adaptación

Relatos

La batalla de Maratón, fue determinante en la guerra entre Grecia y Persia. Al final de la batalla, los griegos derrotaron a los persas. Sin embargo, por precaución los generales atenienses enviaron un mensaje a Esparta por medio del mensajero Filípides. Heródoto relata que Filípides fue seleccionado para la misión porque era un profesional de la larga distancia. Recorrió los 246 km que separaban Atenas de Esparta en dos días, dio su mensaje y falleció.

El 13 de julio de 1967, en el Tour de Francia, el británico Tom Simpson, salió de Marsella rumbo al Mont Ventoux. Simpson podía ganar esa etapa, pero a dos kilómetros de la meta con el extremo esfuerzo y calor, cabeceó comenzó a zigzaguear y se cayó de su bicicleta. Los asistentes de su equipo lo ayudaron a levantarse y siguió pedaleando, pero luego de 500 metros Simpson volvió a caer y nunca más se levantó. Murió en un helicóptero rumbo al hospital. Sus últimas palabras fueron:

Pónganme de nuevo sobre la bicicleta.

La tozudez terminal de Simpson es extrema pero refleja un rasgo humano, la persistencia más allá de cualquier razón.

Actualmente la participación en carreras de larga distancia, tanto de maratón como de ultramaratón y otras tantas modalidades de deportes de resistencia está creciendo rápidamente. Los deportes básicos, fáciles de realizar, como el ciclismo y la carrera se están masificando. Pero hoy en día estas actividades ya no tienen nada que ver con simplemente trotar o andar en bicicleta. Estas prácticas deportivas han adquirido una connotación de estilo de vida, promoción social y comercio acorde con los patrones de nuestra sociedad.

Strava es una red social enfocada en deportistas como corredores y ciclistas que ha organizado todo un negocio relacionado con la necesidad psicológica de los deportistas de mejorar su rendimiento y compararse con otros. En 2019, Strava realizó un estudio para entender por qué y quienes son las personas que corren. Encuestó a 25.000 atletas de siete países. Blair Evans, de la Western University comentó:

Nos centramos en la conexión entre el correr y el bienestar porque la gente a menudo ve el correr como algo más que una simple actividad física […] la gente a menudo ve correr como una parte de lo que son y como una actividad que enriquece sus vidas. Al comprender por qué la gente corre, podemos encontrar nuevas estrategias para promover la carrera y asegurarnos de que la carrera contribuya al bienestar.

Este estudio evidenció que cada corredor tenía motivos diversos, pero el hilo conductor entre todos era que correr es una forma de satisfacer una o más necesidades básicas que contribuyen a vivir una vida plena. Necesidades básicas como: salud, conexión con otros, rutina diaria y sentido de control. Se encontró que muchas personas empiezan a correr con el objetivo de mejorar la salud o de pertenecer a una comunidad, pero luego de unos años perciben el correr como parte de su identidad personal. Sonja Friend-Uhl, señala:

A través de correr podemos agotar y refrescar nuestros cuerpos y nuestras mentes. Podemos aislarnos, pero también conectarnos. Podemos, por unos pocos y preciosos momentos o kilómetros, recuperar una sensación de control sobre nuestras vidas que parecen estar fuera de nuestro control.

El impulso creciente de superación personal, la preocupación por la apariencia y el bienestar son factores que impulsan a las personas a realizar actividades deportivas de resistencia. Sin embargo, como advierte el filósofo Byung-Chul Han, en nuestra sociedad actual, frecuentemente nos pasamos de rosca, e incluso el deporte aficionado lo transformamos en otra forma de autoexplotación:

Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado […] Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión […] Es la alienación de uno mismo.

Simon Marshall y Lesley Paterson en su libro The Brave Athlete se ocupan de analizar la mentalidad de los deportistas y cómo el deporte en algunos casos comienza a transformar profundamente la identidad de las personas y en algunos casos confundirla. Estos hallazgos no son solo aplicables al deporte, sino que en general a la dinámica con la que construimos nuestro autoconcepto.

