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Nuevo orden imperial

La historia no se repite, pero a veces rima. En los años 30, el primer ministro británico Neville Chamberlain intentó evitar otra guerra mundial mediante concesiones a Adolf Hitler. En la actualidad, se observan ecos de aquella estrategia en la política exterior de Donald Trump, especialmente hacia líderes autoritarios como Vladimir Putin. Chamberlain es recordado por su política de ‘apaciguamiento’ hacia la Alemania nazi. Creyó que conceder las demandas de Hitler podría preservar la paz en Europa. En los Acuerdos de Múnich de 1938, aceptó entregar a Hitler la región checoslovaca de los Sudetes, convencido de que así ‘aseguraba la paz’. De hecho, al regresar a Londres proclamó haber logrado ‘la paz para nuestro tiempo’ ante una multitud jubilosa. Sin embargo, aquella esperanza pronto se desvaneció: en marzo de 1939 Hitler ocupó el resto de Checoslovaquia y en septiembre invadió Polonia, iniciando la Segunda Guerra Mundial. La estrategia de Chamberlain no frenó las ambiciones nazis, sino que dejó a los aliados en desventaja. En retrospectiva, el enfoque de Chamberlain es ampliamente visto como un error que alentó la agresión nazi en lugar de impedirla. Para Churchill, la ‘política del apaciguamiento’ que el Reino Unido practicó con Hitler, fue un inmenso error que la humanidad pagó a un alto precio con la Segunda Guerra Mundial. Expresó:

“Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”.

Andrea Rizzi en el artículo El mundo avanza hacia un nuevo orden imperial publicado en El País, señala que el diálogo entre Trump y Putin sobre Ucrania y Europa, junto a las declaraciones del presidente de Estados Unidos acerca de Canadá, Groenlandia, Panamá y Gaza, suena a ‘repartirse el mundo en nombre de la paz’. Dan Smith, director del Instituto Internacional de Estudios Para la Paz de Estocolmo y Nathalie Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacionales italiano señalaron:

“Me parece que va más allá de las esferas de influencia. Me suena como explícito imperialismo. Sin duda avanzamos hacia un orden de esferas de influencia. Un mundo peor que el anterior, un mundo imperial, en el cual Estados Unidos, Rusia y China se consideran potencias imperiales”.

En su segundo mandato, Donald Trump está mostrando un enfoque marcadamente personalista en política exterior negociando directamente con los ‘hombres fuertes’. Según Arancha González, exministra de Exteriores de España, ofrecer una parte de Ucrania a Rusia sin consultar al país en cuestión ‘es casi invitar a otros a seguir esa vía’. La preocupación es clara: un paso en falso en Ucrania podría alentar el expansionismo de otras potencias, desde China con Taiwán, Israel con Palestina, hasta incluso Estados Unidos con Canadá. Los lemas ‘Hoy Ucrania, mañana Taiwán’ proliferan en las redes sociales taiwanesas. Ucrania y Taiwán son parte de la misma lucha global contra las potencias autoritarias expansionistas. Yuval Noah Harari, en el artículo Why Vladimir Putin has already lost this war publicado en The Guardian afirma:

“La guerra en Ucrania dará forma al futuro del mundo entero. Si se permite que la tiranía y la agresión ganen, todos sufriremos las consecuencias. No tiene sentido seguir siendo solo observadores”.

Desde la invasión rusa a Ucrania, iniciada el 24 de febrero de 2022, la ayuda de Estados Unidos bajo la administración Biden, ha sido significativa. El monto varía según las fuentes, por ejemplo, según el Council on Foreign Relations el total asciende a aproximadamente 120.000 millones de dólares en asistencia militar, financiera y humanitaria, U.S. GAO reporta más de 174.000 millones de dólares y el Kiel Institute for the World Economy, reportó que hasta 2025 la ayuda ha sido de 119.000 millones de dólares en total. Sin embargo, Trump afirma que la ayuda asciende a 350.000 millones de dólares. En todo caso el interés de Trump es recuperar esos fondos a través de un acuerdo para acceder a los activos de Ucrania. Ucrania tiene depósitos significativos de minerales raros y críticos, incluyendo litio, titanio y tierras raras, que son esenciales para tecnologías verdes y de defensa. Según la ONU, Ucrania posee aproximadamente el 5% de las reservas mundiales de tierras raras. Durante la semana pasada Trump señaló:

“Los contribuyentes estadounidenses recibirán ahora un reembolso efectivo por el dinero y los cientos de miles de millones de dólares invertidos para ayudar a Ucrania a defenderse”.

