adaptación

Regla del carpintero

Según estimaciones, cada mes se crean más de 3 millones de empresas en el mundo, pero la mayoría desaparece antes de su primera década de vida. En Chile, se estima que el 80% de las empresas fracasan antes de los 3 años. Según Forbes la probabilidad de que una empresa alcance los 90 años es de un 0,005%. En 2008, el Banco de Corea publicó un estudio en el que analizaron la longevidad de empresas en 41 países. De las empresas con más de 200 años, más del 56% están en Japón. El denominador común de las empresas más antiguas y prósperas era su capacidad para adaptar sus modelos de negocio al contexto cambiante y al mismo tiempo mantenerse fieles a su propósito.

La longevidad en las empresas es un fenómeno escaso. Sin embargo, la constructora japonesa Kongō Gumi, rompió todos los récords. Logró superar los 1.400 años en forma independiente hasta que finalmente se produjo el desastre en 2006. Su apasionante historia de resiliencia se remonta al año 578 d.C. En esa época en Japón la religión predominante era el sintoísmo, pero el príncipe Taishi Shōtoku era un ferviente budista. Con el fin de popularizar el budismo en su tierra, el príncipe inició un proyecto nacional y decidió construir el primer templo budista en Japón; Shitennōji, en la actual Osaka. Como no había expertos locales, el príncipe invitó a tres carpinteros coreanos, entre los que se encontraba Shigemitsu Kongō. Luego de quince años terminaron la construcción. El emprendimiento familiar Kongō Gumi había nacido. Shigemitsu Kongō, junto a tres de sus hijos, se quedaron en Japón para mantener el edificio. El templo Shitennoji fue construido utilizando el método Kumiage, proceso que Kongō Gumi utiliza hasta hoy, más de 1.430 años después.

El príncipe Shōtoku continuó gobernando Japón y apoyando la construcción de otros templos budistas, entre ellos el templo Hōryū-ji, cuya pagoda de cinco pisos del siglo VII, hoy es reconocida como la estructura de madera más antigua del mundo. En los siglos que siguieron, el mantenimiento, la reparación y la reconstrucción de los templos afectados continuamente por guerras y desastres naturales, fueron la principal fuente de ingresos de Kongō Gumi. A medida que el budismo se extendía por todo Japón, las oportunidades de trabajo para la empresa también aumentaron. La empresa familiar resistió todo lo imaginable. Durante el periodo Meiji (1868–1912), se intentó separar el budismo del sintoísmo, lo que conllevó la destrucción de numerosos templos budistas. Kongō Gumi se adaptó trabajando en otros templos y santuarios. La empresa también fue capaz de sobrevivir a la crisis financiera de 1927 y la destrucción de Japón en la segunda guerra mundial.

La documentalista Irene Herrera en su artículo ‘Building on Tradition – 1,400 Years of a Family Business’, afirma que la excepcional longevidad de Kongō Gumi durante catorce siglos, obviamente no fue casualidad. Afortunadamente, los principios que guiaron la empresa fueron registrados por la propia familia. Yoshisada Kongō, el líder 32º, que superó el duro período Meiji, consolidó un credo o ‘Shokuke kokoroe no koto’ en que condensó los principios básicos de la filosofía empresarial de Kongō Gumi. El credo afirma que seguir los preceptos del confucianismo, el budismo y el sintoísmo, y capacitarse en el uso de la regla del carpintero’ es el deber más importante de un Kongō. El concepto ‘regla del carpintero’, representado por la escuadra o vara de medir, resume una filosofía de precisión, disciplina y respeto hacia la tradición artesanal y los materiales empleados. Simboliza:

  • Búsqueda de la perfección técnica: cada corte y cada unión deben ser exactos, reflejando el ideal de hacer las cosas ‘correctamente’ desde la primera vez.
  • Humildad y disciplina: la regla impone límites y medidas precisas que el carpintero debe acatar, reconociendo que la perfección surge de seguir la técnica transmitida por generaciones.
  • Armonía entre forma y función: se honra la belleza estética y la solidez estructural, especialmente en la construcción de lugares sagrados, donde la precisión realza la espiritualidad.
  • Responsabilidad colectiva: al encajar cada parte con exactitud, todos los artesanos comparten el compromiso de que la obra resulte impecable y coherente.

La regla del carpintero japonés encarna la fidelidad a la tradición, la atención al detalle y la virtud de la exactitud, valores fundamentales del artesano en madera. Para un Kongō, las reglas que miden su vida personal son tan importantes como su excelencia profesional. Otros aspectos del credo empresarial Kongō aconsejan:

·      Utilice siempre el sentido común.

