Capital Humano
Einstein

La religión de Einstein

Albert Einstein es considerado el científico más importante, conocido y popular del siglo XX. Su influencia en la sociedad ha tenido profundas repercusiones, tanto por su obra científica como por sus reflexiones y participación en múltiples aspectos de la sociedad de su época.

En diciembre de 2018, la casa de subastas Christie’s vendió “La carta de Dios” por casi 3 millones de dólares y la asociación de Einstein con Spinoza y el panteísmo se volvió viral.

Einstein mostraba una profunda fe en el carácter ordenado del universo. Esto le servía de base a su perspectiva de la ciencia y la religión. Walter Isacsson en Einstein: His Life and Universe,señala que su religiosidad, parecía surgir de su reverencia por el orden trascendente que había descubierto a través de su trabajo científico. En una carta Einstein escribió:

Todo el que se dedica en serio a la actividad de la ciencia se convence de que un espíritu se manifiesta en las leyes del universo; un espíritu inmensamente superior al del hombre, y uno ante el que nosotros, con nuestros modestos poderes, debemos sentimos humildes. De ese modo la actividad de la ciencia lleva a una clase especial de sentimiento religioso, que de hecho resulta bastante distinto de la religiosidad de alguien más ingenuo.

Más allá de los mitos y rituales que han dividido a la humanidad en bandos de creencias durante milenios, la religión es un relato compuesto de símbolos y metáforas que permite a los creyentes comunicar unos a otros y a sí mismos la experiencia subjetiva de su fe. El problema es que, a lo largo de la historia de las religiones, ha habido un símbolo que destaca como la gran metáfora: “el Dios humanizado”.

De niño, Einstein pasó por una etapa de profundo éxtasis religioso, aunque luego se rebeló contra este. Fue a partir de los cincuenta años que empezó a expresar su pensamiento religioso con mayor claridad en ensayos, entrevistas y cartas. En una entrevista publicada en el libro Glimpses of the Great Einstein, explicó:

Me fascina el panteísmo de Spinoza. Admiro aún más sus contribuciones al pensamiento moderno. Spinoza es el más grande de los filósofos modernos, porque es el primer filósofo que trata el alma y el cuerpo como una sola cosa, no como dos cosas separadas.

Las referencias a la religión y Dios que expresaba Einstein, eran reeditadas y traducidas repetidamente en los medios de su época. No sorprende que sus expresiones no satisficieran a quienes deseaban una respuesta directa a la pregunta de si creía o no en Dios. El rabino Herbert Goldstein, le envió un telegrama específico: “¿Cree usted en Dios? Stop. Respuesta pagada. 50 palabras”. La respuesta de Einstein fue más breve:

Creo en el Dios de Spinoza, que se revela en la legítima armonía de todo lo que existe, pero no en un Dios que se ocupa del destino y de los actos de la humanidad.

Las opiniones de Einstein a este respecto no resultaban cómodas. Algunos judíos religiosos, señalaron que Spinoza había sido excomulgado de la comunidad judía de Ámsterdam por sus ideas y, por si fuera poco, también había sido condenado por la Iglesia católica. Al igual que Spinoza, Einstein era un determinista, es decir, no creía en el libre albedrío:

Los seres humanos, en su pensar, su sentir y su obrar, no son libres, sino que se hallan causalmente atados como las estrellas en sus movimientos.

Para Einstein, las acciones de los seres humanos están determinadas por leyes físicas y psíquicas. Este concepto era reforzado por su lectura de Schopenhauer, quién afirmaba: “un hombre puede hacer lo que quiera, pero no querer lo que quiera”. Einstein fue capaz de desarrollar y practicar, una fuerte moralidad personal, al menos con respecto a la humanidad en general ya que no siempre fue así con los miembros de su familia más cercana. En una carta a un pastor escribió:

La empresa humana más importante es la lucha por la moralidad en nuestros actos. Nuestro equilibrio interior e incluso nuestra existencia dependen de ello. Solo la moralidad en nuestras acciones puede dar belleza y dignidad a la vida.

El fundamento de la moralidad de Einstein consistía en elevarse por encima de lo meramente personal para vivir de un modo que beneficiara a toda la humanidad. Tenía defectos como todos, sin embargo, se consagró honesta y valerosamente a acciones que él consideró que trascendían sus deseos egoístas a fin de impulsar el progreso humano y la preservación de las libertades individuales.

La historia de la espiritualidad humana en su conjunto es un esfuerzo constante para dar sentido a la idea de divinidad. El antropólogo Stewart Guthrie, en Faces in the Clouds. A New Theory of Religion postula que todas las formas de religiosidad parten de algún tipo de antropomorfización, lo que se debe, según explica, a la existencia de estructuras cognitivas innatas que hacen que los humanos tengamos una tendencia psicológica a encontrar personas en nuestro entorno natural, social y cosmológico. Para Einstein, esta idea obedecía a analogías infantiles:

Lo que no puedo entender es cómo podría haber un Dios que recompensaría o castigaría a sus súbditos o que podría inducirnos a desarrollar nuestra voluntad en nuestra vida diaria. Entonces no puedo creer en este concepto de un Dios antropomórfico que tiene el poder de interferir con estas leyes naturales.

