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Homo narrator, Big Data y dataísmo.

Parafraseando a E.M. Forster, un dato es que “El rey murió y la reina murió”. Una historia es que “El rey murió y entonces la reina se murió de pena”.

Don Norman en Things that Make Us Smart: Defending Human Attributes in the Age of the Machine, señala que:

Las historias tienen la oportuna capacidad de capturar precisamente aquellos elementos que los métodos de decisión formal dejan fuera. La lógica intenta generalizar, despojar la toma de decisiones de las emociones subjetivas. Las historias atrapan el contexto, atrapan las emociones. […] Las historias son acontecimientos cognitivos importantes porque comprenden, en un paquete condensado, información, conocimiento, contexto y emoción.

Nos contamos historias desde niños y seguimos contándonoslas durante toda nuestra vida. Lo narrativo es natural en nosotros; es la manera que tenemos de organizar e integrar contextos, ideas, emociones y sensaciones. Los cuentos son parte integral de nuestra naturaleza y construyen la realidad en la que vivimos. Hay varias razones por las que hacemos esto. Una de ellas es la retención. Según Jennifer Aaker, profesora de marketing en la Escuela de Negocios de la Universidad de Stanford, la información que se brinda en forma narrativa se retiene hasta 22 veces más que solo hechos.

Las cosas que habitan nuestra realidad, sus características, la manera de organizarlas y de clasificarlas, las acciones que esas cosas pueden hacer y padecer, las relaciones entre ellas, todo ello está determinado por las historias que nos contamos. Somos las historias que nos contamos sobre nosotros mismos, y las que nos contamos a nosotros mismos. No es posible comprendernos sin conocer las historias que nos constituyen y los cuentos que nos contamos.

Teun van Dijk, sostiene que el discurso, es la representación más humana de los humanos y comunicar con historias solo lo hacen los humanos, explica que el discurso es un fenómeno multimodal, capaz de conectar nuestros modelos mentales internos con las estructuras narrativas.

Las historias, especialmente cuando las cuenta alguien respetado, desencadenan una respuesta emocional que involucra al oyente de una manera que el texto escrito no es capaz, las historias son la forma natural de transferir conocimientos en nuestra especie.

Un patrón llamativo de los grandes maestros Buda, Confucio, Sócrates y Jesús, es que no escribieron, al contrario, insistían en reunir a sus discípulos y enseñarles a través de discursos, parábolas y el diálogo cara a cara.

Para Sócrates, la escritura era tan solo una muda sombra del discurso, una técnica que plasmaba palabras desprovistas de sonido, de aliento, de alma. No era más que un artilugio mecánico, una tecnología con enormes desventajas. No se le podían hacer preguntas complementarias a un texto; las palabras se sacarían del contexto en el que fueron pronunciadas y podrían ser malinterpretadas; las palabras sobrevivirían a la muerte del autor, que no podría refutar las falsas interpretaciones que pudieran surgir con posteridad.

Byung-Chul Han en su libro Psicopolítica, señala:

El Big Data debe liberar el conocimiento del arbitrio subjetivo […] cuando hay suficientes datos, la teoría sobra. […] El dataísmo se muestra como un dadaísmo digital […] renuncia a un entramado de sentido. Se vacía a la lengua totalmente de su sentido: «Los sucesos de la vida no tienen ni comienzo ni fin. Todo transcurre de manera idiota. Por eso todo es igual. La simplicidad se llama dadá». El dataísmo es nihilismo. Renuncia totalmente al sentido. Los datos y los números no son narrativos, sino aditivos. El sentido, por el contrario, radica en una narración.

Los datos e información apuntan a nuestra racionalidad, sin embargo, el arte de contar historias, conecta ideas con vínculos emocionales, rememora momentos, contextos y sensaciones. Una buena narración, nos permite sentir, recordar, imaginar, identificarnos, relajarnos y divertirnos.

Cuando nuestras vidas desbordan información y datos, no basta con ofrecer un argumento efectivo, ya que siempre habrá alguien en algún lugar capaz de encontrar un contraargumento que rebata el nuestro. La esencia de la persuasión, la comunicación y la comprensión de uno mismo consiste en desarrollar la habilidad de contar y contarnos buenas y convincentes historias.

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