Abstracción

Decisión libre

“El libre albedrío es una ilusión. Nuestras voluntades simplemente no son de nuestra propia creación. Los pensamientos y las intenciones emergen de causas de fondo que desconocemos y sobre las cuales no ejercemos ningún control consciente. No tenemos la libertad que creemos tener”.

Así, de tajante es Sam Harris en su ensayo ‘Free Will´, respecto de la idea popular de que las personas tenemos la capacidad para elegir entre diferentes cursos de acción de manera libre y autónoma. Según Harris, esta idea tan común parece basarse en dos supuestos:

  • Que podríamos habernos comportado de manera diferente a como lo hicimos en el pasado.
  • Que somos conscientes de la mayoría de nuestros pensamientos y acciones en el presente.

Los argumentos en contra del libre albedrío se remontan a milenios, pero el último resurgimiento del escepticismo a esta supuesta capacidad humana ha sido reforzado por los avances de la neurociencia. En 1983, Benjamin Libet un neurocientífico de la Universidad de California y su equipo utilizaron un electroencefalograma (EEG) para medir la actividad cerebral en participantes que debían realizar un movimiento simple de la mano. Los investigadores encontraron que la actividad cerebral, se iniciaba unos 300 milisegundos antes de que los sujetos informaran tener la intención consciente de mover la mano. Esto sugería que ´algo´ había ‘decidido’ mover la mano antes que las personas tuvieran conciencia de esa decisión.

Veinticinco años más tarde John-Dylan Haynes y su equipo de la Universidad Humboldt de Alemania, llevaron las investigaciones de Libet un paso más allá usando imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI). En uno de sus estudios, a los participantes se les pidió que eligieran entre presionar un botón con la mano derecha o la izquierda mientras se escaneaba su actividad cerebral. Los investigadores basándose en los patrones de actividad cerebral pudieron predecir con un 60% de precisión el botón que presionarían los sujetos varios segundos antes de que los participantes fueran conscientes de su decisión.

El neurocientífico Itzhak Fried, de la UCLA, trabajó con pacientes con epilepsia. Observó que ciertas neuronas específicas en el cerebro se activaban unos segundos antes de que los sujetos tomaran decisiones conscientes. Los estudios de Fried alcanzaron una precisión del 80 % en la predicción. Este hallazgo proporciona otra evidencia de que podemos estar comprometidos en decisiones específicas antes de que seamos conscientes de ellas.

Daniel Wegner de Harvard, en su artículo The Illusion of Conscious Will’, argumentó desde una perspectiva psicológica que la sensación de libre albedrío es una ilusión. Según sus estudios, cuando una acción se produce y la atribuimos a nuestra propia intención consciente, esto puede ser simplemente porque nuestra mente busca coherencia narrativa. Wegner sugirió que la sensación de controlar nuestros actos podría surgir solo después de que los actos ocurren. Estos experimentos han provocado un intenso debate. Algunos filósofos y científicos argumentan que, aunque el inicio de una decisión pueda ser inconsciente, aún podemos tener la capacidad de vetar o cambiar esa decisión en el último momento, es decir, tenemos el poder del vetola libertad del no’. Por ejemplo, estamos a punto de decir algo completamente inapropiado, pero, en el momento de hacerlo, cerramos la boca, difícil, pero al parecer científicamente posible. Estos estudios han llevado a una reconsideración más profunda de qué significa tomar una ‘decisión libre’ y cómo nuestras estructuras cerebrales y procesos mentales subyacentes facilitan o restringen esa libertad.

Baruch Spinoza, ya en el siglo XVII, había planteado ´herejías abominables´ como estas, y no es de sorprender que fuera excomulgado también por sus ‘hechos monstruosos’. En ‘Ética demostrada según el orden geométrico’, Spinoza escribió:

“Los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan. Y, por tanto, su idea de ‘libertad’ se reduce al desconocimiento de las causas de sus acciones”.

