adaptación

Flujo de energía

Cuenta la leyenda que Laozi, considerado el fundador del taoísmo, siendo anciano, frustrado por la decadencia del Imperio, decidió partir hacia el Occidente. Al llegar a la frontera, el guardia le exigió como tributo de paso que escribiera un texto con toda su sabiduría. Así nació el Tao Te Ching. Robin Wang, profesora de filosofía en la Universidad Loyola Marymount, describe en su libro ‘How To Live A Good Life’ que, hace más de dos mil quinientos años, China enfrentó el turbulento periodo de los Reinos Combatientes. Esta era marcó una profunda transformación en la sociedad, caracterizada por intensos debates sobre valores morales, creencias religiosas y el modelo de gobierno adecuado. Durante esta época, se produjeron significativos cambios económicos, políticos y sociales. Fue un tiempo de aguda desigualdad, con una competencia desenfrenada por la riqueza, el poder y el prestigio. Los estados surgían y desaparecían, las fortunas de clanes, familias e individuos oscilaban entre el enriquecimiento y la ruina. Además, la época estuvo marcada por una creciente amenaza de desastre ambiental causada por las actividades humanas. Aunque muchos aspiraban a una vida larga, saludable y satisfactoria, muchos encontraban estas metas inalcanzables.

En aquel agitado contexto social de la antigua China surgió el taoísmo, un sistema filosófico profundamente arraigado en la naturaleza, donde buscaba soluciones a problemas complejos como la incertidumbre, el conflicto, y el desastre inherente a la condición humana. La sociedad de entonces, eminentemente agrícola, vivía en íntima conexión con su entorno. Entender los principios taoístas requiere una profunda conexión con la tierra, sus elementos y criaturas, lograda a través de la observación, percibiendo el ritmo de la vida y cómo todo está interconectado en un equilibrio armónico.

En esta cosmovisión, la energía que impulsa la vida se denomina Qi (‘chi’), que, aunque invisible e imposible de medir, forma la esencia de todo en el mundo material, desde montañas hasta bosques y ríos. Qi también es responsable de las funciones corporales y mentales, siendo la base tanto material como funcional de toda actividad. Nathan Sivin, sinólogo del MIT en su obra ‘Ciencia y civilización en China’, explica que Qi significa ‘esencia básica’. Comenta:

“El Qi es a menudo la base material de la actividad, pero la propia actividad también se describe a menudo como Qi. Esta idea no resulta fácil de entender para las personas modernas, por su clara distinción entre sustancia y función. Sus autores tendían a utilizar el Qi principalmente en el sentido funcional”.

Los antiguos sabios taoístas veían al ser humano como un microcosmos del universo circundante, permeado por las mismas fuerzas que operan en el macrocosmos. Así como el planeta se compone de tierra, océanos y atmósfera, el cuerpo humano se organiza en Sangre, Fluidos y Qi. La Sangre es la sustancia del cuerpo, los Fluidos, el medio interno, y el Qi, la energía que dirige la forma y actividad del cuerpo, organizándolo. Wang escribe:

“Una de las principales preocupaciones del taoísmo es el modo de gestionar la incertidumbre. Laozi ofrece remedios para nuestros caóticos problemas personales, sociales y políticos. Como alguien que cultiva el tronco y las raíces de un árbol floreciente, Laozi dirige su atención al fundamento de la vida misma”.

Los antiguos sabios taoístas percibieron que cada sistema posee cualidades de naturaleza ‘fractal’, es decir, el todo se refleja no sólo en su conjunto sino también en cada ‘parte’ y ‘nivel’ dentro del sistema. Entendían el mundo como un entramado inseparable, donde la comprensión integral solo es posible al entender sus elementos, sus interacciones y la estructura global que conforman. Dentro de esta realidad el mundo era como un jardín. El jardín era la naturaleza: la tierra viva, los humanos, las organizaciones, las sociedades, la biósfera. Según esta visión, cada interacción dentro de un sistema manifiesta los valores que lo caracterizan. Nada existe de manera aislada; tanto los sistemas vivos como las organizaciones empresariales son prueba de ello. Elisabet Sahtouris, bióloga evolutiva y autora de ‘EarthDance: Living Systems in Evolution’, articula una visión en la que destaca cómo la humanidad y la naturaleza están intrínsecamente conectadas. Ella escribe:

“Como bióloga de la evolución, es evidente para mí que los seres humanos somos parte integral de la naturaleza, que ha estado gestionando sus propios ‘negocios’ durante miles de millones de años. En relación con la biología de las empresas humanas, cabe señalar que todas las empresas están compuestas por personas, que son seres vivos, por lo tanto, las empresas pueden considerarse sistemas vivos o entidades biológicas”.

