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Dilemas tecnológicos

J. Robert Oppenheimer fue un físico teórico conocido como el padre de la bomba atómica.

A principios de 1942, poco después que Estados Unidos entrara en la segunda guerra mundial, Oppenheimer fue nombrado líder del Proyecto Manhattan. Sus esfuerzos resultaron fructíferos, y el 16 de julio de 1945, se detonó la primera bomba atómica en Nuevo México. Un mes después, se lanzaron las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki.

En The Decision to Drop the Bomb Len Giovannitti, narra que luego de la prueba en Nuevo México, Oppenheimer dijo:

Supimos que el mundo no sería el mismo. Unas pocas personas rieron, unas pocas lloraron, muchas estuvieron en silencio. Recuerdo la línea de la escritura Hindú, el Bhagavad-Gita. Vishnu está tratando de persuadir al Príncipe para que cumpla con su deber y para impresionarlo toma su forma con múltiples brazos y dice: ‘Ahora, me he convertido en la muerte, el destructor de mundos’. Supongo que todos pensamos eso, de una u otra forma.

Oppenheimer creía que tenía las manos manchadas de sangre. En una charla que dio en 1946, señaló:

Pensamos en la leyenda de Prometeo, en ese profundo sentimiento de culpa que traen los nuevos poderes del hombre, que refleja su reconocimiento del mal y su conocimiento de eso mismo desde hace mucho tiempo.

El sentimiento de culpa de Oppenheimer no fue por el uso de la bomba en el contexto de la Segunda Guerra Mundial; sentía que en ese momento la bomba estaba moralmente justificada. Sin embargo, se sentía responsable de haber impulsado una carrera armamentista causante de una civilización en permanente amenaza. Esperaba que la tecnología nuclear pudiera encontrar aplicaciones civiles pacíficas, específicamente en la energía nuclear, pero tenía dudas de que fuera viable debido a los altos costos y riesgos involucrados.

Walter Isaacson en The Code Breaker, afirma que los recientes descubrimientos científicos de tres núcleos clave de nuestra existencia: el átomo, el bit y el gen, han acelerado exponencialmente desarrollos tecnológicos que dan lugar a posibilidades maravillosas, pero también a una serie de dilemas:

  • Los artículos que Einstein publicó en 1905 sobre la relatividad y la teoría cuántica impulsaron una primera revolución tecnológica liderada por la física. En las cinco décadas posteriores esas teorías permitieron avances tecnológicos como la bomba atómica, la energía nuclear, los transistores, las naves espaciales, el láser y los radares.
  • La idea de que toda la información se puede codificar en bits y los procesos lógicos se pueden ejecutar mediante circuitos de conmutación, habilitó que, a partir de 1950, comenzaran los desarrollos de microchips, computadores y la Internet. Estas tres innovaciones combinadas, generaron la revolución digital.
  • El descubrimiento en 1953 de la estructura de doble hélice del ADN por James Watson y Francis Crick, fue la base de la actual invención de la tecnología CRISPR-Cas9. Tecnología que permite manipular a voluntad el código genético. Ofrece el potencial de eliminar muchas enfermedades y anomalías humanas. Sin embargo, encierra grandes riesgos.

Hoy contamos con un poder de acción impresionante. Neurotecnología, modificación genética, automatización, colonización interplanetaria, robótica, inteligencia artificial, biohacking, mejora humana, etc. Yuval Noah Harari, en un reciente seminario señalaba que ninguna especie en la historia del planeta había tenido la posibilidad de desestabilizar tanto el ecosistema como lo ha hecho el ser humano:

El hombre hoy está reescribiendo las reglas de la vida, reglas que en los últimos 4 mil millones de años no habían cambiado significativamente para una ameba, los reptiles o el homo sapiens. Todo, hasta ahora, evolucionaba a través de la selección natural, pero a partir del Siglo XXI la evolución ha sido afectada y reemplazada por el diseño inteligente y ha escapado del mundo orgánico para adentrarse en el mundo inorgánico.

En 21 lecciones para el siglo XXI, Harari sostiene que las decisiones importantes suelen implicar una dimensión ética y como las tecnologías no tienen ética, la humanidad debe ocuparse de concebir e impartir globalmente criterios de alcance global.

La moral humana se formó a lo largo de millones de años de evolución, adaptándose para tratar con los dilemas sociales y éticos que surgieron en la vida de las pequeñas bandas de cazadores-recolectores. Si me fui a cazar contigo y maté un ciervo mientras que tú no capturaste nada, ¿he de compartir mi botín contigo? Si fuiste a recoger setas y volviste con la cesta llena, ¿el hecho de que yo sea más fuerte que tú me permite arrebatarte todas las setas y quedármelas? Y si sé que estás tramando matarme, ¿está bien que actúe de manera preventiva y te degüelle en plena noche?

El sentido de justicia de los cazadores recolectores estaba estructurado para enfrentarse a dilemas relacionados con la vida de cientos de personas que vivían unas cerca de otras. Hoy el problema es de escala. La actual pandemia lo ha dejado en evidencia. Una decisión tomada en un remoto mercado, puede tener consecuencias globales.

En The origins of creativity, Edward Wilson, padre de la sociobiología y catedrático de Harvard, explica que la evolución de las especies no es autorreferencial, sino múltiple e interdependiente. La ciencia, según Wilson, se ocupa de lo posible o de las causas próximas, mientras que las humanidades se ocupan de lo concebible para el ser humano o de las causas últimas. Nuestro problema, señala Wilson es que tenemos:

Emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnologías divinas.

