
Un principio más profundo
Ramana Maharshi (1879-1950), es tal vez el sabio indio más ampliamente reverenciado del siglo XX. El concepto de ‘sabio’ varía mucho de oriente a occidente. En occidente, entendemos como sabio a una persona erudita; en oriente, sabio es aquel que ha alcanzado la sabiduría espiritual, aquel que ha logrado la ‘liberación’. Este estado tiene muchos nombres según la tradición: Samadhi en el yoga, Moksha o Mukti en el hinduismo, Nirvana en el budismo, son conceptos que expresan la idea de iluminación o autorrealización.
Maharshi era miembro de una familia de clase media de brahmanes del sur de la India y de niño no tenía grandes intereses espirituales, sin embargo, a los dieciséis años se convirtió espontáneamente en maestro espiritual. En casa de un tío, Maharshi de pronto se sintió invadido por el miedo a la muerte. Se tiró al suelo, convencido de que iba a morir enseguida, pero en lugar de quedarse allí paralizado, decidió localizar al yo que estaba a punto de desaparecer. Se focalizó en la sensación de ‘yo’ –un proceso al que luego llamó ‘investigación de mí mismo’. La persona Maharshi no murió aquel día, pero nunca más volvió a tener la sensación de ser un yo separado. Maharshi dejó su hogar y viajó a un antiguo santuario de peregrinaje. Allí pasó el resto de su vida, cerca de una montaña, con la que decía tener una conexión mística. Después de diez años de silencio, hacia 1906, Maharshi empezó a mantener diálogos sobre la naturaleza de la conciencia. Maharshi, es reconocido como un maestro de la doctrina advaita (o advaita vedānta), que sostiene la idea de que solo Dios es la última instancia real, mientras que el mundo que observamos es transitorio y con una apariencia ilusoria. Esta es una filosofía ‘no dual’, es decir, no hace diferencia entre las almas y Dios, sino que ´las almas son Dios’. En sus enseñanzas Maharshi se enfocaba no solo en la meditación sino también en los conocimientos prácticos, abordando las manifestaciones del ego. Se preguntaba constantemente a quién suceden la buena o la mala fortuna, el triunfo o el fracaso. Afirmaba que las circunstancias de la vida, lejos de ser obstáculos, son instrumentos para perfeccionarnos. Desanimaba siempre a aquellos que le preguntaban si debían abandonar la vida mundana; por el contrario, les alentaba a cumplir sus tareas con dedicación y renunciar al egoísmo. Decía cosas como estas:
“Todos los seres vivos anhelan ser siempre felices, sin sufrir desdicha alguna. En todos ellos se observa un amor supremo por sí mismos, que se debe únicamente al hecho de que la felicidad es su verdadera naturaleza. Por lo tanto, para realizar esa felicidad inmaculada inherente es esencial que uno se conozca a sí mismo”.
Sam Harris, filósofo, neurocientífico y crítico del fundamentalismo religioso, en su libro Waking Up, explora la idea de que se puede alcanzar un profundo sentido de bienestar y autoconocimiento a través de la meditación y otras prácticas contemplativas, sin tener que recurrir a las religiones organizadas. Escribe:
“Nada de lo que pueda experimentar un cristiano, un musulmán y un hindú –amor que trasciende el yo, éxtasis, iluminación interior– constituye una prueba que corrobore sus respectivas creencias tradicionales, puesto que estas son lógicamente incompatibles las unas con las otras. Tiene que operar un principio más profundo”.
Para Harris, la espiritualidad está ligada a la experiencia de la conciencia, ya que existen personas que están felices en medio de privaciones y peligros, mientras que otras se sienten miserables, a pesar de tener toda la suerte del mundo. El psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, ha sido uno de los investigadores más destacados acerca de la felicidad, la creatividad y el bienestar subjetivo. En su libro Flow: The Psychology of Optimal Experience, escribió:
“Lo que ‘descubrí’ es que la felicidad no es algo que sucede. No es el resultado de la buena suerte o del azar. No es algo que pueda comprarse con dinero o con poder. No parece depender de los acontecimientos externos, sino más bien de cómo los interpretamos. De hecho, la felicidad es una condición vital que cada persona debe preparar, cultivar y defender individualmente. Las personas que saben controlar su experiencia interna son capaces de determinar la calidad de sus vidas, eso es lo más cerca que podemos estar de ser felices”.
Csikszentmihalyi, se centró en el fenómeno psicológico que ocurre cuando nos desempeñamos al máximo de nuestras capacidades y entramos en un estado de inmersión total, enfocados en una actividad desafiante y significativa que nos produce altos niveles de satisfacción. Aunque esta idea tiene una larga historia, Csikszentmihalyi, fue el primero en describirla sistemáticamente y la denominó ‘Flujo’. Definió ‘Flujo’, como un estado mental subjetivo que experimentamos todas las personas cuando logramos involucrarnos por completo en algo, sin pensar en nada más y sin distraernos. Es un estado que nos permite incrementar nuestra creatividad y rendimiento, generándonos sentimientos de satisfacción. Hay un total disfrute de la tarea en sí y no por el objetivo de cumplir algo. En palabras de Csikszentmihalyi:
“Los mejores momentos en nuestras vidas no son los tiempos pasivos, receptivos y relajantes; los mejores momentos generalmente ocurren si el cuerpo o la mente de una persona se estira al límite en un esfuerzo voluntario para lograr algo difícil y valioso”.
Hay algunas actividades que frecuentemente nos llevan al límite de nuestras capacidades. La creación artística es una de ellas. Algunos deportes también producen este efecto. Las actividades sociales, como una conversación o tener relaciones sexuales también pueden generar este estado. Son actividades que disfrutamos y cuando nos sumergimos por completo en ellas, nuestra atención se focaliza a tal grado que perdemos la noción del tiempo, nos sentimos plenos y las realizamos sin esfuerzo. Csikszentmihalyi, identificó cuatro atributos básicos de las actividades que generan estados de flujo:
- Tener objetivos claros: las metas y objetivos, ya sea establecidos de antemano o desarrollados a partir de la realización de la actividad, deben estar claramente definidos.
- Inmersión profunda en la tarea: concentración y estrechamiento del foco de atención en un campo de acción preciso.
- Retroalimentación constante: indicadores claros e inmediatos sobre el desempeño en relación con los objetivos establecidos.
- Equilibrio entre desafío y habilidad: es fundamental que exista un equilibrio entre la capacidad y las exigencias de la tarea.
Como se muestra en el diagrama, para mantenerse en la zona de flujo, se requiere realizar constantes ajustes:

Si nuestras habilidades están en equilibrio con el desafío, podemos experimentar la sensación de la zona de flujo en el punto (A). Ahora bien, si el desafío de la actividad aumenta, podemos caer en un estado de ansiedad, punto (B), por lo que es necesario aumentar nuestras habilidades para volver a la zona de flujo en el punto (C). Luego, si nuestras habilidades siguen aumentando sin variar el desafío, podemos caer en un estado de aburrimiento, punto (D), por lo que deberemos incrementar el nivel de desafío para así volver a la zona de flujo en el punto (E). Csikszentmihalyi explica:
“Este aspecto dinámico explica por qué las actividades de flujo conducen al crecimiento y al descubrimiento. Uno no puede disfrutar haciendo la misma cosa al mismo nivel durante mucho tiempo. Nos sentiremos o aburridos o frustrados; y entonces el deseo de disfrutar nos estimulará nuevamente para que pongamos a prueba nuestras habilidades o para que descubramos nuevas oportunidades de usarlas”.
Soul la película animada de Pixar, trata sobre Joe Gardner, un músico aficionado al jazz que nunca pudo lograr su sueño de tocar como los grandes y terminó trabajando como profesor de escuela. Sin embargo, cuando toca el piano, entra en ‘la zona’ (estado de flujo) y anhela estar allí. Tiene la oportunidad de su vida de tocar con una conocida cantante de jazz, pero desafortunadamente, está tan emocionado por la oportunidad de vivir su pasión que se cae por una alcantarilla y queda en coma. Ahí comienzan las aventuras. Joe aparece en una cinta transportadora que se dirige hacia la gran luz blanca (la muerte). Pero como Joe está tan loco por su pasión por el jazz se lanza y luego de extraños sucesos, termina como mentor de una joven alma llamada ‘22’ que aún no ha entrado en un cuerpo humano. 22 le explica a Joe sobre ‘la zona’, el estado de flujo, que es un espacio entre lo físico y lo espiritual. A Joe se le muestra que el estado de flujo no solo proviene de la música. El flujo puede surgir tanto de actividades extraordinarias como de actividades ordinarias. Sin embargo, el lugar llamado ‘la zona’ no se limita a las personas en estado de flujo. Hay manchas oscuras, enormes y malhumoradas conocidas como ‘almas perdidas’. Suenan deprimidas cuando hablan. Su lenguaje corporal muestra que han renunciado a la vida. Joe explica:
“Las almas perdidas no son tan diferentes de las que están en ‘la zona’. La zona es placentera. Pero cuando esa alegría se convierte en una obsesión, uno se desconecta de la vida”.
