Aceptación

¿Con qué propósito?

Foto: Charlie Riedel / The Associated Press

Elisabeth Kübler-Ross fue una psiquiatra suiza, considerada uno de los personajes más influyentes del siglo XX. Su enfoque transformó radicalmente la manera en que la cultura occidental maneja el sufrimiento y la muerte. A lo largo de su carrera, recibió más de 100 premios, incluidos veinte títulos honorarios. En su libro La muerte: un amanecer, Kübler-Ross, afirma que todos los sufrimientos y pruebas, incluso las pérdidas más grandes, son siempre ‘regalos’. Escribió:

“Ser infeliz y sufrir es como forjar el hierro candente, es la ocasión que nos es dada para crecer y la única razón de nuestra existencia”.

Kübler-Ross en este libro, relata el caso clínico de una mujer joven, que cuando dio a luz a su segunda hija, se enteró que tenía un severo retraso y que nunca sería capaz de reconocerla como su madre. Aún estaba procesando la noticia, cuando supo que había sido abandonada por su esposo. Estaba sola, con dos niños, sin ingresos ni ayuda. Al principio negaba y maldecía todo. Decía:

“Si por lo menos mi niña pudiera aprender algo, si al menos pudiera reconocer a su madre”.

Esta madre comenzó a mirar a su hija con más frecuencia para intentar encontrar el sentido de esa vida y comprendió que nada de lo que nos ocurre es debido a la casualidad. Para expresar su cambio de perspectiva, escribió un poema en el que imaginaba a su hija hablando con su madrina:

“Yo sé que tú eres algo especial. Durante meses esperaste mi llegada […] Imaginabas en sueños cómo sería tu primera ahijada. […] Con tu pensamiento, ya me acompañabas a la escuela, a la universidad y al altar. Pero Dios tenía otros proyectos para mí. Yo no soy más que yo misma. Nadie dijo que yo tendría que ser algo precioso. Algo no funciona en mi cabeza. Seré por siempre un hijo de Dios. Soy feliz. Amo a todo el mundo y todos me aman. No puedo decir muchas palabras. Pero puedo hacerme entender y comprender el afecto, el calor, la ternura, el amor. […] Claro está que nunca iré a la universidad y que nunca me casaré. Pero no estés triste, Dios me ha hecho muy especial. […] A los ojos del mundo nunca tendré éxito, pero te aseguro algo que poca gente puede hacer puesto que no conozco más que amor, bondad e inocencia”.

Kübler-Ross, apunta que la madre que escribió estas líneas, unos meses antes estaba dispuesta a que su hija resbalara, se cayera en la piscina y se ahogara. Sin embargo, la forma en que interpretamos lo que nos ocurre, y la pasión que experimentamos define nuestra experiencia vital. El mundo es inmenso y rebelde. No podemos controlarlo y se ocupa constantemente de recordárnoslo. Los filósofos estoicos comprendían esto y lo explicaban con una metáfora:

“Cuando un perro está atado a un carro, si quiere seguirlo, es arrastrado y lo sigue, haciendo coincidir su acto espontáneo con la necesidad. Pero si no quiere seguirlo, será obligado de cualquier forma, a hacerlo. Lo mismo sucede con los hombres. Aunque no quieran seguir, se verán forzados a seguir lo que les esté destinado”.

El perro no tiene elección porque está atado al carro, el carro es mucho más grande que él, por lo que el perro se deberá mover por las buenas o por las malas. El perro no puede evitar estar atado al carro, es su condición vital. El mundo como el carro es mucho más grande y avanza en alguna dirección, por lo que el perro tiene dos opciones: puede luchar, tirar y sufrir; o puede correr junto al carro donde sea que vaya. No hay forma de evitarlo. Sin embargo, puede escoger si se mueve de buena gana y, por lo tanto, se hace la vida más fácil, o bien pelea, muerde y tira con todas sus fuerzas, para ser arrastrado igualmente. El emperador romano Marco Aurelio, resumió esta actitud estoica hacia la vida en un pasaje de sus Meditaciones:

“Acepta las cosas a las que el destino te ata y ama a las personas con las que el destino te une, pero hazlo con todo tu corazón”.

