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¿Cómo vivir?

Sócrates dijo que una vida no examinada no vale la pena de ser vivida. Tal vez sea una exageración, pero esta afirmación es coherente con su visión de la filosofía. Para Sócrates, la filosofía no solo era una guía moral, sino también una forma de terapia psicológica. En un sentido socrático, hacer filosofía puede ayudarnos a superar nuestro temor a la muerte, a mejorar nuestro carácter y hasta a encontrar un genuino sentido a la vida. Pierre Hadot, en su libro ¿Qué es la filosofía antigua?, explica que la filosofía griega y romana estaban concebidas para ayudar a las personas a superar el sufrimiento emocional y a desarrollar su carácter. En palabras de Hadot:

“Desde Sócrates, la opción por un modo de vida no se sitúa al final del proceso de la actividad filosófica, como una especie de apéndice accesorio, sino al contrario, en el origen. […] El discurso filosófico se origina en una elección de vida y una opción existencial y no a la inversa”.

La escuela estoica, en particular, se enfocó en el aspecto práctico de la filosofía socrática, no solo mediante el desarrollo de virtudes como la disciplina personal y la fortaleza, sino también mediante el uso intensivo de prácticas. El resurgimiento del interés por la filosofía estoica sigue en aumento. En 2014 se publicó el libro The Obstacle Is the Way de Ryan Holiday, que, sin ser académico, ha tenido gran éxito y se ha traducido a más de 20 idiomas. Luego vino una multitud de otras publicaciones, dentro de las que destaca How to Think Like a Roman Emperor, de Donald Robertson, un psicoterapeuta cognitivo-conductual que colabora en la promoción de ideas y prácticas extraídas de esta antigua filosofía. Massimo Pigliucci, biólogo y profesor de filosofía en el City College de Nueva York, en una entrevista, comentó que luego de pasar por una crisis personal, estaba buscando un marco que sustituyera su humanismo secular. En su adolescencia había abandonado la Iglesia Católica, y durante un tiempo exploró el budismo, pero su lenguaje culturalmente distante y su metafísica le impidieron aceptarlo. En 2014 se enteró por Twitter, que el grupo Modern Stoicism celebraría la ‘Semana Estoica’. Participó, reformuló su vida y se convirtió en un estoico. En su ensayo Cómo ser un estoico Pigliucci escribe:

“En todas las culturas que conocemos, ya sean seculares o religiosas, ya sean étnicamente diversas o no, la cuestión de cómo vivir es un tema capital. ¿Cómo deberíamos afrontar los retos y las vicisitudes de la vida? ¿Cómo nos deberíamos comportar en el mundo y tratar a los demás? Y la cuestión última: ¿Cuál es la mejor preparación para la prueba final de nuestro carácter, el momento de nuestra muerte?”.

En el libro How To Live A Good Life, Pigliucci, junto a Skye Cleary y Daniel Kaufman, explica que una filosofía de vida está compuesta por una metafísica, es decir, una explicación de cómo funciona el mundo; una ética, es decir, un relato de cómo debemos vivir y un conjunto de prácticas. Si el relato incluye entidades trascendentales, dioses, etc., lo llamamos religión; si no, tenemos una filosofía de vida. La teoría general del estoicismo es que podemos y debemos vivir una vida digna de ser vivida. Una vida con estructura y coherencia. Una vida ‘eudaimonica’. Término griego comúnmente traducido como florecimiento humano o prosperidad. Parte de lo que hace que el estoicismo sea una filosofía de vida tan interesante, es que tres de sus practicantes más conocidos tenían posiciones sociales muy diferentes. Marco Aurelio, era emperador. Séneca, era un rico y famoso político y escritor. Y Epicteto era un esclavo. Pigliucci, en su ensayo Be a Stoic like Epictetus, publicado en The Philosophy Garden, Stoicism and beyond explica su predilección. Escribe:

“No es ningún secreto que mi guía desde que comencé a practicar el estoicismo ha sido Epicteto. No me malinterpreten, aprecio la grandeza y la melancolía reflexiva de Marco Aurelio, y me encanta el estilo y la profundidad de pensamiento de Séneca. Pero cada libro que he escrito hasta ahora sobre el estoicismo tiene a Epicteto como su protagonista o inspiración”.