En 1937, el premio Nobel Ronald Coase publicó su artículo ‘La naturaleza de la empresa’, en que exploraba por qué las personas se agrupan en sociedades y empresas en lugar de operar de manera independiente. Los primeros integrantes de una empresa son generalistas, comparables a células madre, cumpliendo todas las funciones necesarias para el desarrollo del negocio. Estas ‘primeras células’ necesitan apoyo y recursos para prosperar y, bajo condiciones ideales, se regeneran y especializan. Coase identificó que los negocios implican generar credibilidad, intercambiar información, negociar, y coordinarse, lo que conlleva a costos de transacción. Las empresas pueden reducir los costos de transacción cuando logran que la colaboración sea más eficiente. En sus palabras:

“Todos los cambios que mejoren la técnica de gestión tenderán a aumentar el tamaño de la empresa”.

A medida que la empresa crece y algunas áreas se especializan, emergen silos, feudos y reinos que complican la interacción y generan tensiones internas. Según Coase, cuando los costos de transacción internos superan a los externos, la empresa empieza a enfrentar grandes problemas. Hammer y Champy, en ‘Reengineering the Corporation: A Manifesto for Business Revolution’, sugirieron ver a las empresas no solo como estructuras funcionales y mapas de procesos, sino como un conjunto de capacidades de negocio. En términos simples, una capacidad de negocio abstrae y encapsula a las personas, procesos y tecnologías necesarias para realizar las funciones esenciales que la empresa requiere. Identificaron las siguientes:

  • Desarrollo de productos y servicios: Esta capacidad de negocio es la encargada de la innovación y evolución de la oferta de la empresa.
  • Generación de demanda: Esta capacidad abarca desde marketing hasta ventas directas.
  • Producción: Esta capacidad se refiere a la habilidad para fabricar y entregar los productos y servicios.
  • Administración: Esta es la capacidad encargada de la planificación, apoyo y gestión de recursos.

Sin embargo, el mayor desafío que enfrenta una empresa como sistema es impulsar la sinergia, cooperación y coordinación de estas cuatro capacidades especializadas. Lograr que personas y equipos con experiencias, funciones y perspectivas diferentes se comprometan con un propósito compartido, valores, objetivos y metas comunes. Por lo tanto, es fundamental una quinta capacidad de negocio:

  • Integración: Es la capacidad de impulsar la colaboración, el compromiso, la identificación, la mística con que las personas realizan su trabajo y cómo lo hacen. Es la capacidad que coordina y organiza todas las otras capacidades y la que se encarga de articular la sostenibilidad de la empresa en un entorno complejo.

Zhang Ruimin, fundador de Haier, la empresa china de electrodomésticos más grande del mundo se ha convertido en una figura emblemática por sus radicales innovaciones en organización y gestión. En el artículo ‘Shattering the Status Quo’, Zhang describe un cambio de paradigma en la estrategia de la empresa. Señaló:

“En el pasado, nuestro objetivo era convertir la empresa en un jardín amurallado. Hoy, sin embargo, nuestro propósito es crear una selva tropical, y nuestra estrategia y estructura han cambiado. Y quizás en el futuro necesitemos reconstruir todo el barco para una ruta completamente nueva […] Mi misión es asegurar que Haier siempre pueda avanzar con los tiempos”.

Ichak Adizes, en su libro ‘Corporate Lifecycles’, sostiene que, para prosperar, una empresa, al igual que cualquier sistema, debe ser eficiente y eficaz tanto a corto como a largo plazo, ejecutando su misión con un uso eficiente de su energía. Adizes advierte que, si la ‘energía empresarial’ no fluye adecuadamente, el sistema opera mal. En sus palabras:

“Cuando no hay confianza y/o respeto mutuo, surgen barreras que obstaculizan el flujo libre de energía, y la organización se hace menos competitiva”.

La confianza y el respeto se fortalecen progresivamente cuando las personas con intereses distintos demuestran consistencia y fiabilidad en sus acciones, alineadas con un propósito compartido. Una cultura organizacional basada en la confianza y el respeto puede simplificar procedimientos y eliminar controles innecesarios, lo que, a su vez, reduce los costos de transacción y aumenta la eficacia y agilidad de la empresa como un todo.

