica de computación más grande del mundo. En 2021, otorgó el premio Turing a Jack Dongarra. Este reconocimiento es conocido como el Nobel de Computación, y viene con un cheque por un millón de dólares, financiado por Google. Dongarra es profesor de la Universidad de Tennessee. Su trabajo ha estado vinculado a los supercomputadores. En una reciente entrevista en el diario El País, señaló:

Es difícil imaginar lo rápidas que son estas máquinas. La pelea por incrementar la cantidad de FLOPS en cada máquina se ha convertido en una batalla entre potencias. Hay una guerra entre EEUU y China para lograr los computadores más rápidos. Los computadores juegan un papel determinante en el poder científico y otorgan poder geoestratégico.

La guerra es uno de los principales usos de estas máquinas. Los supercomputadores juegan un rol fundamental. Como cualquier tecnología los supercomputadores pueden ser usados tanto para fines positivos como negativos, el uso final lo determinan sus propietarios. Dongarra pregunta:

¿Hemos desarrollado la suficiente ética para mover las cosas en una u otra dirección en cuestiones como los supercomputadores o la Inteligencia Artificial? Pues no lo sé, esa una pregunta política.

Dongarra ha desarrollado toda su carrera en el ámbito académico y en centros de investigación públicos. Como profesor puede decidir qué investigar, en qué trabajar, y así enseñárselo a sus estudiantes. Explica que esta libertad no la tendría si trabajara en una empresa privada. Comenta:

Tengo una gran preocupación respecto a las grandes compañías como Google, Facebook, Microsoft o Amazon que tienen una inmensa cantidad de recursos para desarrollar sus productos, su financiación es prácticamente infinita. Por eso, pueden llevarse todo el talento con sueldos astronómicos y opciones sobre acciones que yo no puedo ofrecer, y eso dificulta enormemente encontrar a la gente adecuada.

Walter Isaacson en The Code Breaker, afirma que los descubrimientos científicos en tres núcleos clave de nuestra existencia: el átomo, el bit y el gen, han acelerado exponencialmente desarrollos tecnológicos como la neurociencia, modificación genética, automatización, colonización interplanetaria, robótica, inteligencia artificial, biohacking y mejora humana, que dan lugar a un poder de acción nunca antes visto. Este conocimiento está en manos privadas gracias a las patentes y el dinero. Hemos ido evolucionando más y más en las últimas décadas hacia una sociedad desigual. Es un tema político.

Las nuevas tecnologías están generando cambios revolucionarios. Los revolucionarios actúan como si estuvieran destruyendo lo viejo y comenzando algo nuevo. Sin embargo, la mayoría de las veces, las revoluciones se parecen más a las ruedas de la fortuna: lo único que realmente gira es el elenco de personajes en la parte superior. Mientras que la estructura sigue siendo la misma.

Douglas Rushkoff en libros como Survival of the Richest y Team Human, argumenta que la revolución tecnológica, por muy pura que fuera en sus inicios, produjo que surgiera una nueva élite de tecnólogos que creen que están especialmente capacitados para crear reglas para toda la humanidad. Pero esas reglas siguen las mismas prácticas de desigualdad y abuso. Entregamos la tecnología digital al mercado. Esto pudo haber generado una economía más circular y equitativa, pero, en cambio, terminó sirviendo a la misma lógica de siempre. El capitalismo descubrió que nuestros datos se podían vender y que eran un gran negocio. Rushkoff comenta:

Eso ha sido bueno para crear un crecimiento exponencial a corto plazo y para crear algunos multimillonarios. Los capitalistas de riesgo aparecen y ven las nuevas empresas de la misma manera que los mafiosos ven un restaurante: “este es un buen lugar para lavar dinero”.

Rushkoff propone un cambio de perspectiva. Aboga por reformular el enfoque de toda esta creatividad y conocimientos en beneficio de la sociedad en su conjunto. Este enfoque está respaldado por la historia. De hecho, las épocas más innovadoras de nuestro pasado han sido consideradas un renacimiento; literalmente el renacer de viejas ideas y valores en un nuevo contexto. Recuperar valores fundamentales.