Epicteto nació alrededor del año 55 d.C. en Hierápolis, en lo que ahora es Turquía. ‘Epicteto’ no era su verdadero nombre; la palabra significa ‘adquirido’, destacando el hecho de que era un esclavo. Epicteto estaba lisiado, ya fuera de nacimiento o a causa de una herida provocada por uno de sus dueños anteriores. Su amo Epafrodito, era un liberto rico, es decir, fue un antiguo esclavo, que trabajaba como secretario de Nerón. Epafrodito trató bien a Epicteto, y le permitió estudiar filosofía estoica con uno de los maestros más renombrados en Roma: Musonio Rufo. Tras la muerte de Nerón, Epicteto fue liberado, lo que era una práctica habitual en Roma con los esclavos especialmente inteligentes y educados. Entonces Epicteto estableció su propia escuela. Epicteto no se casó, aunque a una edad avanzada empezó a vivir con una mujer que le ayudó a criar al hijo de un amigo, un muchacho que habría muerto si no lo hubiera recogido. En palabras de Pigliucci:

“Epicteto se hizo famoso como maestro y atrajo a una serie de estudiantes de alto rango, entre ellos Arriano de Nicomedia, que transcribió algunas de las lecciones del maestro. En la actualidad, estas lecciones se conocen como las Disertaciones”.

Este fue Epicteto, un esclavo tullido, que se educó, se convirtió en hombre libre, emprendió su propia escuela de filosofía, y ya siendo viejo, ayudó desinteresadamente en la crianza de un niño. Y tal vez lo más importante, fue el filósofo que pronunció algunas de las enseñanzas más poderosas expresadas por cualquier maestro. La versión del estoicismo de Epicteto es coherente, innovadora y extremadamente práctica. Como estudioso y practicante de su filosofía, Pigliucci, destaca las siguientes ideas:

  1. La regla fundamental. En la primera frase del Enquiridion, Epicteto dice:

“Algunas cosas dependen de nosotros y otras no. Depende de nosotros el juicio, la inclinación, el deseo, la aversión; en resumen, todo lo que es obra nuestra. No depende de nosotros nuestro cuerpo, nuestras posesiones, nuestra reputación, nuestros cargos públicos; en resumen, todo lo que no es obra nuestra”.

Los filósofos estoicos estaban claros que no podemos controlar la vida. No podemos controlar el mundo. El mundo es inmenso, rebelde y se ocupa constantemente de recordárnoslo. Las cosas que dependen de nosotros son muy limitadas. Se reducen a:

  • Juicios: evaluaciones conscientes y explícitas de una situación, objeto o persona.
  • Inclinaciones: decisiones de actuar o no actuar (según nuestros juicios).
  • Deseos: lo que juzgamos que tiene valor y, por lo tanto, buscamos.
  • Aversiones: aquello que juzgamos que carece de valor y, por lo tanto, rechazamos.

Todo lo demás, incluido nuestro cuerpo, salud, posesiones, reputación y carrera no dependen en última instancia de nosotros, porque dependen en parte de factores externos y de otras personas. Escribe Pigliucci:

“Las personas sabias concentrarán su energía y sus recursos en lo que les corresponde y desarrollarán una actitud de aceptación y ecuanimidad hacia las cosas que no les corresponden”.

  1. Las opiniones no son hechos. En el Enquiridion, Epicteto dice:

“La gente no se preocupa por las cosas, sino por sus juicios sobre ellas. La muerte, por ejemplo, no es aterradora, de lo contrario Sócrates lo habría pensado así”.

Para los estoicos, existen verdades objetivas en el mundo, pero nuestras interpretaciones de esas verdades no siempre son correctas. Un juicio común o ampliamente aceptado no es necesariamente verdadero. Por ello, debemos distinguir entre las características objetivas de un acontecimiento: los hechos tal como son, sin interpretaciones ni evaluaciones añadidas. Y, por otra parte, las opiniones y juicios personales: las interpretaciones subjetivas que hacemos de esos hechos. Pigliucci escribe:

“La próxima vez que te suceda algo ’malo’, haz una pausa, resiste tu tendencia predeterminada a catastrofizar y replantea lo que está sucediendo como un desafío que te envían los dioses estoicos para poner a prueba tu carácter”.

  1. Las tres disciplinas. En Disertaciones, Epicteto dice:

“Hay tres dominios en los que una persona debe ser entrenada si desea volverse verdaderamente buena. El primero es el dominio de los deseos y aversiones, y el resultado del entrenamiento es que nunca dejan de obtener lo que desean y nunca experimentan lo que quieren evitar. El segundo es el dominio de la inclinación y la desinclinación, y en general del comportamiento apropiado, y el resultado del entrenamiento es que actúan de manera ordenada y bien razonada, en lugar de ser descuidados. El tercero es el dominio de la inmunidad al error y al juicio precipitado, y en general el dominio del asentimiento.”