El gobierno de Ucrania confirmó que aceptaba los términos de un acuerdo ‘preliminar’ que daría a Estados Unidos acceso a sus depósitos de minerales, pero que además requería ‘garantías de seguridad’ por parte de Estados Unidos. Yuri Sak, asesor del Ministerio de Industrias Estratégicas de Ucrania, dijo a la BBC el pasado miércoles:

“No tiene sentido firmar ningún acuerdo sobre minerales críticos si los rusos pueden volver a invadirnos un mes después de firmar el acuerdo”.

El viernes 28 de febrero de 2025, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky tenía previsto firmar un acuerdo preliminar con Trump para establecer un fondo de inversión conjunto destinado a la reconstrucción de Ucrania, lo que habría permitido a Estados Unidos obtener beneficios con la explotación de sus minerales. No obstante, la reunión se tornó en una acalorada confrontación inédita, transmitida en vivo a los medios internacionales, cuando el presidente Trump y el vicepresidente JD Vance insistieron en que Ucrania mostrara mayor gratitud por el apoyo estadounidense y aceptara un alto el fuego con Rusia, aun sin contar con garantías claras de seguridad. En la discusión, Trump y Vance acusaron a Zelensky de ‘jugar con la Tercera Guerra Mundial’. Luego de terminada la discusión, Trump escribió en Truth Social:

“Es sorprendente lo que surge de las emociones, y he determinado que el presidente Zelensky no está listo para la paz si Estados Unidos está involucrado, porque siente que nuestra participación le da una gran ventaja en las negociaciones. No quiero ventajas, quiero PAZ. [Zelensky] faltó el respeto a los Estados Unidos de América en su adorado Despacho Oval. Puede volver cuando esté listo para la PAZ”.

El trato dado por el presidente Trump al presidente ucraniano, durante lo que parece haber sido una confrontación preparada frente a la prensa mundial, marca uno de los momentos más profundamente impactantes en la diplomacia estadounidense en décadas. Si hay un aspecto positivo de este fiasco, es que el presidente Zelensky no firmó el acuerdo sobre los minerales ucranianos. Las reacciones luego de esta reunión han generado un polarizado debate y reflejan profundas divisiones tanto en la política interna de Estados Unidos como en el escenario internacional. Mientras que sectores del Partido Republicano celebraron la postura firme de Trump, calificándola de ‘poner a Estados Unidos en primer lugar’, legisladores demócratas y voces críticas advirtieron que este tipo de confrontación podría debilitar la alianza con Ucrania y poner en riesgo la estabilidad de la región y del mundo. Bret Stephens en su artículo A Day of American Infamy publicado en The New York Times escribe:

“Si Roosevelt le hubiera dicho a Churchill que buscara la paz en cualquier término con Adolf Hitler y que entregara las reservas de carbón de Gran Bretaña a Estados Unidos a cambio de ninguna garantía de seguridad estadounidense, podría haber sido algo similar a lo que Trump le hizo a Zelensky. Independientemente de lo que se pueda decir sobre que Zelensky jugó mal sus cartas, ya sea por no comportarse con el grado de sumisión que exige Trump o por no mantener la compostura frente a las provocaciones hipócritas de JD Vance, este fue un día de infamia estadounidense”.

