
Mundo fracturado
En la reciente Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO) en Tianjin, Xi Jinping reunió a más de 20 líderes, entre ellos Vladímir Putin y Narendra Modi, y dio impulso a iniciativas como un banco de desarrollo de la SCO y una plataforma de cooperación energética. Días después, en Beijing, con un impresionante desfile se conmemoró el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial con la presencia de Kim Jong-un. En una entrevista Putin afirmó ‘Todo esto ayudará a moldear un orden mundial multipolar más justo’. La reacción del presidente estadounidense Donald Trump no se hizo esperar, a través de su plataforma Truth Social, acusó sarcásticamente a Xi, Putin y Kim de ‘conspirar contra Estados Unidos’, al tiempo que minimizaba la amenaza afirmando que ‘China nos necesita más que nosotros a ellos’ y cuestionando si Xi reconocería el apoyo histórico de Estados Unidos durante la guerra. Esta dinámica ilustra cómo, en un mundo marcado por la polarización ideológica, redes de desinformación, volatilidad económica y ansiedad colectiva, prosperan líderes con rasgos de personalidad tóxica exacerbando divisiones globales y erosionando las normas democráticas. Este tipo de líderes priorizan el autoengrandecimiento, la manipulación y el control sobre el bienestar colectivo, planteando interrogantes fundamentales: ¿Por qué estos rasgos prosperan en el contexto contemporáneo? ¿Qué fuerzas sociales, culturales y estructurales los alimentan? Para explorar estas preguntas, recurrimos al marco analítico de Anne Applebaum, historiadora y periodista galardonada con el Premio Pulitzer, que en libros como Twilight of Democracy (2020) y Autocracy, Inc. (2024) argumenta que el autoritarismo no emerge en el vacío, sino en sociedades fracturadas por complejidades abrumadoras y una soledad radical, haciendo a los individuos vulnerables a figuras carismáticas que prometen certidumbre absoluta. A través de esta lente, analizamos cómo el entorno moderno caracterizado por la desinformación, redes transnacionales de autócratas y crisis de confianza generalizada, facilita el ascenso de personas con puntuaciones altas en rasgos oscuros. Junto a la crítica macroestructural, Applebaum propone estrategias accionables para identificar y mitigar su influencia, promoviendo comunidades e instituciones más equitativas y resilientes. Delroy Paulhus y Kevin Williams en su artículo The Dark Triad of Personality (2002) identificaron tres rasgos interrelacionados pero distintos (narcisismo, maquiavelismo y psicopatía), caracterizados por patrones manipuladores, egocéntricos y antisociales a la que denominaron ‘Triada Oscura’. Puntuaciones altas en estos rasgos aumentan estadísticamente la probabilidad de que una persona cometa delitos, cause angustia social y cree problemas graves. Estos rasgos ampliamente estudiados en contextos de liderazgo político y corporativo erosionan normas democráticas al privilegiar el poder personal sobre el rendimiento de cuentas:
Narcisismo: Definido por un sentido grandioso de autoimportancia, una necesidad constante de adulación, déficits empáticos y comportamientos explotadores. Este rasgo impulsa a los líderes a anteponer su ego a los intereses colectivos, fomentando divisiones y decisiones impulsivas. Donald Trump encarna este patrón. En octubre de 2024, más de 230 profesionales de la salud mental difundieron una polémica carta abierta diagnosticándolo con ‘narcisismo maligno’, citando grandiosidad, paranoia y conductas antisociales evidentes en afirmaciones como ser ‘el único que puede arreglar’ los problemas nacionales o rechazar resultados electorales. Políticamente, esto se manifiesta en mítines egocéntricos y políticas migratorias restrictivas que enfatizan su ‘fuerza’ personal, ignorando imperativos humanitarios. En palabras de Applebaum:
El peligro no es que Estados Unidos se convierta en un estado totalitario, sino que Trump agrave un problema ya existente de declive democrático y crecientes tendencias y prácticas autocráticas.
