Conciencia
universo

Dios 4.0

En 1431, Juana de Arco, con solo 19 años, fue juzgada por varios delitos, incluyendo la herejía. W. P. Barrett en el ensayo The trial of Jeanne d’Arc, registra su declaración:

A los trece años tenía una voz de Dios para ayudarme y guiarme. La primera vez tuve mucho miedo. Esta voz llegó hacia el mediodía, en verano, en el jardín de mi padre.

El científico agnóstico francés, Jacques Monod, Premio Nóbel de Fisiología, en su libro Le hasard et la necessité describe el proceso de la lactosa como casi milagroso. Para justificar esta expresión tan ajena a un agnóstico como él, Monod relata que el biólogo finlandés Karstrom, que también se había especializado en el proceso de la lactosa, dada esa experiencia abandonó su actividad como científico para ingresar como monje en un monasterio. Ambos biólogos, Monod y Karstrom, observaron exactamente lo mismo: el maravilloso proceso de la lactosa, Monod lo reconoce admirado como casi milagroso. Sin embargo, Karstrom, experimentó el impulso de acercarse personalmente al misterio del Ser oculto que lo hace posible.

El término espiritualidad ha tomado muchos significados a lo largo del tiempo. La espiritualidad en forma amplia puede definirse como un sentido de conexión con algo más grande que uno mismo, y se vincula con prácticas que tienen como objetivo transformar positivamente nuestra experiencia de vida. En 2009 se publicó el estudio Cognitive and neural foundations of religious belief que señala:

Nuestros resultados son únicos al demostrar que los componentes específicos de las creencias religiosas están mediados por redes cerebrales bien conocidas, y apoyan las teorías psicológicas contemporáneas que fundamentan las creencias religiosas dentro de las funciones cognitivas evolutivas y adaptativas.

En coherencia con este enfoque, en junio de 2021, en A Neural Circuit for Spirituality and Religiosity Derived From Patients With Brain Lesions, sus autores afirman que lograron localizar un circuito cerebral concreto para la espiritualidad y religiosidad. Michael Ferguson, el investigador principal señaló:

Nos sorprendió descubrir que este circuito cerebral para la espiritualidad se centra en una de las estructuras cerebrales mejor conservadas evolutivamente.

La conciencia humana tiene una característica única: el grado de autoconciencia mental y subjetividad que parece no tener equivalente en el reino animal. Este rasgo distintivo de nuestra especie puede rastrearse en la diferenciación que realizamos en nuestra mente entre sujeto objeto. El sujeto que experimenta es el yo mental, ese que mira por mis ojos, siente, piensa y se identifica con experiencias y recuerdos. Por otra parte, los contenidos mentales: percepciones, pensamientos y recuerdos, son los objetos mentales de la experiencia. Los objetos mentales pueden ser imágenes y representaciones de todo tipo. Cuantos más objetos identificamos y aprendemos a reconocer, más nos diferenciamos como sujetos separados del entorno.

Thomas Suddendorf en The science of what separates us from other animals, indica que es un error suponer que un animal no humano ve un árbol de la misma manera que nosotros, como algo discreto, independiente y congelado en el tiempo. Aunque los animales muestran grados diferenciados de subjetividad y autoconciencia, el excepcional grado de dualidad sujeto-objeto de los seres humanos parecería ser el principal impulsor de nuestro éxito evolutivo.

Experimentar un mundo de objetos manipulables desde la perspectiva de un sujeto vivencial y autoconsciente subyace en habilidades como la construcción de narrativas, el uso de símbolos, la invención de herramientas, la apreciación y creación de arte y música, y más recientemente, la construcción de sociedades y culturas.

Esta habilidad de pensar dualmente, ha sido fundamental, por ejemplo, en la confección de herramientas, ya que nos permite:

  • Detectar y analizar sus relaciones causales.
  • Deconstruirlos en sus componentes.
  • Recombinar creativamente sus elementos en formas nuevas y útiles.