El Kremlin afirmó este domingo que el dramático giro en la política exterior de Estados Unidos coincide ‘en gran medida’ con su propia visión, y describió a Donald Trump como una persona con ‘sentido común’. Al igual que Chamberlain con Hitler, Trump parece confiado en que su relación personal cordial y concesiones con Putin podrían moderar su comportamiento agresivo. Cabe notar, sin embargo, importantes diferencias: Chamberlain en 1938 actuaba con el trauma fresco de la Gran Guerra y con un Reino Unido militarmente débil, mientras que Trump lidera la mayor potencia militar del mundo. Además, Chamberlain buscó coordinarse con aliados (Francia) en su trato con Hitler, mientras Trump ha menospreciado a los aliados tradicionales de Estados Unidos (Unión Europea y OTAN). No obstante, en ambos líderes subyace la convicción de que es posible lograr la paz mediante negociaciones directas y concesiones a potencias expansionistas, una apuesta arriesgada con enormes implicaciones geopolíticas. Trump declaró que su objetivo principal era ‘poner fin al conflicto en Ucrania en nombre de la paz’, sugiriendo que estaba dispuesto a buscar un acuerdo rápido con Putin. Estas palabras resultan inquietantemente familiares con las de Chamberlain, que también deseaba ‘la paz a toda costa’ y estuvo dispuesto a entregar Checoslovaquia a Hitler para apaciguar su expansión en Europa, lo que no frenó la agresión nazi. Chamberlain pasó a la historia con una frase indigna:

“¿Qué se nos ha perdido a nosotros en una disputa por una tierra lejana entre gente de la que no sabemos nada?”.

La decisión de Trump de negociar con Putin, cediendo territorios ucranianos sin consulta, ha sido llamada ‘Múnich 2.0’. Observadores critican que esta estrategia entregaría a Rusia parte de lo que busca, como la exclusión de Ucrania de la OTAN. Ofrecer tales concesiones unilateralmente y por adelantado, sin considerar la opinión de Ucrania ni de sus aliados europeos, ha sido calificado como ‘una lección magistral de cómo no practicar el arte de la negociación’ – una alusión irónica al libro The Art of the Deal del propio Trump. En comparación, Chamberlain al menos intentó condicionar las cesiones (limitándolas a los Sudetes) y actuó en un contexto en que Reino Unido necesitaba ganar tiempo para rearmarse; Trump, en cambio, estaría cediendo principios fundamentales (integridad territorial, derecho de cada país a elegir sus alianzas) en medio de una guerra activa, y desde una posición de fuerza muy superior a la de Chamberlain. Susana Fortes en su artículo El error Chamberlain publicado en El País, afirma que mientras Putin permanezca en el poder, cualquier concesión será interpretada como un signo de debilidad. La capitulación de las democracias occidentales ante la amenaza nazi no puso en peligro sólo a un país, sino también la libertad y la democracia de todos los Estados. Escribe:

“Fue la debilidad de las democracias occidentales la que convenció a Hitler de que nunca le plantarían cara. ‘Nuestros enemigos no son más que hormigas fáciles de aplastar. Lo comprobé en Múnich’, le confesó envalentonado a sus generales antes de invadir Polonia”.

La postura de Donald Trump frente a Ucrania se interpreta como un impulso hacia un nuevo orden imperial, en el que potencias como Rusia, Estados Unidos, China e Israel podrían expandirse e invadir otros países sin enfrentar consecuencias, ignorando las normas y el derecho internacional. Al desentenderse de Ucrania, Trump debilita el sistema de alianzas y reglas que han frenado comportamientos imperialistas desde la Segunda Guerra Mundial. Su agenda ‘América Primero’ demuestra un escaso interés por el internacionalismo universalista, lo que podría conducir a un mundo dominado exclusivamente por grandes potencias y sus dependientes, con profundas implicaciones para la estabilidad y la seguridad internacional, sobre todo para las naciones pequeñas que dependen de un orden basado en reglas.

Entender el impacto de Trump en el sistema internacional requiere recordar el pasado: las sombras de Múnich nos enseñan que la paz sostenible exige firmeza y unidad, no meras buenas intenciones. La historia muestra que ceder ante el expansionismo solo pospone los conflictos. Un orden fundamentado en esferas de influencia y desprovisto de respeto al derecho internacional representa una amenaza especial para los países vulnerables. Tal como advirtió el embajador checo Jan Masaryk en su respuesta desesperada a Chamberlain el 28 de septiembre de 1938:

“Si creen que sacrificando a un pequeño país pueden salvaguardar la paz mundial están cometiendo un grave error. Ojalá me equivoque. Pero si no es así… que Dios se apiade de sus almas, caballeros”.

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