Reza Aslan en God: A Human History,indica que llegamos al mundo con un sentido innato de que somos más que solo nuestros cuerpos materiales. El origen del impulso religioso, es el resultado de nuestra creencia arraigada, intuitiva y completamente empírica de que somos almas encarnadas.

El instinto religioso en Einstein se manifestaba en su quehacer; “El sentimiento religioso cósmico constituye el motivo más fuerte y noble de la investigación científica”. Einstein compartía con Spinoza, la convicción que Dios era esencialmente lo mismo que las leyes de la naturaleza. Para Spinoza al no poder existir en el universo más que una “sustancia” con atributos infinitos, tanto si se llama Dios o se llamaba Naturaleza, tenían que ser lo mismo. Como expresa el filósofo Michael Levine en Pantheism. A Non-Theistic Concept of Deity:

Nada puede ser sustancialmente independiente de Dios porque no hay nada más que Dios.

En otras palabras, para el pensamiento panteísta, lo que llamamos mundo y lo que llamamos Dios son lo mismo, el primero es la expresión del segundo. El mundo, es la esencia de Dios manifestada y experimentada.

Esta idea no era nueva, ya alrededor del año 800, el místico sufí Tayfur Abu Yazid al-Bastami, más conocido como Bayazid, emprendió un camino personal de búsqueda de una experiencia más íntima con Dios. Cuenta el relato que Bayasid, meditó día y noche, tratando de descubrir la verdad que creía oculta tras el concepto de “Unidad Divina”. Hasta que un día saltó de su asiento y gritó extasiado: “¡Alabado sea Yo! ¡Qué grande es Mi majestad!”. Para los sufíes, el Creador y la creación comparten exactamente la misma esencia, indistinguible e inseparable; es decir, Dios debe ser, en esencia, todo lo que existe, incluidos nosotros.

Se puede llegar al pensamiento panteísta, a través del misticismo, religiones, filosofías o como Einstein, a través, de la ciencia y su concepción unificadora de la naturaleza. La idea de fondo es que todo está conectado. Todo es uno, y uno es todo. Es una elección personal decidir cuál es ese “uno”, cómo definirlo y experimentarlo.

Massimo Pigliucci en How to Live a Good Life: A Guide to Choosing Your Personal Philosophy, advierte que una filosofía de vida se compone como mínimo, de una metafísica, es decir, un relato de cómo funciona el mundo y una ética, es decir, un conjunto de principios que nos orientan como relacionarnos con los demás. En la medida que la metafísica incluye referencias significativas a una realidad trascendental, particularmente a un Dios o dioses, cae más del lado de la religión que de la filosofía.

Einstein expresó su filosofía con claridad, tanto para sí mismo como para todos aquellos que deseaban de él una respuesta sobre su fe. En 1930, redactó un credo personal, Lo que creo. Este concluía con una explicación de lo que quería decir cuando se calificaba a sí mismo de religioso:

La más bella emoción que podemos experimentar es el misterio. Es la emoción fundamental que subyace a todo arte y ciencia verdaderos. Aquel que desconoce esta emoción, que ya no puede maravillarse y sentirse arrobado de sobrecogimiento, es como si estuviera muerto, como una vela apagada. Sentir que detrás de todo lo que podemos experimentar hay algo que no pueden captar nuestras mentes, cuya belleza y sublimidad nos alcanza solo de manera indirecta; eso es la religiosidad. En este sentido, y solo en este sentido, yo soy un hombre devotamente religioso.

Einstein rechazó la idea convencional de un Dios humanizado, preocupado por nuestras vidas individuales, juzgándonos cuando morimos, interviniendo en las leyes que él mismo había creado para provocar milagros, contestando oraciones, etc. Einstein no creía en un alma separada del cuerpo, ni en una vida futura de ningún tipo. Bastaba para él, reflexionar sobre el misterio de la vida y maravillarse con la estructura de la realidad, junto con el empeño sincero por comprender una parte, aunque fuera ínfima de la lógica que se manifiesta en la naturaleza.

Nuestra creencia es una elección personal. Podemos creer que el Big Bang, la distribución del espacio y el tiempo, el equilibrio entre masa y energía, etcétera, son hechos accidentales. Es posible que la creación se deba a procesos físicos aleatorios sin causa, propósito o intención de ningún tipo. De hecho, es tan posible, y tan imposible de demostrar, como probar la existencia de un espíritu subyacente al universo que lo anima y sustenta, que une nuestra alma y la de todos y tal vez todo lo que existe o haya existido.

La belleza de la religión de Einstein, era que lo inspiraba en su trabajo científico. La creencia en algo más grande que él era su motivación esencial, le producía una mezcla de confianza y humildad. Al fin de todo, nos advertía: la ciencia sin religión está coja; la religión sin ciencia está ciega.

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