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Sinsentido

La muerte de un ser querido, la cesantía, un grave accidente, un divorcio, un gran fracaso son ejemplos de lo que el psiquiatra Karl Jaspers, llamaba “situaciones límite”. Jaspers, se refería a esas condiciones en las que no nos queda más remedio que reconocer el carácter efímero de las certidumbres que sostienen nuestra vida, el quiebre de lo cotidiano, el colapso de nuestras certezas, el caos.

La pandemia del Covid-19, para muchas personas es una situación límite, y para otros ha permitido tomar conciencia de cuán frágil y efímera es nuestra existencia, no solo en cuanto a la salud física sino al modo de vida que habíamos considerado como normal. En un contexto como este, la ansiedad y la angustia emergen como una respuesta natural al experimentar el vacío, el miedo a lo desconocido y el sinsentido.

Hallar el sentido de la vida ha sido una preocupación humana desde las primeras culturas de las que tenemos rastro. La propia existencia de las religiones tiene su origen en la búsqueda de significado. Por ejemplo, en las religiones monoteístas, ayudar a los demás y el amor al Creador tendrían como recompensa alcanzar el cielo. La búsqueda de la perfección de uno mismo, también surge como un objetivo vital y está presente por ejemplo en el hinduismo, el que considera que la misión del individuo sería vivir una existencia lo más elevada posible para subir un peldaño más en la próxima reencarnación.

Esta búsqueda de sentido no es exclusiva del pensamiento religioso, el filósofo español José Ortega y Gasset en El hombre y la gente, señala:

La vida nos es dada, puesto que no nos la damos a nosotros mismos, sino que nos encontramos en ella de pronto y sin saber cómo. Pero la vida que nos es dada no nos es dada hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros, cada cual la suya.

La respuesta a esta obsesión humana por la búsqueda de sentido, podría estar incluso esculpida en nuestros genes. En un reciente estudio de la Universidad Vrije de Ámsterdam, se correlacionaron muestras de ADN con las respuestas a un cuestionario realizado por más de 220.000 participantes. Los investigadores identificaron dos variantes genéticas asociadas con el sentido de la vida y seis para la felicidad. Meike Bartels, señala:

El entorno es importante para la felicidad, pero no para la búsqueda de significado, y viceversa […] En el futuro nos gustaría averiguar qué factores del entorno son los causantes de esta discrepancia.

La idea de felicidad se entiende como un estado emocional positivo en el presente, relacionado con la satisfacción. Pero, el significado o sentido de la vida, tiene más que ver con salir de uno mismo y orientarse a un proyecto más grande, con la sensación de que estamos contribuyendo a los demás o a la sociedad de alguna manera. Para aclarar estos conceptos, el psicólogo social Roy Baumeister profesor de la Universidad de Queensland, identificó cinco grandes diferencias entre felicidad y sentido de la vida.

1.    Satisfacción de deseos: La ocurrencia de cosas buenas en nuestra vida se asocia tanto a la felicidad como al significado. Para la felicidad son centrales la capacidad de obtener lo que se quiere, cubrir las necesidades, y la experiencia de sentirse bien, pero estas cosas tienen poco que ver con el significado de la vida. Los eventos estresantes o problemáticos pueden disminuir la felicidad y, sin embargo, pueden aumentar la experiencia de significado en la vida. Una buena salud es importante para sentirse feliz, pero es indiferente a la experiencia de sentido. Muchas personas que atraviesan graves enfermedades declaran que sus vidas son plenamente significativas, a pesar de sus dolencias físicas.

2.    Escala temporal: La felicidad tiene que ver con centrarse en el presente; el significado está más relacionado con un relato coherente que enlaza el pasado, presente y futuro. Subjetivamente, la felicidad se percibe como fugaz, mientras que el significado se entiende como algo más permanente y duradero. Crear una narrativa con los acontecimientos de la vida trae claridad. Ayuda a entender cómo llegamos a ser quienes somos. Sin embargo, no siempre nos percatamos que somos los autores de nuestras historias y que podemos cambiar la forma en que nos las contamos. El psicólogo Dan McAdams de Northwestern University llama a esto “elecciones de narrativa”, destacando que todos podemos editar, reinterpretar y relatar nuestras historias, aun cuando estemos limitados por los hechos.

3.    Relaciones: La conexión con otros y la vida social son importantes tanto para la felicidad como para la experiencia de significado, aunque de forma diferente. La felicidad se relaciona generalmente con los beneficios que uno recibe, mientras que las experiencias de significado derivan de lo que uno aporta. El egoísmo se asocia más a la felicidad y el altruismo a las experiencias con significado. Los lazos menos profundos parecen tener más que ver con la felicidad; mientras que aquellos construidos a lo largo del tiempo y que muchas veces implican sacrificios, aportan más significado. Las relaciones profundas en que uno se siente valorado por lo que es y donde uno valora a los otros de la misma forma, son para muchas personas, la fuente más esencial de significado.

