
Momento presente
León Tolstoi, considerado uno de los más grandes novelistas de la literatura mundial, nunca dejó de preguntarse por qué y cómo debía vivir. En 1885, publicó un cuento titulado Las tres preguntas, que incluyó en su colección What Men Live By, and Other Tales. La trama gira en torno a un emperador que busca respuestas a tres preguntas esenciales:
- ¿Cuál es el momento más oportuno para hacer cada cosa?
- ¿Quiénes son las personas más importantes con las que trabajar?
- ¿Cuál es la cosa más importante para hacer en todo momento?
El emperador prometió una gran recompensa a quien pudiera responder estas preguntas, lo que atrajo una variedad de respuestas. Respecto a la primera pregunta, algunos le aconsejaron planificar meticulosamente su tiempo, asignando cada hora, día, mes y año a tareas específicas, y seguir rigurosamente el plan. Otros argumentaron que es imposible planificar con anticipación y que lo mejor sería estar atento a los eventos del momento para actuar en consecuencia. Uno más sugirió que, dado que el emperador no podría esperar tener la previsión y competencia necesaria para decidir el mejor momento para cada acción, debería establecer un consejo de sabios que lo asesorara.
Para la segunda pregunta, las respuestas también variaron. Algunos opinaron que para el emperador los administradores eran los más necesarios, mientras que otros mencionaron a los sacerdotes, médicos y hasta los guerreros.
En cuanto a la última pregunta, las respuestas también fueron diversas: algunos le propusieron que priorizara la ciencia, otros la religión y algunos más el ámbito militar.
Insatisfecho con las respuestas recibidas, el emperador decidió visitar a un viejo ermitaño conocido por su sabiduría, que vivía en una montaña. Se disfrazó de campesino y subió solo, dejando a sus guardias al pie de la montaña. Al llegar, encontró al ermitaño cavando en su jardín. A pesar de sus preguntas, el ermitaño solo le puso una mano en el hombro y siguió trabajando. Después de un rato, el emperador ofreció su ayuda al cansado anciano, quien aceptó y le pasó la pala. Tras horas de trabajo, al atardecer, el emperador intentó nuevamente obtener respuestas, pero fue interrumpido por un hombre que emergió del bosque con una herida sangrante. El emperador trató al herido y lo llevó a la cabaña del ermitaño, para que descansara. Al despertar por la mañana, el emperador vio al hombre herido, quien le dijo débilmente:
“Por favor, perdóneme”.
Intrigado, el emperador preguntó:
“¿Por qué necesitas mi perdón?”.
El hombre respondió:
“No me conoces, majestad, pero yo sí te conozco. Fui tu enemigo más implacable, juré venganza porque en la última guerra mataste a mi hermano y confiscaste mi propiedad. Planeaba emboscarte en tu regreso de ver al ermitaño. Sin embargo, como te demorabas, salí a buscarte y me encontré con tus guardias, quienes me hirieron. Si no me hubieras socorrido, habría muerto. Aunque intenté matarte, tú salvaste mi vida. Estoy más avergonzado y agradecido de lo que las palabras pueden expresar. Si sobrevivo, juro servirte el resto de mi vida y enseñaré a mis hijos y nietos a hacer lo mismo. ¡Por favor, perdóname!”.
El emperador, sorprendido por la reconciliación tan sencilla con su acérrimo enemigo, no solo le perdonó, sino que también prometió devolverle su propiedad y enviar médicos para su cuidado. Antes de regresar al palacio, el emperador decidió hacer un último intento de plantear sus preguntas al ermitaño, a quien encontró sembrando en el terreno que ambos habían cavado el día anterior. El ermitaño, al verlo, dijo:
“Tus preguntas ya han sido contestadas. Ayer, si no te hubieras compadecido de mi edad y me hubieras ayudado a cavar, habrías sido atacado en el camino de regreso. El tiempo más importante fue cuando estabas cavando conmigo; yo era la persona más importante en ese momento, y la tarea más crucial era ayudarme. Luego, cuando el hombre herido llegó, el momento más oportuno fue cuando curaste su herida; de no haberlo hecho, habría muerto y habrías perdido la oportunidad de reconciliarte. En ese caso, él se convirtió en la persona más importante y curarlo fue el objetivo más importante”.
