
Windows “El memorioso”
“Quiero almacenar para siempre todo lo que he visto, escuchado o hecho”. Así describió el experto informático Gordon Bell, un proyecto experimental que comenzó en 1998 para demostrar que se podía digitalizar toda una vida. El proyecto se llamó MyLifeBits. La idea era registrar en formato digital la mayor cantidad de información de las personas. Quería probar los límites acerca de cuánta información puede archivar un computador y la ambiciosa pretensión de almacenar digitalmente ‘la experiencia humana’. Bell, lideraba un equipo de investigación en el laboratorio experimental de Microsoft, y en este proyecto él mismo fue el conejillo de indias. Lo definió así:
“Veo el proyecto como una memoria de repuesto, en caso de que olvide algunos hechos que han ocurrido en mi vida […] Mi computador es mi memoria principal; mi memoria biológica son solo metadatos de la memoria real”.
Durante más de una década Bell digitalizó y registró prácticamente todo lo posible: correspondencia, notas, facturas, artículos y libros escritos y leídos, películas vistas, música escuchada, fotos, correos electrónicos, mensajes, conversaciones, etc. Llevaba una cámara portable colgada del cuello que tomaba fotografías automáticamente cada 20 segundos. La cámara no grababa audio; porque en esa época eso se consideró demasiado intrusivo. Pero, Bell, llevaba una grabadora para captar todas sus conversaciones, y una serie de dispositivos que registraban su pulso, su calor corporal, humedad relativa y su ubicación (GPS). En su libro ‘Total Recall’, Bell cuenta su experiencia:
“Cuando empezamos no había ni teléfonos inteligentes. Hoy, todo el mundo tiene la posibilidad, si así lo quiere, de almacenar muchísima información sobre su vida. Entonces teníamos que ingeniárnoslas para recoger datos; hoy son tan abundantes que la tarea es más bien elegir cuáles quieres analizar”.
El proyecto MyLifeBits terminó en 2009. Aunque no se tradujo en un producto específico, quedó demostrado, que era viable recoger grandes cantidades de datos de las personas. En palabras de Bell:
“Parece que mucho del trabajo que hacíamos nosotros ahora lo cubren las redes sociales. La gente no se da cuenta de la relevancia que tiene ceder datos sobre su vida a otros. Creo que eso es un desastre”.
En 2016 en el artículo de Computerworld ‘Lifelogging is dead (for now)’, Bell comentó que lo que terminó el proyecto fue la llegada de los teléfonos inteligentes, dada su universalidad y capacidad para capturar no sólo imágenes y datos del usuario, sino también datos de sensores. En ese artículo Bell predijo:
“En el futuro, podríamos ver bajar considerablemente el precio de la memoria, así como avances en la tecnología de baterías y la inteligencia artificial. Pero por ahora, no es posible grabar todo automáticamente usando un dispositivo móvil. Y es difícil gestionar y utilizar los terabytes de datos generados”.
Bell, tenía razón. Hace unos días Microsoft anunció una nueva arquitectura de computadores Windows: los Copilot+ PC, con una función llamada Recall que realiza capturas de pantalla continuamente. Esto permite, desplazarse cronológicamente para reproducir lo que se hizo en el pasado y buscar información específica. Como anticipó en 2002 la película ‘Minority Report’ de Steven Spielberg, podremos navegar como Tom Cruise en nuestras pantallas buscando las trazas de algún ‘PreCrimen’. El secreto tras esta nueva versión de Windows obviamente es que una inteligencia artificial procesa todos los datos, identificando texto, contexto, imágenes y otra información de las capturas de pantalla que almacena. El objetivo es tener una memoria fotográfica digital de todo lo que hemos hecho en nuestros dispositivos. Según el sitio web de Microsoft:
“Recall puede accederse virtualmente a lo que se haya visto o hecho con el PC de un modo análogo a como lo permite la memoria fotográfica. Es posible desplazarse a través de una línea de tiempo para encontrar el contenido buscado, en cualquier aplicación, sitio web o documento”.