Así, la primera disciplina que debemos entrenar aborda el deseo y la aversión. Se ocupa de realinear nuestros valores y prioridades, de modo que seamos conscientes de lo que es verdaderamente bueno y lo que es verdaderamente malo para nosotros. Según Epicteto, lo único bueno es el buen juicio y lo único malo es el mal juicio, que son las únicas cosas que dependen de nosotros. La segunda disciplina que debemos entrenar aborda la inclinación y la desinclinación. Se ocupa de cómo actuar adecuadamente en el mundo, en particular con respecto a nuestros semejantes. Según el estoicismo de Epicteto algunas conductas hacia los demás son ‘apropiadas’ y otras no. El objetivo de la disciplina de la acción es entrenarnos para hacer más de lo primero y menos de lo segundo. La tercera disciplina que debemos entrenar es la del ‘asentimiento’. Según Epicteto es la más difícil, ya que se centra en el control consciente de nuestras percepciones y en evitar juicios precipitados. Pigliucci escribe:

“Las dos primeras disciplinas son donde está el meollo de la cuestión, pero la tercera disciplina permite actuar adecuadamente en la mayoría de las circunstancias, especialmente cuando no tenemos tiempo para detenernos a pensar”.

  1. Cosmopolitismo. En Disertaciones, Epicteto dice:

“Sólo podemos seguir el ejemplo de Sócrates, y si alguien nos pregunta de dónde somos, nunca digamos ‘soy ateniense’ o ‘soy corintio’, sino ‘soy ciudadano del universo’”.

¿Cómo determinamos qué acciones son apropiadas y cuáles no? ¿Qué, exactamente, se considera una acción correcta o incorrecta? Para Epicteto, la respuesta es muy simple: todo lo que ayude a la humanidad es apropiado, y todo lo que la socave es inapropiado. En palabras de Pigliucci:

“Cada vez que nos enojamos o maltratamos a otro ser humano estamos cometiendo acciones inapropiadas, desde una perspectiva estoica. Cada vez que hacemos algo que socava el medio ambiente, en el que todos tenemos que vivir, también estamos socavando la cosmópolis humana […] Hay una enorme cantidad de comportamientos que ayudan o perjudican a la familia universal, y la mayoría de ellos están dentro de nuestro ámbito de competencia”.

Pigliucci destaca un concepto central del estoicismo de Epicteto: prestar atención. Epicteto dice:

“Cuando relajas tu atención por un momento, no imagines que la recuperarás cuando quieras, sino ten en cuenta que, debido al error que has cometido hoy, estarás en peor situación en todo lo que hagas en el futuro. … ¿Hay algún aspecto de la vida excluido, alguno que esté fuera del alcance de la atención? Quiero decir, ¿hay algo que harás peor prestando atención y mejor no prestando atención?”.

Epicteto insiste en la necesidad de siempre estar vigilante a lo que estamos haciendo. Nada empeora con estar atento, todo lo contrario. Epicteto aclara aún más cual debe ser el foco de nuestra atención: nuestras impresiones’. Dice:

“Así que comienza ahora mismo a practicar diciéndole a cada impresión desagradable: ‘Eres una impresión, y no en absoluto lo que pareces ser.’ Luego procede a examinarla y evaluarla según tus criterios, y ante todo por este: si tiene que ver con las cosas que dependen de nosotros o con las cosas que no dependen de nosotros. Y si tiene que ver con las cosas que no dependen de nosotros, ten a mano el recordatorio de que no es nada para ti”.

La filosofía de Epicteto y del estoicismo nos ofrece una perspectiva profunda y práctica para enfrentar los desafíos de la vida. Al centrar nuestra atención en lo que realmente depende de nosotros—nuestros juicios, deseos y acciones—podemos desarrollar una fortaleza interior que nos permite navegar las adversidades con serenidad y sentido de propósito. La enseñanza y ejemplo de Epicteto nos invitan a vivir de manera consciente, cultivando virtudes y prácticas que promueven el florecimiento personal y contribuyen al bienestar común. En un mundo lleno de incertidumbres y situaciones que escapan a nuestro control, adoptar una filosofía de vida basada en la atención consciente y la aceptación puede ser transformador. Tal vez ha llegado el momento de incorporar algunas de estas ideas y prácticas en nuestra propia filosofía de vida. Nuestras acciones pueden tener un impacto positivo más allá de nosotros mismos. Epicteto nos recuerda:

“No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz”.

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