Tom Graves, en su libro Five Elements Sketchbook’, destaca cómo los sabios taoístas utilizaron el método de clasificación por analogía para establecer conexiones entre cinco categorías arquetípicas que observaban en los sistemas. Denominaron a este marco teórico Wuxing, que se traduce en diversos términos como los cinco elementos, las cinco fases, los cinco agentes o los cinco procesos. Según esta teoría, la energía de un sistema está en constante movimiento y se manifiesta en cinco formas básicas: ascendente, descendente, expansiva, contractiva y rotativa. Estas interacciones explican el movimiento y la transformación de todas las cosas, proporcionando una base para estudiar, analizar, comprender e interpretar las dinámicas en la naturaleza, la vida humana, las sociedades y el cosmos. Bulei Zuo, en su artículo ‘Wuxing Theory’, sugiere que este enfoque se puede comprender fácilmente a través de los ciclos de las estaciones del año. En términos organizacionales, los cinco elementos de Wuxing se asocian con las capacidades de negocio fundamentales:

  • Madera: Simboliza el crecimiento y la expansión, reflejando la fase donde todo brota y florece. Es clave para la exploración, la innovación y la renovación del sistema. En el ámbito empresarial, este elemento se vincula con la capacidad de desarrollar productos y servicios.
  • Fuego: Representa la energía, la pasión y la ascensión. El fuego se alimenta de la madera. Es dinámico y transformador, influyendo en el entorno con su naturaleza apasionada e inspiradora. En una empresa, el fuego se asocia con la capacidad de generar demanda.
  • Metal: Asociado con la contracción, la formación y la estructura. Simboliza la consolidación, el orden y la disciplina. El metal es una energía que proviene de la tierra, la transforma, moldea y refina en algo valioso. Este elemento se relaciona con la capacidad de producción en el contexto empresarial.
  • Agua: Simboliza la adaptabilidad, la profundidad y la regeneración. Representa la capacidad de fluir, adaptarse y transformar, profundizando en el conocimiento y la comprensión. Esta energía surge del metal y nutre la madera. En una empresa, el agua está asociada con la capacidad de administración.
  • Tierra: Representa la estabilidad y la sustentabilidad, actuando como un núcleo de equilibrio y nutrición para todo el sistema. Fomenta la cooperación, la conexión y la harmonía. Es fundamental en la regulación de los cambios y en la integración de procesos y estrategias dentro de la empresa, se vincula con la capacidad de integración.

Este marco no solo facilita una comprensión profunda de las dinámicas internas de una empresa, sino que también ofrece una guía invaluable para su gestión estratégica y operativa. Al visualizar las empresas como sistemas complejos y autoorganizados con propiedades emergentes, se añade una dimensión adicional al entendimiento de su dinámica. Desde la perspectiva taoísta, el objetivo es alcanzar el equilibrio y la harmonía del sistema en su conjunto. Los éxitos de una empresa son el resultado de un flujo continuo de energía que demanda un compromiso colectivo, siendo el liderazgo un componente crítico. Cada empresa es distinta pero las energías, fases y prácticas que impulsan el alto desempeño son similares.

Considerar a la empresa como parte de una red anidada de capacidades dentro de un ecosistema global, ha permitido a muchos líderes empresariales explorar una variedad más amplia de oportunidades para sinergia, interacción, soporte, flexibilidad y captación de valor. Este enfoque de concebir las empresas surge como respuesta a la necesidad de manejar la complejidad del contexto actual y apunta hacia la creación de redes empresariales altamente diferenciadas e integradas.

El enfoque sistémico, inspirado en el taoísmo, brinda a los líderes un marco para estabilizar, optimizar y desarrollar dinámicamente las diversas perspectivas internas y externas que influyen en la dinámica de sus organizaciones. Esta perspectiva no solo mejora la gestión operativa, sino que también enriquece la visión estratégica, promoviendo un entendimiento más profundo y holístico de las interacciones empresariales en un contexto globalizado. Como expresa Wang:

“Contemplar las cosas desde la perspectiva del Tao, supone entender que el mundo no es un lugar amorfo e indiferenciado, sino una pluralidad ilimitada, lo cual nos exige tanto habilidad para apreciar las visiones diversas como capacidad para valorar los patrones panorámicos más amplios”.

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