Steven Hayes psicólogo clínico y profesor de la Universidad de Nevada en su libro Sal de tu mente, entra en tu vida, explica que la aceptación, no se trata de resignarse, no significa aceptar el comportamiento abusivo de alguien, o aceptar tus circunstancias y no hacer nada al respecto. Se trata de estar dispuesto a experimentar incomodidades para vivir una vida con sentido. Ser psicológicamente flexible. Reemplazar el control y la evitación por la aceptación y el compromiso con nuestra experiencia vital. Escribe:

“Asumimos que el sufrimiento es normal y que es excepcional la persona que consigue fabricarse su propia paz mental”.

El dolor y el sufrimiento son inherentes a la vida humana. Como regla general, el intentar librarse del dolor solo consigue amplificarlo, nos enreda más en él y lo convierte en algo traumático. Para los estoicos, estar atado a un carro no es, ni bueno ni malo. Es la interpretación que uno da a su condición la que decide el asunto. En lugar de luchar contra sus ataduras, un perro estoico concentra sus energías en el poder que tiene para aceptar su condición, escoger el relato que se cuenta, y comprometer su voluntad con la vida.En su libro La rueda de la vida, Kübler-Ross escribió:

“A lo largo de la vida recibimos pistas que nos recuerdan la dirección que debemos seguir; si nos mantenemos alerta, aprendemos las lecciones”.

En 1983, Kübler-Ross compró una granja en Virginia, donde construyó su casa y un centro de salud. En una época en la que los enfermos que padecían SIDA eran repudiados y discriminados, Kübler-Ross los acogió y apoyó. Sin embargo, en octubre de 1994, perdió su casa en un incendio intencional que se sospecha fue provocado por opositores a su trabajo. En Morir es de vital importancia, Kübler-Ross escribió:

“Mis cuatro mil libros y todas mis colecciones habían quedado totalmente destruidas. Mi llama domesticada estaba muerta de un disparo, y la señal del camino estaba acribillada con agujeros de bala. Entendí el mensaje. No era bienvenida en Virginia. Pensé para mí: Lo has intentado durante diez años, es hora de empezar en otro lugar”.

En la entrevista Sida, amor y vida, Kübler-Ross dijo:

“Hemos de quitarnos de la cabeza que es ‘la enfermedad de los homosexuales’; es una enfermedad del sistema inmunitario y puede atacar a cualquier persona. Es una lección de cómo debemos modificar en su totalidad nuestro estilo de vida: cómo vivimos, la escala de valores que tenemos, lo que nos preocupa, etc.”

Mark Manson, en su libro El Sutil Arte de que te Importe un Carajo afirma que el fracaso es una parte ineludible de la vida y una experiencia esencial para el crecimiento. Los problemas y el fracaso son oportunidades para aprender lecciones valiosas que de otra manera no serían posibles. Las dificultades actúan como una retroalimentación esencial, porque nos ayudan a entender nuestras limitaciones y a encontrar maneras de superarlas. Nos obliga a reflexionar sobre nuestros valores y a considerar si nuestros objetivos y métodos son coherentes con nuestros propósitos. Manson escribe:

“Nuestros valores son nuestras hipótesis: esta conducta es buena e importante, esa otra conducta no lo es. Nuestras acciones son los experimentos, las emociones resultantes y los patrones de pensamiento son nuestra información”.

Los valores actúan como brújula para la vida. Los valores no son metas específicas que se alcanzan, sino cualidades de acción continuas que guían y dan forma a los comportamientos en el largo plazo. Por ejemplo, valorar la ‘honestidad’ puede manifestarse en comportamientos diarios y decisiones que buscan la integridad y transparencia. Clarificar nuestros valores nos orienta. Los valores positivos están arraigados en la realidad, son beneficiosos para la sociedad y están bajo nuestro control. Por contraste, los valores negativos tienden a ser ilusorios, destructivos a nivel social y, a menudo, están fuera de nuestro control. Hayes, afirma que los valores proporcionan la dirección y motivación para un cambio significativo y sostenido. Escribe:

“Los valores no solo definen lo que uno quiere realizar día a día sino también aquello sobre lo que uno quiere que trate su vidaEn cierto sentido, lo que aquí está en juego es cuestión de vida o muerte o, al menos, de la diferencia entre una experiencia vital y otra mortecina”.