Maquiavelismo: Caracterizado por manipulación, cinismo y una búsqueda implacable del poder sigue el principio de que ‘el fin justifica los medios’. Este rasgo lleva a los líderes a emplear el engaño, alianzas oportunistas y la represión para mantener el poder, priorizando la conveniencia sobre la ética. Vladimir Putin lo personifica en su enfoque tanto en política interna como internacional. Justifica acciones como la anexión de Crimea en 2014 y la invasión de Ucrania en 2022 como ‘imperativos de seguridad rusa’, al margen de normas globales. Su ascenso desde la KGB hasta la presidencia estuvo marcado por alianzas con oligarcas, eliminación de opositores mediante envenenamientos o detenciones y el uso de propaganda estatal para cultivar una imagen de ‘hombre fuerte’. Las reformas constitucionales que le permiten extender su mandato hasta 2036 y pactos de conveniencia con China e Irán ilustran su estilo. Applebaum explica que:
Putin persigue tres objetivos estratégicos interconectados: resucitar el Imperio ruso con él mismo como líder histórico, erradicar el lenguaje de la democracia, Estado de derecho, transparencia y lucha contra la corrupción, que podría minar su régimen y debilitar el orden internacional con instituciones como la ONU y el derecho internacional, y así imponer un mundo ‘multipolar’ donde prevalezca la ley del más fuerte.
Psicopatía: Marcada por impulsividad, ausencia de remordimiento, empatía superficial y conducta antisocial. La psicopatía permite a los líderes imponer miedo y violencia sin escrúpulos. Kim Jong-un la ejemplifica en su régimen autoritario, con actos que evidencian rasgos psicopáticos en la exigencia de lealtad mediante el terror. Pese a la pobreza en su país, sus ambiciones nucleares priorizan el poder personal ante sanciones internacionales. Purgas brutales, la ejecución de su tío y el asesinato de su medio hermano evidencian su impulsividad sin remordimiento. La dictadura hereditaria de Kim amplifica un control despiadado, alineándose con la visión de que la psicopatía racionaliza la represión como ‘esencial’ en entornos caóticos. En palabras de Applebaum:
Dictadores como Kim Jong-un ven a sus países como empresas generadoras de ganancias para hacerse inmensamente ricos. Debido a que la ideología ya no importa, las autocracias modernas más que nunca forman una red de colaboración. Se financian mutuamente, se arman mutuamente y se encubren mutuamente, todo para socavar el orden liberal.
Applebaum sostiene que ‘El autoritarismo atrae, simplemente, a personas que no toleran la complejidad’. Elecciones polarizadas, oleadas populistas y dinámicas de posverdad amplificadas por las redes sociales agotan a la sociedad. Líderes como Trump, Putin y Kim la explotan, proyectando una fuerza inquebrantable y posicionándose como salvadores únicos. Las ‘redes autocráticas’ de colaboración global para propaganda, lavado de dinero y disrupciones cibernéticas, muestran cómo los rasgos de la Triada Oscura perduran, se fortalecen y son recompensados en un mundo fragmentado. La crítica de Applebaum se extiende al ámbito corporativo, donde las herramientas económicas de los autócratas se potencian en un capitalismo hiper competitivo impulsado por la tecnología. Regímenes autoritarios blanquean riquezas en democracias cómplices, permitiendo que ejecutivos con rasgos oscuros prosperen: el narcisismo se celebra en líderes empresariales que se autoproclaman visionarios, priorizando ganancias sobre ética; el maquiavelismo florece en lobbies manipuladores para evadir regulaciones o explotar datos; la psicopatía emerge en despidos masivos sin remordimiento o entornos tóxicos que recompensan la ambición despiadada. Democracias que toleran esto fortalecen inadvertidamente a los autócratas, atrayendo ‘emprendedores oscuros’. Casos recientes como el de Elizabeth Holmes de Theranos, condenada por falsificar tecnología médica comparten patrones de engaño sistemático, culturas corporativas tóxicas y promesas de innovación sin bases reales. Alex Gibney en su documental The Inventor: Out for Blood in Silicon Valley, señala:
Creo que ella creía en la misión. También creo que creía en la idea de quién era ella, Pero a veces, esas no son las buenas noticias, en realidad son las malas noticias, es lo que la policía llama corrupción por causas nobles, es una variación de que el fin justifica los medios.
