
Romper la cadena
Alan Stone, fue profesor de derecho y psiquiatría en la Universidad de Harvard. Consideraba que el arte y la psiquiatría estaban estrechamente entrelazados y se apoyaban mutuamente. Además de dar clases sobre derecho y literatura, fue crítico de cine para el Boston Review. En su artículo The Toad and the Butterfly, cuenta que, en 1997, el año de la película Titanic, paralelamente y sin millonarios presupuestos, el Oscar a la mejor película extranjera lo logró la producción holandesa-belga Karakter. Este extraordinario guion como lo calificó Stone fue dirigido por Mike van Diem, basado en una novela de Ferdinand Bordewijk. La película se desarrolla en Rotterdam, alrededor de 1920, periodo entre las grandes guerras. Era una época difícil marcada por la lucha de clases que condujo al surgimiento del comunismo y el fascismo. Escribe Stone:
“Se dice que la ley protege los intereses creados, y en ningún momento parece más convincente esa afirmación que durante una depresión prolongada [..] la ley escrita está en guerra con la ley de la humanidad”.
La historia se desarrolla con tres personajes principales: Jacob, el hijo; Joba, su madre; y Dreverhaven, el padre. Jacob nace como resultado de una única relación de abuso y violencia que Dreverhaven comete contra Joba, su empleada doméstica. Dreverhaven, personifica la ley implacable en toda su crueldad. Como alguacil, clava las órdenes judiciales de desalojo en las puertas de los inquilinos que no han pagado y se asegura de que sean expulsados a la calle. No es juez ni policía, pero encarna el imperio de la ley. La película es un choque de caracteres entre tres personas orgullosas y emocionalmente mutiladas. Joba es una mujer dura, terca y silenciosa, que casi nunca muestra rasgo alguno de sensibilidad. Después de ser violada, continúa trabajando en la casa de Dreverhaven, pero al descubrir que está embarazada, se marcha y rechaza las insistentes ofertas de dinero y matrimonio de él. Conectados sólo por su lucha de voluntades, ninguno parece capaz de amar. Jacob nace de este enfrentamiento, heredando un carácter firme y decidido.Entendemos el carácter psicológico como la huella de los genes y la experiencia, mientras que el carácter moral abarca aquello de lo que sí somos responsables. Escribe Stone:
“Esta distinción nítida sigue la tradición dominante del pensamiento occidental, que asigna la moralidad y la psicología a dominios separados”.
Joba es la negación de los sentimientos maternales, es distante y las miradas implorantes de su hijo no evocan respuesta. Jacob crece con un padre ausente y una madre silenciosa. Jacob, es sólo un peón en la batalla a muerte entre sus padres biológicos. A través, de sus ojos y memoria, vemos cómo se va construyendo su personalidad. En el lugar en que Jacob y su madre vivían encontraron casualmente varios tomos de una enciclopedia que solo llegaba hasta la letra ‘T’. En holandés la palabra padre es ‘Vader’. Para contrarrestar el silencio de su madre, Jacob, se dedica a estudiar su enciclopedia incompleta. Sin un padre que lo protegiera de las agresiones y burlas de sus compañeros, aprendió a defenderse y resolver sus problemas. Así Jacob reafirma su convicción de que el esfuerzo y voluntad serían la fórmula de su éxito. Escribe Stone:
“La falta de comprensión humana se convierte, en el defecto que define el carácter de Jacob. Es tan resuelto y decidido como Joba y Dreverhaven”.
A falta de una madre que le hablara, leyó los libros que encontró y aprendió inglés. Sin un padre que lo protegiera, superó la pobreza y la bancarrota para convertirse en abogado. Cree en su propio esfuerzo y voluntad como lo que define su carácter. Pero su resolución y autodisciplina destruyen la posibilidad transformadora de recibir afecto. Encontró un mentor, el abogado De Gankelaar, que quiere que su protegido evolucione. Al ver que rechaza un regalo, lo reprende con fuerza y le grita que, aunque tiene mucho para dar, va a desperdiciar su vida si no aprende a recibir. De Gankelaar, intenta enseñarle a Jacob que debe ser capaz de aceptar el afecto de otras personas si quiere ser plenamente feliz. Jacob acepta el regalo, pero no la lección. Su resolución y autodisciplina extrema, no lo dejan ver otros aspectos de la vida. Escribe Stone:
“Jacob nunca había sido amado y cuando una bella joven le muestra su amor, él es incapaz de reconocer lo que está pasando. Ella se casa con otro. En una de sus raras declaraciones, su madre le dice irónicamente que él fue un idiota por dejar pasar esa oportunidad”.
