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transdisciplinariedad

TRANSDISCIPLINARIEDAD

En 1969, el experto en gestión empresarial Peter Drucker acuñó la expresión Sociedad del Conocimiento. En su libro La Era de la Discontinuidad planteó que las cosas más útiles, como el conocimiento, no tienen valor de cambio y estableció su relevancia como factor económico de primer orden, es decir, introdujo el conocimiento en la ecuación económica y lo mercantilizó.

Drucker dejó claro, que lo relevante desde el punto de vista económico no era la cantidad o calidad del conocimiento producido, sino su capacidad para generar riqueza. Se trataba, sin duda, de un uso restringido de la palabra conocimiento, aunque completamente adecuado al contexto de la teoría económica.

Buena parte de lo planteado por Druker hace más de cincuenta años es hoy una realidad. La información sobre cualquier tema se acumula a nuestro alrededor a un ritmo exponencial gracias a la alegre contribución de millones de personas que infatigablemente aportan desde simples fotografías a profundas reflexiones en cualquier campo del saber.

A un solo clic, nos podemos enterar si está lloviendo en el lugar más remoto del planeta, encontrar la canción y la letra de la melodía que estamos escuchando y obtener información o soluciones sobre los más variados temas, cosas o personas en las que estemos interesados. Desde recetas para cocinar, soluciones a un problema de matemáticas o los gustos y preferencias de un desconocido.

Disponemos de los medios para que la creación de saber pueda expandirse exponencialmente y es imposible que ningún individuo pueda conocer la totalidad del conocimiento creado colectivamente y menos hacerse cargo de la estructura del conjunto. A esto, Antoni Brey lo llama Sociedad de la ignorancia, Daniel Innerarity Sociedad del desconocimiento y Gonçal Mayos Sociedad de la incultura. En el artículo La Sociedad de la Ignorancia y otros ensayos, concluyen:

Queda ahora claro que el nombre que mejor describe nuestra realidad actual es el de una Sociedad de Saberes Productivos.

El ideal renacentista del homo universalis, ese intelectual preparado en todas las disciplinas y en todos los terrenos, fue desbordado rápidamente luego de la invención de la imprenta. Cualquier biblioteca disponía de muchos más libros de los que una persona podía aspirar a leer en toda una vida. Pero, como mínimo, la estructura de la biblioteca tenía cierta estabilidad.

Sin embargo, la actual dinámica de acumulación exponencial de contenidos y conocimiento es muy diferente. Nos encontramos en una nueva biblioteca donde constantemente se construyen salas dedicadas a nuevas disciplinas, que rápidamente se llenan de volúmenes, y que apenas alcanzamos a visitar. Hoy, la desconexión nos sigue afectando, pero su naturaleza cambió, estamos desconectados de amplias áreas del saber.

En el editorial de la revista Nature Neuroscience, se hace referencia al creciente problema que tienen expertos y científicos para entenderse entre sí:

En tiempos de Darwin, era posible escribir un libro que fuera simultáneamente un informe científico y un best seller popular. Hoy en día, sin embargo, ello parece un ideal remoto. No sólo es difícil comunicar ideas científicas al público en general, sino que los científicos tienen crecientes dificultades de comunicarse entre sí. Incluso dentro de la biología, investigadores de distintas áreas de especialización, frecuentemente no son capaces de entender los artículos de otros.

Los hiper-expertos materializan la sociedad del conocimiento vislumbrada por Drucker, y son una consecuencia directa de la mercantilización del conocimiento y de la disgregación del saber en áreas cada vez más desconectadas las unas de las otras y, especialmente, del resto de la sociedad. El experto, es un gran especialista en una franja cada vez más estrecha del saber y lógicamente, cada vez más ignorante en el saber de otros campos. Además, sus conocimientos únicamente tienen sentido en el entramado económico que lo motiva. En la naturaleza del experto no existe necesariamente un interés en convertirse en sabio y, de hecho, todos los mecanismos que hoy operan a su alrededor le empujan en la dirección contraria; diferenciarse al extremo gracias a su especialidad.

Manfred Max-Neef intelectual, economista, ambientalista y político, ganador del Right Livelihood Award considerado el Premio Nobel alternativo de economía, rector de la Universidad Austral de Chile, ha sido considerado por sus ideas un adelantado para su época. En su libro La economía desenmascarada: Del poder y la codicia a la compasión y el bien común señala:

Si debiera definir de alguna manera nuestro tiempo me atrevería a decir que hemos alcanzado un punto en nuestra evolución como seres humanos, en que sabemos mucho, pero comprendemos muy poco. No cabe duda alguna de que la razón, la lógica lineal y el reduccionismo han contribuido a alcanzar niveles insospechados de conocimiento. El saber ha crecido de manera exponencial, pero recién ahora comenzamos a sospechar que ello no es suficiente, no por razones cuantitativas, sino por razones cualitativas. El saber es sólo uno de los caminos, es un lado de la moneda. El otro camino es el del comprender.