Cuando hacemos deporte desarrollamos una identidad deportiva: aprendemos habilidades y técnicas, desarrollamos nuestra condición física e interactuamos con otros deportistas. Nuestro uso del lenguaje para definir nuestra identidad en el deporte es un indicio de que algo está cambiando: Soy triatletaPractico crossfit. Soy corredor.

Nuestras diferentes identidades alimentan nuestro autoconcepto, que es el relato que nos contamos a nosotros mismos sobre quienes somos, cuáles son nuestros atributos, y qué y por qué determinadas cosas son importantes para nosotros. Cuando hablamos de nuestro autoconcepto, no estamos haciendo referencia a quiénes somos en realidad, sino a las narrativas con las que nos identificamos:

  • No importo porque no valgo.
  • No puedo porque no sirvo.
  • No confío en lo que hago a menos que me lo digan.
  • No consigo resultados porque soy incapaz.

Nuestro autoconcepto está determinado por la importancia relativa que concedemos a cada una de nuestras diferentes identidades o roles. Por ejemplo, si consideramos que ser un buen padre o madre, es más importante que ser un buen deportista, entonces nuestra identidad como padre o madre contribuye más a nuestro autoconcepto que nuestra identidad deportiva.

Marshall y Paterson, utilizan la metáfora del árbol, para describir cuatro relatos fundamentales con los que construimos nuestro autoconcepto.

  • Primer relato: autovalía, nuestras raíces profundas. La autovalía es el relato que refleja los sentimientos más profundos sobre nuestras capacidades y sensación de valor personal. No se trata de lo que hacemos, sino de quién somos: nuestros valores, ética, pasiones y creencias fundamentales sobre nosotros mismos. Nuestra autovalía está determinada en gran medida por el grado en que nuestras necesidades emocionales y psicológicas fueron cubiertas en nuestra infancia, y los mensajes que interpretamos. Mario Alonso Puig en su libro Resetea tu Mente señala:

La imagen distorsionada que ese niño tiene y que está escondida en su inconsciente se refuerza a base de esos mensajes que recibe y que le hacen sentirse torpe, incompetente o malo. Cuando ese ser humano, sea niño, adolescente o adulto, se sienta impotente ante un determinado obstáculo, dará por hecho que dicho sentimiento de impotencia se justifica perfectamente porque él no es lo suficientemente inteligente y capaz para hacerle frente. Si lo que se siente es poco querido, lo justificará diciendo que es normal que se sienta así porque en el fondo no merece ser querido.

El respeto por uno mismo, nuestra creencia sobre nuestro propio valor, es la convicción de que las características y logros de uno son significativos, y que estamos a la altura de ciertos estándares éticos. Esta es una de las formas más complejas de autocomprensión narrativa y reflexiva, depende de la autoevaluación de uno mismo y del reconocimiento y la retroalimentación positiva recibida de otras personas.

  • Segundo relato: autoestima, el tronco de nuestro árbol. La autoestima es el relato influenciado por lo que creemos que hemos experimentado, conseguido o logrado. Refleja juicios emocionales generalizados sobre nosotros mismo. Estos logros pueden ser reales y tangibles, relaciones, trabajo deporte, etc. o imaginarios, por ejemplo, lo que nos han dicho. La filósofa Anna Bortolan en What lies behind your self-esteem?, sostiene que tendemos a juzgar nuestra autoestima en función de medidas externas, principalmente de lo que los demás aprecian, pero esto no capta la naturaleza real de la autoestima que, según Bortolan, comienza con la confianza en uno mismo.

La autoestima es más bien una forma específica de experiencia afectiva que influye profundamente en nuestra vida cognitiva y práctica, estructurando la forma en que pensamos y sentimos sobre nosotros mismos, los demás y el mundo.

La autoestima se caracteriza como una forma de confianza en las propias habilidades cognitivas, emocionales y de acción y, más específicamente, en la capacidad de uno para hacer frente a las demandas, oportunidades y contratiempos de la vida cotidiana.