Se pueden utilizar muchas narrativas para explicar la formación del carácter de Jacob. Las explicaciones también pueden ser complementadas con su contexto histórico y social.Sin embargo, como explica Stone, la película proporciona material psicológico suficiente para abrir el apetito de aquellos que observan la vida como una aventura moral. Escribe Stone:
“Jacob quiere que Dreverhaven sepa que es un hombre hecho a sí mismo que ha logrado todo a pesar de su odioso padre; Dreverhaven quiere estrecharle la mano a su hijo y decirle que él, el padre, creó la adversidad que fue el contexto formativo del éxito de su hijo. Mientras cada uno se atribuye el mérito del carácter de Jacob, se lanzan uno contra el otro en una furia moralista”.
Brendon Burchard, en su libro Hábitos de alto impacto, entrevistó a personas que habían alcanzado grandes logros en diferentes disciplinas, pero que luego habían tenido fracasos estrepitosos. Su objetivo era entender como estas personas interpretaban las causas de su éxito y colapso. Identificó tres trampas comunes:
- Superioridad: Los logros pueden generar en estas personas un sentimiento de superioridad, creyéndose más capaces y merecedoras que otros. Este estado puede obstaculizar el aprendizaje, la conexión con los demás y el crecimiento personal. Para contrarrestarlo, es necesario buscar retroalimentación, reflexionar sobre el propio rol y practicar la gratitud para fomentar la humildad.
- Insatisfacción: La constante necesidad de mejorar puede conducir a un perfeccionismo contraproducente y a una ansiedad por cometer errores. Esta insatisfacción perpetua puede reducir la eficiencia y el bienestar general. Burchard enfatiza la importancia de apreciar y disfrutar tanto de los avances como de los retrocesos, combinando la satisfacción con la búsqueda de la excelencia.
- Negligencia: La obsesiva búsqueda de logros en una disciplina puede llevar a descuidar otros aspectos vitales, como la familia, el bienestar personal y la salud. La negligencia se manifiesta como olvido, ignorar problemas en otras áreas por concentrarse en un solo tema, o como extralimitación, esforzarse en exceso o en múltiples direcciones a la vez. Para prevenirla, es fundamental mantener el equilibrio, realizar revisiones regulares de todas las áreas de la vida, establecer límites claros y aprender a decir ‘no’ a compromisos excesivos, protegiendo así la integridad y coherencia personal.
La psiquiatra y psicoanalista Marie-France Hirigoyen en su libro Los narcisos han tomado el poder, denuncia la confusión entre el narcisismo sano, que permite tener la suficiente seguridad en uno mismo para autoafirmarse, y el narcisismo patológico que quiere apabullar a los demás. Nuestro ego supone tanto una ventaja como un serio lastre. Cuando tiene el tamaño adecuado, es un vector beneficioso que nos proporciona una dosis sana de autoconfianza y elimina la inseguridad, el miedo y la apatía. Por el contrario, si se le deja crecer desproporcionadamente, es capaz de perjudicar nuestra percepción, nuestras decisiones y nuestras relaciones. Para bien o para mal, el ego estará siempre presente en nuestra vida, no da tregua, nunca es neutral y debemos reconocerlo cuando comienza a desbordarse. La arrogancia, el orgullo y la soberbia en políticos, líderes empresariales, deportistas, artistas, científicos, amigos, familiares y conocidos es muy fácil de detectar. Lo difícil es detectarla en nuestro propio comportamiento y nuestros propios pensamientos. La necesidad de ‘ser mejor que’, ‘más que’, ‘reconocido por’ son avisos de que el ego ha tomado el control. Ryan Holiday, en su libro El ego es el enemigo, identifica algunas señales de alerta:
- Compararse: Tendemos a utilizar nuestras propias cualidades positivas como estándar para evaluar a los demás, asegurándonos así una comparación favorable. Además, cuando otros tienen éxito o fracasan, les damos menos crédito por sus logros y los criticamos más por sus fracasos de lo que hacemos con nosotros mismos.
- Sentirse separados: Experimentamos la sensación de ser diferentes, especiales o aislados, creyendo que los demás no pueden comprendernos ni entender nuestra situación, nuestras exigencias, obligaciones o condiciones de vida.
- Ponerse a la defensiva: Sentimos incomodidad y adoptamos una actitud defensiva cuando alguien desafía nuestras convicciones más profundas. El deseo de mantener nuestro punto de vista a toda costa, querer tener razón, es el mecanismo que utiliza el ego para dominar.
