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Reconciliar al Centauro

En la mitología griega, los centauros eran unas criaturas híbridas con la cabeza, los brazos y el torso humano y el cuerpo y las patas de un caballo. Eran brutales, sensuales y primitivos. Fueron pensados como seres inteligentes, pero con un fuerte instinto animal. El centauro es el símbolo de la condición humana, un ser dual, que oscila entre la tierra de las bestias y el cielo de los dioses. Representa la lucha interna del ser humano entre razón y pasión. José Saramago, en su cuento El Centauro (1994), narra que las dos naturalezas del centauro están en permanente conflicto, de modo que el único momento en que logra algo de paz, es cuando sueña. Escribe:

Nunca soñaba como sueña un hombre. Tampoco soñaba nunca como soñaría un caballo. En las horas en las que estaban despiertos, las ocasiones de paz o de simple conciliación no eran muchas. Pero el sueño de uno y el sueño del otro formaban el sueño del centauro.

En este ensayo recuperamos el símbolo del centauro y su conflicto, para explorar cómo la ciencia cognitiva contemporánea intenta explicarlo y superarlo. Durante muchos años, la cognición se entendía como un proceso abstracto, intelectual, separado de los eventos corporales. En la década de 1970, la colaboración entre los biólogos Humberto Maturana y Francisco Varela comenzó con una pregunta fundamental: ¿Qué clase de sistema es un ser vivo? Su respuesta fue la teoría de la autopoiesis (auto-creación), que ha contribuido significativamente a la biología teórica y las ciencias cognitivas. En la primera edición de su libro De máquinas y seres vivos (1972) Maturana y Varela plantearon que los seres vivos son redes moleculares cerradas que se autoreproducen y autorregulan, manteniendo una identidad dinámica frente a perturbaciones externas. Veinte años después en el prefacio de la sexta edición de De máquinas y seres vivos (1994), Maturana y Varela explicaron cómo había evolucionado su pensamiento. Para Maturana, la autopoiesis es la propiedad básica de los seres vivos, puesto que son sistemas determinados en su estructura, es decir, son sistemas tales que cuando algo externo incide sobre ellos, los efectos dependen de ellos mismos. Por su parte, Varela exploró su interdependencia radical con el mundo, el cuerpo y la cultura. Para Varela, la cognición emerge de la interacción dinámica entre organismo (cuerpo) y el ambiente, no solo de la autoreferencia. ‘La vida mental es también vida corporal’. En el libro The Embodied Mind (1991) en colaboración con Evan Thompson y Eleanor Rosch, Varela consolidó su propuesta del ‘enactivismo’ la que sostiene que la cognición es una acción en contexto. Según Varela, los organismos no ‘representan’ el mundo, sino que lo ‘construyen’ activamente mediante patrones sensoriomotores. En sus palabras:

Vivir es conocer, y conocer es traer un mundo.

Varela, afirmaba que la mente no está desligada del cuerpo ni del entorno, un mensaje que empieza a diluir la división entre las ‘dos mitades’ del centauro. Thompson, profesor de filosofía en la Universidad de British Columbia, considera a Varela su mentor. Luego de la muerte de Varela en 2001, Thompson ha continuado desarrollando y expandiendo el enfoque enactivo. En el artículo: What is Mind? (2022) publicado en Mind&Life Institute, Thompson afirma que ubicar la mente solamente dentro del cerebro hace que los límites del sistema cognitivo se equivoquen. Una mejor unidad de análisis es el sistema acoplado cerebro-cuerpo-mundo. Explica Thompson:

Un pájaro necesita alas para volar, pero el vuelo del ave no está dentro de sus alas; es una relación entre todo el animal y su entorno. Volar es una especie de acción encarnada. Del mismo modo, necesitas un cerebro para pensar o percibir, pero tu pensamiento no está dentro de tu cerebro; es una relación entre tú y el mundo. La cognición es la creación de sentido encarnada.

Necesitamos un cerebro para tener una mente humana, pero nuestra mente no está dentro de nuestro cerebro. Es una relación entre nosotros y el mundo, incluyendo la sociedad, la cultura, herramientas, tecnologías, objetos, etc. Es lo que actualmente se conoce como ‘ciencia cognitiva 4E’, un grupo de teorías que desafían las visiones tradicionales de la mente como algo que sucede sólo dentro del cerebro. Las cuatro ‘E’ aluden a diferentes facetas de esta idea:

  • Encarnada (Embodied): La cognición depende intrínsecamente del cuerpo y de sus capacidades sensorio-motrices. No existe una separación radical entre la mente, el cuerpo y el ambiente. El cuerpo participa modulando, limitando y construyendo la actividad mental. Pensar no es un proceso puramente abstracto, sino que está condicionado por nuestra biología, sensaciones, movimientos y estructuras corporales.
  • Embebida (Embedded): Los procesos mentales están situados en un contexto externo. El entorno físico y social facilitan o moldean la forma en que pensamos. La mente no funciona en el vacío, sino inmersa en un medio ambiente que le brinda recursos y significado.
  • Extendida (Extended): La mente puede extenderse más allá de los límites del cráneo, incorporando herramientas y elementos externos como parte del sistema cognitivo. Tecnologías como la escritura y las computadoras, extienden nuestras capacidades personales y culturales. Utilizamos objetos externos para complementar y potenciar nuestros procesos mentales.

·      Enactiva (Enactive): La mente surge de la acción y la interacción dinámica con el mundo. Las estructuras cognitivas emergen y se auto-organizan como resultado de las interacciones entre el organismo y su entorno. La mente construye su realidad mediante la percepción activa y la respuesta adaptable.

La teoría 4E rompe con el modelo cognitivista clásico que equiparaba la mente a un software abstracto que se ejecutaba dentro de la cabeza. En lugar de ello, ofrece un enfoque situado y encarnado de la mente. Los procesos cognitivos abarcan el cerebro, pero también el resto del cuerpo y el entorno en que nos desenvolvemos. Este paradigma relativamente nuevo ha revolucionado las ciencias cognitivas. Algunos críticos argumentan que el conjunto de teorías que conforman las 4E aún carece de un lenguaje común que pueda salvar la fragmentación teórica que la conforma. Sin embargo, destacan que la cognición 4E permite un examen más amplio de la interacción de los aspectos personales, sociales, políticos y éticos que dan forma a la cognición humana. Esta visión 4E transforma también cómo entendemos nuestra identidad y vida subjetiva. En Waking, Dreaming, Being (2017), Thompson afirma:

El yo es un proceso, no una cosa ni una entidad. El yo no es algo externo a la experiencia, oculto en el cerebro o en algún reino inmaterial.

De igual modo, Thompson aplica este enfoque enactivo a la vida emocional. En el artículo The Feeling Body (2007), rechaza la visión tradicional que separa la emoción como reacción corporal de la cognición entendida como un proceso mental ‘superior’. En cambio, propone que las emociones son procesos enactivos que emergen de la interacción dinámica entre cuerpo, entorno y acción. Explica que una emoción es una ‘interpretación corporalizada’. Las emociones no son respuestas pasivas, sino patrones de significado que el organismo genera al adaptarse activamente a su medio. ‘La percepción no es algo que nos sucede o está en nosotros; es algo que hacemos’. Escribe:

Las emociones son simultáneamente corporales y cognitivo-evaluativas: transmiten significado personal y corporal.

En resumen, Thompson muestra que emoción y cognición son inseparables: las emociones también piensan, transmiten significado y guían la acción. Esto difumina la frontera tradicional entre la ‘pasión irracional’ y la ‘razón pura’. Desarrollando esta perspectiva enactiva de la emoción, la psicóloga y neurocientífica Lisa Feldman Barrett, en How Emotions Are Made (2017), sostiene que no existen emociones ‘puras’ ni pensamientos ‘desencarnados’. Con su ‘teoría de las emociones construidas’, Barrett, propuso un cambio radical a la comprensión de qué es una emoción. Tradicionalmente se pensaba que emociones como la alegría, el miedo o la ira eran módulos biológicos ‘duros’, reacciones programadas, iguales para todos los humanos. Barrett, en cambio, afirma que las emociones no son innatas ni universales, sino construcciones psicológicas que el cerebro elabora integrando información del cuerpo, la mente y la cultura. No es que ‘la biología desaparezca’, el cuerpo aporta la base física de toda emoción, sino que la biología por sí sola no determina la categoría emocional sin la intervención de la mente y la cultura. Barrett se apoya en la teoría del cerebro predictivo, que armoniza con enfoques enactivos al describir al cerebro como un órgano anticipatorio en constante ajuste con el entorno. Escribe:

Las emociones son predicciones cerebrales que construyen significado a partir de sensaciones corporales, en un contexto específico, para guiar la acción.

En otras palabras, no ‘tenemos’ emociones del mismo modo que tenemos órganos, sino que las construimos dinámicamente para hacer predicciones del mundo y adaptar nuestro comportamiento. Según Barrett, cada episodio emocional emerge de la convergencia de tres componentes principales:

  1. Experiencia corporal: sensaciones físicas internas que sentimos en cada momento, por ejemplo, tensión muscular, ritmo cardíaco, nivel de activación o energía. Este estado somático proporciona la base sobre la cual se construirá la emoción. Simplificando, el cuerpo aporta la ‘materia prima’ en forma de sensaciones agradables o desagradables, de mayor o menor intensidad.
  2. Conceptos emocionales: nuestra mente interpreta y da significado a esas sensaciones corporales empleando conceptos aprendidos. El cerebro categoriza en palabras el estado interno como una emoción específica, por ejemplo: ‘siento miedo’, o ‘tengo ira’. Estas categorías son adquiridas y reforzadas a lo largo de la vida. Aprendemos qué es ‘estar enojado’ o cómo se siente ‘estar triste’. De modo que cada cultura o individuo puede tener matices distintos.
  3. Contexto sociocultural: Ninguna emoción ocurre en el vacío, sino en una situación. El entorno inmediato: ¿qué está pasando?, ¿quién está presente? y el contexto cultural más amplio: las normas sociales, nuestro idioma, expectativas aprendidas, configuran la experiencia emocional. La misma excitación fisiológica puede interpretarse como ‘euforia’ o ‘ansiedad’ dependiendo del contexto. Nos enseñan ‘qué situaciones’ justifican ‘qué emociones’ y cómo expresarlas apropiadamente. El lenguaje es clave para moldear la experiencia emocional, ya que disponer de una palabra para cierto matiz, por ejemplo, ‘nostalgia’ o ‘frustración’, nos permite categorizar y sentir de manera más diferenciada.

Según Barrett, de esta forma nuestro cerebro construye emociones como elmiedo, ira o alegría, integrando sensaciones corporales, experiencias pasadas y el contexto social. ‘Las emociones no son reacciones al mundo; son tus construcciones del mundo’. Según Barrett, lejos de ser víctimas de ‘emociones innatas’, podemos rediseñar activamente nuestra realidad emocional mediante la comprensión de nuestra fisiología. Escribe:

Tu cerebro utiliza experiencias pasadas, organizadas en conceptos, para guiar tus acciones y dar significado a tus sensaciones. Cuando los conceptos involucrados son emocionales, tu cerebro construye instancias de emoción.

El conflicto surge cuando nuestras emociones entendidas como predicciones cerebrales chocan con nuestras metas conscientes. La teoría de Barrett ha revolucionado la neurociencia afectiva al proponer que las emociones son procesos predictivos dinámicos, cuestionando el paradigma clásico de las emociones básicas. Sus críticos destacan tensiones entre construcción social y biología, así como la dificultad de aplicar estos conceptos en intervenciones prácticas. Apuntan que ni el esencialismo biológico ni el construccionismo radical capturan la complejidad emocional y abogan por modelos integradores. La variación no anula tendencias universales moldeadas por la evolución. Sin embargo, esta teoría explica la diversidad emocional humana y promueve enfoques integrados mente-cuerpo. Al reevaluar ‘lo emocional’ como un diálogo entre cerebro, cuerpo y cultura, abre nuevas vías para estudiar la experiencia humana. Esta perspectiva está en línea con la visión 4E, ya que subraya la encarnación: el papel del cuerpo en el sentimiento; la situación: el contexto define la experiencia y la idea enactiva de la mente: la emoción es algo que hacemos, no solo algo que nos pasa. Según Barrett, las emociones son creaciones muy reales de la realidad social, creadas por cerebros humanos junto con otros cerebros humanos. En sus palabras:

Experimentamos emociones sin esfuerzo consciente, pero eso no quiere decir que seamos recipientes pasivos de esas experiencias. Percibimos emociones sin instrucción formal, pero eso no significa que las emociones sean innatas o independientes del aprendizaje. Lo que es innato es que los seres humanos usamos conceptos para construir realidad social y que, a su vez, la realidad social cablea el cerebro.

La ciencia cognitiva contemporánea plantea que ‘nuestra mente no es un campo de batalla entre pasión y razón’. Más bien, nuestra mente es un proceso activo dentro de un cerebro que opera de manera predictiva. Sin embargo, podemos influir activamente en nuestros estados mentales mediante cambios en nuestro cuerpo, entorno y formas de interpretar las cosas. Si construimos dinámicamente nuestras emociones, podemos reconstruirlas. Estos enfoques nos animan a cuidar el cuerpo y entorno para cuidar la mente. Hábitos saludables como dormir bien, alimentarse adecuadamente y mantenerse físicamente activos, dejan de ser solo ‘consejos médicos’ y se revelan fundamentales para mejorar nuestra experiencia vital. La ciencia cognitiva contemporánea reconcilia al centauro consigo mismo. Ve a la razón y la emoción como dos caras de un mismo proceso adaptativo y creativo. Al entender la mente como acción encarnada, para el centauro el sueño deja de ser su único refugio y se convierte en un modo más de habitar el mundo. Sin embargo, su condición requiere un enfoque multidisciplinario. Boris Cyrulnik el neurólogo y psiquiatra francés, mundialmente conocido por su teoría del apego y los traumas de la infancia en su libro Dialogue sur la nature humaine (2000) escribe:

Para estudiar al hombre en su conjunto, habrá que dar la palabra al biólogo al especialista en patas de caballo, pero también al lingüista, al sociólogo, quienes tomarán otro nivel del centauro.

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