Mapas Mentales
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¿Cómo pensamos?

Nuestros antecesores más lejanos ya sentían emociones. En los seres vivos las emociones cumplen tres funciones: una función adaptativa, una social y una motivacional. La función adaptativa hace que nos acerquemos o alejemos de una circunstancia. La función social, nos permiten comportarnos en sintonía con nuestros pares del entorno y la función motivacional, nos da la energía para la acción, dirige y orienta nuestro comportamiento hacia un objetivo.

En el libro Emoción y Sentimientos, Daniel López Rosetti, lo resume magistralmente:

“podemos afirmar que tenemos una prehistoria emocional y una novedad racional. Hemos “sentido” mucho tiempo antes que apareciera nuestro primer pensamiento.”

Pensar, surge como un diálogo interno entre dos o más formas distintas de ver el mundo. Es como las aventuras e interacciones que sostienen las pequeñas personitas que habitan la mente de la pequeña Riley Anderson en la película de Pixar Intensa-Mente. En que el punto de vista de “Alegría”, es una visión de mundo, con sus propias representaciones del pasado, el presente y el futuro, así como sus propias ideas acerca de cómo actuar. Lo mismo ocurre con las opiniones de “Tristeza”, “Temor”, “Desagrado” y “Furia”. Pensar es el proceso mediante el cual puntos de vista internos frecuentemente contradictorios imaginan, articulan y dialogan.

Sobre la base biológica emocional arcaica, en los últimos dos millones de años de historia de la especie humana ocurrió algo que la diferenció radicalmente del resto de los 7,8 millones de especies animales que pueblan la tierra. En el libro La conquista del lenguaje: una mirada a la evolución de la mente simbólica, el neurocientífico Xurxo Mariño señala:

Si hubiera que sintetizar las características que definen la naturaleza humana y que, en conjunto, nos separan de los demás seres vivos, se podrían escoger tres: autoconsciencia, pensamiento simbólico y lenguaje.

Steven Pinker, en El instinto del lenguaje afirma que el lenguaje no solo surge como una adaptación biológica, sino que también ha sido influenciado por factores sociales y culturales de la comunicación en los humanos. Para el biólogo Humberto Maturana el lenguaje no es un sistema de comunicación o transmisión de información, sino que es un sistema de convivir. El lenguaje es algo más que hablar y comprender expresiones, es una interacción múltiple que involucra actores, distancias, voces, tonos o gestos, que ocurren en un contexto social.

Noam Chomsky en su libro ¿Qué clase de criaturas somos?, precisa:

Las lenguas no son herramientas diseñadas por los humanos, sino objetos biológicos, como el sistema visual, inmune o digestivo. […] El Lenguaje básicamente es un “instrumento de pensamiento”.

El premio Nobel de Medicina 2014, Edvard Moser descubrió que en nuestro cerebro existen unas neuronas específicas responsables de nuestra ubicación espacial, que se activan cuando aprendemos nuevos conceptos y símbolos. Según estos investigadores nuestro cerebro organiza los pensamientos de la misma forma que los objetos se ubican en un espacio físico, construyendo espacios cognitivos llenos de mapas que nos sirven de orientación, tanto para navegar por el mundo de los objetos como por el de las ideas. Así, en estos espacios cognitivos, el cerebro almacena información sobre lo que nos rodea, no solo de datos geográficos, sino también las relaciones entre los objetos y las experiencias.

No solo pensamos con palabras, eso depende de cada persona, hay gente para la que es más habitual el pensamiento visual o el sensible. Además, todas estas representaciones se pueden mezclar. Hay gente que lee una novela y ve las acciones como si fuera una película, pero para otros hay una voz interior narrándoles la historia. Por ejemplo, los matemáticos, piensan usando el lenguaje formal de las matemáticas de un modo que a muchos nos resulta difícil de comprender. Sin embargo, el lenguaje afecta de manera activa la comprensión del mundo que nos rodea y de nuestras propias circunstancias como seres vivos.

Todos los hablantes de una lengua compartimos un código lingüístico con una estrecha relación entre las palabras y las realidades que designan. El lenguaje cobra así sentido y nos permite explicitar simbólicamente nuestros mapas mentales personales. Hay varias características del lenguaje humano que, tomadas en conjunto, lo diferencian de otros sistemas de comunicación animal:

  • Combina de forma ilimitada elementos finitos con un significado para generar infinitos significados nuevos.
  • Usa elementos arbitrarios, como palabras o gestos que no tienen, en principio, ninguna relación natural con los objetos o acciones que referencian.
  • Permite desplazarnos mentalmente del presente y viajar a otros tiempos o espacios.

Gracias al lenguaje, los humanos habitamos una realidad muy distinta a la de cualquier otro ser vivo del planeta. Tanto la mente como el mundo se organizan en niveles superiores de la existencia humana con el lenguaje, a través de la comunicación.

En Antropología del cerebro. Conciencia, cultura y libre albedrío, Roger Bartra, sostiene que, en la evolución de los homínidos, para su adaptación y supervivencia, fue necesario establecer una prótesis externa de conciencia. Ésta se desarrolló conjuntamente con la prótesis tecnológica, es decir, el uso de herramientas. Bartra sostiene que existen “plantillas cognitivas” no sólo en los circuitos neuronales o en las redes simbólicas del mundo cultural, sino que las mismas plantillas cognitivas tienen una dimensión externa y una interna. Las plantillas externas en las que se codifica la conciencia a través del lenguaje, contienen información trascendental que sobrevive a las personas y pueden trascender el tiempo y espacio. Entendido así, el lenguaje opera como un puente de doble vía entre un mecanismo neurológico y un sistema de signos sociales. El lenguaje entonces, tiene componentes cerebrales y sociales intrínsecos de carácter bidireccional.

Uno de los debates más controvertidos de la lingüística tiene que ver precisamente con la relación entre una lengua y la realidad posible de la sociedad en la que se habla. En el libro Discurso y contexto. Un enfoque sociocognitivo, el lingüista Teun A. van Dijk, sostiene que el discurso, es la representación más humana de los humanos y comunicar con historias solo lo hacen los humanos, sostiene que el discurso es un fenómeno multimodal, que conecta estructuras del discurso con estructuras de la cognición. Para van Dijk los mapas mentales son representaciones personales y contextuales de los individuos, que incluyen formas de conocimientos individuales, pero también se basan en conocimientos socioculturales genéricos.

Detenernos a pensar en cómo pensamos puede llevarnos a descubrir cosas que no sabíamos acerca de nosotros mismos. Edgar Morin en Mis Demonios declara:

Sé también que es muy difícil evitar el egocentrismo intelectual que consiste en considerarlo y juzgarlo todo colocándose, naturalmente, en el centro del mundo […]. Hago un constante esfuerzo para degradar cualquier deseo de autoerigirme una estatua, […]. Ahora bien, la estatua exterior, la que se muestra a los demás, procede de la estatua interior, la que esculpimos inconscientemente para nosotros mismos. No puedo, pues, dar garantía alguna. Sólo puedo alegar que la preocupación principal de mi obra pasada […] es el problema de la ilusión y el error, comenzando por la ilusión y el error sobre uno mismo.

El monólogo interior es una herramienta que nos ayuda a crear nuestra narrativa autobiográfica. Es una especie de voz en off de nuestra conciencia, gracias a la que podemos evaluar y dar contexto a nuestros recuerdos, ideas y planes futuros.

Charles Fernyhough en The Voices Within: The History and Science of How We Talk to Ourselves, indica que pensamos mucho con palabras, sin embargo, el lenguaje “no es necesario para pensar; más bien es una herramienta que muchos humanos usamos durante gran parte del tiempo para pensar”. Cada palabra o gesto no está relacionado con algo exterior a nosotros, sino con nuestro interior. Son nuestras acciones y las emociones que están en su base, las que especifican y dan a nuestras palabras su significado particular.

Pensar es una actividad enormemente compleja y en su mayor parte no somos conscientes de cómo lo hacemos, requiere al mismo tiempo ser un buen orador y un buen escucha. Implica conflicto. El conflicto, necesita negociación y compromiso, lo que demanda ceder, modificar argumentos y ajustar ideas, incluso si se trata de nuestras propias discusiones internas.

Así pues, escúchate y escucha a aquellas personas con las que hablas. Escucha las historias que te cuentas y las que no, las palabras que usas y no usas para interpretar los hechos y circunstancias. A partir de ahí, tus mapas mentales no se compondrán solo de lo que ya sabes, sino que se abrirán a nuevas opciones, eventualmente más adecuadas a un contexto en permanente cambio. Esa era la razón por la que la sacerdotisa del oráculo de Delfos, en la antigua Grecia, tenía en tan alta estima a Sócrates, al que describió como el hombre vivo más sabio, ya que solo sabía que no sabía nada.

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