La dualidad ha sido un componente primario de nuestra excepcional capacidad creativa, sin embargo, también se ha transformado en la causa que nos genera profundos problemas existenciales, cómo los resume André Malraux, en su novela La Condition Humaine:

  • Dificultad para entender quiénes somos.
  • Soledad existencial. Dificultad para encontrar un sentido de pertenencia y conexión significativa.
  • Miedo a la muerte.

El grado en que experimentamos el sentido de diferenciación no es fijo. En algunas situaciones la diferenciación que percibimos disminuye, como, por ejemplo, cuando estamos con seres queridos o inmersos en una actividad gratificante. En otras situaciones, esta diferenciación se acrecienta, como cuando nos encontramos en un entorno desconocido, en peligro, estresados o enojados.

En Reflections on the nature of spirituality, Hans Henning y Max Henning, señalan:

El amor y la ira son particularmente sorprendentes no solo por su capacidad para, disminuir y agudizar la dualidad sujeto-objeto, sino también porque ilustran el grado en que nuestra experiencia de la dualidad sujeto-objeto fluctúa naturalmente en nuestra vida diaria.

La historia de la espiritualidad humana en su conjunto es un esfuerzo constante para dar sentido al mundo que habitamos. El teólogo Antonio Bantué en su artículo Espiritualidad hoy: búsquedas, caminos, realizaciones, señala:

Al preguntarse sobre el porqué de la realidad que lo rodea y lo constituye, el ser humano proyectó en poderes sobrenaturales la explicación causal de los fenómenos que observaba, y cuanto más sorprendentes eran éstos, más poderosas debían ser las causas sobrenaturales, buenas o malas, que los producían.

Robert Ornstein, en su libro God 4.0, explica que no experimentamos el mundo como es, sino como una realidad virtual. Tenemos una red neuronal que evolucionó para mantenernos seguros y garantizar nuestra supervivencia. Este sistema, aunque esencial para que podamos cruzar con seguridad una calle y no nos atropellen, es insuficiente para comprender y resolver desafíos complejos. Pero también estamos dotados de una segunda red de cognición que, cuando se activa, puede disolver o romper las barreras de la conciencia ordinaria. Todos experimentamos esta activación hasta cierto punto, por ejemplo, cuando vemos una solución a un problema o tenemos una percepción intuitiva o creativa o cuando nos conectamos con un todo más grande que nosotros mismos.

Las tradiciones y prácticas espirituales han intentado promover una transformación positiva y duradera de nuestra experiencia de nosotros mismos y del mundo. El antropólogo Stewart Guthrie, en Faces in the Clouds. A New Theory of Religion postula que todas las formas de religiosidad parten de algún tipo de antropomorfización, lo que se debe, según explica, a la existencia de estructuras cognitivas innatas que hacen que los humanos tengamos una tendencia psicológica a encontrar personas en nuestro entorno natural, social y cosmológico.

  • Dios 1.0: Primero fueron fuerzas mágicas y protectoras de los espíritus de animales, antepasados y el mundo natural.
  • Dios 2.0: Luego comenzamos a dar nombres a esos espíritus y creamos dioses poderosos con templos y sacerdotes. Thor Dios del relámpago, Poseidón Dios del mar. Un Dios para todo lo que podamos imaginar.
  • Dios 3.0: Posteriormente, profetas y maestros espirituales, destacaron dioses principales y comenzaron a desplazar a los demás, como en el judaísmo, cristianismo y el islam. Mito, rito y religión.

La religión surge al interior de la cultura y participa de la ambigüedad propia de toda cultura. Más allá de los mitos y rituales que han dividido a la humanidad en bandos de creencias durante milenios, la religión es un relato compuesto de símbolos y metáforas que permite a los creyentes comunicar unos a otros y a sí mismos la experiencia subjetiva de su fe. Las religiones tradicionales a su modo incitan a la compasión y el altruismo, nos enseñan a ser cooperativos en lugar de competitivos, a ser moderados en lugar de hedonistas y nos dicen que no deberíamos esperar una realización completa en esta vida. Sin embargo, el declive de la religión y la preponderancia del materialismo y el cientificismo han generado una pérdida de vida espiritual.