Los estados de flujo pueden convertirse rápidamente en una adicción si son lo único que uno persigue en la vida. A veces nos convertimos en almas perdidas cuando olvidamos el significado y el propósito de lo que hacemos. La película Soul critica duramente el cliché de ‘encuentra tu pasión’. Todo el mundo ha experimentado un estado de flujo, pero no todo el mundo ha encontrado algo que le apasione y por lo que esté dispuesto a morir. La vida no empieza cuando logras lo que siempre quisiste, la vida es todo lo que sucede en el camino.
“Yo quería ser veterinario, pero estoy muy contento con el lugar donde acabé. Encontré otros sueños, otras cosas que me permitieron sentirme realizado”.
Esta frase de la película la dice un peluquero. Su intención original era ser veterinario, pero terminó cortando el pelo. Al no conseguir lo que quería, encontró estados de flujo en su nueva actividad. Lo que importa es nuestra capacidad para lograr estados de flujo en cualquier actividad que realicemos. En su ensayo Historia, Ralph Waldo Emerson escribió:
“Para el poeta y el sabio, todas las cosas son amistosas y sagradas, todas las experiencias provechosas, todos los días santos, todos los hombres, divinos”.
Csikszentmihalyi, afirmaba que, hemos desarrollado una humanidad que se ha separado de las otras formas de vida. Hemos concebido a seres humanos individuales separados unos de otros. Hemos inventado la abstracción y el análisis, es decir, la capacidad de separar entre sí las dimensiones de los objetos y de los procesos. Es esta diferenciación lo que ha producido la ciencia, la tecnología y el poder inaudito de la humanidad para construir y para destruir su entorno. En muchos aspectos, lo que occidente ha conseguido en cuanto a dirigir la energía material es equiparable a lo que oriente ha logrado en términos del control de la conciencia. Un enfoque integral debiera ser capaz de encontrar un equilibrio saludable entre el mundo espiritual y el material. Escribe:
“Las similitudes entre el yoga y el flujo son muchas, de hecho, tiene sentido pensar que el yoga es una actividad de flujo completamente planificada. Ambas intentan lograr una involucración gozosa, en la que uno se olvide de sí mismo mediante la concentración”.
Nuestras percepciones sobre nuestras vidas son el resultado de muchas fuerzas que conforman nuestra experiencia, y cada una provoca un impacto que hace que nos sintamos bien o mal. Muchas de estas fuerzas están fuera de nuestro control. Sin embargo, todos hemos vivido ocasiones en las que hemos sentido que teníamos el control de nuestras acciones, que éramos los dueños de nuestro propio destino. El estado óptimo de experiencia interna es cuando hay orden en la conciencia. Cuando la energía psíquica (o atención) se utiliza para obtener metas realistas y cuando las habilidades encajan con las oportunidades para actuar. Cuando comprendamos mejor por qué somos como somos, cuando veamos más claramente los orígenes de los impulsos instintivos, de los controles sociales, de las expresiones culturales, será más fácil dirigir nuestras energías hacia donde deberían ir. En términos subjetivos, cada uno de nosotros es idéntico al principio mismo que da valor al universo. Experimentarlo directamente es el verdadero comienzo. Los estados de flujo nos llevan a otra dimensión. En palabras de Harris:
“Estamos siempre y en todas partes en presencia de la experiencia. En efecto, la mente humana es la más compleja y sutil expresión de la realidad que hayamos encontrado hasta ahora. Ello debería asegurar profundidad al modesto proyecto de darnos cuenta de cómo es estar en el presente”.