El sabio concluyó:
“Solo existe un momento verdaderamente importante: el ahora. Es el único momento sobre el cual tenemos dominio. La persona más importante siempre es aquella con quien estás, ya que nunca sabes si tendrás la oportunidad de estar con alguien más. Y el propósito más importante es hacer feliz a esa persona, porque es el propósito fundamental de la vida”.
Thich Nhat Hanh, comentando esta historia en su libro The Miracle of Mindfulness escribió:
“Tolstoi era un santo, lo que los budistas llamamos un Bodhisattva. Pero ¿fue el emperador capaz de ver el sentido y la dirección de su vida? ¿Cómo podemos vivir el momento presente, vivir en este preciso instante con las personas que nos rodean, ayudando a disminuir su sufrimiento y haciendo que sus vidas sean más felices? La respuesta es: practicando el ser conscientes”.
El filósofo y escritor británico Alan Watts en su libo The Wisdom of Insecurity: A Message for an Age of Anxiety afirmaba que lo que nos aleja de la felicidad, es nuestra incapacidad para vivir con plenitud el presente, ya que lo que sabemos del futuro se compone de elementos puramente imaginados y abstractos, son inferencias, conjeturas, deducciones, no hechos ciertos, simplemente posibilidades. Watts argumentaba que todo lo que tenemos es el momento presente, pero renunciamos a experimentarlo plenamente cuando nos retiramos a nuestros pensamientos e incesantes cavilaciones. En sus palabras:
“Al vivir siempre para el futuro, quedamos fuera de contacto con esta fuente y centro de la vida, y el resultado es que toda la magia de nombrar y pensar se ha convertido en una especie de fracaso temporal”.
Sam Harris, filósofo y neurocientífico en su libro Waking Up: A Guide to Spirituality Without Religion, explica que las personas pasamos la vida atrapados en un torbellino de pensamientos. Como media tenemos unos 60.000 pensamientos al día, pero ¿cuánta reflexión dedicamos a este fenómeno? En Occidente, la tendencia general ha sido restarle importancia. Sin embargo, en Oriente, especialmente en las tradiciones contemplativas como el budismo, la distracción por los pensamientos se ve como la raíz del sufrimiento humano. Desde la perspectiva contemplativa, dejarse llevar por cualquier tipo de pensamiento, ya sea placentero o desagradable, es equivalente a estar dormido y soñando. Es una forma de desconexión con la realidad, en la que no percibimos lo que verdaderamente sucede. Esta situación puede describirse casi como una forma de ‘psicosis’. En palabras de Harris:
“Nuestra forma de prestar atención al momento presente determina en gran medida el carácter de nuestra experiencia y, por lo tanto, la calidad de nuestra vida”.
Según Harris no son los pensamientos en sí el problema, sino la identificación con ellos. Creerse el creador de los propios pensamientos —es decir, no reconocer que cada pensamiento es solo una manifestación efímera en la conciencia— es un autoengaño que origina la mayoría de los conflictos y la infelicidad humana, nos confundimos sobre nuestra identidad y esencia. Eckhart Tolle en su libro A New Earth: Awakening to Your Life’s Purpose sostiene que la relación más fundamental en la vida es la que mantenemos con el momento presente, es decir, con las circunstancias y eventos actuales que experimentamos y que constituyen nuestro ‘ahora’. Según Tolle, si esta relación es disfuncional, dicha disfunción se reflejará en todas nuestras relaciones y situaciones de vida. Él argumenta que raramente estamos plenamente presentes; a menudo, o bien estamos anticipando el futuro o estamos reexaminando el pasado. Tolle describe tres formas en las que generalmente nos relacionamos con el momento presente:
- Como un medio para un fin: Vemos el momento presente simplemente como un paso hacia un futuro que consideramos más significativo. Esto nos impide vivir plenamente en el aquí y ahora, relegando nuestra vida a una serie de esperas hacia un futuro que es meramente una proyección y no una experiencia concreta.