- Exhibir la brillantez: Tenemos una compulsión por mostrar nuestras capacidades y talentos, sintiendo que merecemos la admiración o la obediencia automática de los demás por ser quienes somos, por el cargo que ocupamos o por lo que hemos logrado.
- Buscar aceptación: Hacemos campaña y movemos los hilos necesarios para obtener la aprobación de los grupos que consideramos relevantes. Igualamos la aceptación o el rechazo de nuestras ideas con la aceptación o rechazo de nosotros mismos.
- Dificultad para aceptar la crítica: El ego nos vuelve testarudos y hostiles frente a la crítica, alejándonos de oportunidades para aprender y mejorar.
Martin Luther King, ícono de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, en noviembre de 1957 dio el sermón Loving Your Enemies, en que utiliza la metáfora del sur y el norte de Estados Unidos para representar aspectos opuestos de la naturaleza humana. Históricamente, el sur estuvo asociado con la esclavitud y la resistencia al movimiento por los derechos civiles, mientras que el norte se veía como más progresista y abierto al cambio. King señaló:
“Hay una especie de guerra civil en curso dentro de la vida de todos nosotros. Un Sur recalcitrante que se rebela contra el Norte de nuestra alma. Y esta lucha se libra de manera permanente dentro de la estructura misma de cada vida”.
El sur recalcitrante, simboliza las tendencias negativas que todos tenemos, como el odio, el miedo, el deseo de poder, el orgullo, la envidia, el prejuicio y la intolerancia. El norte de nuestra alma representa nuestras aspiraciones más elevadas y virtuosas, como el amor, la justicia, la gratitud, la paciencia, la compasión y la búsqueda de la sabiduría. King sugiere que dentro de cada persona hay una batalla constante entre estos dos lados opuestos, lucha interna que es una parte inherente de la experiencia humana. Reconocer esta guerra interna es el primer paso para manejarla. Aunque todos enfrentamos esta batalla, tenemos la capacidad y responsabilidad de elegir. Superar las tendencias negativas conduce al desarrollo personal y contribuye a un mundo más justo y compasivo. King enfatizaba que el cambio social no solo requería transformaciones externas en las leyes y políticas, sino también una transformación interna en las actitudes y valores de las personas. En palabras de King:
“El odio por el odio solo intensifica la existencia del odio y el mal en el universo… La persona fuerte es la persona que puede cortar la cadena del odio, la cadena del mal… e inyectar dentro de la estructura misma del universo ese elemento fuerte y poderoso del amor”.
Lo especial no es el talento ni la capacidad, y ni siquiera el esfuerzo, voluntad y la confianza en uno mismo, sino la humildad, la disciplina y la conciencia. El problema es que nunca había sido tan fácil ensalzarse y envanecerse. Hoy podemos alardear de nuestros logros ante admiradores y seguidores con un solo clic. Podemos anunciar grandes noticias en las redes sociales y dejar que nos feliciten. Vivimos en una cultura que estimula los relatos de genios obsesivos y visionarios que triunfan en el mundo a punta de una fuerza casi irracional y ‘sin ayuda’. Holiday escribe:
“La historia también la hacen muchos individuos que luchan contra su ego a cada paso, que evitan aparecer en público y que ponen sus objetivos más altos por encima de su deseo de reconocimiento”.
Aunque poco podemos hacer respecto a la herencia que nos es dada, sí podemos forjar nuestro carácter desde nuestro ser y en relación con nuestras circunstancias. Atribuir los logros únicamente al esfuerzo y la voluntad es simplista, ya que las personas que nacen en entornos desfavorecidos tienen menos oportunidades de desarrollar sus capacidades y potencial. Sin embargo, esto no significa que no podamos influir en nuestro destino. Nuestro futuro no es ajeno a las decisiones que tomamos ni a nuestro esfuerzo, y esta verdad es especialmente valiosa para quienes parten desde una posición de desventaja. Son nuestras acciones, nuestra forma de elaborar pensamientos y de reinterpretar circunstancias y sentimientos las que definen nuestro carácter, el cual sí podemos cambiar y mejorar. Adela Cortina, profesora de Ética de la Universidad de Valencia, en su artículo Forjar el carácter, escribe:
“La libertad humana no es absoluta, nunca lo fue ni lo será, siempre está condicionada. Pero por muy condicionada que esté nuestra libertad por todos estos factores, también es verdad que no está escrito el guion de nuestra biografía, que somos nosotros en muy buena parte los autores de nuestra novela vital en decisiones concretas y en la forja del carácter a mediano y largo plazo”.