Max-Neef, no alcanzó a experimentar en vida la actual Pandemia, sin embargo, advirtió que los desafíos que enfrenta la humanidad, tales como: agua, migraciones forzosas, pobreza, crisis ambientales, violencia, terrorismo, neo-imperialismo, destrucción del tejido social, entre otros, no pueden ser adecuadamente abordados desde el ámbito de disciplinas aisladas, y en 2004, escribió un artículo académico que tituló Fundamentos de la transdisciplinariedad, en el que señala:

La síntesis integradora no se logra a través de una acumulación de distintos cerebros. Ella debe ocurrir en cada uno de los cerebros; y para ello se precisa una formación orientada de tal manera que lo haga posible.

La palabra –transdisciplinariedad-, apareció hace tres décadas, casi simultáneamente, en los trabajos de investigadores tan diversos como Jean Piaget, Edgar Morin, Eric Jantsch, entre otros. El término fue inventado en su momento para expresar la necesidad de una transgresión de las fronteras entre las disciplinas, de la superación de visiones estrechas, de parcelas e hiper especialización incentivadas por la “productividad del conocimiento”.

Max-Neef propuso la siguiente taxonomía de saberes:

La transdisciplinariedad se da cuando existe una coordinación entre todos los niveles. Niveles que Max-Neef describe del siguiente modo:

  • Nivel empírico: Las disciplinas del nivel inferior, se ocupan de describir el mundo como es, este nivel se pregunta y responde a la pregunta: ¿qué existe? Abarca en un extremo desde las leyes físicas de la naturaleza a los principios que gobiernan la vida y las sociedades. El lenguaje organizador de este nivel es la lógica.
  • Nivel propositivo: El siguiente nivel contiene las disciplinas que son básicamente tecnológicas. En este nivel la pregunta que se plantea y se responde es: ¿qué somos capaces de hacer?, con lo que hemos aprendido en el nivel empírico. Este nivel se ocupa de hacer represas y caminos, fabricar computadores y maquinarias. Lo que este nivel no nos dice es si es conveniente hacer lo que podemos hacer. El lenguaje organizador de este nivel es pragmático, enfatiza sólo las propiedades mecánicas de la naturaleza y de la sociedad.
  • Nivel normativo: El tercer nivel, se pregunta y responde: ¿qué es lo que queremos hacer? En las sociedades democráticas las respuestas a esta pregunta, deberían estar sometidas a votación, un ejemplo es la evaluación de los impactos ambientales. Ese es un caso en que las personas debieran tener la capacidad directa de influir en lo que quieren que suceda en su entorno. El lenguaje organizador de este nivel normativo es la planificación.
  • Nivel valórico: Este nivel se pregunta y responde: ¿qué deberíamos hacer? o ¿cómo deberíamos hacer lo que queremos hacer? Este nivel va más allá de lo contingente, apunta a nuestra visión de mundo, busca respuestas éticas. En el mejor de los casos manifiesta una preocupación global por la especie humana y por la vida en general. El lenguaje organizador debiera ser probablemente una suerte de ecología profunda.

La visión transdisciplinaria, conduce, en el plano social, a un cambio radical de perspectiva y de actitud. El crecimiento económico a cualquier precio no puede estar en el centro de las estructuras sociales. La economía política y lo vivo están íntimamente ligados. Una economía política transdisciplinaria debiera estar fundada sobre el postulado de que aquella está al servicio de la humanidad y no a la inversa. El bienestar material y el bienestar espiritual se condicionan uno a otro.

Sin ir más lejos, en referencia a la crisis sanitaria que estamos viviendo el sociólogo y filósofo francés, Edgar Morin en una reciente entrevista publicada en el suplemento Idées de Le Monde señala:

Los conocimientos se multiplican de una manera exponencial, de golpe, desbordan nuestra capacidad de asimilación, y sobre todo lanzan el desafío de la complejidad: cómo confrontar, seleccionar, organizar esos conocimientos de manera adecuada al momento de conectarlos y de integrar la incertidumbre. Para mí, esto revela una vez más la carencia del modo de conocer que se nos ha inculcado, que nos hace fragmentar lo que es indivisible y reducir a un solo elemento aquello que conforma una unidad integral que es a la vez diversa. En efecto, la revelación fulminante de los trastornos a los que estamos sometidos es que todo aquello que parecía separado está unido, porque una catástrofe sanitaria se vuelve una catástrofe en cadena que afecta la totalidad de todo lo que es humano.

El actual contexto de crisis planetaria, requiere actuar y pensar de forma compleja, lo que hace referencia a la capacidad de conectar diferentes dimensiones de la realidad. Una realidad entendida como una trama de tejidos compuesta por infinidad de otros tejidos.

El mundo constituye un todo inseparable y no se puede comprender sin entender cada una de sus partes y el compuesto global que forma. Los desafíos acuciantes que enfrentamos no pueden ser adecuadamente abordados desde enfoques únicos. Sin embargo, abordarlos desde una visión transdisciplinaria nos desafía a asumir el rigor necesario en la argumentación tomando en cuenta toda la información disponible, tener la apertura para aceptar lo desconocido, lo inesperado y lo imprevisible y la tolerancia para reconocer el derecho a las ideas y verdades opuestas a las nuestras.

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