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Propósito universal

Richard Leider en Repacking Your Bags (1995), narra sus experiencias de más de treinta años de conversaciones y caminatas en Tanzania con los hadza una de las últimas tribus de cazadores recolectores que siguen viviendo según sus tradiciones milenarias. En una conversación que Leider sostuvo con un viejo sabio de nombre Kampala, sobre cómo su pueblo había sobrevivido tantos años con ese estilo de vida, Kampala le preguntó: “¿Richard, sabes cuáles son los dos días más importantes en tu vida?”. Leider, le dijo, claro: el nacimiento y la muerte. Kampala respondió:

Viniste hasta aquí en un avión, conduces un Land Rover, estás durmiendo en esa linda carpa, y ¿no sabes la respuesta a las dos preguntas más fundamentales?

El primer día es obvio: cuando naciste. Pero el segundo no es tan evidente. No es el día que mueres, porque ese es el final del camino. No es el día en que te casas, ni el que tienes tu primer hijo: todos son importantes, pero no definen tu vida“El segundo día más importante de nuestra vida es el día en que nos damos cuenta para qué nacimos”. Jean-Paul Sartre en El existencialismo es un humanismo (1946) fue contundente al afirmar que no hemos venido a nada en especial a esta vida, por lo que es nuestra labor decidir en qué queremos convertirnos y a qué queremos dedicarnos. En forma similar, en Flow (1990), el reconocido profesor de psicología de la Universidad de Claremont Mihaly Csikszentmihalyi escribió:

Es cierto que la vida no tiene ningún significado, si por eso entendemos una meta suprema inherente a la estructura de la naturaleza y la experiencia humana, una meta que sea válida para todos los individuos. Pero esto no implica que a la vida no podamos darle un significado.

El propósito no es una meta. Una meta es algo que se puede alcanzar. Un propósito nunca se logra. Existe antes que nosotros y seguirá luego que nos vayamos. El propósito es una dirección. Lo necesitamos para definir el curso de nuestra vida. Según este enfoque, el propósito tiene expresiones distintas en cada persona, ya que emerge de la interacción entre las posibilidades del contexto, talentos, pasiones y valores. Algunos, parece que nacen con una noción relativamente clara de su propósito, pero la gran mayoría debemos buscarlo. Sin embargo, no todos comparten esta visión. La idea de que el universo no es un mero accidente aleatorio, sino que está dirigido hacia ciertos fines o metas ha sido ampliamente debatido en la filosofía, la ciencia y la espiritualidad. Tiene raíces en argumentos “teleológicos” (del griego telos, “fin” o “propósito”). No implica necesariamente un dios, pero sí una direccionalidad inherente en la realidad. El especial de Netflix Famous Last Words: Dr. Jane Goodall (2025), fue grabado el pasado marzo, con el objetivo de ser emitido luego de la muerte de esta renombrada primatóloga y antropóloga, lo que ocurrió el 1 de octubre de 2025. Jane Goodall (1934-2025), nació en Londres y es considerada pionera en la etología de primates. Ha sido descrita como “la experta en chimpancés más importante del mundo”. Su propósito para ir a Africa a vivir con los animales surgió a los 10 años cuando leyó Tarzán de los monos. Comenzó su labor en Gombe, Tanzania a los 26 años. Investigó por más de seis décadas la vida social y familiar de los chimpancés salvajes. Goodall demostró que los chimpancés comparten muchos rasgos con los humanos, como el uso de herramientas, tener emociones complejas, formar vínculos sociales duraderos, participar en guerras organizadas y transmitir conocimientos a lo largo de generaciones, lo que redefinió la visión tradicional de que los humanos son singularmente diferentes de otros animales. Pero Goodall, además de científica, fue una incansable mensajera de esperanza y defensora de la naturaleza. En sus “últimas palabras” fue enfática al señalar:

Quiero que entiendan que somos parte del mundo natural. E incluso hoy, cuando el planeta está oscuro, todavía hay esperanza. No pierdan la esperanza. Si pierden la esperanza, se vuelven apáticos y no hacen nada.

¿Tiene el universo en su conjunto algún tipo de meta o dirección? ¿Es nuestra existencia parte de un plan mayor? ¿Cómo podría nuestro propósito personal ser coherente con ese plan? Goodall, en su autobiografía Reason for Hope (1999), cita al sacerdote jesuita, paleontólogo y filósofo Pierre Teilhard de Chardin al reflexionar sobre el sentido último de la vida. Ella contrasta la visión nihilista de Shakespeare, en la famosa línea de Macbeth según la cual la vida no es más que “un cuento narrado por un idiota”, con la perspectiva esperanzadora de Teilhard. Parafraseando a Teilhard, Goodall sugiere que “hay algo en marcha en el universo, algo que parece una gestación y un nacimiento; en otras palabras, un plan, un propósito en todo”. Esta afirmación encapsula la idea de que la evolución del universo y de la vida no es un accidente absurdo, sino un proceso con sentido y dirección.

