aprendizaje

Ambigüedad estructural

‘Una y Tres Sillas’ es una obra conceptual de Joseph Kosuth, que muestra una silla plegable de madera junto a una fotografía ampliada de esa misma silla y a una copia de la definición de diccionario de la palabra ‘silla’. Según las instrucciones, el instalador debe elegir una silla, colocarla frente a una pared y tomarle una fotografía. Esta foto debe ampliarse al tamaño de la silla real y colocarse en la pared a su izquierda. Finalmente, se debe colgar una ampliación de la definición del diccionario a la derecha de la silla, con su borde superior alineado con el de la fotografía. En una entrevista publicada en Artwords. Discourse on the 60s and 20s. Kosuth señaló:

“Me gustaba que la obra en sí fuera algo más que simplemente lo que veías. Al cambiar la ubicación, el objeto, la fotografía y que aun así siguiera siendo la misma obra, me resultaba muy interesante. Esto significaba que podías tener una obra de arte que representaba la idea misma de una obra de arte, donde sus componentes formales no eran importantes”.

Kosuth, quería mostrar que al confrontar al espectador simultáneamente con un objeto físico, su imagen y su descripción lingüística, el conjunto evoca un ‘concepto’. Cada elemento es una ‘silla’ en un sentido distinto, lo que genera incertidumbre sobre cuál es la ‘verdadera’ silla o cuál es el significado universal de silla. Si esta obra basada en un objeto tan trivial es capaz de cuestionar la naturaleza de la representación y el significado: ¿Sobre qué se fundamentan nuestros conceptos? El matemático y físico teórico Roger Penrose, ganador del Nobel de Física en 2020 en su libro The Road to Reality, propone que vivimos simultáneamente en ‘tres mundos’ completamente diferentes; el mundo físico: el mundo material con objetos que están en un lugar específico en un momento específico; el mundo mental: nuestra experiencia consciente, percepciones subjetivas, pensamientos e ideas y el mundo platónico: el mundo de las ideas, las entidades abstractas, como las verdades matemáticas o el lenguaje. Cada uno de estos tres mundos tiene su propia existencia y naturaleza, el enigma es cómo interactúan entre sí. Penrose identifica tres misterios:

  1. Cómo el mundo de las ideas abstractas (como las matemáticas) describen tan bien al mundo físico.
  2. Cómo surge la mente consciente a partir de la materia física del cerebro, y
  3. Cómo la mente puede acceder a verdades abstractas.

Esta separación entre mundos y ‘misterios’ de sus intersecciones reflejan una ambigüedad: es incierto cómo conectar lo material, lo mental y lo simbólico de manera coherente en una estructura única de la realidad. Podemos mapear los elementos de la obra de Kosuth a los tres mundos descritos por Penrose. La silla de madera pertenece al mundo físico, ya que existe como objeto tangible ‘en un lugar y momento específico’. En contraste, la definición escrita de ‘silla’ evoca el ámbito de las ideas: representa una definición general, un constructo abstracto que trasciende cualquier silla particular. Esta definición puede vincularse al mundo platónico o ideal en el sentido de que describe qué es una silla en esencia (un paralelo con las Formas de Platón, donde habría una idea de ‘silla’ perfecta). Finalmente, la fotografía de la silla debe ser interpretada por una mente. Es decir, la imagen de la fotografía debe ser percibida y reconocida por el espectador, involucrando así al mundo mental en la percepción y la comprensión. En la experiencia estética de la obra, la mente del observador es la que integra los tres elementos, reconociendo en todos ellos ‘la idea de silla’. Sin embargo, la obra deja incierto cuál de estas instancias es más completa. ¿Es ‘más real’ la silla física que podemos tocar, o el concepto de silla que entendemos y que define a todas las sillas? Para Penrosecada dominio es real a su modo, pero existe entre ellos una brecha muy difícil de salvar.Escribe:

“Quizá haya un sentido en el que los tres mundos no sean en absoluto independientes, sino que meramente reflejen, individualmente, aspectos de una verdad más profunda sobre el mundo como un todo de la que tenemos muy poca idea en el momento presente”.

