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PRINCIPIOS

Los analistas económicos del Deutsche Bank, identifican cinco superciclos en la economía moderna:

  • Primera era de globalización (1860-1914).
  • I y II Guerra Mundial y Gran Depresión (1914-1945).
  • Acuerdos de Bretton Woods (1945-1971).
  • Periodo de alta inflación (1970-1980).
  • Segunda era de globalización (1980-2020).

Estos analistas consideran que, a partir de 2020, con la mezcla de pandemia, crisis económicas, incertidumbre y luchas geopolíticas se ha dado comienzo a un nuevo superciclo económico al que han denominado la era del desorden.

El principal desafío de todo negocio es sobrevivir en entornos impredecibles. El promedio de vida de las empresas en los Estados Unidos, Japón y la mayor parte de Europa es de alrededor de 13 años. La vida promedio de las empresas que cotizan en el S&P 500 pasó de 67 años en la década de 1920 a 15 años en la actualidad. Un tercio de las empresas incluidas en el S&P 500 de 1970 ya habían desaparecido en 1983.

En Chile, se estima que el 80% de las empresas fracasan antes de los 3 años, y que el tiempo que un emprendimiento tarda en superar el “valle de la muerte” con éxito es de 42 meses.

Los datos muestran que la longevidad en las empresas es un fenómeno escaso. Sin embargo, la empresa más longeva de la historia, la constructora japonesa Kongō Gumi, logró superar los 1.400 años hasta que finalmente se produjo el desastre en 2006.

Su apasionante historia de resiliencia se remonta al año 587 d. C., cuando el príncipe Shōtoku Taishi, decidió construir el primer templo budista en Japón. En esa época la religión predominante era el sintoísmo, y no había carpinteros locales capacitados para la construcción de templos budistas, por lo que el príncipe seleccionó a un maestro constructor coreano, llamado Kongō Shigemitsu.

Luego de quince años y tres de los hijos de Kongō sumados al emprendimiento familiar, se completó el proyecto. Shōtoku continuó gobernando Japón y otorgó apoyo para la construcción de otros templos, entre ellos el templo Hōryō-ji, cuya pagoda de cinco pisos del siglo VII, hoy se reconoce como la estructura de madera más antigua del mundo.

En los siglos que siguieron, el mantenimiento, la reparación y la reconstrucción de los templos asolados continuamente por guerras y desastres naturales, fueron la principal fuente de ingresos de Kongō Gumi, y a medida que el budismo se extendió por todo Japón, las oportunidades de trabajo para la empresa también se expandieron.

La empresa familiar resistió todo lo imaginable, como el periodo Meiji que fue pro–sintoísta (1868–1912) y se empeñó en erradicar el budismo de Japón, destruyendo decenas de miles de templos. Kongō Gumi también fue capaz de sobrevivir a la crisis financiera Shōwa de 1927, a las dos guerras mundiales y la destrucción de Japón por las bombas atómicas.

Como escribe la documentalista y periodista Irene Herrera en Building on Tradition — 1,400 Years of a Family Business, la excepcional longevidad de Kongō Gumi durante catorce siglos no fue casualidad. Afortunadamente, los principios que guiaron la empresa fueron registrados por la propia familia. Yoshisada Kongō, el líder 32º, que superó el duro período Meiji, escribió un credo denominado Shokuke kokoroe no koto en que condensó los principios básicos de la filosofía empresarial de Kongō Gumi.

El primer artículo del credo afirma que seguir los preceptos del confucianismo, el budismo y el sintoísmo, y capacitarse en el uso de la regla del carpintero es “nuestro deber más importante”. Para un Kongō, las reglas que miden su vida personal son tan importantes como su excelencia profesional.

Otros artículos del credo, incluyen consejos como:

  • Utilice siempre el sentido común.
  • Concéntrese en su negocio principal.
  • Garantice la estabilidad a largo plazo para los empleados.
  • Mantenga el equilibrio entre el trabajo y la familia.
  • Escuche a sus clientes y trátelos con respeto.
  • Envíe siempre los presupuestos más baratos y honestos.
  • Beba con moderación.

La altísima calidad del trabajo de Kongō Gumi fue sin duda uno de los factores clave en la longevidad de la empresa. Un aprendiz dedicaba 10 años para perfeccionar las técnicas exigidas por el trabajo y requería de otros diez años de entrenamiento para convertirse en un maestro carpintero. Junto con esto el credo los impulsaba a practicar lectura y aritmética, y cualquier otra habilidad que pudiera ser requerida para su posición. Los artesanos se organizaban en “kumi”, equipos de trabajo que a menudo competían entre sí para demostrar quién lo hacía mejor.