  • Tercer relato: la autoconfianza, nuestras diferentes ramas. La autoconfianza es un relato asociado a la percepción que tenemos de nuestra capacidad, tiene una orientación futura y predice lo que intentaremos. Confianza viene del latín fidere, confiar. Por lo tanto, autoconfianza se traduce en la cualidad de tener seguridad en nosotros mismos. Tener confianza en uno mismo es confiar en nuestra capacidad o aptitud para desempeñarnos adecuadamente. Una persona segura de sí misma está lista para enfrentar nuevos desafíos, aprovechar las oportunidades, lidiar con situaciones difíciles y asumir la responsabilidad si las cosas salen mal. Así como la confianza en uno mismo conduce a una experiencia exitosa, la experiencia exitosa conduce a la confianza en uno mismo. Neel Burton autor de Heaven and Hell señala:

La autoconfianza se trata de su confianza en sí mismo y su capacidad para enfrentar desafíos, resolver problemas y relacionarse con éxito con el mundo. Uno puede tener una alta confianza en un área determinada, pero aun así carece de un sentido saludable de autoestima.

Cualquier experiencia exitosa contribuye a nuestra confianza general, sin embargo, es posible tener mucha confianza en un área, pero ser muy inseguro en otra.

  • Cuarto relato: la autoeficacia, nuestros frutos. La autoeficacia son los relatos que nos contamos respecto de la habilidad específica que tenemos para realizar una tarea. La autoeficacia hace referencia a nuestras creencias sobre nuestra capacidad de producir un nivel muy específico de rendimiento. Las creencias sobre la autoeficacia no tienen que estar basadas en la realidad: la autoeficacia consiste en lo que pensamos que podemos hacer, no en lo que en realidad podemos hacer. Puesto que los humanos tenemos la capacidad de realizar miles de tareas, nuestro árbol tiene miles de ramas y de manera inconsciente a cada una le damos una puntuación de autoeficacia. Neil Gibson en su libro Therapeutic Photography, señala:

La autoeficacia se refiere a la creencia de nuestra capacidad para tener éxito en determinadas tareas.

Es perfectamente normal tener una autoeficacia elevada para algunas tareas y cero para otras, mientras que la mayoría quedan en un punto medio. Nuestra autoeficacia para ejecutar una tarea determinada puede variar dependiendo de las circunstancias.

Construimos estos relatos sobre nosotros desde niños y seguimos haciéndolo durante toda nuestra vida. El monólogo interior de nuestros relatos autobiográficos es una especie de voz en off de nuestra conciencia, para darle sentido a nuestro autoconcepto.

Charles Fernyhough en The Voices Within: The History and Science of How We Talk to Ourselves, sostiene que:

El lenguaje no es necesario para pensar; más bien es una herramienta que muchos humanos usamos durante gran parte del tiempo para pensar.

Cada palabra o gesto no está relacionado con algo exterior a nosotros, sino con nuestro interior. Son nuestras acciones y las emociones que están en su base, las que especifican y dan a nuestras palabras su significado particular. El error que cometemos es que, una vez que nos hemos construido una identidad, creemos que no podemos ser ninguna otra cosa, que dicha identidad no se puede cambiar. Construir una narrativa sana de nuestro autoconcepto con sus cuatro relatos: autovalía, autoestima, autoconfianza y autoeficacia, frecuentemente implica conflicto. El conflicto, necesita negociación y compromiso, lo que demanda ponerlas en perspectiva, ceder, modificar argumentos y ajustar ideas, incluso si se trata de discusiones internas.

Escuchar nuestros propios relatos y escuchar a aquellas personas con las que interactuamos. Escuchar las historias que nos contamos y las que no, las palabras que usamos y las que evitamos. A partir de ahí, nuestros relatos personales no se compondrán solo de lo conocido y repetido, sino que se abrirán a nuevas opciones, nuevas interpretaciones, quizá más saludables y poderosas. Cómo escribía en su plegaria el teólogo Reinhold Niebuhr.

Dios, concédeme la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y sabiduría para reconocer la diferencia.

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