Desde la mirada de Penrose, Una y Tres Sillas refleja la ambigüedad de articular un objeto físico con su idea abstracta: la silla física, la idea de silla y nuestra percepción se alinean solo imperfectamente. Este fue el principal tema de estudio de Charles Sanders Peirce, el padre del pragmatismo y de la semiótica (teoría general de los signos) moderna. Peirce no solo era un teórico, era un científico activo. Se ocupó por comprender cómo conocemos las cosas. Los conceptos en que fundó su arquitectura filosófica fueron uno, dos y tres: Primeridad, Segundidad, y Terceridad. Con estas tres categorías Peirce fue capaz de dar cuenta de toda la experiencia humana. Argumentó que la cognición, el lenguaje y, de hecho, todo el funcionamiento de la naturaleza se deriva de los signos. Peirce define un signo como algo que está en lugar de otra cosa (un Objeto) para alguien que lo interpreta. Propuso que todo signo consta de tres partes interrelacionadas: 1. Representamen, que es la forma sensible del signo, lo que lo representa: por ejemplo, una imagen, una palabra, una señal; 2. Objeto, la cosa o concepto al que el signo se refiere y 3. Interpretante, el significado o idea que el signo produce en la mente de un intérprete. Darin McNabb, en su libro Hombre, signo y cosmos, lo explica:

El signo es un intermediario entre un objeto y un interpretante. A través del signo el objeto y el interpretante se ponen en contacto”.

El modelo triádico de Peirce enfatiza que el significado no está dado automáticamente, sino que surge en la interpretación–es una mediación activa entre signo y objeto. Si aplicamos este esquema a Una y Tres Sillas, vemos que Kosuth prácticamente representa la esencia del proceso semiótico de Peirce y lo dispone físicamente en el espacio. La fotografía funciona como signo, ya que se parece visualmente al objeto que representa. Esta es la forma de conocer que Peirce denomina ‘primeridad’, en que percibimos cualidades y características icónicas de algo. La silla real actúa aquí como el Objeto (el referente) al cual aluden los otros componentes. Esta es la forma de conocer que Peirce denomina ‘segundidad’, en que concebimos los fenómenos en relación con otro. Sabemos que es una ‘silla’, porque se parece a otras sillas que hemos visto anteriormente. Por su parte, el texto del diccionario funciona como un interpretante. Es la forma de conocer que Peirce denomina ‘terceridad’, en que concebimos los fenómenos en relación con un colectivo. Esta forma de conocer tiene alguna relación con una ley general, razón, significado y argumento para una comunidad humana. Sin embargo, también surge otro interpretante que ocurre en la mente del espectador: es la comprensión de que tanto la foto como la definición se refieren a lo mismo que el objeto físico. Es decir, el público que ve la obra es un interpretante – la idea unificada de silla – a partir de esas pistas. La genialidad de la obra de Kosuth está en que hace explícita la relación triádica. Por lo tanto ‘los signos no pueden estar vacíos de significado’, necesitan de una red de interpretantes para que cobren sentido. Surge así una ambigüedad estructural relacionada con la semiótica: ningún signo capta el Objeto en su totalidad, como observó Peirce:

‘[el signo] representa ese Objeto no en todos sus aspectos’.

La obra de Kosuth, nos interpela a reflexionar sobre cómo se genera el significado y cuán estable o frágil es esa correspondencia. Terrence Deacon, antropólogo y neurocientífico en Incomplete Nature, afirma que las palabras, los signos y los conceptos son referencias a ausencias. Cuando decimos la palabra ‘silla’, no necesariamente tenemos que estar viendo o tocando una silla; sino que evocamos una categoría ausente que depende de un código compartido. Escribe:

“La organización puede pensarse en términos de restricciones, es decir, de lo que no está allí. Son las restricciones las que dan lugar al patrón”.