Para los humanos, las tecnologías no son pasivas ni neutras, configuran activamente lo que somos. Estamos entrelazados con ellas. Las creamos y luego nos modifican. Por lo tanto, el cuestionamiento ético y las preguntas en torno a nuestro sentido y propósito, deben prevalecer sobre las preguntas en torno a la factibilidad técnica, eficacia, eficiencia y crecimiento. El principal cuestionamiento con las tecnologías emergentes no es si es posible hacer esto o aquello, sino las consecuencias que esas tecnologías pueden provocar. El actual contexto tecnológico hace urgente actualizar nuestro marco de reflexión ética. Adela Cortina, profesora de Ética de la Universidad de Valencia, en su reciente obra Ética cosmopolita, afirma:

Por primera vez en la historia, el género humano se ve confrontado con retos universales y tiene que responder desde distintas instancias, una de ellas, la ética, porque es la que se ocupa de los fines. No basta entonces, aunque son necesarias, las normas y las costumbres morales de los niveles micro y meso de las sociedades; es necesaria, por primera vez en la historia, una ética para el macronivel, que se haga cargo de los fines comunes a la humanidad.

Entendemos la ética como un tipo de saber que tiene como objeto de estudio nuestras acciones, por lo que impacta en las decisiones que tomamos. La asumimos como arte de aprender a vivir, aunque no surge simplemente de la libertad, sino de un mundo donde hay otros que también viven con sus normas, ideales, valores, creencias y comportamientos. La moral se ocupa de los valores, principios y normas que rigen nuestra conducta, y la ética al estudio de esa conducta. La ética se interesa principalmente en cuestionar si algo es bueno o no en circunstancias particulares. Lo que nos parece correcto está gobernado por nuestra ética. En Are We Professionals? el especialista en bioética Larry Churchill señala:

La ética, entendida como la capacidad para pensar críticamente sobre los valores morales, y dirigir nuestras acciones de acuerdo a dichos valores, representa una capacidad humana genérica.

Peter-Paul Verbeek es un filósofo holandés, de la Universidad de Twente en Holanda. Verbeek, sostiene que la tecnología abre un mundo de posibilidades, pero somos responsables de las elecciones que hagamos con ellas. Los humanos y las tecnologías vinculados. Incluso si consideramos que una tecnología es indeseable, no podemos ignorarla. La tecnología está ahí, y eso pone la responsabilidad en nuestras manos.

La tecnología nos cambia a nivel cognitivo: un ejemplo de ello es cómo el smartphone ha reducido nuestra capacidad de atención. Sin embargo, no nos determina, podemos decidir.

Verbeek, junto al grupo de trabajo Ethics and Digitalization de la Platform for the Information Society desarrollaron una guía de orientación ética para el diseño, implementación y uso de tecnologías. El enfoque tiene tres características:

  • Ética desde dentro: en lugar de centrarse en la evaluación externa de las tecnologías, apunta al acompañamiento ético de su diseño, incorporación y uso.
  • Ética de abajo hacia arriba: en lugar de centrarse en la formulación de principios y directrices de arriba hacia abajo, permite a los profesionales, las partes interesadas y los ciudadanos identificar los valores que están en juego en relación con una tecnología específica.
  • Ética positiva: en lugar de centrarse en delimitar lo que no queremos, apunta a dar forma a las condiciones de lo que sí queremos.
  • Caso: Tecnología en contexto: La primera etapa, consiste en describir la tecnología y el contexto en que opera. Identificar ideas positivas o negativas sobre su funcionamiento y significado para las personas. Permite un diálogo más efectivo y explorar opciones de acción concretas.
  • Diálogo: Actores, efectos, valores: La segunda etapa desarrolla una comprensión más profunda del caso, investigando los posibles efectos del uso de una tecnología en ese contexto específico. Explorar quiénes están involucrados, cuáles son los impactos e implicaciones potenciales y qué valores están en juego en las prácticas en torno a la tecnología. Es recomendable que los actores directamente involucrados realicen aportes al diálogo.
  • Opciones para actuar: Tecnología, entorno, usuarios: Incorporar y utilizar la nueva tecnología de una forma éticamente valiosa, requiere realizar acciones. No basta con un buen análisis o establecer un código ético, sino, identificar oportunidades de acción. Hay tres tipos de opciones para actuar en este enfoque: en el diseño de la tecnología, en el entorno y en las personas que la utilizarán.

El reconocido filósofo moral australiano Peter Singer en una conferencia reciente sobre ética y tecnología señaló:

Se nos presentan muchas interrogantes en el camino hacia este nuevo futuro tecnológico. Y hay muchas incógnitas. Abrigo la esperanza de que utilizaremos la tecnología para lograr una vida mejor para todos de un modo más equitativo que ayude a los más desfavorecidos.

Steven Pinker en Better Angels Of Our Nature, defiende la idea que nuestra especie ha ampliado su círculo de preocupación ética, más allá de su grupo tribal. El altruismo comenzó como un impulso genético para proteger a los familiares y miembros de la comunidad, pero se ha convertido en una ética elegida conscientemente con un círculo en expansión de preocupación moral. Pinker demuestra que la ética humana no puede explicarse solo con la biología. Más bien, es nuestra capacidad de razonar lo que hace posible el progreso moral.

Oppenheimer no fue capaz de resolver su dilema moral. Persiguió la absolución y la resolución hasta el final. Se sentía orgulloso de haber servido a su país, pero lamentaba profundamente la destrucción y muertes que su trabajo había generado y sobre todo las consecuencias posteriores. En Atom and Void: Essays on Science and Community, escribió su visión de un mundo posnuclear:

La sociedad abierta, el acceso irrestricto al conocimiento, la asociación no planificada y desinhibida de los hombres para su promoción, esto es lo que puede hacer que un mundo tecnológico vasto, complejo, en constante crecimiento, en constante cambio, cada vez más especializado y experto, sea sin embargo un mundo de la comunidad humana.

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