Teilhard de Chardin (1881-1955) vivió en una época de grandes descubrimientos científicos y convulsiones sociales. Nació en una familia aristocrática de Auvernia (Francia). Su padre fue un naturalista aficionado y su madre profundamente religiosa. A los 18 años, Teilhard ingresó al noviciado jesuita. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió como camillero, siendo condecorado por su valor. Se doctoró en Ciencias Naturales en La Sorbona (1922) con una tesis sobre mamíferos fósiles. Su primer viaje a China (1923) marcó el inicio de su carrera internacional, donde participó en importantes hallazgos, como el Homo erectus pekinensis, y, a la vez, desarrolló una profunda reflexión teológica sobre la evolución. Teilhard se atrevió a proponer que la evolución no es un proceso aleatorio carente de sentido, sino que más bien “tiene una dirección definida hacia la complejidad y la conciencia”. En su obra más conocida, El fenómeno humano (1955), Teilhard describió cómo la materia, desde el Big Bang hasta la aparición de la vida y la mente humana, sigue una trayectoria ascendente: primero surge la geosfera (materia inerte), luego la biosfera (vida biológica) y finalmente la noosfera (la “esfera” de la mente y la consciencia humanas). Este crecimiento en complejidad viene acompañado por un aumento de la conciencia, en un proceso convergente que para Teilhard no se detiene en el ser humano actual, sino que apunta hacia un futuro punto de culminación. Teilhard llamó a ese estado final de la evolución el “Punto Omega”. La unificación plena de la consciencia, la materia y lo divino. En su visión, el Punto Omega representa “la plenitud espiritual y la unidad de la humanidad con Dios”. Teilhard veía la historia cósmica como una gran narrativa con propósito, donde el universo entero evoluciona hacia un fin último de valor supremo. Aunque identificaba este punto en un sentido místico como un atractor que diviniza al cosmos, incluso en términos no teológicos se puede entender este punto como la meta de máxima complejidad y consciencia hacia la cual tiende la evolución. Esta teleología cósmica desafiaba las visiones materialistas puras de su época y le costó grandes tensiones con la Iglesia, lo que provocó que muchas de sus obras no pudieron publicarse libremente en vida. Sin embargo, con el tiempo su pensamiento ha ganado reconocimiento por su audaz intento de integrar ciencia y fe en una concepción unificada de la realidad.

Un elemento central del “propósito universal” propuesto por Teilhard es la idea de que el surgimiento de la vida consciente no es trivial. El cosmólogo y matemático George Ellis, en la revista Studies in History and Philosophy of Modern Physics (2014), afirma que el solo hecho de que el universo haya generado seres capaces de acción intencional y propósito consciente nos obliga a conectar la cosmología con el significado de la vida humana. Esto sugiere que el surgimiento de la inteligencia y la ética forma parte de la historia natural del cosmos, y podría insinuar cierto “telos” (finalidad) en la evolución. Teilhard destacaba este aspecto afirmando que la tarea del ser humano no es ajena a ese gran proceso, sino que debemos “presionar con todas nuestras fuerzas” para avanzar la evolución hacia su destino, “no [solo] por nuestro pequeño yo o nuestra pequeña nación, sino por la salvación y el éxito del universo”. En sus escritos exhorta a la humanidad a organizar y canalizar la energía humana para el progreso del mundo y la realización de ese propósito supremo. Vemos así que el “propósito universal” en Teilhard no es únicamente una idea abstracta, sino una llamada ética: cada persona, al aportar al desarrollo de la conciencia (conocimiento, amor, unidad), estaría contribuyendo a la gran meta cósmica. Esta postura confiere un profundo significado espiritual a los esfuerzos humanos por mejorar el mundo, científicos o morales, pues todos serían parte del proceso de “construir la Tierra” (título de uno de sus ensayos). Al igual que Teilhard, Goodall percibía un propósito profundo entrelazado con la evolución de la vida y la conciencia. En sus memorias describió momentos de asombro que la hicieron sentirse “parte de algo más grande”. Escribió:

A través de épocas de duda y desesperación, mantuve la fe en un plan divino. Veo un propósito detrás del surgimiento de la vida en este planeta. Esta convicción, le ha dado propósito a mi propio trabajo.