Tras la caída de Roma, muchas de las grandes ideas del mundo clásico, se perdieron. Innumerables libros fueron destruidos. La biblioteca de Alejandría, fue arrasada. La historiadora Violet Moller en su reciente libro La ruta del conocimiento rastreó cómo fueron preservadas las ideas de tres de los más grandes científicos de la antigüedad Euclides, Galeno y Ptolomeo, que transformaron la astronomía, las matemáticas y la medicina. Moller descubrió que la conservación del conocimiento e ideas de la ciencia clásica, se logró gracias a la existencia de ciudades que tenían el contexto adecuado para el florecimiento del saber. Alejandría, Bagdad, Córdoba, Toledo, Salerno, Palermo, Venecia contaron en ciertos periodos de la historia con la estabilidad política, medios económicos, textos, personas de talento y, lo más sorprendente, un ambiente de tolerancia y aceptación a todo tipo de nacionalidades y religiones. Moller escribe:

En 1500, Europa estaba al borde de la revolución científica, de realizar los descubrimientos trascendentales que crearían las condiciones en las que la ciencia florece hoy en día. Esos descubrimientos no habrían sido posibles sin los siglos de reflexión, investigación y creación literaria que los precedieron, dando continuidad a las distintas ramas del saber.

El periodo de la historia conocido como el Renacimiento fue una de las épocas más ricas en lo que respecta al desarrollo humano: en las ciencias y en el arte, pero también en la filosofía y en el pensamiento político. El Renacimiento fue un fenómeno de origen italiano. A grandes rasgos, se considera que ocurrió entre los años 1400 y 1600. Renacimiento significa volver a nacer, Herminio Sánchez de la Barquera y Arroyo, en su ensayo El contexto sociocultural de Nicolás Maquiavelo, Escribe:

El hombre vuelve a ser “la medida de todas las cosas”, como dijera Protágoras. Sin perder la relación con Dios y con el cristianismo, el hombre ahora se orienta en sí mismo, nutriéndose el Renacimiento con la idea del humanismo medieval.

El Renacimiento se comprende mejor si se piensa como un punto de inflexión, un cruce en que se traslapan y funden ideas, hábitos y prácticas del mundo medieval con el naciente mundo moderno. El espíritu renacentista combinaba un interés por todo lo humano con un entusiasmo por la filosofía, arte y cultura de la antigüedad clásica. En esta época emergieron artistas, científicos y pensadores fundamentales como Leonardo, Miguel Ángel, Ficino, Mirandola, y Ariosto. El conocimiento pasó al primer plano de los intereses sociales y políticos.

Una de las ciudades más propicias para la creatividad y la innovación fue la Florencia del Renacimiento. Su economía era próspera. Una tercera parte de sus habitantes sabían leer y escribir, la tasa más alta de Europa. Muchos de los artistas de la ciudad también eran arquitectos y su industria textil se había configurado mediante la unión de tecnología, diseño, química y comercio. Esta combinación de ideas de distintas disciplinas pasó a ser la norma. A diferencia de otras ciudades estado del resto de Italia, en Florencia no gobernaba una monarquía hereditaria. Los más prósperos comerciantes y dirigentes gremiales habían fundado una república.

En mayo de 1498, se integró a este naciente gobierno republicano, un brillante joven de 29 años, Nicolás Maquiavelo. Cuyo legado en la historia es tal que el estudio de la política se suele dividir en un antes y después en torno a su figura. Después de cinco siglos, la vida y obra de Maquiavelo no ha dejado de ocupar a investigadores, políticos, religiosos, periodistas, empresarios, así como del público en general. Es utilizado mediante su paráfrasis como arma intelectual o justificación de cualquier decisión política. Maquiavelo era un hombre de acción política. En una carta dirigida a su amigo Francesco Vettori, escribió:

La fortuna ha hecho que, como no sé discurrir ni del arte de la seda ni del arte de la lana, ni de las ganancias ni de las pérdidas, me toca razonar del Estado.

Maquiavelo, sirvió como secretario del gobierno de la República de Florencia por 14 años, tiempo que seguramente se habrían prolongado, si no hubiera sido por los conflictos típicos de los Estados italianos del siglo XVI. De hecho, escribió sus más grandes obras políticas luego que perdió su empleo. Su obra más conocida, El príncipe, la escribió con el propósito de volver al servicio público.