Estos patrones no son innatos, sino condicionados por culturas y sociedades que valoran la autopromoción y la competencia feroz. El liderazgo oscuro, demanda un contrapeso robusto y empíricamente fundamentado. Kaufman, Yaden, Hyde y Tsukayama en su artículo The Light vs. Dark Triad of Personality (2019), propusieron como solución el constructo que denominaron ‘Triada Luminosa’. Basada en investigaciones que involucraron miles de participantes, esta tríada enfatiza aspectos positivos de la naturaleza humana como el humanismo, el kantianismo y la fe en la humanidad. Promueve conexiones auténticas y éticas. Se asocia con mayores niveles de bienestar subjetivo, satisfacción relacional, auto trascendencia y resiliencia psicológica. Ofrece un antídoto práctico a la fragmentación social y la erosión democrática. Si la Triada Oscura explota divisiones y complejidades para perpetuar el control autoritario, la Triada Luminosa construye resiliencia al integrar la introspección personal con reformas sociales. Fomenta un equilibrio entre el yo y el colectivo, esencial para contrarrestar el atractivo del autoritarismo en sociedades fatigadas por la incertidumbre. En palabras de Kaufman:
Estos aspectos positivos de la personalidad son igualmente dignos de atención investigativa y cultivo en una sociedad que a veces olvida que no solo hay bondad en el mundo, sino que también hay bondad en cada uno de nosotros.
- Humanismo (como antídoto al narcisismo): Valora la dignidad inherente y el valor único de cada persona. Este rasgo promueve una empatía genuina, compasión y un enfoque en el bienestar ajeno, correlacionándose con mayores niveles de altruismo y conexiones interpersonales profundas. Favorece impulsar y apoyar políticas públicas que prioricen el bienestar humano y amplifiquen voces marginadas.
- Kantianismo (como antídoto al maquiavelismo): Inspirado en la filosofía de Immanuel Kant, este principio trata a las personas como fines en sí mismas, no como medios instrumentales. Prioriza la ética sobre resultados oportunistas, correlacionándose con mayor integridad moral y rechazo al cinismo. Permite fomentar la transparencia y rendición de cuentas, frenando así la manipulación en entornos corporativos y políticos.
- Fe en la humanidad (como antídoto a la psicopatía): Cree en la bondad inherente de las personas y el potencial para el progreso colectivo. Sustenta la resiliencia ante el cinismo y se asocia con mayor optimismo, compromiso cívico y capacidad para el perdón.
Applebaum advierte el ascenso de líderes oscuros en un mundo fracturado por polarizaciones geopolíticas que se han hecho evidentes en conflictos y alianzas oportunistas, que desafían el orden democrático, con narrativas de confrontación y control. Sin embargo, la Triada Luminosa traza una esperanza que parte con cada uno de nosotros. Esta contención no es abstracta, sino que se fortalece con elecciones diarias. Podemos optar por la empatía sobre la autopromoción narcisista, la ética sobre la astucia maquiavélica, y la fe en la humanidad sobre el cinismo psicopático. Este enfoque nos empodera como ‘antídotos vivientes’ contra el autoritarismo. Al nutrir el humanismo para reconectar sociedades divididas, incrustar el kantianismo en instituciones para asegurar justicia ética, y reafirmar la fe en la humanidad para inspirar el progreso colectivo, resistimos la oscuridad del poder autocrático para forjar democracias equitativas, inclusivas y resilientes. Como advierte Applebaum.
Los líderes autocráticos saben que el lenguaje de la transparencia, la rendición de cuentas, la justicia y la democracia siempre atraerá a algunos de sus ciudadanos. Para mantenerse en el poder deben sabotear esas ideas, dondequiera que estén.