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Homo Faber

Confiamos que la alarma del smartphone nos despertará, que los frenos del auto funcionarán, o que la ruta recomendada por Waze o Google Maps es la más adecuada. Es el sesgo de automatización. Tenemos una tendencia a confiar en las máquinas y herramientas que fabricamos y usamos.

En When, How, and Why Do We Trust Technology Too Much? Patricia Hardré, de la Universidad de Oklahoma argumenta que generalmente carecemos de la capacidad de juzgar qué tan confiable es una herramienta o tecnología, escribe:

La confianza excesiva en la tecnología es un error de proporciones asombrosas.

En un experimento reciente, realizado en una reserva natural de chimpancés en Kenia, investigadores estudiaron la preferencia de los primates a confiar en una máquina o en otro chimpancé para obtener una recompensa de comida. El estudio How chimpanzees decide in the face of social and nonsocial uncertainty demostró que los chimpancés tenían mayor confianza en la máquina que en sus pares. Lou Haux, del Instituto Max Planck señala:

Dudaban mucho más cuando el compañero era otro chimpancé [..] se llama aversión a la traición. El miedo a ser engañado por otro humano [o chimpancé], causa emociones más fuertes. […] Es un hallazgo emocionante, distinguen entre el mundo social y el mundo no social en los casos en que hay mucha incertidumbre.

El riesgo social juega un papel importante en la forma en que los chimpancés y los humanos navegamos por el mundo. Darby Proctor, del Instituto de Tecnología de Florida realizó pruebas similares, y en el artículo Chimpanzees (Pan troglodytes) Are More Averse to Social Than Nonsocial Risk, señala:

Con una máquina, no hay implicaciones futuras. No tienes ese costo social potencial adicional. No es que tengamos confianza en que la máquina nos dará mejores resultados, puede ser que no lo veamos emocionalmente relevante, por lo que tal vez estemos más inclinados a apostar o tomar riesgos con un objeto inanimado.

Durante millones de años, no hubo necesidad de desarrollar la capacidad de evaluar los riesgos con las herramientas o máquinas con tanto cuidado como evaluamos a los miembros de nuestra misma especie. Pero hoy, en una sociedad altamente tecnologizada, comprender sus riesgos es vital.

En Armas, gérmenes y acero, el biólogo y geógrafo Jared Diamond relata una interesante conversación que tuvo a principios de los años 70 en Nueva Guinea:

Caminaba por una playa con Yali un excepcional político local, cando con una mirada penetrante de sus ojos relampagueantes, me preguntó: “¿Por qué ustedes, los blancos, desarrollaron tanto “cargo” y lo trajeron a Nueva Guinea, pero nosotros, los negros, teníamos tan poco “cargo” propio?

La expresión “cargo”, era utilizada por los neoguineanos para referirse a las cosas, bienes y avances tecnológicos que veían que tenían los blancos, así con esta pregunta, Yali quería entender, la razón de la enorme diferencia que observaba entre la forma de vida del neoguineano medio y la del europeo o estadounidense medio.

Los humanos, más que cualquier otra especie, nos constituimos a través de la fabricación y el uso de tecnologías que dan forma a nuestras mentes y amplían la capacidad de nuestros cuerpos. Las tecnologías facilitan muchos aspectos de nuestra vida. A menudo podemos lograr más en menos tiempo, o hacer cosas que antes simplemente no podíamos hacer. Pero también las tecnologías nos transforman, pueden afectar nuestro trabajo, nuestros talentos y nuestras vidas. Pueden estrechar nuestras perspectivas y limitar nuestras opciones. Pueden abrirnos a la vigilancia y a la manipulación.

Fabricamos cosas que luego nos modifican a nosotros mismos. Los humanos y las cosas estamos co-constituidos. Tenemos una predisposición para la encarnación tecnológica y la creatividad.

En un reciente artículo titulado Homo faber Revisited Don Ihde y Lambros Malafouris profundizan en la habilidad de fabricación de nuestra especie. Señalan que lo que hace la diferencia no es solo el hecho de tener la capacidad de fabricar cosas. Sino en el efecto recursivo que las cosas que fabricamos, provocan en nosotros. Argumentan que somos Homo faber no solo porque hacemos cosas, sino también porque somos hechos por las cosas que usamos.

Desde la prehistoria temprana, los humanos hemos estado moldeando nuestras mentes, constituyéndonos y reinventándonos a nosotros mismos a través de las cosas que hacemos y las habilidades que desarrollamos al usarlas.

Los seres humanos, más que adaptarnos a nuestros entornos, también los estamos cambiando activamente, para bien o para mal, iniciando nuevos caminos co-evolutivos complejos y sinergias biosociales. Don Ihde, escribe:

Los seres humanos no son meras criaturas de la ‘naturaleza’ o la ‘biología’. Tampoco son únicamente productos de la ‘cultura’. Más bien, el modo de ser humano puede describirse mejor como ‘un continuo de interrelaciones humano-prótesis’.

Toda tecnología es expresión de la voluntad humana. Con nuestras herramientas buscamos ampliar nuestro poder y control sobre nuestras circunstancias, sobre la naturaleza, sobre el tiempo, la distancia, sobre las personas. Nicholas Carr en The shallows, propone que podemos clasificar las tecnologías en cuatro grandes grupos según su forma de complementar o ampliar nuestras capacidades humanas:

  • Tecnologías que nos permite controlar o remodelar la naturaleza y el entorno: represas, ciudades, agricultura, carreteras. La actual competencia entre Estados Unidos y China, y privados como SpaceX y Blue Origin, para enviar humanos al espacio, la Luna y Marte, ha impulsado proyectos de investigación como NEEMO de la NASA, que estudia el comportamiento de personas viviendo hasta tres semanas seguidas en una estación submarina, o la estación Concordia de la Antártida, que con temperaturas de hasta -80 °C, se ocupa de simular misiones espaciales de larga duración en condiciones extremas. El objetivo es que estos hábitats sean lo más autosuficientes posible. Esto significa aprovechar los recursos locales, cultivar alimentos y crear entornos de circuito cerrado que reciclarán su agua y aire y ser sostenibles a largo plazo. Los investigadores confían que con todas las soluciones y tecnologías que estas investigaciones producirán, la humanidad podrá convertirse en una especie interplanetaria y al mismo tiempo garantizar la supervivencia de nuestro planeta.
  • Tecnologías que aumentan nuestra fuerza y resistencia física: arado, avión, ropa. Stephen Hawking físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico fue mundialmente conocido por sus trabajos en física teórica. Murió a los 76 años luego de haber sufrido por más de 50 años una esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad que ataca las neuronas que controlan los movimientos voluntarios de los músculos. En su silla de ruedas, se comunicaba eligiendo palabras de la pantalla de un computador, a través, de los clics del mouse. Al principio podía usar su pulgar. Pero a medida que la enfermedad avanzaba, sus lentes fueron equipados con un sensor de movimiento para que pudiera controlar el mouse contrayendo un músculo en su mejilla derecha. Formaba sus oraciones a una velocidad de seis palabras por minuto, por lo que necesitaba días o semanas para escribir un texto. Sin embargo, con todas esas limitaciones, se convirtió en uno de los más brillantes hombre-máquina de nuestra época, físicamente funcional gracias a sus prótesis tecnológicas.
  • Tecnologías que extienden el alcance o la sensibilidad de nuestros sentidos: microscopio, amplificador, escáner. Michael Polanyi y Gregory Bateson en Steps to an ecology of mind, utilizan el ejemplo de una persona ciega con un bastón. Se preguntan ¿dónde termina el yo del ciego y comienza el resto del mundo? El bastón, deja de ser un objeto para él, y se hace parte de su sensibilidad, extiende el alcance y radio activo de su tacto. Al igual que otros ejemplos de prótesis, con el tiempo y la práctica, el bastón se incorpora en él y se vuelve transparente. La sensación táctil se proyecta de alguna manera sobre el punto de contacto entre la punta del bastón y el entorno exterior. Los límites de su cuerpo se extienden para absorber el bastón, y su cerebro trata al bastón como si fuera parte de su cuerpo. Este ejemplo redibuja la línea que separa cerebros, cuerpos y cosas, permite desarrollar formas relacionales de pensar sobre las complejas interacciones entre el cerebro, el cuerpo, las cosas y el entorno. También nos ayuda a reconceptualizar la encarnación profunda, la ecología y la plasticidad de la mente humana.
  • Tecnologías intelectuales, abarcan todas las herramientas que utilizamos para ampliar o apoyar nuestra capacidad cognitiva: el libro, la escuela, el computador, Internet. Friedrich Kittler en Gramophone, Film, Typewriter, cuenta que Nietzsche cuando tenía 34 años, estaba desesperado porque sus problemas de salud empeoraban, su vista fallaba, y se había visto obligado a reducir su producción literaria. Se le ocurrió comprar una máquina de escribir. Aprendió a usarla, y fue capaz de escribir incluso con los ojos cerrados. Sus ideas volvieron a pasar desde su mente al papel. Un periódico de Berlín informó que Nietzsche se “encuentra mejor que nunca” y, gracias a su máquina de escribir, “ha reanudado su actividad escritora”. Pero el uso de su nuevo artefacto tecnológico afectó su obra. El escritor y compositor Heinrich Köselitz, notó un cambio en el estilo de la escritura de Nietzsche. Notó que su prosa se había vuelto más estricta, más telegráfica. Pero que también poseía más contundencia, como si la potencia de la máquina se transmitiera a las palabras impresas. Nietzsche, le respondió:

Nuestros útiles de escritura participan en la formación de nuestros pensamientos.

Nicholas Carr en The Glass Cage, afirma que el uso de cualquier tipo de herramienta puede influir en nuestros pensamientos y perspectivas, pero nuestras tecnologías intelectuales ejercen el poder más grande y duradero sobre qué y cómo pensamos. Son nuestras herramientas más íntimas, las que utilizamos para la autoexpresión, para dar forma a la identidad personal y pública, para cultivar nuestras relaciones con los demás. La experiencia de Nietzsche con su máquina de escribir constituye un ejemplo particularmente interesante para mostrar la influencia de las tecnologías intelectuales en nosotros: no sólo había llegado a imaginar que su máquina de escribir era algo “como yo”; también sentía estar convirtiéndose él en una cosa como ella, que su máquina de escribir estaba conformando sus pensamientos.

En su reciente trabajo The Code Breaker, Walter Isaacson sostiene que con la invención de la tecnología CRISPR-Cas9 y la epidemia del COVID-19 se aceleró una nueva revolución. Las tecnologías que manipulan nuestro código genético. Isaacson escribe:

Por primera vez en la evolución de la vida en este planeta, una especie ha desarrollado la capacidad de editar su propia composición genética. Eso ofrece el potencial de maravillosos beneficios, incluida la eliminación de muchas enfermedades mortales y anomalías debilitantes. Y algún día ofrecerá tanto la promesa como el peligro de permitirnos, o a algunos de nosotros, fortalecer nuestros cuerpos y mejorar a nuestros bebés para que tengan mejores músculos, mentes, memoria y estados de ánimo.

Esta nueva revolución tecnológica, ha permitido realizar ediciones heredables del genoma humano. El objetivo ya no es solo curar enfermedades, sino mejorar nuestras características, o al menos las de los que puedan pagar. Según el MIT Technology Review, el joven científico chino He Jiankui, ha utilizado la tecnología CRISPR para diseñar embriones humanos, y se sabe que han llegado al mundo al menos tres bebés CRISPR.

Hoy los humanos podemos seleccionar a voluntad las características que deseamos transmitir a nuestros hijos, algo que definitivamente podría transformar nuestra especie. Como señaló Vladimir Putin en un festival juvenil en 2017:

El ser humano tiene la oportunidad de introducirse en el código genético creado por la naturaleza o, como dirían las personas religiosas, por Dios. Cabe imaginar que los científicos podrían crear un individuo con los rasgos deseados. Este podría ser un genio matemático, un músico excepcional, pero también podría ser un soldado, una persona capaz de combatir sin miedo ni compasión, ni piedad ni dolor.

La fabricación se encuentra en el centro de la condición humana. La gente está cambiando y es cambiada por la tecnología. Nuestras cosas, artefactos y tecnologías que hacemos y utilizamos no son pasivas ni neutras, sino que configuran activamente lo que somos. El desafío es comprender de qué manera y en qué medida estamos siendo formados y constituidos por lo que usamos y fabricamos. El actual desarrollo tecnológico hace urgente actualizar nuestra comprensión de lo que significa ser humano y delinear responsablemente nuestra propia co-evolución. Plotino aconsejaba:

No ceses de esculpir tu propia estatua. El trabajo del artista es la búsqueda de su verdadero yo.

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