La inteligencia artificial está permitiendo hacer cosas que hasta hace poco tiempo se creían imposibles. Estas tremendas capacidades de manejar información detallada son un claro ejemplo de lo diferente que funciona el cerebro humano. El neurocientífico Rodrigo Quian, conocido por haber descubierto las ‘neuronas de Jennifer Aniston’ oneuronas de concepto, en una entrevista con El País señaló:
“Nuestra memoria está basada en recordar muy poca información y hacer una construcción en base a eso. Siempre estamos construyendo una realidad a partir de muy poca información. La capacidad de memoria de nuestro cerebro es muy limitada”.
En su último libro ‘Cosas que nunca creeríais: De la ciencia ficción a la neurociencia’, Quian afirma que, a diferencia de las inteligencias artificiales como ChatGPT, nosotros no tenemos que estar entrenados con millones de ejemplos para saber cómo reaccionar ante una situación novedosa en un contexto nuevo. Sabemos cómo hacerlo. Usamos el sentido común, hacemos analogías, usamos inferencias, un montón de procesos que son muy naturales para el ser humano, pero que la inteligencia artificial aun no puede realizar. No sabemos cómo inducir esos procesos en la inteligencia artificial, porque son el resultado de millones de años de evolución biológica. En una entrevista, Quian señaló:
“Tendemos a confundir inteligencia con capacidad de memoria, y esta no nos hace inteligentes, si bien sin ella no tengo las bases para ser creativo”.
En 2005, Quian era miembro de un equipo de investigación de neurocientíficos del Caltech y de la UCLA. Extraían datos directamente de los cerebros de ocho pacientes con epilepsia, conectándolos con electrodos intracraneales para identificar el origen de las convulsiones para un posible tratamiento quirúrgico. En las sesiones los pacientes miraban una gran cantidad de imágenes de personajes famosos, edificios emblemáticos, animales, objetos y otras imágenes, para determinar cuáles provocaban una respuesta significativa en al menos una neurona. En el artículo ‘Single-Cell Recognition’ publicado por el Caltech el 16 de junio de 2005 se informa:
“Una sola neurona en el hipocampo posterior izquierdo de un sujeto respondió a 30 de 87 imágenes. Se activó en respuesta a todas las fotografías de la actriz Jennifer Aniston, pero no, o solo muy débilmente, a otras caras famosas y no famosas, monumentos, animales u objetos. La neurona también (sabiamente) no respondió a imágenes de Jennifer Aniston junto al actor Brad Pitt”.
Está fue la primera de muchas otras neuronas que los investigadores encontraron en el hipocampo, una zona del cerebro clave para la memoria, que responden a conceptos y asociaciones entre conceptos que son justamente el esqueleto de las memorias de nuestras experiencias. Quian explica:
“Al estar desarrollando un pensamiento en base a conceptos, estoy dejando de lado un montón de detalles y eso permite hacer asociaciones mucho más avanzadas. Creo que la inteligencia humana está basada en poder extraer lo que es esencial, dejar de lado los detalles y pensar sobre pensamientos. Y eso implica olvidar. Este nivel de abstracción es exclusivo de los humanos y esa es la gran peculiaridad de la memoria humana”.
En su libro ‘Borges y la memoria: de “Funes el memorioso” a la neurona de Jennifer Aniston’, Quian relaciona el cuento de 1942 de Borges con sus hallazgos científicos. Borges cuenta la historia de un muchacho de 19 años llamado Ireneo, aunque era conocido como Funes, por el apellido de su madre. El caso es que, la vida de Funes cambió radicalmente luego de golpearse fuertemente la cabeza al caer de un caballo. Quedó tullido, pero con una memoria prodigiosa, hasta tal punto que decía tener más recuerdos que todos los hombres juntos. Dice Borges de Funes:
“Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del 30 de abril de 1882 y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez y con las líneas de la espuma que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción del Quebracho”.