Maquiavelo era un republicano, pero pensaba que era mejor tener un buen principado que una república blanda, ineficaz, débil e incompetente. Quería un Estado vigoroso y consideraba que el mejor Estado era una república fuerte que, además, proporcionara una visión justa de los ciudadanos. Aunque sabía que la naturaleza humana es compleja:

Los hombres proceden de distinta manera para alcanzar el fin que cada uno se ha propuesto, esto es, gloria y riquezas.

Maquiavelo leyó y releyó respecto de las instituciones y la vida política de la República romana, a partir de lo cual saboreó la gloria y el prestigio de la antigua ciudad, y comenzó a extraer una serie de enseñanzas y experiencias que creyó podían adaptarse a la vida contemporánea de su amada Florencia. En Discursos escribió:

En toda república hay dos espíritus contrapuestos: el de los grandes y el del pueblo y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunión entre ambos, como se puede ver fácilmente por lo ocurrido en Roma.

Con su brutal franqueza, Maquiavelo obliga a enfrentar los dilemas morales más álgidos. Posiblemente ningún autor desafía tanto a sus lectores. Sin embargo, hay tres conceptos en su pensamiento claves en su genialidad: la fortuna, la virtud y la gloria. Para Maquiavelo, vivimos influenciados por estas tres fuerzas. La fortuna, puede entenderse como la herencia, el destino, el azar, la suerte, lo que nos ocurre si no hacemos nada. La virtud, por el contrario, es nuestra voluntad, nuestras decisiones, nuestras deliberaciones, nuestras acciones, las cualidades necesarias para impulsar cambios positivos en nuestra vida colectiva. La gloria, es la trascendencia, inseparable del bien común, los medios buenos y también el éxito. La virtud es lo que permite al príncipe hacer frente a la fortuna y alcanzar la gloria para sí y la seguridad para su pueblo.

No se llamará virtud la matanza de sus conciudadanos, la traición de sus amigos, la deslealtad, la falta absoluta de humanidad y la carencia de religión: son estos medios de adquirir el imperio, pero no la gloria.

Peter-Paul Verbeek de la Universidad de Twente, afirma que la tecnología abre un mundo de posibilidades, pero como sociedad somos responsables de las elecciones que hagamos con ellas. Los humanos y las tecnologías estamos vinculados. Las tecnologías facilitan muchos aspectos de nuestra vida. A menudo podemos lograr más en menos tiempo, o hacer cosas que antes simplemente no podíamos hacer. Pero también las tecnologías nos transforman, pueden afectar nuestro trabajo, nuestros talentos, nuestras vidas y nuestro futuro. Pueden estrechar nuestras perspectivas y limitar nuestras opciones. Incluso si consideramos que una tecnología es indeseable, no podemos ignorarla. La tecnología está ahí, y eso pone la responsabilidad en nuestras manos. El reconocido filósofo moral australiano Peter Singer en una conferencia reciente sobre ética y tecnología señaló:

Abrigo la esperanza de que utilizaremos la tecnología para lograr una vida mejor para todos de un modo más equitativo que ayude a los más desfavorecidos.

Dos meses antes de morir, Maquiavelo le escribe nuevamente a su amigo Francesco Vettori:

Amo a mi ciudad más que a mi alma.

Leonidas Montes en su ensayo Republicanismo, realismo y economía política en EL PRÍNCIPE, relata que Maquiavelo recibió una oferta de trabajo para convertirse en asesor del noble romano Prospero Colonna. Un gran sueldo de 200 ducados de oro más gastos. Pero prefirió permanecer en Florencia. El 21 de junio de 1527, a los 58 años el Machia, como lo llamaban sus amigos, muere, posiblemente de peritonitis. Maquiavelo fue un amante de su Florencia, de la libertad, de la igualdad civil de los clásicos, de las mujeres y de su familia. Cuenta la leyenda que poco antes de su muerte tuvo un sueño:

Se encuentra con un grupo de personajes miserables y andrajosos. Les pregunta quiénes son y adónde van. Y le responden que son los santos camino al cielo. Otro grupo de personajes bien vestidos camina solemnemente hablando de política. Entre ellos, Maquiavelo reconoce a Platón, Tácito y Plutarco. Les pregunta quiénes son y adónde van. Y le responden “somos los condenados camino al infierno”.

La gloria, bien lo sabía Maquiavelo, tenía su precio.

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