Kongō Gumi tuvo gran éxito en la creación y mantenimiento de relaciones sólidas con sus clientes, muchos de los cuales se mantuvieron fieles durante siglos. Varios de los preceptos enumerados en el Shokuke kokoroe no koto lo reflejan: “escuche lo que dice el cliente” y “trate a los clientes con respeto”. Sin embargo, el credo va más allá para referirse a las relaciones en general: “no se privilegie a sí mismo”, “nunca pelee con los demás”, “no avergüence a una persona” y “comuníquese con respeto”.

Una característica de Kongō Gumi, fue su capacidad para equilibrar la tradición con la flexibilidad para adaptarse a las condiciones cambiantes. Por ejemplo, cuando los ingresos de la construcción y reparación de templos cayeron durante el periodo Meiji, la empresa empezó a construir oficinas y residencias demandadas por un Japón cada vez más occidentalizado. Kongō Gumi fue la primera empresa en Japón que combinó las construcciones tradicionales de madera con hormigón, y la primera en utilizar software CAD para el diseño arquitectónico de los templos.

Kongō Gumi era flexible en la elección de sus dirigentes y siempre privilegiaba la meritocracia. Los propios hijos de Yoshisada Kongō fueron calificados como incapaces de dirigir la empresa, por lo que el liderazgo pasó a su hermano menor. De acuerdo con la tradición japonesa, el nombre de la familia podía continuar incluso a través de las generaciones que no habían producido ningún heredero varón mediante la adopción de un yerno, que tomaba el nombre Kongō. El 39º presidente de la empresa, Toshitaka Kongō, fue uno de esos yernos.

Esta flexibilidad y capacidad de adaptación, llegó a un extremo durante la depresión económica Shōwa, cuando el 37º líder, Haruichi Kongō, decidió suicidarse por su incapacidad de mantener a su familia y las familias de sus artesanos, en ausencia de un líder masculino adecuado, su viuda Yoshie aceptó convertirse en la primera y única mujer que ha dirigido Kongō Gumi. Ella desafió la tradición de liderazgo masculino en Japón, amplió el alcance del negocio, y le rogó al gobierno que permitiera a la empresa sobrevivir por medio de la fabricación de ataúdes de madera. Yoshie inició una importante reforma estructural para separar a la dirección gerencial de los puestos técnicos de carpintería, modelo que le permitió adaptarse con éxito a la era post–industrial.

Si bien el negocio de construcción y mantenimiento de templos budistas había disminuido a inicios del siglo XXI, Kongō Gumi con 104 personas aún tenía ingresos anuales superiores a 67 millones de dólares.

Masakazu Kongō, el cuadragésimo líder de la empresa, decidió diversificar la empresa, y creó una sucursal dedicada al desarrollo de oficinas y departamentos, área en la que Kongō Gumi no tenía experiencia, y mucho menos ventajas sobre sus competidores. Peor aún, en lugar de ingresar a ese sector como un constructor, Kongō Gumi se convirtió en desarrollador, asumiendo los riesgos financieros. La empresa se endeudó por el equivalente a 343 millones de dólares para financiar la adquisición de terrenos y construcción. Cuando estalló la burbuja inmobiliaria en la recesión de 1992-93, Kongō Gumi cayó en insolvencia en 2006, siendo absorbida por una filial de la constructora Takamatsu. Esto marcó el final de la empresa más longeva del mundo.

Thomas Frankl en Five surprising reasons why some companies out-survive their competitors, destaca que el último de los líderes Kongō, que irónicamente fue el único que recibió capacitación en administración de empresas en Estados Unidos, consideró erróneamente a Kongō Gumi como una empresa de construcción, lo que en realidad nunca fue. Kongō Gumi por más de 1.400 años, había sido una empresa de nicho dedicada a la construcción de templos, que utilizaba técnicas patentadas de escultura y construcción en madera altamente sofisticadas, transmitidas de generación en generación.

Kongō Gumi no pudo sobrevivir como una entidad independiente después de 1.400 años, no debido a la agitación económica o los cambios en la tecnología, sino porque su liderazgo se desvió de los principios básicos que estaban explícitos en su credo Shokuke kokoroe no koto, y que le habían permitido superar todo lo imaginable. Parafraseando a Manfred Max-Neef, con lo único que no pudo Kongō Gumi, fue con la estupidez humana.

Los principios nos ayudan a responder la pregunta de cómo hacer las cosas y qué criterios debemos utilizar para tomar decisiones. Las empresas que quieren tener éxito a largo plazo deben identificar sus principios fundamentales y ceñirse a ellos, incluso cuando hacerlo signifique dejar pasar oportunidades potencialmente lucrativas.

Kongō Gumi perdió su independencia en 2006 luego de más de 1.400 años y hoy está bajo el control de Takamatsu Construction Group, sin embargo, los miembros de la familia Kongō y sus empleados continúan construyendo y manteniendo templos. Y el día 1 y 15 de cada mes, más de 120 carpinteros Kongō y otros empleados se reúnen para realizar una pequeña ceremonia de oración en memoria del príncipe Shōtoku y darle las gracias por la forma en que todo esto empezó.

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