- Como un obstáculo: Percibimos el momento presente como algo que se interpone en el camino hacia nuestros deseos. Este enfoque nos llena de impaciencia, frustración y estrés, y transforma nuestra vida en una serie de problemas a resolver, perpetuando un ciclo en el cual la resolución de un problema simplemente da paso a otro.
- Como un enemigo: Cuando rechazamos nuestras circunstancias actuales, criticamos nuestro entorno o lamentamos lo que ha sucedido o está sucediendo, entramos en conflicto con la realidad. Adoptar esta postura beligerante con lo que ocurre, transforma nuestras experiencias diarias en adversarios, haciendo que la vida refleje y magnifique esta hostilidad.
No tenemos control sobre el mundo. Este es vasto, impredecible y constantemente se encarga de recordárnoslo. Sin embargo, la manera en que interpretamos y vivimos lo que nos ocurre influye profundamente en nuestra calidad de vida. Cada momento enfrentado con autenticidad es digno de ser celebrado y, si es necesario, revisitado. Con el tiempo, un suceso que hoy nos parece trágico puede revelar un significado más profundo, enriquecedor e incluso deseable. Tolle propone tres modalidades de acción consciente que pueden transformar nuestra interacción con las circunstancias y enriquecer nuestra experiencia vital:
- Aceptación: Implica abordar el momento y la situación presentes sin resistencia. Esto no equivale a pasividad o resignación, sino a un reconocimiento consciente de la realidad tal como es, sin intentos forzados de negarla. La aceptación conlleva un compromiso con la acción o la situación sin juicios o emociones negativas que obstruyan una respuesta clara y efectiva. Actuar desde la aceptación nos permite enfrentar las circunstancias más desafiantes con serenidad y eficacia.
- Alegría: Significa realizar nuestras actividades con un sentido de placer y felicidad intrínsecos. Es disfrutar plenamente de lo que estamos haciendo, independientemente de juicios y resultados. Cuando la alegría es la base de nuestras acciones, estas se convierten en su propia recompensa.
- Entusiasmo: El término ‘entusiasmo’ proviene del griego ‘en’, ‘theou’, y ‘asthma’, que literalmente significa ‘soplo interior de Dios’. Este concepto sugiere que actuar con entusiasmo es reconocer que, por sí solos, nuestros esfuerzos carecen de la capacidad de alcanzar trascendencia. El entusiasmo no solo impulsa, sino que también dirige nuestras acciones hacia objetivos significativos. Tolle escribe:
“En el punto culminante de la actividad creadora impulsada por el entusiasmo hay una cantidad enorme de energía e intensidad. La sensación es la de una flecha en trayectoria directa hacia el blanco, y que disfruta su viaje”.
La mayoría de nosotros estamos constantemente distraídos por pensamientos sobre el pasado y el futuro, lo que genera una desconexión con el momento presente, y como consecuencia sufrimiento psicológico y una pobre experiencia vital. Los pensamientos son simplemente fenómenos que aparecen en la conciencia y no definen quiénes somos. Al estar más presentes, podemos conectar mejor con la realidad tal como es, no como queremos o tememos que sea. Esto conduce a una mayor claridad de pensamiento, mejores decisiones y, en última instancia, una mayor satisfacción en la vida. Cuando nos reconciliamos con el momento presente, es decir, cuando asumimos que ésta es la situación y dejamos de divagar, damos el primer paso para deshacernos de cargas enteras de miedo, angustia, ira, frustración y desesperanza. La invitación es hacer las paces con el momento presente, cambiar la actitud, tomar decisiones y pasar a la acción, ojalá con prontitud. Daniel Pink en su ensayo titulado When: The Scientific Secrets of Perfect Timing, escribe:
“Antes creía que los tiempos lo eran todo. Ahora creo que todo momento es justo. Antes creía que el ‘timing’, la elección del momento justo, lo era todo. Ahora creo que todos los momentos son el momento justo”.