·      Concéntrese en su negocio principal.

·      Garantice la estabilidad a largo plazo para los empleados.

·      Mantenga el equilibrio entre el trabajo y la familia.

·      Escuche a sus clientes y trátelos con respeto.

·      Envíe siempre los presupuestos más baratos y honestos.

·      Beba con moderación.

La altísima calidad del trabajo de Kongō Gumi ha sido sin duda uno de los factores clave en la longevidad de la empresa. Un aprendiz dedicaba 10 años para perfeccionar las técnicas exigidas por el trabajo y requería de otros diez años de entrenamiento para convertirse en un maestro carpintero. El credo también los impulsaba a practicar lectura y aritmética, y cualquier otra habilidad que pudiera ser requerida para su posición. Los artesanos se organizaban en ‘kumi’, equipos de trabajo que a menudo competían entre sí para demostrar quién lo hacía mejor. Kongō Gumi tuvo gran éxito en la creación y mantenimiento de relaciones sólidas con sus clientes, muchos de los cuales se mantuvieron fieles durante siglos. Varios de los preceptos enumerados en su credo lo reflejan: ‘escuche lo que dice el cliente’ y ‘trate a los clientes con respeto’. Sin embargo, el credo va más allá para referirse a las relaciones en general: ‘no se privilegie a sí mismo’‘nunca pelee con los demás’‘no avergüence a una persona’ y ‘comuníquese con respeto’.

Una característica distintiva de Kongō Gumi, fue su capacidad para equilibrar la tradición con la flexibilidad para adaptarse a las condiciones cambiantes. Kongō Gumi era flexible en la elección de sus dirigentes y siempre privilegiaba la meritocracia. Los propios hijos mayores de Yoshisada Kongō fueron calificados como incapaces de dirigir la empresa, por lo que el liderazgo pasó al hermano menor. De acuerdo con la tradición japonesa, el nombre de la familia podía continuar incluso a través de las generaciones que no habían tenido ningún heredero varón mediante la adopción de un yerno, que tomaba el apellido Kongō. Esta flexibilidad y capacidad de adaptación, llegó a un extremo durante la depresión económica de 1927, cuando el 37º líder, Haruichi Kongō, decidió suicidarse por su incapacidad de mantener a su familia y las familias de sus artesanos. En ausencia de un líder masculino capaz, su viuda Yoshie aceptó convertirse en la primera y única mujer que ha dirigido la empresa. Ella desafió la tradición de liderazgo masculino en Japón, amplió el alcance del negocio, y le rogó al gobierno que permitiera a la empresa sobrevivir por medio de la fabricación de cajas de madera para suministros militares y ataúdes. Luego de la guerra, la economía se recuperó y la empresa volvió a su negocio tradicional. Yoshie inició una importante reforma estructural para separar a la dirección gerencial de los puestos técnicos de carpintería, enfoque que le permitió adaptarse con éxito a la era post–industrial. Kongō Gumi, que siempre había trabajado en madera, desarrolló un método de construcción de hormigón armado que mantenía la apariencia de la madera, a la vez que era resistente al fuego, a los terremotos y más barato. Kongō Gumi, fue la primera empresa en Japón que combinó las construcciones tradicionales de madera con hormigón, y la primera en utilizar software CAD para el diseño arquitectónico de los templos. En 1955, la empresa salió a bolsa.

Thomas Frankl en su artículo ‘Five surprising reasons why some companies out-survive their competitors’, explica que, durante la década de 1980, comenzó la decadencia, que culminó con la quiebra de Kongō Gumi. Desafortunadamente, la atmósfera de dinero fácil y ganancias rápidas que impregnó gran parte de Japón durante la era de la burbuja inmobiliaria, llevó a la compañía a invertir fuertemente en propiedades, endeudándose para hacerlo. Frankl destaca tres factores que provocaron el colapso:

  • El ritmo de la secularización de la sociedad japonesa se había acelerado a medida que la población se occidentalizaba cada vez más.
  • El auge inmobiliario de Japón, que comenzó en 1986, había disparado los precios de los terrenos.
  • Las innovaciones de Kongō Gumi y otras empresas constructoras habían introducido tecnologías de hormigón y otras mejoras que hacían que los templos y santuarios fueran más resistentes alargando los ciclos de mantenimiento.

