adaptación

Carácter

Hace poco más de un mes Rafael Nadal no sabía si podría volver a jugar al tenis. Sin embargo, acaba de ganar el Abierto de Australia, con el que ya acumula 21 victorias en Grand Slam. A su llegada a España, comentó:

Deportivamente la situación era dramática para mí en ese torneo, pero al final se dieron las circunstancias adecuadas […] jugué con desparpajo, con alegría y con la máxima ilusión. Hubo momentos claves y la suerte estuvo de mi lado.

Rafa Nadal es un tenista que impresiona por su capacidad física, su técnica y su carácter. Sorprende la admiración y reconocimiento que recibe de sus iguales. Su amigo y rival Roger Federer, lo llena de elogios, y destaca su ética de trabajo, su tesón, su capacidad de sacrificio y esa capacidad para resurgir en los peores momentos.

El emblema personal que adorna su indumentaria representa de forma abstracta, los cuernos de un toro. Pero su familia bromea con esa imagen, ya que explican que es tímido, miedoso, y desde pequeño hasta ahora, le teme a la oscuridad. Prefiere dormir con la luz o la tele encendida, y se esconde bajo las almohadas cada vez que hay tormenta. Su hermana Maribel lo describe como un gato miedoso.

El Nadal como toro furioso, caracterizado por la resistencia, la intensidad, la implacabilidad, la negativa a aceptar que lo derrotan, es un personaje construido. Como el mismo Rafa reconoce, dudosamente hubiera podido alcanzar tal capacidad sin la guía que recibió de su tío Toni. En su autobiografía relata:

Toni fue inflexible conmigo desde el principio, más que con los demás chicos. Me exigía mucho, me presionaba.

Su madre, recuerda cómo su hijo pequeño solía llegar a casa llorando después de entrenar, pero no les daba detalles de lo que pasaba en los entrenamientos. Una vez le dijo que su tío Toni lo había llamado niño de mamá, así que ella quiso enfrentar a su cuñado, pero Rafa insistió en que no debía armar un escándalo y le pidió que se callara para evitar empeorar la situación. Nadal cuenta que cuando terminaban las prácticas, y los otros niños se iban a casa, Toni le ordenaba recoger todas las pelotas que habían quedado desperdigadas y barrer la cancha.

Rafa Nadal, nació en una familia de deportistas que de pequeño lo introdujo en el tenis. Su tío Toni, que había sido tenista, dirigía una escuela de tenis, le enseñó sus primeros golpes cuando tenía tres años de edad y fue su entrenador hasta 2017. En su biografía dice:

No soy uno de esos deportistas cuya vida consiste en superar unos orígenes oscuros mientras ascienden a la cumbre. Yo tuve una infancia de cuento de hadas.

Nadal, creció en un entorno privilegiado para la práctica del tenis, aunque este hecho no justifica por sí solo la dimensión que ha alcanzado como deportista y como persona. Sin duda, la fortaleza mental y capacidad de sacrificio de su carácter también han sido decisivas. ¿Nació o se hizo?, su caso es una mezcla extraordinaria en que se podrán discutir las proporciones, pero no los ingredientes: circunstancias, genes y mucho mérito. Como argumenta Malcolm Gladwell en Outliers, el éxito no es simplemente el resultado de la inteligencia o el esfuerzo. Los fuera de serie, son aquellos a quienes se les ha presentado una oportunidad y han tenido la fortaleza mental para aprovecharla. Toni señala:

Fui un entrenador que se preocupó más por forjar y fortalecer el carácter de Rafael que por formarlo técnicamente.

El origen del término carácter proviene de una palabra latina que significa hierro para marcar el ganado, y también sello de autoridad. Tal vez por eso, asociamos que el carácter se forja con autoridad, con dolor, y de manera impositiva, es decir, a la fuerza. Expresiones populares como la letra con sangre entra y quién te quiere te aporrea, son imágenes que asociamos a este término. El temperamento se hereda. El carácter se forja, como señaló José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote:

Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.

Poco podemos hacer con la herencia; nos viene dada. Pero sí podemos forjar el carácter desde nuestro ser y en relación con nuestras circunstancias. Son nuestras acciones, nuestra forma de elaborar los pensamientos y de reinterpretar los sentimientos los que definen nuestro carácter, que si podemos cambiar y mejorar.

