adaptación

Perro estoico

Alrededor de las 17:30 del 10 de diciembre de 1914, se produjo una explosión en Nueva Jersey. Diez edificios de la fábrica de Thomas Edison, se incendiaron.

En un artículo aparecido en el Reader’s Digest en 1961, su hijo Charles, relata que Edison se acercó tranquilamente mientras observaba cómo el fuego consumía el trabajo de toda una vida y le dijo:

Ve a buscar a tu madre y a todos sus amigos. Nunca volverán a ver un fuego como este.

Cuando Charles se opuso, Edison replicó:

Está bien. Acabamos de deshacernos de un montón de basura.

Según la biografía de Matthew Josephson, Edison perdió en el incendio el equivalente actual de 23 millones de dólares. La tragedia fue de tales proporciones que incluso Nikola Tesla, le envió un telegrama, diciendo:

Como uno de sus millones de admiradores, le envío mi más sentido pésame […] No es sólo una pérdida personal y nacional, sino una pérdida mundial, porque usted ha sido uno de sus mayores benefactores.

La reacción de Edison frente a esta catástrofe, no fue desesperación. No lloró. No se enfureció. No se arrojó a las llamas. Sino que observó, y se puso a trabajar. En una entrevista declaró:

He pasado por muchas cosas como esta. Evita que un hombre se vea afectado por el hastío […] Aunque tengo más de 67 años, empezaré de nuevo mañana.

Edison, reconoció que estaba agotado, pero cumplió su palabra. No despidió a ninguno de sus empleados. Con un préstamo de su amigo Henry Ford a la mañana siguiente comenzó la reconstrucción de su fábrica. Convirtió este desastre en un ejemplo de resiliencia.

En el libro The Obstacle Is the Way, Ryan Holiday señala que la actitud de Edison se corresponde con la grandeza que Nietzsche denomina Amor Fati, que es una locución latina que puede traducirse como amor al destino. En Ecce Homo, Nietzsche escribe:

Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati: el no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y aún menos disimularlo ―todo idealismo es mentira frente a lo necesario― sino amarlo.

El consejo de Nietzsche es no esconderse frente al destino, no ocultarse, ni desear que sea diferente. El destino es lo que es, no lo que deseamos que sea, por lo que nos conviene aceptarlo. Hasta aquí el consejo es razonable, sin embargo, Nietzsche va un paso más allá y nos recomienda no solo aceptar con resignación lo que nos ocurre, sino amarlo y abrazarlo. En La voluntad de poder, escribe:

Si afirmamos un solo momento, no sólo nos afirmamos a nosotros mismos, sino también a toda la existencia. Porque nada es autosuficiente, ni en nosotros mismos ni en las cosas; y si nuestra alma ha temblado de felicidad y ha sonado como las cuerdas de un arpa una sola vez, toda la eternidad fue necesaria para producir ese único momento y en este único momento de afirmación toda la eternidad se dio por buena, fue rescatada, justificada, afirmada.

Para Nietzsche cada momento de felicidad que hemos vivido, requirió que el mundo entero y toda la historia sucedieran. Sin esa historia, y todos los eventos asociados, no habríamos podido experimentar ese instante de felicidad. Entonces, resistirnos, odiar o quejarnos por nuestro destino, es resistirnos a la trama de la vida que sustenta nuestras circunstancias. Su invitación es asumir y celebrar lo que nos ocurre, como parte de nuestra experiencia única e intransferible, hasta el punto incluso de querer revivirla. Cualquier momento afrontado con autenticidad merece ser celebrado y revivido si es necesario. Al fin y al cabo, un evento o suceso que hoy nos parece trágico, tal vez en un futuro adquiera un sentido más profundo, enriquecedor e incluso preferible.

Los filósofos estoicos estaban claros que no podemos controlar la vida. Que no podemos controlar el mundo. El mundo es inmenso, rebelde y se ocupa constantemente de recordárnoslo. Sin embargo, la forma en que interpretamos lo que nos ocurre, y las pasiones que experimentamos afectan nuestra calidad de vida. Por esta razón, los estoicos nos instan a ver el destino ni como bueno ni como malo. El destino sucede, eso es todo. Alcanzar este estado de indiferencia es el mayor desafío para nuestra sabiduría. Pero es una batalla que vale la pena dar, porque en ella nos jugamos la felicidad misma.

Crisipo vivió entre 280 y 207 a. C. y antes de dedicarse a la filosofía se entrenó como corredor de larga distancia. Una sola metáfora suya, aclara el enfoque estoico frente al destino:

Cuando un perro está atado a un carro, si quiere seguirlo, es arrastrado y lo sigue, haciendo coincidir su acto espontáneo con la necesidad. Pero si no quiere seguirlo, será obligado en todo caso, a hacerlo. Lo mismo sucede con los hombres. Aunque no quieran seguir, se verán forzados a seguir lo que les esté destinado.

En esta metáfora estoica, el perro no tiene elección porque está atado al carro, el carro es mucho más grande que el perro, por lo que si el carro se mueve, el perro se moverá por las buenas o por las malas. Puede haber una ilusión de libertad para el perro, pero no es lo mismo ilusión con realidad. El perro no puede evitar estar atado al carro, la cuerda es simplemente su destino, es la situación en que se encuentra. El mundo como el carro comienza a rodar en algún sentido y el perro tiene dos opciones: puede luchar contra la cuerda y el carro, tirando, siendo arrastrado, gritando y luchando; o puede trotar alegremente junto al carro donde sea que vaya. Tal vez, incluso moviendo su cola.