La espiritualidad se ha considerado un rasgo generalmente positivo, pero en gran medida ornamental, de la vida humana; una reliquia de tiempos pasados cuando nuestros ojos aún no estaban completamente abiertos a la razón y a las verdades objetivas que la ciencia ha revelado sobre el mundo que habitamos y nuestra conciencia.

Sin embargo, el filósofo contemporáneo David Chalmers, ha postulado que la conciencia, más que un producto de la actividad de nuestro cerebro, es una cualidad fundamental del universo. Según Chalmers, es muy poco probable que en algún momento lleguemos a ser capaces de explicar la conciencia desde el punto de vista de la neurología. En consecuencia, deberíamos buscar una explicación alternativa. En su libro The Conscious Mind, señala:

Dado que la conciencia no parece derivar de las leyes físicas, debería considerarse como una característica fundamental, irreductible a ningún otro elemento más básico.

Chalmers recuerda que en el siglo XIX los físicos se dieron cuenta de que los fenómenos electromagnéticos no podían explicarse por medio de los conocimientos que poseían, y por eso introdujeron el principio de los campos electromagnéticos como una cualidad fundamental del universo. Lo mismo debería ser válido para la conciencia. Propone que la conciencia es una cualidad fundamental del universo.

El término para la propuesta de Chalmers, es panteísmo, que significa Dios es todo o todo es Dios. En su forma más simple, el panteísmo es la creencia de que Dios y el universo son uno y lo mismo, que no existe nada fuera de la existencia necesaria de aquel. Esto es básicamente lo que creían nuestros antepasados prehistóricos. Su animismo primitivo se basaba en la creencia de que todas las cosas, vivas o no, tienen una sola esencia: una sola alma.

No es necesario llegar al panteísmo mediante una religión: también se puede a través de la filosofía o de la ciencia. De hecho, su popularización en Occidente se atribuye al filósofo racionalista Baruch Spinoza. Einstein, en una entrevista publicada en el libro Glimpses of the Great Einstein, explicó:

Me fascina el panteísmo de Spinoza. Admiro aún más sus contribuciones al pensamiento moderno. Spinoza es el más grande de los filósofos modernos, porque es el primer filósofo que trata el alma y el cuerpo como una sola cosa, no como dos cosas separadas.

Julia Cameron en su libro The Artist’s Way, hace una interesante conexión. Señala que no importa desde qué punto de vista lo veamos: si es la creatividad la que conduce a la espiritualidad o es la espiritualidad la que conduce a la creatividad, para ella:

  • La creatividad forma parte del orden natural de la vida. La vida es energía creativa.
  • Hay una fuerza creativa que subyace a todo cuanto vive, incluidos nosotros mismos.
  • Al abrirnos a nuestra propia creatividad nos estamos abriendo a la creatividad del Creador, que está presente en nosotros y en nuestras vidas.
  • Nosotros somos creaciones y a la vez estamos destinados a mantener la creatividad siendo creativos.
  • La creatividad es un regalo de Dios. Usarla es el regalo que nosotros le devolvemos a Dios.
  • Negarse a ser creativo es obstinarse en contra de nuestra propia naturaleza.
  • Cuando nos abrimos a explorar nuestra creatividad, nos abrimos a Dios.
  • Al abrir un canal entre nuestra creatividad y el Creador se producen cambios significativos.
  • No hay que temer por abrirse a una creatividad cada vez mayor.
  • Nuestros anhelos y sueños creativos proceden de una fuente divina. Cuando nos acercamos a nuestros sueños, nos acercamos a la divinidad.

El conocimiento que hemos alcanzado de la conciencia nos permite ir más allá de la fe, la creencia y el ritual, hacia una experiencia directa de asombro y admiración ante el funcionamiento del universo, porque el universo es Dios. Como dice la Dra. Elena Lugo:

La espiritualidad es la búsqueda de sentido, de una intimación de propósito y conexión vital con el entorno último de uno, la dimensión de profundidad en todos los esfuerzos de la vida. En resumen, la espiritualidad funciona como un principio de iluminación, integración y finalidad, sin el cual nuestra autorreflexión, autorrealización y entrega se volverían superficiales, caóticas y sin rumbo.

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