En este periodo, Masakazu Kongō, el 40º líder de la empresa decidió crear una nueva división, centrada en el desarrollo de edificios de oficinas y complejos de departamentos. Era un nicho en que las ventajas competitivas de Kongō Gumi eran irrelevantes. A lo largo de los años, la empresa se endeudó en más de 343 millones de dólares para financiar la compra de terrenos y las construcciones. Cuando estalló la burbuja inmobiliaria en la recesión de 1992-93, Kongō Gumi cayó en insolvencia. Escribe Frankl:

“El último de los Kongō, consideraba a Kongō Gumi una empresa de construcción, lo que en realidad nunca fue. Lo que había sido, durante más de 1.400 años, era una empresa de nicho de construcción de templos que utilizaba técnicas de construcción y escultura en madera altamente sofisticadas y patentadas, transmitidas de una generación a la siguiente”.

Al entrar en el negocio de la construcción para el mercado masivo, Masakazu Kongō violó uno de los principios del credo de la empresa: ‘No diversificar, en actividades no relacionadas’. A inicios del siglo XXI, si bien el negocio de construcción y mantenimiento de templos había disminuido, con 104 personas, Kongō Gumi aún tenía ingresos anuales superiores a 67 millones de dólares. Pero no podía con las deudas. En 2006, Kongō Gumi fue adquirida por el gigante Takamatsu Construction y reestructurada como una subsidiaria. En honor a su larga existencia, el nombre de la empresa todavía se conserva y también un pergamino de 3 metros del siglo XVII que detalla la historia familiar durante 40 generaciones, hasta el año 578. Después de 1.428 años de existencia continua como empresa independiente, la empresa más longeva del mundo fue absorbida. Ahora la división Kongō Gumi de Takamatsu Construction, se ha reducido y centrado únicamente en su competencia principal de construcción y mantenimiento de templos y santuarios. El presidente de la división ya no es descendiente ni pariente de la familia Kongō. Todas las demás empresas fueron absorbidas por Takamatsu o cerradas. La desaparición de esta empresa única en la historia tuvo que ver con la falta de comprensión de su líder con el propósito y valores de la empresa. Jim Collins y Jerry Porras en su libro ‘Empresas que perduran’ escriben:

“Todos los líderes al fin mueren, pero una compañía visionaria puede seguir funcionando durante siglos cumpliendo sus propósitos y expresando sus valores centrales más allá del ejercicio de cualquier líder individual”.

El último líder de la familia Kongō, lamentó no haber hecho las cosas de manera diferente. Señaló que la empresa tenía una política de consultar a la familia y decidir en grupo, especialmente en lo que respecta a las decisiones difíciles o arriesgadas, algo que sentía que no había hecho lo suficiente. Kongō Gumi no pudo sobrevivir como una entidad independiente después de 1.400 años, no debido a la agitación económica o a los cambios en la tecnología, sino porque su liderazgo se desvió de los principios fundamentales que estaban en su credo, y que le habían permitido superar todo lo imaginable. Parafraseando a Manfred Max-Neef, con lo único que no pudo Kongō Gumi, fue con la estupidez humana. En el artículo ‘Three Secrets To Business Longevity’ publicado en Forbes, Magnus Ahlqvist escribe:

“La longevidad de una empresa depende de tres áreas críticas en las que los líderes pueden tener el mayor impacto: aceptar y liderar el cambio, fomentar una cultura centrada en el cliente y fomentar el crecimiento y el bienestar de su gente. Cada una de estas áreas se sustenta en los valores fundamentales de la empresa, que proporcionan la brújula ética que guía las decisiones y acciones de los líderes”.

Los principios nos ayudan a responder la pregunta de cómo hacer las cosas y qué criterios debemos utilizar para tomar decisiones. Las empresas que quieren tener éxito a largo plazo deben identificar sus principios fundamentales y ceñirse a ellos, incluso cuando hacerlo signifique dejar pasar oportunidades potencialmente lucrativas. Kongō Gumi perdió su independencia luego de más de 1.400 años, sin embargo, continúa construyendo y manteniendo templos y santuarios. El día 1 y 15 de cada mes, carpinteros Kongō y otros empleados se reúnen para realizar una pequeña ceremonia de oración en memoria del príncipe Shōtoku y darle las gracias por la forma en que todo esto comenzó. El liderazgo no surge de adherirse rígidamente a un conjunto de normas, prácticas o estilos, sino de la capacidad de manejar dinámicamente las tensiones entre fuerzas aparentemente opuestas. Esto permite a los líderes abordar la incertidumbre y la complejidad, permitiéndoles ser flexibles y resilientes ante desafíos cambiantes e impredecibles, al tiempo que permanecen firmemente arraigados a valores y principios sólidos. En su investigación de empresas que perduran, Collins y Porras concluyen:

Nuestra investigación indica que la autenticidad de la ideología y el grado en que una empresa es coherente con ella es más relevante que el contenido de dicha ideología”.

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