La ausencia, en vez de ser una nada irrelevante, funciona como una fuerza organizadora: delimita, condiciona y posibilita la emergencia de nuevas propiedades. En The Symbolic Species, Deacon afirma que el lenguaje simbólico humano nos permite anticipar, planificar, suponer y crear significados más allá de lo inmediato. Sin embargo, el uso intensivo de sistemas simbólicos también exacerba la incompletitud: vivimos siempre en referencia a ausencias (lo que podría ser, lo que no es, lo que falta). Esto puede generar ansiedad, sentimiento de vacío, inseguridad existencial, porque nuestra mente no está ligada sólo al presente físico, sino a mundos simbólicos posibles o imposibles. Según Deacon el problema con los sistemas de símbolos, es el esfuerzo de aprendizaje y desaprendizaje que requieren. Escribe:

“El proceso de descubrimiento de la nueva asociación simbólica es un proceso de reestructuración, en el que las asociaciones previamente aprendidas se perciben repentinamente bajo una nueva luz y deben reorganizarse entre sí. Esta reorganización requiere un esfuerzo mental para suprimir un conjunto de respuestas asociativas en favor de otro derivado de ellas”.

La obra Una y Tres Sillas, está construida sobre ausencias e incompletitud. La fotografía muestra la apariencia visual de la silla, pero no nos dice nada de su función, peso o descripción; la definición textual nos da propiedades generales (asiento con respaldo… a veces con apoyabrazos) pero no la apariencia concreta ni la experiencia material. Incluso la silla física, nos sugiere que existen otros tipos de sillas. Ninguna de las ‘tres sillas’ es completa por sí misma: cada una carece de algo esencial que las otras poseen, y es en esas ausencias donde reside gran parte del significado. Cada elemento, está definido por lo que muestra como por lo que omite. La idea general de ‘silla’ no está plenamente presente en la silla individual; está en cierto modo ausente, o distribuida entre todas las sillas e interpretantes posibles. Así, la definición escrita alude a esa generalidad ausente, y su presencia textual destaca que ningún objeto individual agota el concepto. Deacon señala que percibir este tipo de patrones requiere centrarse en lo ausente en lugar de en lo presente. Escribe:

“El desarrollo de herramientas formales capaces de integrar esta clave faltante —la influencia ausente— en el tejido de las ciencias naturales es una tarea que debería estar en el centro del debate científico y filosófico”.

El significado de un signo no es fijo ni inherente, sino que depende del interpretante. Es necesaria la participación del espectador para completar el sentido de la obra: el signo representa al objeto, pero el interpretante es el que da significado. Explica McNabb:

“Para dirigir bien una discusión o investigación, los participantes deben tener claros los significados de los conceptos que emplean, y eso se hace no al fijarse en las propiedades lógicas de un concepto o idea, ni en su coherencia o relación con otras ideas, sino en su uso ¿Qué consecuencias prácticas habría al usar este concepto en la experiencia?”.

La obra de Kosuth expone múltiples facetas de la incertidumbre estructural en la relación entre símbolos (signos), objetos y significados. Penrose nos hace ver la obra como un diálogo entre nuestros distintos niveles de existenciay el misterio de entender dónde reside la realidad del significado. Con Peirce, apreciamos la obra como un sistema de signos en el que el significado se construye triádicamente. Para Peirce el hombre no es una sustancia mental llena de ideas que se expresa con signos,sino que el mismo hombre es un signo en desarrollo, somos un nodo más dentro de una red semiótica. No podemos pensar sin signos. Como advierte Deacon, nuestro conocimiento no es jamás absoluto, está repleto de incompletitud, indeterminación y ausencia fecunda. Por tanto, conocer el mundo implica participar en él. Peirce afirmaba que todos tenemos un pequeño papel interconectado que desempeñar en el crecimiento del universo. Cada uno tiene talentos que revelan responsabilidades y dan oportunidades para operar en la mejora general de las cosas. Cada uno tiene sus propios modos de interpretar, que deben liberarse dentro de su propio contexto. Y nuestra capacidad para desempeñar los roles que se nos ofrecen depende de nuestra capacidad de actuar. En palabras de Deacon:

“El significado de una frase y aquello a lo que se refiere, carece de las propiedades típicamente necesarias para para que algo tenga alguna incidencia en el mundo […] Pero incluso esta propiedad de aspiración de significado tendrá incidencia física en el mundo si de algún modo influye en nuestra manera de pensar o actuar”.

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *