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Analogía del carruaje

En uno de los textos más antiguos del hinduismo, el Katha Upanishad, datado en el año 600 a.C., se compara al ser humano con un carruaje tirado por caballos. Esta idea, se ha utilizado con frecuencia por diferentes culturas y bajo diferentes formas, con mayor o menor complejidad, para representar el funcionamiento del ser humano y el origen de sus dificultades, lo interesante es lo multidimensional del modelo que esta analogía sugiere.

Como toda metáfora, tiene sus limitaciones, pero permite explicar el funcionamiento del ser humano en varias dimensiones. En esta analogía, el ser humano está conformado por un carruaje, un caballo (o caballos) que tira del carruaje, un cochero que dirige al caballo y un maestro que va de pasajero en el carruaje. El conjunto avanza por un camino. El carruaje representa el cuerpo físico, el caballo representa las emociones, el cochero representa la mente y el maestro representa nuestro espíritu. El camino simboliza el gran viaje de nuestra vida en el mundo material, que para experimentarlo de buena forma requiere de una personalidad bien coordinada.

Para avanzar por el camino de la vida en forma armoniosa, necesitamos un carruaje en buen estado, es decir, un cuerpo físico sano, necesitamos también un buen caballo, cuánto más fuerte y robusto sea, más aprisa se avanza y más posibilidades se tienen de descubrimientos y experiencias. Es bueno tener un sistema emocional fuerte, pero un caballo muy vigoroso debe ser bien dirigido, de lo contrario puede desbocarse y terminar destruyendo el carruaje. La salud de nuestro cuerpo físico depende mucho de nuestras emociones. La naturaleza nos ha dotado también de una mente, un cochero para, en principio, conducir con sensatez al caballo y cuidar del carruaje. Pero el cochero no conoce el camino. Para que el viaje resulte interesante y armonioso, el cochero debe estar dirigido por el maestro, nuestro espíritu, que es el único que conoce el camino, sus recovecos y baches. Por lo que nuestro cochero debe estar dispuesto a escuchar y ejecutar fielmente las indicaciones que le brinda el maestro que está en el interior del carruaje.

Para que la dimensión mental del ser humano (nuestro cochero) realice plenamente sus funciones, necesita desarrollar varias habilidades, por una parte, desarrollar la capacidad de conectarse directa y conscientemente con su espíritu (intuición en el sentido más noble del término), a fin de ser capaz de recibir las instrucciones y ejecutarlas adecuadamente, y por otra parte, necesita también conocer la naturaleza emocional de su caballo, a fin de mantenerlo en control cuando se desboca. Debe además tener la habilidad de cuidar y reparar el carruaje (naturaleza física) de manera inteligente y eficaz, cuando presenta algún desperfecto.

La armonía se logra cuando el conjunto físico, emocional y mental, nuestra personalidad, avanza coherentemente, sin embargo, podría extraviar el camino, la clave es que el conjunto esté totalmente al servicio de las instrucciones del maestro interno, nuestro propósito interior, permitiendo que nuestro espíritu se manifieste con todas sus cualidades en el mundo material. Necesitamos de nuestra mente, pero debemos formarla para que sea realmente capaz de hacer este trabajo dual, conectar el propósito interior con nuestro propósito en el mundo material.

Presentamos brevemente este modelo, conscientes que la estructura del ser humano es extremadamente compleja y que este asunto por sí mismo puede ocupar las indagaciones de toda una vida, sin embargo, reflexionar en él permite considerar algunos aspectos relevantes para mejorar la experiencia en nuestro viaje.

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