Steven Nadler en su libro ‘Think Least of Death, explica que Spinoza no niega la voluntad, sólo dice que no es libre. En su obra principal, ´Ética demostrada según el orden geométrico´, Spinoza argumenta que todo en el universo, incluidos los seres humanos, está determinado por causas anteriores. Esto significa que todas nuestras acciones y decisiones son el resultado de una cadena de eventos y circunstancias que nos preceden. En este contexto, la libertad no se trata de poder elegir de manera arbitraria, sino de entender las leyes de la naturaleza y las causas que determinan nuestras acciones. En una carta que Spinoza escribió a Georg Schuller toma el ejemplo de una piedra, escribe:

“Una piedra recibe de una causa externa, que la impulsa, cierta cantidad de movimiento con la cual, después de haber cesado el impulso de la causa externa, continuará necesariamente moviéndose. Así, pues, la permanencia de esta piedra en movimiento es coaccionada, no por ser necesaria, sino porque debe ser definida por el impulso de la causa externa”.

La piedra no es libre, porque su movimiento no es impulsado por una decisión propia. Spinoza escribe:

“Es esa famosa libertad humana, que todos se jactan de tener, y que tan sólo consiste en que los hombres son conscientes de su apetito e ignorantes de las causas por las que son determinados”.

Al entender las causas que determinan nuestro comportamiento, podemos alinear nuestros deseos con lo que verdaderamente somos, guiados por la razón y no por impulsos irracionales o motivaciones pasajeras. Las pasiones, como el miedo, la esperanza o el deseo, son estados en los que somos pasivamente afectados por factores externos. Ser libres significa actuar según la razón y no ser esclavos de las pasiones. La libertad llega cuando somos capaces de ser activos, es decir, cuando nuestras acciones son dictadas por un entendimiento racional de nuestras verdaderas necesidades y del mundo que nos rodea. Steven Nadler en su libro Think Least of Death. Spinoza on How to Live and How to Die’ escribe:

“Lo que Spinoza descubrió, y lo que quiere que sepamos, es que hay una forma específica de vivir que representa una suerte de perfección de nuestra naturaleza humana. Es, de hecho, una condición que constituye el verdadero florecimiento humano, y que incluso nos hace en cierto modo similares a Dios o a la Naturaleza mismos”.

Para Spinoza todo en el universo ocurre de manera necesaria. Desde este enfoque, la libertad consiste en aceptar esa trayectoria, a través del entendimiento profundo de las leyes de la naturaleza y la causalidad. Cada cosa, se esfuerza por persistir en su propio ser. Ese esfuerzo (conatus en latín) es una ley universal de la vida. El neurólogo António Damásio en su libro ‘En busca de Spinoza: neurobiología de la emoción y los sentimientos’, escribe:

“El organismo vivo está construido de tal manera que preserva la coherencia de sus estructuras y de sus funciones contra las numerosas vicisitudes que amenazan la vida”.

En la medida en que nuestra conducta está determinada por nosotros mismos, por la razón, por nuestra armonía con la naturaleza, entonces nuestra vida afectiva es propia, y somos libres en el sentido de Spinoza. Darin McNabb en su serie de videos ´La ética de Spinoza´ de su canal de YouTube La fonda filosófica, explica:

“Es importante entender que todo acto, tanto los libres como los coaccionados, son causados, son determinados. La diferencia entre los dos es que los actos libres provienen de ideas adecuadas y los actos no libres o coaccionados provienen de ideas inadecuadas, de la profusa y abigarrada naturaleza de las cosas externas”.

Un acto libre no es un acto que no tenga causa sino un acto cuya determinación no es ninguna coacción externa sino la propia y necesaria naturaleza racional. Para Spinoza, la libertad es una cuestión de comprensión, aceptación y racionalidad, no de elección arbitraria. Esta perspectiva coloca el énfasis en la auto-comprensión y la integración armónica con el orden natural, más que en la autonomía individual en sentido tradicional.

El neurocientífico y primatólogo Robert Sapolsky, es tal vez uno de los científicos más venerados que existen en la actualidad. Se hizo famoso por su trabajo estudiando babuinos salvajes en Kenia, donde descubrió cómo sus complejas vidas sociales conducen al estrés y cómo eso afecta su salud. Hace unos años publicó ‘Behave: The Biology of Humans at Our Best and Worst’ en que realizó un análisis exhaustivo de por qué los seres humanos actúan de la manera en que lo hacen, explorando la influencia de factores que van desde la genética y la neuroquímica hasta el ambiente y la cultura. Investigó cómo diversos factores biológicos, como las hormonas, los genes y las estructuras cerebrales, influyen en nuestro comportamiento, pero también destacó la importancia del contexto social y ambiental. Recientemente publicó Determined: A Science of Life without Free Will’. En este libro Sapolsky profundiza en la idea de que el libre albedrío es una ilusión, argumentando con evidencia de la biología, la neurociencia y la psicología que nuestras decisiones están mucho más determinadas por factores fuera de nuestro control consciente de lo que la mayoría cree. Todas nuestras decisiones, incluyendo nuestras intenciones y elecciones, están profundamente influenciadas por una combinación de factores biológicos y ambientales que se extienden desde nuestra vida fetal hasta nuestra adultez, pasando por nuestra infancia y experiencias de vida. En sus palabras:

“Cuando uno se comporta de una manera determinada, es decir, cuando el cerebro genera un comportamiento concreto, es debido al determinismo que le precede, que fue causado por el determinismo anterior y el anterior a este, y así sucesivamente”.

Aunque aparentemente tomamos decisiones de forma libre e independiente, estas elecciones están profundamente influenciadas por factores y experiencias pasadas, que están fuera de nuestro control inmediato y consciente. Al no entender la cadena causal detrás de nuestras intenciones y acciones, creamos una causa, y le damos el nombre de libre albedrío. Por ejemplo, dos personas pueden tener experiencias similares, pero tomar decisiones radicalmente diferentes basadas en cómo han sido moldeadas por su biología y circunstancias. En palabras de Sapolsky:

“Cuando la gente afirma que hay causas sin causa de tu comportamiento que ellos llaman ‘libre albedrío’, es porque (a) no han reconocido o no conocen el determinismo que acecha bajo la superficie o (b) han concluido erróneamente que los escasos aspectos del universo que sí funcionan indeterminadamente pueden explicar tu carácter, moralidad y comportamiento”.

El árbol causal de nuestra maquinaria biológica es gigantesco, requiere entender desde la epigenética, los niveles hormonales y el ambiente social durante la formación de una persona para explicar sus comportamientos en lugar de atribuirlos a un supuesto libre albedrío. En palabras de Sapolsky:

“No somos ni más ni menos que la suma de aquello que no pudimos controlar: nuestra biología, nuestro entorno y la interacción entre ambos”.

Si nuestras decisiones están predeterminadas por una constelación de factores biológicos y ambientales, entonces, necesitamos reconsiderar cómo juzgamos y tratamos a los demás, particularmente en contextos relacionales y éticos. Un entendimiento más completo de la biología humana puede y debe mejorar la forma en que estructuramos nuestra cultura y sociedad. Aquí es donde el pensamiento de Spinoza nos puede ayudar. Spinoza nos instaba a entender y aceptar que somos parte de un todo más grande, Dios o la Naturaleza, y que nuestra verdadera libertad se encuentra en nuestra integración armoniosa con este todo. Ordenar nuestras pasiones, nos permite aumentar nuestra potencia de actuar. Frédéric Lenoir, en su libro ‘El milagro Spinoza’, explica que toda la ética de Spinoza nos insta a apoyarnos en lo que nos proporciona alegría y nos hace crecer para comprometernos cada vez más resueltamente en el camino de la sabiduría. En las últimas líneas de la Ética, Spinoza escribe:

“Aunque, ciertamente, la vía que acabo de indicar parece muy ardua, puede encontrarse. Y eso ciertamente debe ser arduo, cosa que se encuentra de manera rara. Ya que, ¿cómo sería posible, si la salvación está ahí, a nuestro alcance, y puede encontrarse sin grandes sufrimientos, que la dejen escapar casi todos? Pero todo lo que es precioso es tan difícil como raro”.

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