En su último mensaje, Goodall quiso asegurarse de que las nuevas generaciones entiendan esto y señaló: “cada uno de ustedes tiene un papel que desempeñar… puede que no lo sepan, puede que no lo encuentren todavía, pero su vida importa y están aquí por una razón”. Esta convicción de que “tu vida importa” está en línea con la percepción de Teilhard de que cada persona es una partícula consciente en un vasto proceso evolutivo con significado. La vida de cada ser humano, y de cada forma de vida, importa en la gran trama de la creación. Para Goodall, luchar por la conservación, educar a las nuevas generaciones y promover la compasión eran formas concretas de cumplir con su propósito. Es una ética de la esperanza activa, lo que ella llamaba “esperanza en acción”. Teilhard y Goodall nos invitan a vernos como participantes en una historia cósmica viva, donde nuestras acciones impactan profundamente. Teilhard decía que el amor es la fuerza central de la evolución: “la más universal, la más tremenda y la más misteriosa de las energías cósmicas” y Goodall vivió en coherencia con ese mensaje de empatía hacia todos los seres. Las intuiciones de Teilhard y Goodall sobre un propósito en la trama de la vida siguen debatiéndose en la ciencia y filosofía actual. Por ejemplo, en cosmología, el “ajuste fino” del universo es la proposición de que las condiciones que permiten la vida en el universo solo pueden ocurrir cuando ciertas constantes fundamentales se encuentran en un rango muy estrecho de valores, de modo que si alguna de esas constantes fuera ligeramente diferente, el universo probablemente no sería propicio para el establecimiento y desarrollo de la materia, de las estructuras astronómicas, de la diversidad elemental y de la vida. El físico Freeman Dyson en Disturbing the Universe (1979) escribió:

Cuanto más examino el universo y los detalles de su arquitectura, más evidencia encuentro de que, en cierto sentido, el universo sabía que íbamos a venir.

Si bien el “ajuste fino” no prueba un propósito deliberado, ciertamente alimenta la especulación de que nuestra existencia no es una mera casualidad. Algunos científicos, incómodos con las implicaciones de propósito, han postulado la existencia de múltiples universos con diferentes constantes, de modo que nuestro universo sería simplemente uno afortunado entre muchos. El debate sigue abierto. El filósofo Philip Goff en Why? The Purpose of the Universe (2023), argumenta que ni el puro azar materialista ni la noción clásica de un Dios interviniendo explican adecuadamente la realidad. Escribe:

La evidencia apunta a lo que llamo ‘propósito cósmico’, es decir, una especie de direccionalidad o meta fundamental en la realidad, existente sin necesidad del Dios tradicional de Occidente

Goff sustenta su postura por el ya mencionado ajuste fino de las leyes físicas y la aparición de la conciencia. Así como en el siglo XVI costó aceptar que la Tierra no era el centro del universo, hoy nos cuesta imaginar que la mente y los valores puedan ocupar un lugar fundamental en la estructura del cosmos. Quizás la ciencia nos esté empujando nuevamente a ampliar nuestra visión. En vez de un universo estrictamente indiferente, podríamos estar inmersos en un universo que tiende hacia ciertos fines, como la emergencia de la vida y la conciencia. Hay preguntas de significado a las que la ciencia por sí sola no puede responder. La ciencia moderna nos muestra un universo extraordinariamente especial en sus condiciones; la filosofía contemporánea reconsidera la posibilidad de la teleología; y la espiritualidad sigue buscando un sentido que unifique nuestra experiencia. En esta encrucijada, la visión de Teilhard y Goodall es más oportuna que nunca. Su mensaje podría resumirse: la evolución del universo ha producido seres capaces de amor y responsabilidad, lo que sugiere que nuestra tarea es cooperar con ese flujo evolutivo creador. Si existe un “Propósito Universal”, probablemente se manifiesta a través de nosotros, de nuestra libertad para elegir el bien y cuidar de la vida.

Hoy enfrentamos desafíos formidables, crisis climática, pérdida de biodiversidad, desigualdades sociales, crisis de sentido, que a veces nublan el panorama de la humanidad. En este contexto de urgencia ecológica y búsqueda de significado personal y colectivo, retomar la idea de un Propósito Universal puede ofrecernos aliento y orientación. No se trata de retroceder a visiones pre-científicas, sino de ampliar nuestro marco: reconocer, como lo hizo Goodall, que “somos parte del mundo natural” y dependemos de él, y que nuestra conexión con la naturaleza puede ser fuente de sentido. Significa también, al estilo de Teilhard, ver la crisis actual como un tramodifícil pero importante en la gran narrativa evolutiva. Teilhard tenía fe en el progreso espiritual de la humanidad pese a las oscuridades intermedias. Volviendo a la conversación de Leider con Kampala, un propósito personal es más poderoso cuanto más concuerda con los valores superiores que nos definen. Todo empeño humano significativo, tiene ideales comunes. Goodall, nos dejó un encargo similar:

Cada uno tiene un papel que desempeñar. Puede que no lo sepan, puede que no lo encuentren, pero su vida importa, y están aquí por una razón. Y espero que esa razón se manifieste mientras vivan. Quiero que sepan que, encuentren o no ese papel que se supone que deben desempeñar, su vida sí importa, y que cada día que viven, marcan una diferencia en el mundo. Y pueden elegir la diferencia que marcan.No se rindan. Aún hay esperanza… Hagan todo lo que esté en su poder para dejar un mundo mejor a los que vienen.

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