Alan Stone, fue profesor de Derecho y Psiquiatría en la Universidad de Harvard. Se especializó en ética médica, fue presidente de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría y durante varios años fue crítico de cine para el Boston Review. Para Stone las películas son el gran medio moderno y democrático para explorar nuestras vidas individuales y colectivas. Brindan ocasiones para reflexionar sobre lo que él llama la aventura moral de la vida: las elecciones que hacen las personas, más allá de los límites de su carácter y circunstancias, en respuesta a los desafíos de la vida. La calidad de estas elecciones es, para él, la medida de una vida bien vivida. En su artículo de 2014 The Toad and the Butterfly, cuenta que, en 1997, el año de la película Titanic, paralelamente y sin grandes campañas publicitarias, ni millonarios presupuestos, el Oscar a la mejor película extranjera lo logró la producción holandesa-belga Karakter, dirigida por Mike van Diem, basada en la novela de Ferdinand Bordewijk.

Este extraordinario guion como lo calificó Stone, se desarrolla en Rotterdam durante los años entre las grandes guerras. Tiempos difíciles marcados por la lucha de clases que llevaron al surgimiento del comunismo y el fascismo. Los personajes principales son: Jacob el hijo, Joba la madre, y Dreverhaven el padre. Jacob es un hijo no deseado, que nace a partir de una única relación violenta que Dreverhaven, un Oficial de la ley, realiza contra Joba, su empleada de servicio.

La película es un choque de caracteres de tres personajes orgullosos y mutilados emocionalmente. Joba, es dura, terca y silenciosa, en casi ningún momento exhibe rasgo alguno de sensibilidad. Dreverhaven, es un hombre autoritario, distante, impositivo y brutal. Cuando se entera que Joba está embarazada, le propone matrimonio, pero ella no acepta; él insiste por más de un año, pero sistemáticamente es rechazado por ella. Jacob nace de ese choque de voluntades, heredando de ambos un carácter firme y decidido.

Jacob crece con un padre ausente y una madre silenciosa. El fracaso de la comprensión humana se convierte en la marca definitoria del carácter de Jacob. Pero, es tan resuelto y decidido como Joba y Dreverhaven, y confía plenamente en su voluntad y esfuerzo para salir adelante. En el lugar en que Jacob y su madre vivían encontraron casualmente varios tomos de una enciclopedia, pero solo llegaba hasta la letra “T”. En holandés la palabra padre es Vader. Así que, para contrarrestar el silencio de su madre, Jacob, se dedicaba a estudiar su enciclopedia incompleta. Sin un padre que lo protegiera de las agresiones y burlas de sus compañeros, aprendió a defenderse y controlar sus impulsos. Y por pura voluntad y determinación, superó la pobreza y la bancarrota para convertirse en abogado. Así Jacob reafirma su convicción de que el esfuerzo y voluntad eran la fórmula del éxito.

Jacob nunca había sido amado. Su mentor, el abogado De Gankelaar al ver que rechaza un regalo, lo reprende con fuerza y le grita que, aunque tiene mucho para dar, va a desperdiciar su vida si no aprende a recibir. Le intenta enseñar a Jacob que debemos ser capaces de aceptar el afecto de otras personas si queremos ser plenamente felices. Su resolución y autodisciplina no lo dejaban ver otros aspectos de la vida, cuando una hermosa joven se le acerca, Jacob es incapaz de reconocer lo que está sucediendo, y la pierde.

Karakter, es una historia de neurosis. Se pueden extraer muchas narrativas para explicar la formación del carácter de Jacob. La fábula también puede ser complementada con su contexto histórico y social. Sin embargo, como explica Stone, Mike van Diem proporciona material psicológico suficiente para abrir el apetito de aquellos que observan la vida como una aventura moral. Adela Cortina, profesora de Ética de la Universidad de Valencia, en su artículo Forjar el carácter, escribe:

La libertad humana no es absoluta, nunca lo fue ni lo será, siempre está condicionada. Pero por muy condicionada que esté nuestra libertad por todos estos factores, también es verdad que no está escrito el guion de nuestra biografía, que somos nosotros en muy buena parte los autores de nuestra novela vital en decisiones concretas y en la forja del carácter a mediano y largo plazo.

Atribuir los logros solo al esfuerzo y la voluntad es simplista, las personas que nacen en entornos desfavorecidos tienen menos oportunidades de desplegar sus capacidades y potencial. Pero no significa que, no podamos intervenir en nuestro destino. Nuestro futuro no es ajeno a las decisiones que tomamos ni a nuestro esfuerzo, y esta es una verdad cuyo aprendizaje es particularmente valioso para quienes parten de una posición de desventaja.