4.    Propósito: La experiencia de significado deriva de involucrarnos en cosas que uno considera importantes, que van más allá de la búsqueda de una satisfacción personal. Por ejemplo, las profesiones consideradas “vocacionales”, frecuentemente implican alto estrés y riesgo y, sin embargo, son fuente de alto significado para quienes las realizan. La clave del propósito es usar tus fortalezas para servir a los demás. Para muchos de nosotros, eso sucede a través del trabajo. Así es como contribuimos y nos sentimos necesarios. Pero eso también significa que asuntos como la desconexión en el trabajo, el desempleo y la percepción de baja eficacia laboral no son solo problemas económicos, sino también existenciales. Sin algo que merezca la pena hacer, colapsamos.

5.    Trascendencia: El significado se asocia a hacer cosas que sirven como expresión de uno mismo, de nuestra identidad y de lo que somos. Sin embargo, estas actividades de “autoexpresión” suelen ser irrelevantes para la felicidad y ocasionalmente van en detrimento de ella. Encontramos más significado cuando persistimos en aquello que consideramos relevante para nuestras vidas, aunque no necesariamente aporte a nuestra felicidad. Los estados trascendentes son esos momentos cuando uno está por encima del ajetreo y el bullicio de la vida cotidiana, y el sentido del yo se desvanece, y nos sentimos conectados a una realidad superior. Para algunas personas es admirar arte, para otras el deporte, la naturaleza, la iglesia o su familia. En un estudio se indicó a un grupo de estudiantes que por un minuto observaran grandes árboles, después de esa experiencia se sintieron menos egocéntricos, e incluso se comportaron más generosamente.

Emily Esfahani Smith en The Power of Meaning: Crafting a Life That Matters señala que, aunque realizar actividades placenteras a corto plazo puede mejorar el ánimo, a largo plazo las experiencias con sentido, son más satisfactorias. El significado emerge de la interacción entre las posibilidades del contexto y nuestra estructura de valores. El significado sirve para sostener la vida, proporcionando un antídoto frente al caos y el sufrimiento imperante.

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche, en uno de sus aforismos más célebres señala: “quien tiene un por qué vivir, puede resistir casi cualquier cómo”. Oscar Wilde en El abanico de Lady Windermere destaca esta necesidad:

Dos tragedias hay en la vida. Una es la no consumación de un anhelo. La otra es su consumación. De las dos, la segunda es, con mucho, la más trágica.

Nietzsche y Wilde, consideraban que el sentido de la vida no es algo prefabricado y estático, sino algo que se construye dinámicamente, y que cada uno de nosotros puede hacer de formas muy distintas.

Necesitamos un objetivo concreto, específico, una ambición y una intención, para limitar el caos y explicitar el sentido de nuestras vidas. En tiempos de pandemia la fragilidad de la vida, la catástrofe de la existencia y el sentido de nihilismo se hacen palpables. Cualquier clase de ser parece requerir limitaciones. Quizá sea porque el “ser” exige el “llegar a ser”, más allá de una existencia estática, y llegar a ser, significa llegar a ser algo mejor o, al menos, algo diferente. Lao-Tse, en el Tao Te Ching, enseña:

Treinta radios de una rueda

convergen en un centro

es el vacío el que hace que la rueda sea útil.

Mezcla arcilla y haz una vasija

es el vacío el que hace que la vasija sea útil.

Construye una habitación

abre puertas y ventanas

es el espacio abierto el que las hace útiles.

Lo que hay es provechoso,

lo que no hay, útil.

En Ira y Paciencia, el Lama Michel Rinpoche hace referencia a un verso atribuido al maestro tibetano Kunden Jampel Yang, que nos advierte de lo corto de nuestra vida:

Pensando en hacerlo, pensando en hacerlo, pasaron 20 años

No pude hacerlo, no pude hacerlo, pasaron 20 años

Oh, ¿por qué no lo hice? oh, ¿por qué no lo hice? pasaron 20 años

De esta manera pasaron 60 años

Esta es la biografía de una vida sinsentido

Hay miles de respuestas a la pregunta ¿cuál es el significado de la vida?, sin embargo, como decía la genial Dory en la película de Disney-Pixar Buscando a Dory, parece que lo más importante en esta vida es recordar que, pase lo que pase, lo que hay que hacer es ¡seguir nadando!, porque llegará un día en el que moriremos, pero el resto del tiempo estaremos vivos.

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