El perro va adónde va el carro. No hay forma de evitar eso. La única opción es si va de buena gana y, por lo tanto, se hace la vida más fácil y el instante más agradable, o bien se deja arrastrar peleando, mordiendo y tirando con todas sus fuerzas todo el camino. Triste, pero realista. El emperador romano Marco Aurelio, resumió la actitud estoica hacia la vida y el destino en un pasaje notable en sus Meditaciones:

Acepta las cosas a las que el destino te ata y ama a las personas con las que el destino te une, pero hazlo con todo tu corazón.

¿Puede el perro estar feliz, condenado como está a trotar con el carro de un lado para otro? Para los estoicos, primero el perro debe aprender a ser indiferente a su destino. En lugar de luchar contra sus ataduras, debería concentrar sus energías en cultivar su tranquilidad. Estar atado a un carro no es, en última instancia, ni bueno ni malo. Es la interpretación que da a su destino la que decide el asunto. El perro estoico concentra sus energías en el único poder que tiene para fluir en paz con el mundo, el relato que se cuenta respecto de su condición, y su voluntad de seguir alegremente el paso del carro, asumiendo su destino en paz:

¡Al final, estar atado a este carro, es mi forma de vida!

Estamos condicionados, por nuestra situación y por nuestras circunstancias. Como escribió Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote:

Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.

Ortega nos insta a reabsorber nuestra circunstancia. Lo que consiste en interpretarla y darle un sentido, con lo cual la salvamos, salvándonos a su vez a nosotros mismos. De hecho, ¿cuál es la alternativa? Epicteto lo expresó de esta manera:

No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz.

Los estoicos pretendían que el sabio es feliz en toda circunstancia, le ocurra lo que le ocurra. ¿Se ha incendiado tu casa? da igual: como eres sabio, ¡eres feliz! “Pero en la casa estaban mi esposa y mis hijos… ¡Todos murieron!” Da igual: como eres sabio, eres feliz. André Comte-Sponville, en su libro La felicidad, desesperadamente, escribe:

Confieso que me siento incapaz de este tipo de sabiduría. Ni siquiera me siento capaz de desearla verdaderamente. […]. Esta sabiduría, absoluta, inhumana o sobrehumana, no es más que un ideal que nos deslumbra al menos tanto como nos alumbra.

Como alternativa Comte-Sponville, propone que aspiremos a una sabiduría menos ambiciosa, o menos tremenda, una sabiduría de segunda fila, que nos permita ser feliz no cuando todo va mal, no pedimos tanto. Una sabiduría para la vida cotidiana, una sabiduría para todos los días y para todos nosotros.

Por ejemplo, el reciente viernes 26 de noviembre de 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró su preocupación por la aparición de una nueva mutación del coronavirus de nombre ómicron, ya que sugiere un mayor riesgo de reinfección. Israel decidió cerrar sus fronteras a los viajeros de todo el mundo durante 14 días. Otros países están implementando nuevas restricciones. A menos de un mes para navidad, para muchos esta nueva amenaza es inesperada, agotadora, sigue lloviendo sobre mojado. Sin embargo, como señala Margaret Heffernan en su charla TED talks The human skills we need in an unpredictable world:

Sabemos que habrá más epidemias en el futuro, pero no sabemos dónde ni cuándo ni qué. Y no podemos planificar. Pero podemos prepararnos.

Heffernan, en su libro Uncharted sostiene que somos adictos a la predicción, que vivimos desesperados por las certezas sobre el futuro, sin embargo, la única certeza que tenemos es que vamos a morir, y la forma en que abordemos esa realidad impactará directamente el futuro de aquellos que dejamos atrás. La preparación, es decir, hacer todo lo que se pueda necesitar para un futuro impredecible, proporciona el antídoto contra la pasividad, el miedo y la incertidumbre.

No podemos predecir ni menos elegir lo que nos sucederá en la vida, ni el impacto que tendremos al contemplar los restos humeantes de nuestros sueños más queridos, ya sea por una enfermedad, una crisis existencial o económica, pero siempre podemos elegir cómo sentirnos y lo que vamos a hacer al respecto.

Cuando aceptamos el momento presente y nos reconciliamos con la realidad, es decir, cuando asumimos que ésta es la situación y dejamos de divagar, damos el primer paso para deshacernos de cargas enteras de miedo, angustia, ira, frustración y desesperanza. Quedar atrapados en un estado de ánimo de angustia y de parálisis es el peor posicionamiento que podemos adoptar para afrontar una crisis. La pregunta ¿por qué a mí? no tiene respuesta y no nos ayuda en nada. Mario Alonso Puig en su libro Reinventarse propone que cuando enfrentamos una crisis nos hagamos otro tipo de preguntas, más poderosas:

  • ¿Qué es lo que puedo hacer para superar esto?
  • ¿Qué puede haber de positivo en lo que me está ocurriendo?

La invitación es celebrar nuestras experiencias, soltar la culpa, el remordimiento, la rabia y la resignación. Hacer las paces con el destino, cambiar la actitud, tomar decisiones y pasar a la acción, ojalá con prontitud. Albert Camus es claro:

La vida es una suma de todas tus elecciones. Entonces, ¿qué estás haciendo hoy?

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