David Brooks, columnista del New York Times, en su libro The Road to Character, realiza un recorrido de pensadores y líderes mundiales, y explora cómo, a través de la lucha interna y el sentido de sus propias limitaciones, han construido un carácter fuerte. Pero advierte:

La antropología de la meritocracia es que no eres un alma a salvar, eres un conjunto de habilidades a maximizar. La gran mentira a la cabeza de la meritocracia es que las personas que han logrado más valen más que otras personas. Si quieres destrozar tu sociedad, esa es una buena mentira para presentar.

Brooks, afirma que la meritocracia exacerba el individualismo y genera desconexión. El problema central, es que una meritocracia permite que las personas pasen desapercibidas y sean invisibilizadas. La meritocracia esencialmente divide a la población humana en exitosos y fracasados. Transmite el equivocado mensaje de que, si eres talentoso, decidido, trabajador y motivado, nada puede impedirte tener éxito, pero si no lo logras el problema eres tú. Como advierte Byung-Chul Han en La sociedad del cansancio:

Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado […] Ya no hay contra quien dirigir la revolución, no hay otros de donde provenga la represión […] Es la alienación de uno mismo.

En su último libro The Second Mountain, Brooks sostiene que hemos llevado el individualismo al extremo, y en el proceso hemos desgarrado el tejido social, destaca cinco mentiras tóxicas que nuestra actual cultura transmite:

  • Él éxito profesional te hace feliz: Brooks, afirma que esta es una mentira que se le impone a la juventud. El mensaje es: trabaje, dedique largas horas, agrade con su tarea a sus jefes, escale posiciones y logre niveles más altos de estatus. Sin embargo, construir una vida en torno al éxito profesional, es insuficiente para tener una vida con significado.
  • Es personal: A esta Brooks la denomina la mentira de la autosuficiencia. Supone que los logros individuales y la adquisición de bienes materiales son suficientes para hacernos felices. Sin embargo, las personas al final de sus vidas reportan que son los actos de bondad y cariño los que realmente importan. La felicidad está en la relación y conexión con otras personas.
  • La vida es un viaje individual: Esta es la mentira de que cada persona está en un viaje individual y no necesita de otras personas a menos que puedan ayudarlo. Brooks dice: La idea es que acumules un montón de experiencias, y el que tenga más experiencias gana. En realidad, las personas que mejor viven sus vidas son conscientes de que tienen una responsabilidad con los demás. Responden a los problemas que notan en su entorno y les mueve la compasión por otros.
  • Tu propósito es personal: Brooks se refiere a esto como la privatización del significado. La realidad es que, aunque tenemos nuestros propios valores, los compartimos con amigos, familias, comunidades y colegas. Los valores tienen una función cohesiva. Son el cemento que mantiene unidas a comunidades e instituciones.
  • La gente rica y exitosa es más valiosa: Según Brooks, muchas personas lo niegan. Fingimos que no compartimos esta idea, pero toda nuestra cultura lo confirma. En cierto modo, todos estamos implicados en un sistema en el que ciertos bienes materiales confieren honor. Confundimos precio con valor.

Brooks, describe que nuestra actual cultura vive en dos mentalidades diferentes, y lo ejemplifica con dos montañas. La primera montaña trata sobre la felicidad individual y el éxito profesional. Pero no alcanza para realizarnos. Afirma que las personas verdaderamente plenas son aquellas que, a menudo impulsadas por una crisis personal, encuentran su segunda montaña, y se entregan a una causa mayor, renunciando a la vida que querían por lo que el mundo necesita.

Los seres humanos vivimos de y en nuestras costumbres, en los valores y hábitos que vamos fortaleciendo día a día, en el carácter que se viene configurando con esos valores y hábitos. Nuestro carácter no está solo en nuestras manos, porque nacemos en un determinado país, en el seno de una familia, en un contexto histórico y social, nada de esto lo hemos elegido, como tampoco las características genéticas y psicológicas con las que nacemos. La lotería natural y social que nos tocó, se seguirá manifestando a lo largo de nuestra vida en la gente con que la que nos encontramos. La interdependencia nos constituye, la solidaridad es irrenunciable. Revisemos nuestros valores, para intentar forjarnos un mejor carácter, que aumente la probabilidad de ser felices y justos. Hace poco Rafael Nadal, aclaró el motivo que lo llevó a crear hace once años su fundación:

Intentar ayudar y devolver a la sociedad toda la suerte que tenemos y lo bien que nos ha tratado la vida. […] en casa tuve el ejemplo en mi madre, que siempre la vi ayudar aportando desde sus posibilidades. Nosotros creamos ilusiones y oportunidades y el deporte y la educación lo abre de par en par. Los proyectos a largo plazo tienen un impacto más potente en la sociedad.

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