
Memoria
Boris Cyrulnik es un neurólogo, psiquiatra, psicoanalista y etólogo francés, mundialmente conocido por su trabajo sobre la resiliencia. Pronto a cumplir 84 años es decano de la Universidad de Toulon y asesora a Emmanuel Macron en política educativa, investigando el impacto que tienen los primeros mil días en la vida de los seres humanos, es decir, desde el embarazo hasta los dos primeros años.
En su libro Me acuerdo, esboza su autobiografía, marcada por la muerte de sus padres en los campos de concentración nazis:
Cuando tenía seis años, caí en una redada con otras 1700 personas, pero escapé gracias a que una mujer me escondió. Fuimos los dos únicos supervivientes […] Mi tía me encontró tras la guerra. Apenas había ido al colegio, pero recuperé el retraso. Los primeros años de vida son decisivos, igual que los primeros movimientos de una partida de ajedrez. Pero eso no quiere decir que uno no se pueda sobreponer a un mal comienzo.
Trabajó como mozo de granja con un nombre falso, luego estudió medicina en París y ha dedicado su carrera sobre todo al tratamiento de niños traumatizados. Su labor directa con niños soldado, es encomiable, ya que conecta con ellos desde su experiencia personal.
En una reciente entrevista telefónica dada a Paula Escobar de La Tercera, Cyrulnik, reflexiona sobre su vida y la actual crisis:
Voy a cumplir 84 años, y pienso que la solución se encuentra en la manera de mirar el mundo. Algunos aman ver el mundo cambiado, les interesa el cambio cultural, les interesa la diferencia cultural o religiosa, quieren encontrar lo diferente. A la inversa, algunas personas se angustian por el cambio y buscan la certeza, la verdad. Y la verdad es un cura, un laico, un hombre líder, un filósofo, que les va a decir que hay una sola verdad. Y desde el momento en que se cree que hay una sola verdad (porque es eso, una creencia), nos encontramos dentro de una manera de vivir, dentro de un clan, donde están muy bien entre ellos, pero donde no se duda en eliminar a quien no piensa como ellos o no comparte las mismas creencias. Y eso pasó por el nazismo, o por el comunismo o por las dictaduras religiosas.
Para Cyrulnik, después de cada crisis, a nivel colectivo se pueden producir cambios culturales profundos, que, vistos en perspectiva, los consideramos inevitables, aunque en el momento nos confunden y desconciertan. Después de una catástrofe, hay una revolución.
Recuerda que cuando él era niño, las parejas estaban obligadas a permanecer unidas, no había fondos de pensiones ni seguridad social. El hombre era el proveedor y la mujer cuidaba de la casa. Sin embargo, con la guerra, hubo una generación de hombres jóvenes franceses que pasaron siete años movilizados, entre el servicio militar, la guerra y los campos de prisioneros. Siete años en que solo aprendieron a desfilar y disparar. Durante esos años las mujeres debieron sostener la economía. Cuando terminó la guerra, Francia no las podía devolver a la condición de amas de casa y concedió el derecho a voto femenino. Fue una revolución. En su libro Otras inquisiciones, Jorge Luis Borges, escribe:
Podría redactar un número indefinido, y casi infinito, de biografías de un hombre, que destacara hechos independientes y de las que tendríamos que leer muchas, antes de comprender que el protagonista es el mismo. Simplifiquemos desaforadamente una vida: imaginemos que la integran trece mil hechos. Una de las hipotéticas biografías registraría la serie 11, 22, 33…; otra, la serie 3, 12, 21, 30, 39…No es inconcebible una historia de los sueños de un hombre; otra, de los órganos de su cuerpo; otra, de las falacias cometidas por él; otra, de todos los momentos en que se imaginó las pirámides; otra, de su comercio con la noche, con las auroras.
Nuestra capacidad para comprender la complejidad es limitada, por lo que frecuentemente la simplificamos y separamos en trozos para poder analizarla. Sin embargo, nuestros sesgos, proyecciones y preferencias personales, quedan impresas en nuestras interpretaciones. Así y todo, de este enfoque extraemos implicaciones físicas, biológicas, psíquicas y sociales que derivan en un conocimiento fragmentado. Wittgestein advierte:
No hay nada más difícil que no engañarse a sí mismo.
El 8 de Julio de 1921, en medio de la gripe española, nació en París, Edgar Morin, filósofo y sociólogo. Hoy a sus casi 100 años, es director emérito del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia. Hijo de una pareja de judíos sefaradíes, sufrió la muerte de su madre cuando tenía 10 años y fue criado por su padre y su tía materna. En su libro Autocrítica escribió:
Durante meses, durante años, esperé, a sabiendas de que el regreso de mi madre era imposible.
Su juventud la pasó entre el fascismo, el nazismo, el estalinismo, la crisis de la democracia, la ocupación alemana y la destrucción económica y social fruto de la Segunda Guerra Mundial, luego, la guerra de Vietnam y la de Argelia. Morin cuenta que:
Hubo nacionalistas que se hicieron colaboracionistas. Otros se hicieron comunistas. Los comunistas furiosamente antihitlerianos dejaron de serlo para convertirse en antibritánicos y luego volvieron a ser antihitlerianos. Hubo socialistas que se hicieron fascistas. Pacifistas que se hicieron resistentes. Otros se deslizaron hacia la colaboración. Petainistas que se hicieron gaullistas, mientras una buena parte de los franceses eran petainogaullistas.
En su juventud, Morin fue comunista, como gran parte de la intelectualidad francesa. Sin embargo, su propensión psicológica contra dogmatismos doctrinales y certidumbres absolutas, lo impulsó a criticar abiertamente lo que estaba ocurriendo con Stalin y en 1952 fue expulsado del partido comunista francés. Pensador de la complejidad, define su enfoque como constructivista:
Hablo de la colaboración del mundo exterior y nuestra mente para construir la realidad.