La vida es una elección. La elección no consiste en tener o no tener dolor sino en vivir o no una vida valiosa y significativa. El compromiso con valores significativos brinda libertad porque nos da perspectiva, focaliza nuestra atención y acción. Kübler-Ross fue la impulsora para que los médicos y enfermeras por igual traten a los moribundos con dignidad. Escribió más de 20 libros y se mantuvo activa hasta el final de su vida. Manson, escribe:

“Si el sufrimiento es inevitable, si nuestros problemas en la vida son ineludibles, entonces la pregunta que nos deberíamos plantear no es ¿Cómo dejo de sufrir? sino ¿Por qué estoy sufriendo, y con qué propósito? “.

Nuestro mundo, donde sea o como sea que vivamos, se nos presenta como una serie constante de incertidumbres y desafíos. Sin embargo, la forma en que interpretamos lo que nos ocurre, hace la diferencia. Leonard Mlodinow, en su libro Emotional, resume las estrategias más efectivas para manejar los problemas y el sufrimiento que la investigación clínica ha encontrado:

  • Aceptación: A veces las cosas pasan y no podemos hacer nada o muy poco. En este caso tenemos que aceptar la nueva condición con serenidad y libre de culpas. La cultura occidental nos insta a perseguir el éxito, la felicidad y la perfección en todo. Familia perfecta, trabajo perfecto, vidas perfectas. Pensar de esta manera es como mirar fotos en redes sociales: hermosas, pero no reales. Las dificultades no desaparecerán. Debemos aceptar que algunas cosas no van a cambiar, y centrarnos en lo que si podemos cambiar. La vida es imperfecta, pero aun con todos sus dramas y problemas, merece ser vivida intensamente.
  • Revaloración: Cuando no ocurre lo que esperamos, se produce un conflicto entre nuestras expectativas y la realidad, lo que activa una señal de alarma y una respuesta emocional, como miedo o ansiedad. Las crisis ponen a prueba nuestros valores, alteran nuestra capacidad de análisis, creatividad y toma de decisiones. Ante un cambio inesperado, es mejor y más prudente, dejar pasar un tiempo para recuperar la perspectiva. Luego analizar la situación, valorarla y ver qué podemos hacerPosiblemente haya más alternativas de las que pensamos. La única manera de mejorar es admitir que nuestras creencias, percepciones y acciones podrían estar equivocadas o ser inadecuadas. Necesitamos trascender para adoptar un enfoque nuevo que abra posibilidades y nos impulse creativamente a la acción.
  • Expresión: Hablar o escribir sobre una situación traumática ayuda a superarla. Estudios clínicos han demostrado que hablar es más efectivo cuando se hace con amigos de confianza o con otras personas significativas, especialmente si esas personas han experimentado problemas similares. Expresar y compartir nuestros problemas tiene efectos tan amplios y diversos como reducir el estrés y calmar la ansiedad. Hablar o escribir sobre nuestros problemas reduce la presión arterial alta, disminuye los síntomas del dolor crónico y estimula la función inmune. Los beneficios de expresar una emoción perturbadora pueden ser de larga duración.

La vitalidad y el compromiso con la vida no requiere que tengamos que eliminar antes el dolor. Más bien requiere lo contrario: abrirnos a la alegría y al dolor que se deriva de vivir nuestra vida como queremos que sea. Kübler-Ross escribió:

“Las personas más hermosas que hemos conocido son aquellas que han conocido la derrota, el sufrimiento, la lucha, la pérdida, y han encontrado la manera de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que las llena de compasión, amabilidad y un profundo interés amoroso. Las personas hermosas no aparecen por casualidad”.

Kübler-Ross cambió la forma en que el mundo ve a los enfermos terminales, siendo pionera en los cuidados paliativos, la bioética, la investigación sobre experiencias cercanas a la muerte y la primera en llevar las vidas de los enfermos terminales a la vista del público. Fundó más de 50 hospicios en todo el mundo, ysu filosofía, se convirtió en la base del actual Movimiento Hospice, que se dedica al cuidado de personas con enfermedades terminales. En una entrevista de 2002, afirmó que estaba lista para la muerte y que la recibiría con agrado. Murió el 24 de agosto de 2004, a los 78 años. Había señalado:

“Les he dicho a mis hijos que cuando muera, suelten globos al cielo para celebrar mi graduación. Para mí, la muerte es una graduación”.

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *