
Artificial e instantáneo
Según anunció Sam Altman, el grupo japonés SoftBank invertirá inicialmente 10.000 millones de dólares en OpenAI durante 2025, con la posibilidad de aportar 30.000 millones adicionales si se cumplen condiciones como la transición de OpenAI a una empresa con fines de lucro. El director ejecutivo de SoftBank Masayoshi Son, destacó:
“La IA es una fuerza decisiva que moldea el futuro de la humanidad. Nuestra alianza con OpenAI impulsa una visión compartida para liberar su potencial”.
Altman destacó que esta nueva financiación permitirá a OpenAI impulsar los avances en investigación de inteligencia artificial (IA), para acelerar el camino hacia la IAG (inteligencia artificial general), un concepto que se refiere a sistemas de IA capaces de igualar o superar las capacidades humanas en prácticamente cualquier tarea cognitiva. En palabras de Altman:
“Cientos de millones de personas usan ChatGPT cada semana. Esta inversión nos ayuda a expandir los límites y a hacer que la IA sea más útil en la vida cotidiana”.
Dan Milmo en su artículo OpenAI raises $40bn in deal with SoftBank that values it at $300bn publicado en The Guardian, detalla que la ronda de financiación de 40.000 millones de dólares liderada por SoftBank—que valora a OpenAI en 300.000 millones—coincidió con el anuncio de Altman sobre el crecimiento explosivo de ChatGPT. Altman reveló que la plataforma sumó un millón de usuarios en una sola hora tras el lanzamiento de su nueva herramienta de generación de imágenes estilo Studio Ghibli, la cual desató una ‘obsesión viral’ por recrear obras inspiradas en el estudio de animación japonés. OpenAI reporta que 500 millones de usuarios semanales interactúan con ChatGPT, y la demanda masiva por la nueva función saturó las unidades de procesamiento gráfico de la empresa, lo que obligó a imponer límites temporales de uso para evitar colapsos técnicos. La funcionalidad permite a los usuarios en ‘un clic’ transformar fotos o memes en ilustraciones que emulan el estilo del Studio Ghibli, reconocido por películas como El viaje de Chihiro. Altman incluso adoptó este estilo para su imagen de perfil en X (antes Twitter), impulsando aún más la tendencia. Altman afirmó:
“Esta herramienta marca un hito en nuestra capacidad para ofrecer libertad creativa”.
La ironía es que el aclamado director de cine de animación Hayao Miyazaki, cofundador de Studio Ghibli, ha manifestado en diversas ocasiones su rechazo frontal de la IA aplicada al arte. Miyazaki defiende que el arte auténtico surge de la experiencia humana, el sufrimiento y la conexión con lo orgánico. En The Wind Rises (2013), Miyazaki encapsuló su credo artístico en una sola escena de 4 segundos: una multitud se mueve bajo el sol de la tarde, con vestidos ondeando y sombreros que se inclinan al ritmo del viento. Para Miyazaki, ese instante efímero—que cualquier estudio hubiera resuelto con herramientas informáticas en días— debía ser un testimonio de la fragilidad y la tenacidad humanas. Así, el dibujante Eiji Yamamori dedicó 15 meses a dibujar, uno a uno, los 96 fotogramas necesarios (24 por segundo), cada trazo hecho a mano, sin atajos digitales. Cada persona en esa multitud tenía una historia. El anciano que ajusta sus gafas con dedos temblorosos, la niña que corre tras un globo que se le escapa, la madre que abraza a su hijo mientras su falda se eleva en una curva imperfecta. Miyazaki insistió en que ’ningún algoritmo podría inventar esa imperfección’, refiriéndose a los pliegues de las telas que se arrugan de forma única en cada movimiento, o a las sombras que varían según la hora imaginaria del día. En palabras de Miyazaki:
“No se trata de terminar un dibujo. Se trata de que el papel te hable. De dejar que el mundo real se desvanezca hasta que solo existan tus personajes, respirando en sincronía con tu pulso”.
Para Miyazaki, la creación artística es un acto íntimo que refleja la complejidad de la vida. En contraste, las herramientas de IA como ChatGPT trivializan este proceso, despojándolas del contexto emocional y la intencionalidad humana. Miyazaki defiende el dibujo a mano y el esfuerzo artístico, rechazando procesos automatizados. La expresión más conocida de esta postura ocurrió en 2016. En el documental ‘10 Years with Hayao Miyazaki’, le presentaron una animación generada completamente por IA. La secuencia mostraba una criatura deforme, semejante a un zombi, retorciéndose y arrastrándose por el suelo. Luego de observarla Miyazaki dijo:
“Bien… cada mañana, no en los últimos días, veo a un amigo con discapacidad. Es muy difícil para él siquiera saludar levantando la mano, sufre problemas motores. Ahora, pensando en él, no puedo ver esta presentación y creer que es interesante. Cualquiera que cree esto no tiene ni idea de lo que es el dolor o algo relacionado. Estoy muy disgustado. Si ustedes realmente quieren hacer temas grotescos, háganlo. Yo nunca desearía incorporar este tipo de tecnología en mi trabajo. Siento que es un insulto a la vida misma”.
La IA puede generar 10.000 imágenes estilo Ghibli en un segundo, pero jamás comprenderá la tensión de Yamamori al corregir por vigésima vez el ángulo de un sombrero, ni la pausa de tres horas para decidir si el azul del cielo debía ser celeste o cobalto. No sentirá la frustración de un trazo que se desvía, ni la euforia de un detalle que —por error— revela un gesto inesperado en un personaje. Ahí reside la contradicción última: el arte no es productividad ni resultado, sino el amor desordenado invertido en crearlo. Miyazaki lo resumió así:
“Dibujamos no porque tengamos algo que mostrar, sino porque en el acto de dibujar descubrimos qué significa estar vivo”.
Para Miyazaki, la falta de comprensión humana de estos experimentos tecnológicos le resulta repulsiva. Las creaciones artísticas producidas por algoritmos carecen de ‘alma’ y amenazan la esencia misma del arte. Su postura se basa no solo en una preferencia estética, sino en una convicción ético-filosófica acerca de la naturaleza del arte y su preocupación por el rumbo de la sociedad actual. Tras presenciar la demostración de la tecnología IA en 2016, declaró:
“Siento que nos acercamos al fin de los tiempos. Los humanos estamos perdiendo la fe en nosotros mismos. El mundo va en mala dirección”.
Para Miyazaki, el entusiasmo por ‘crear arte’ con IA no es un avance inocuo, sino síntoma de una crisis espiritual y cultural más profunda. El cineasta considera que vivimos en una época ‘cada vez más fascinada por lo artificial y lo instantáneo’. En su cosmovisión, la manera en que una sociedad produce sus imágenes refleja cómo concibe la vida y la muerte. Por ello, Miyazaki interpreta la delegación del acto creativo en las máquinas como un indicador de decadencia de los valores humanos. Sus palabras funcionan a modo de advertencia: no las expresa como exageración retórica, sino como un llamado de atención sobre un mundo que, deslumbrado por la tecnología, podría estar perdiendo su rumbo. Evidencia una profunda inquietud por la deshumanización de la sociedad contemporánea y la pérdida de fe en la capacidad creadora del ser humano. Advierte varios peligros de delegar el arte y la creatividad en la tecnología:
- Pérdida del alma en el arte: Las obras generadas por IA le parecen desprovistas de la esencia humana. Advierte que estas creaciones carecen de alma y representan ‘una amenaza al sentido mismo de la creación artística’, al no haber un ser humano realmente expresándose detrás de ellas.
- Trivialización del proceso creativo: Recurrir a algoritmos para generar imágenes banaliza la labor artística. Considera que el arte auténtico surge del ‘sufrimiento, la empatía y el compromiso con lo real’, algo que la IA no puede replicar ni entender. La IA convierte la creación en un acto mecánico carente de profundidad humana.
- Falta de empatía y sensibilidad: Miyazaki cuestiona la ética de quienes impulsan este tipo de tecnología. En su crítica afirma que ‘quien crea estas cosas no tiene ni idea de lo que es el dolor’, evidenciando que las obras producidas con IA nacen sin comprender el sufrimiento de la condición humana. Este déficit de empatía se traduce en creaciones frías e insensibles hacia la vida.
- Decadencia espiritual: Delegar la creatividad artística en manos de máquinas implica una pérdida de valores espirituales. Él describe esta tendencia como ‘una forma de decadencia espiritual’ en la cultura, al romper el vínculo entre el creador humano y su obra. Esta consecuencia va más allá del arte, reflejando un declive moral en la sociedad que abraza sin reservas lo artificial.
- Pérdida de la fe en lo humano: Finalmente, Miyazaki teme que el auge de la IA mine la confianza en la capacidad creativa humana. Su advertencia de que ‘nos acercamos al fin de los tiempos’ y que las personas están ‘perdiendo la fe en nosotros mismos’refleja el riesgo de caer en una sociedad que dependa de las máquinas para crear, dudando del valor y significado que los seres humanos pueden generar por sí solos.
Miyazaki entiende la creación como algo que trasciende la simple reproducción de imágenes, por lo queno ve en la IA una herramienta innovadora, sino un desafío inquietante a los principios que, en su visión, dotan de sentido al arte. La IA no puede soñar, no puede recordar el tacto del papel al ser rozado por un lápiz ni el vértigo de la inspiración repentina. Puede imitar, pero como un eco con una precisión fría y sin alma. Para él, el arte es una extensión de la vida misma, y al ser tocado por la existencia, lleva consigo una individualidad, una manera de ver y sentir la vida imposible de replicar por una máquina. En sus palabras:
“Siempre que alguien crea algo con todo su corazón, entonces a esa creación se le da un alma”.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han especialista en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, ha descrito nuestra era como ‘el infierno de lo igual’, en que todo tiende a parecerse entre sí porque aspira a ser eficiente, productivo y rentable. En la lógica capitalista, lo único que importa es la acumulación infinita de bienes y datos, y la creatividad no es la excepción. La IA se inscribe en esta dinámica: su propósito es replicar patrones, perfeccionar simulaciones, producir más de lo mismo con una velocidad y exactitud implacables. Como advierte Han, ’todo es aplanado para convertirse en objeto de consumo’. Así, el arte pierde su esencia disruptiva y se convierte en un producto más, una versión ‘pulida’ y sin riesgos. En La salvación de lo bello, Han escribe:
“¿Por qué lo pulido nos resulta hoy hermoso? Más allá de su efecto estético, refleja un imperativo social general: encarna la actual sociedad positiva. Lo pulido e impecable no daña. Tampoco ofrece ninguna resistencia. Sonsaca los ‘me gusta’. El objeto pulido anula lo que tiene de algo puesto enfrente. Toda negatividad resulta eliminada”.
La IA es el síntoma de un tiempo que exige productividad sin descanso, donde incluso la imaginación es cuantificable, analizable y replicable. Pero, como Miyazaki nos recuerda, el arte verdadero no es solo el resultado final: es el trazo errante, la emoción inesperada, la lucha interna del creador consigo mismo. Es aquello que, precisamente por su imperfección y su humanidad, la máquina jamás podrá alcanzar. Y, sin embargo, la IA avanza en su afán colonizador de todas las experiencias humanas, arrebatándonos el sentido de la creación como acto vital. En este mundo donde la eficiencia lo devora todo, la pregunta ya no es si la IA puede imitar el arte, sino si estamos dispuestos a ceder nuestra creatividad, a cambio de la eficiencia. En última instancia, el verdadero desafío no está en los algoritmos y tecnologías, sino en preservar la capacidad de dudar, sufrir y soñarcomo actos humanos indelegables. El amor desordenado, que ninguna IA, por avanzada que sea, puede sentir. Podemos y debemos tener estos debates, y tomar las decisiones sobre qué rumbo tomar. Redirigir la tecnología consiste en identificar las categorías que aportan más beneficios para todos. Adela Cortina, autora de ¿Ética o ideología de la inteligencia artificial? en una entrevista al diario El País señaló:
“La IA es un saber científico-técnico que hay que encaminar en alguna dirección. Si quienes lo controlan son grandes empresas que quieren poder económico o países que quieren poder geopolítico, entonces no queda nada garantizado que sea bien usado. Si esta tecnología afecta a toda la humanidad, tiene que beneficiar a toda la humanidad”.