Su propuesta intelectual ha consistido en desarrollar un método como estrategia para abordar la complejidad, apartándose del reduccionismo simplificador y del reduccionismo totalizador. En una reciente entrevista dada a ABC, Morin propone quince reflexiones a considerar en el actual contexto:
1. Cuestionar nuestro modo de vida. Analizar nuestras verdaderas necesidades.
2. Controlar el desarrollo tecno-económico y evitar el transformarnos de ciudadanos libres en esclavos.
3. Acostumbrarnos a vivir en las incertidumbres.
4. Repensar la muerte, los ritos de despedida y compartir el dolor. No omitir la memoria.
5. Lo innecesario a veces es lo esencial de nuestras vidas, hay que aprender a prescindir de ello.
6. Iniciativas solidarias para cubrir los vacíos públicos.
7. Reconocimiento y valoración de aquellas profesiones que han salvado las vidas. Equiparación inmediata de la mujer.
8. Solidaridad con los pueblos más desfavorecidos. Ya todos somos el mismo mundo.
9. La naturaleza ya no aguanta más.
10. La salud pública estatal y la industria farmacéutica deben colaborar. Que una parte importante de sus beneficios se inviertan en investigaciones y hospitales.
11. Mejorar radicalmente la formación de los jóvenes como individuos de una sociedad universal.
12. Regresar al pensamiento político democrático cuyo vacío produjo la desintegración del socialismo francés y el estancamiento de la derecha republicana.
13. Evitar los afanes de lucro, reconducir la deslocalización y la globalización. Crear una comunidad de destinos compartidos.
14. Mayor presencia de la UE, mayor autoridad.
15. Hoy nuestra nación es el mundo. Como hemos visto estamos interconectados en lo bueno y lo malo.
El libro Dialogue sur la nature humaine, registró una interesante conversación que sostuvieron Boris Cyrulnik y Edgar Morin, en que ambos reflexionaron sobre la inseparabilidad del cerebro y la mente, la interdependencia de lo cultural y lo psicológico, lo cerebral y lo biológico. Morin dirigiéndose a Cyrulnik expresa:
Para usted y para mí, no se puede hablar del ser humano si no se lo considera simultáneamente como un ser biológico, cultural, psicológico y social. Coincidimos porque ambos sabemos que la fantasía, el imaginario o el mito son realidades humanas fundamentales.
Ambos concuerdan en tres desafíos centrales para nuestra civilización: la regeneración política y la democracia, la protección del planeta y la humanización de la sociedad. Una cierta desglobalización y poner coto al crecimiento por el crecimiento.
Podemos estar de acuerdo o no con los consejos de Cyrulnik o Morin, pero como señala Octavio Paz, en su libro sobre Sor Juana Inés de la Cruz:
Ningún ser humano es enteramente transparente, ni para los otros ni para él mismo. Así, no intento revelar los repliegues de la intimidad de Sor Juana, sino acercarme a su vida y a su obra con la esperanza de comprenderlas en su contradictoria complejidad. Añado que esa comprensión no puede ser sino aproximada: una vislumbre. Ningún alma, ninguna vida, puede reducirse a una biografía y menos a un diagnóstico psiquiátrico.
La unificación técnico-económica del mundo que trajo el capitalismo agresivo ha generado una interdependencia entre los países, que en lugar de favorecer un real progreso en la conciencia y en la comprensión, ha desatado formas de egoísmo y de ultranacionalismo. La crisis de la democracia no es solo en América Latina, es mundial. El dominio del lucro ilimitado. La crisis ecológica. Morin aconseja que debemos enfrentar las crisis para poder dominarlas y superarlas, de lo contrario, somos víctimas:
Podemos estar indignados con razón, pero no debemos estar encerrados en la indignación. Debemos tratar de ver hacia dónde vamos, qué está pasando.
Boris Cyrulnik por su parte señala que, en esta crisis mundial, tenemos tres opciones. Una es seguir como estábamos. Lo que significa que, cada pocos años, aparecerá una nueva combinación de genes que formará un nuevo virus. Si seguimos como hasta ahora, nos espera un siglo de epidemias. La segunda opción es encomendarnos a un dictador que nos prometa soluciones fáciles. La tercera vía es hacer cambios profundos en nuestra manera de vivir.
Frente al actual debate que se está dando en Chile por la redacción de una nueva Constitución, Cyrulnik comenta:
Yo he estado varias veces en Chile […] Y encontré dos concepciones diferentes de pacto social […] Es el mismo debate en Francia. Por la noción de pacto social pienso que vamos a descubrir que hay que revalorizar lo que llamamos “pequeños oficios”.
Cyrulnik señala, que estamos viviendo algo más profundo que una crisis, es una catástrofe. Pero la palabra catástrofe viene del griego y significa dar la vuelta. Su origen es el teatro. Hacia el final de la obra, un giro inesperado sorprende al espectador. El trauma nos debería empujar a explorar caminos sorprendentes.
Durante la vida del ser humano no escasean los traumas. Algunas personas no consiguen superarlos. Sin embargo, otros transforman su desgracia en una experiencia, le dan sentido a su memoria, la comparten y ayudan a otros. Morin, nació en medio de la gripe española, un siglo después cumplirá años en medio de otra pandemia.
Estos viejos sabios, con energía y convicción nos hablan no solo desde su conocimiento, sino desde su larga y fructífera experiencia de vida y coinciden en la urgencia de realizar un cambio de proyecto de sociedad en la que la persona, la naturaleza y la libertad puedan convivir armónicamente.