Funes era capaz de recordar cada detalle por mínimo que fuera. Nosotros olvidamos muy fácilmente las cosas que nos pasan a diario y solo recordamos las que son importantes para cada uno. La abstracción es muy humana y anti-intuitiva, ya que implica olvidar mucha información. En una entrevista Quian señaló:
“La capacidad de abstraer, de extraer información importante y dejar de lado el resto está ligada a nuestra inteligencia. Recordamos en términos de abstracciones, y esta se halla ligada a la creatividad y a la imaginación”.
Si estamos absortos en los detalles de cada cosa no podemos concentrarnos en lo esencial. Quian sostiene que la capacidad de abstracción es todavía exclusiva del pensamiento humano. Afirma que no se ha detectado en otras especies, ni se ha podido implementar en una inteligencia artificial. Borges escribe sobre Funes:
“Éste, no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas… Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos…”.
Funes, vivía encerrado en sus recuerdos. Revivía los detalles una y otra vez en proyectos mentales inútiles. Había perdido el lujo de olvidar. Solo Borges podía terminar con su sufrimiento, así que escribió:
“Pensé que cada una de mis palabras (que cada uno de mis gestos) perduraría en su implacable memoria; me entorpeció el temor de multiplicar ademanes inútiles. Ireneo Funes murió en 1889, de una congestión pulmonar”.
Como en el mundo de Funes, el exceso de información que nos inunda debilita nuestra capacidad de pensar con profundidad. Las formas más elevadas de pensamiento, la contemplación, la reflexión, la introspección, incluso la respiración profunda requiere que seamos capaces de eliminar el ruido, las distracciones, las interrupciones y ser capaces de abrazar el silencio. Byung-Chul Han, en una entrevista con El País señaló:
“Necesitamos que la información sea silenciada. De lo contrario, nuestros cerebros explotarán. Hoy percibimos el mundo a través de la información. Así es como perdemos la experiencia de estar presentes. Estamos cada vez más desconectados del mundo. Estamos perdiendo el mundo. El mundo es más que información y la pantalla es una mala representación del mundo. Giramos en un círculo alrededor de nosotros mismos. El teléfono inteligente contribuye de manera decisiva a esta mala percepción del mundo. Un síntoma fundamental de la depresión es la ausencia del mundo”.
El pensamiento profundo es valioso, raro y significativo. Extraer valor de la información, conectar ideas, crear y reflexionar son actividades que a menudo están reñidas con la aceleración, la superficialidad y la dispersión. Quian escribe:
“En esta locura de nuestros días, las discusiones imaginarias con Borges, el seguimiento de sus pensamientos y sus lecturas, me dieron la pausa que venía necesitando para detenerme a pensar y mirar las cosas en perspectiva”.
El cerebro humano está diseñado para adaptarse a los modos de pensar que practicamos regularmente, por lo que si dejamos de pensar con profundidad perdemos esa habilidad. Los humanos y las tecnologías estamos vinculados. Incluso si consideramos que una tecnología es indeseable, no podemos ignorarla. La tecnología está ahí, y eso nos hace responsables. Si decidimos delegar progresivamente más actividades a las máquinas, corremos el riesgo de menoscabar las cualidades más destacadas de la naturaleza humana. Byung-Chul Han, en su libro ‘Por favor, cierra los ojos’ advierte:
“La masa de información acelerada ahoga el pensamiento. También el pensamiento necesita un silencio. Hay que poder cerrar los ojos”.
El 17 de mayo de 2024, tres días antes que Microsoft anunciara su función Recall para Copilot+ PCs, Gordon Bell el protagonista del proyecto MyLifeBits falleció. Antes de morir le dijo a su familia:
“Los viejos pioneros de las computadoras nunca mueren, simplemente pierden sus bits físicos”.
Bell, murió de neumonía, tenía 89 años.