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Expectativas

En el campeonato mundial de triatlón Xterra de 2011, la escocesa Lesley Paterson salió del agua en cuarta posición, un muy buen lugar para iniciar los 30 kilómetros de bicicleta. Había entrenado y estaba en una gran condición. Entonces ocurrió. Luego de doscientos metros pinchó. Reparó la rueda. Siguió. Luego se le salió la cadena. Arregló la bicicleta y se puso en marcha nuevamente. Entonces pinchó la otra rueda. Más reparaciones. Su primer pensamiento:

Esto no puede estar pasando.

Recién comenzaba la competencia y ya estaba 11 minutos retrasada. Su posibilidad de ganar se había esfumado. Sin embargo, siguió avanzando. Llegó a la transición para la carrera a pie, 6 minutos por detrás de la líder. En una entrevista Paterson comentó que a esa altura ya no le importaba nada. No había presión. Se había relajado. Estaba tan tranquila que se dedicó a correr los 10.000 metros más rápidos de toda su vida. Tomó el liderazgo de la carrera en el kilómetro final y se convirtió en campeona del mundo. En el libro The Brave Athlete escribe:

Gracias a ese momento único había cambiado para siempre como deportista […] sentí al fin lo que era competir con libertad, libre de expectativas, preocupaciones y presión.

En cada ámbito de nuestra existencia tenemos expectativas. Ya sea dentro de nuestras finanzas, nuestras relaciones personales, nuestra salud, nuestro trabajo, la política, la dinámica familiar, el fútbol, las vacaciones e incluso con nosotros mismos. La expectativa es omnipresente. Y cuando esas expectativas no se cumplen, aparecen sentimientos como depresión, ansiedad y decepción.

En la medida que crecemos, vamos escuchando, abrazando e incorporando expectativas, muchas de las cuales es muy posible que nunca se materialicen. Las expectativas son fuertes esperanzas, deseos o creencias de que algo sucederá o de que obtendremos algo que anhelamos profundamente. La expectativa está asociada al resultado de obtener algo, es decir, si no se obtiene, provoca decepción, dolor, culpa y un sentimiento de carencia e impotencia.

El economista y emprendedor social Nat Ware explica que nos sentimos infelices cuando nuestras expectativas sobre la realidad superan lo que vivimos. Es decir, si percibimos que nuestra realidad es inferior a nuestros anhelos, experimentamos una Brecha de Expectativas, causada por tres factores:

  • Nuestra imaginación.
  • Las influencias de quienes nos rodean.
  • Nuestras experiencias pasadas.

Las expectativas pueden ser autoimpuestas o prescritas por otras personas. Empezamos a sentirnos directamente responsables por todo, incluidos los acontecimientos externos, o condiciones que están fuera de nuestro alcance y control. Esta mentalidad nos deja vulnerables al estrés constante.

Las expectativas no garantizan nada, son simplemente esperanzas. El filósofo estoico Antípatro trazó una analogía con el tiro con arco al intentar explicar la ética estoica. Antípatro, explicaba que el buen estoico, es como un arquero: hace todo lo que puede para dar en el blanco, pero su felicidad no depende de si da en el blanco o no. Lo que importa es disparar bien, ya que, si la flecha da en el blanco o no, depende de factores que luego que la flecha es lanzada, están fuera del control del arquero.

John Sellars, investigador de filosofía antigua en la King’s College London, en su libro Stoicism (Ancient Philosophies), señala que esta idea desliza el concepto que el estoicismo tenía dos objetivos ligeramente diferentes: vivir una buena vida y hacer todo lo posible para vivir una buena vida. Como Cicerón señala:

Tomemos el caso de alguien cuya tarea es disparar una lanza o una flecha directamente a algún objetivo. El objetivo final de uno es hacer todo lo que esté a su alcance para disparar directo, y lo mismo se aplica a nuestro objetivo final. En este tipo de ejemplo, uno debe hacer todo lo que pueda para disparar directamente; sin embargo, hacer todo lo posible para lograr la tarea, no garantiza realmente alcanzar el objetivo final.

Para el estoico, entonces, lo que importa no es siempre dar en el blanco, sino convertirse en un arquero experto, la experiencia no siempre garantiza el éxito. Lo que importa, es desarrollar la excelencia en la ejecución de su arte. Eugen Herrigel en su libro Zen in the Art of Archery relata su experiencia personal al intentar aprender el arte del tiro con arco con un maestro japonés. Esto lo intentó para profundizar su propia comprensión del Zen.

Uno de los mayores desafíos que enfrentó Herrigel fue aprender a relajarse. Su maestro hacía aparecer que el arte de la arquería pareciera sencillo. Pero cuanto más trataba Herrigel de dar en el blanco, más fallaba. Hacía un gran esfuerzo para mantenerse relajado. Su maestro, le dijo que la clave era soltar, dejar de preocuparse por la flecha:

Lo que pase con la flecha es indiferente.

Cuanto menos se preocupe uno por acertar en el objetivo, más suave y relajado será el disparo, lo que paradójicamente aumenta la probabilidad de acertar en el objetivo. Por lo tanto, no preocuparse por lo que está fuera de nuestro control para alcanzar la meta, mejora las posibilidades de alcanzarla. El maestro de arquería no tiene ningún motivo oculto y se libera de todo apego. Esto implica una transformación interna que es fundamental para avanzar en el arte de la vida.

Si aciertas en el objetivo con casi todos los disparos, no eres mejor que un arquero que usa trucos para lucirse … Puedes ser un maestro incluso si todos los disparos no funcionan.

Si uno da en el blanco, no significa nada en sí mismo, los aciertos son sólo confirmaciones externas de lo que ocurre en nuestro interior. Por tanto, toda la atención debe centrarse en la práctica interna de lo que hacemos, más que en el resultado externo. Uno no debe lamentarse por los malos tiros ni regocijarse por los buenos. Debemos liberarnos de los embates del placer y el dolor, y aprender a superarlos con ecuanimidad. Se refiere a poner toda nuestra voluntad en alcanzar la maestría en el proceso que realizamos. Epicteto escribía:

La tarea principal en la vida es simplemente esta: identificar y separar asuntos para poder decidirme claramente cuáles son externos que no están bajo mi control y cuáles tienen que ver con las elecciones que realmente controlo.

Este es uno de los conceptos más importantes y profundos del estoicismo, la dicotomía del control.

  • Cosas que están bajo nuestro control: nuestros pensamientos y acciones.
  • Cosas que están fuera de nuestro control: todo lo demás.

Por ejemplo, hacer todo lo posible para estar sanos no significa que seamos inmunes a las enfermedades. Todo lo que podemos hacer es intentar influir en el resultado. Pero el resultado aún está fuera de nuestro alcance; solo tenemos control de cómo pensamos y reaccionamos. Epicteto aconsejaba:

Hay cosas que están dentro de nuestro poder y hay cosas que están más allá de nuestro poder. Dentro de nuestro poder están la opinión, el objetivo, el deseo, la aversión y, en una palabra, cualquier asunto que sea nuestro. Más allá de nuestro poder están el cuerpo, la propiedad, la reputación, el cargo y, en una palabra, cualquier cosa que no sea propiamente nuestra.

André Comte-Sponville, considerado uno de los más importantes filósofos contemporáneos, en su libro La felicidad, desesperadamente, aborda magistralmente el tema de la felicidad y las expectativas. Haciendo un juego de palabras, define que la felicidad se logra cuando dejamos de tener falsas esperanzas. La ausencia de esperanzas, por lo tanto, la desesperación de la que habla, no es tristeza, ni menos nihilismo, renuncia o resignación: es más bien la sabiduría de no tener falsas expectativas y poner todo nuestro empeño en nuestra voluntad y capacidad de acción.

Compte-Sponville, afirma que el objetivo último de la filosofía es la felicidad. Más exactamente, explica que el objetivo de la filosofía es la sabiduría, y por lo tanto la felicidad. En la tradición filosófica, la sabiduría se reconoce en la felicidad, o al menos un cierto tipo de felicidad. Porque si bien el sabio es feliz, no lo es de cualquier manera ni a cualquier precio. La felicidad que los griegos llamaban sabiduría, es una felicidad que no se obtiene a base de mentiras, de ilusiones, de diversión; es una felicidad que se obtiene en una cierta relación con la verdad: es decir, una felicidad verdadera. Propone así la siguiente definición de filosofía:

La filosofía es una práctica discursiva, (procede mediante discursos y razonamientos) que tiene a la vida como objeto, a la razón como medio y a la felicidad como objetivo.

Se trata de pensar mejor para vivir mejor. Comenta que leyendo el libro Le yoga, de Mircea Eliade, se encontró con una cita del Mahabharata, el libro inmemorial de la espiritualidad india, que dice:

Solo es feliz el que ha perdido toda esperanza, pues la esperanza es la mayor tortura y la desesperación, la mayor felicidad.

Compte-Sponville, reafirma la idea que el deseo es la esencia misma del hombre. Si no hay deseo, no hay humanidad: no seríamos más que robots o zombies. Pero de la misma forma la esperanza es la raíz de nuestro sufrimiento:

La esperanza, es un deseo que se refiere a lo que no tenemos (a una carencia), del que ignoramos si es o si será satisfecho, y cuya satisfacción no depende de nosotros: esperar es desear sin gozar, sin saber y sin poder.

Lo que distingue a la esperanza de la voluntad, es que una esperanza es un deseo cuya satisfacción no depende de nosotros; a diferencia de la voluntad, que por el contrario, es un deseo cuya satisfacción sí depende de nosotros. Por lo tanto, no se trata de erradicar el deseo, sino de educarlo, de iluminarlo, de transformarlo:

  • Aprender a desear más lo que se tiene que lo que no se tiene, es decir, amar antes que esperar.
  • Aprender a tomar acción sobre lo que depende de nosotros en vez de lo que no depende, es decir, querer, y por tanto actuar, antes que esperar.

Compte-Sponville aconseja que no debemos tratar de amputar nuestra parte de locura, de esperanza y por tanto de angustia y temor. Sino que nos invita a desarrollar nuestro conocimiento, capacidad de acción y capacidad de amar.

No se prohíban esperar: aprendan a pensar, aprendan a querer un poco más y a amar un poco mejor. […] Los momentos felices son aquellos en los que no esperamos nada, porque el presente se basta para colmarnos.

Si tenemos esperanzas, podemos ser decepcionados. Si tenemos miedos, deseamos tranquilidad. Esperanza y miedo no se oponen, son las dos caras de una misma moneda: no obtenemos una sin la otra. El sabio se esfuerza en ser cada día menos dependiente de la esperanza y del miedo. Eso es serenidad. Es felicidad.

Lo que comparten el arte zen del tiro con arco y el arte estoico de vivir es una indiferencia aparentemente paradójica sobre si uno tiene éxito o no. Lo que importa es amar lo que hacemos, disfrutar de la práctica y mejorar deliberadamente. En el caso del estoicismo esto significa actuar virtuosamente, con las intenciones correctas, en todo momento y por sí mismo. Se trata de cultivar el estado de ánimo apropiado que, nos permita disfrutar profundamente de lo que tenemos, nuestra realidad, tanto si se alcanzan los objetivos externos o no. No es la esperanza la que hace a los héroes, sino el valor y la voluntad.

En 2012, frente a una nueva competencia en Costa Rica, Lesley Paterson se rompió el hombro el día antes, pero decidió correr de todas formas. Nadó con un brazo amarrado a su cadera, por lo que salió del agua con quince minutos de desventaja. No le importaba nada. El recorrido en bicicleta era en terreno plano, por lo que podía apoyarse en un solo brazo, y consiguió llegar en tercer lugar para la transición. Ya en la carrera a pie, tomó el liderazgo y ganó la competencia por más de dos minutos. Fue otra oportunidad para competir con libertad. Sin presiones, sin expectativas, dándolo todo. Disfrutando del placer de realizar lo que ama. El consejo de Epicteto es claro:

Solo hay un camino a la felicidad y es dejar de preocuparnos por cosas que están más allá del poder o de nuestra voluntad.

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